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IX

Probablemente pensarás, querido lector, que ese pequeño encuentro con el marino no tiene ninguna relevancia para la historia y sólo la estoy metiendo para rellenar el libro. Pues no, ¿Recuerdas que había dicho antes que los diferentes servicios no nos mezclábamos? La razón es porque no nos llevamos bien, poniéndolo suave. Los 3 competimos por la fama y el crédito de ser reconocidos. Porque todos defendemos México, pero alguien tiene que hacer el trabajo mejor que los demás, ¿no? Y por supuesto, todos pensaron "esos somos nosotros. Los otros dos servicios deben conocer su lugar"

¿Y en qué se relaciona conmigo? Pues que si la Fuerza Aérea me convirtió en su héroe, la Armada no se iba a quedar de brazos cruzados e iba a erigir al suyo. Eso era lo que estaba discutiendo junto al capitán Mendoza y al resto del escuadrón mientras asistíamos a la inauguración del proyecto que tenían trabajando en los astilleros. Sentados en un muelle cercano, veíamos como un barco que juntaba madera y acero descendía bruscamente hacía el mar.

-Entonces-discuto con el capitán-¿Ese bato que me topé es el segundo al mando en este barco?

-Efectivamente, según el coronel Águilar?-contesto él-Tanto a él como el capitán del barco les dieron el mismo trato que a nosotros. Aunque no sé que también les vaya a salir, tienes que admitir que es un barco impresionante.

-Quizás-continuo-pero lo que nos dio el favor de la gente fue que nadie había visto nunca un avión. Por mucho que sea especial, un barco es un barco; es decir, algo que la gente ya conoce.

-¿Quizá no es para ellos?-replica el capitán-A los estadounidenses les gustó tanto la idea que los convenció de mandar no uno, ¡sino 4 de sus mejores barcos!

El capitán tenía razón. Aunque si tuvimos un gran público extranjero, no se compara con la cantidad de gente que vino desde afuera para ver este nuevo crucero en nuestras manos. Sea porque era algo que entendían o por otro propósito, desde el mar veían el USS United States y otros 3 barcos como descendía el ARM México, nuestro primer barco de guerra propio.

-De todas maneras-dice el coronel Águilar metiéndose a la platica-¡No hay escualo que se compare a mis poderosisimas águilas!

Todos comenzamos a echarle carilla. "¡No, esas águilas no!" decían todos para relajarse.

-Jijiji-dice el coronel-Pero hablando en serio, dudo que ese barco tenga tanto impacto en la batalla que se viene como tendrán nuestras máquinas.

La cara del capitán se oscureció-Se nos viene la noche encima. 5 barcos de guerra más una bola de pescadores, el fuerte y una docena de aviones contra una armada de 100 barcos cargados hasta el tope...pos vamos a tener que hacer una gran diferencia entonces-se rasca la nuca

-Sereno, mi capitán-le digo calmándolo-Nosotros podemos

Los 3 sonreímos en afirmación. De ahí, nos fuimos todos al bar de siempre, para tomar sólo unos tragos dado que a partir de ahora para estar alerta. Aquella tarde de noviembre podría haber sido una de tantas salidas con los muchachos, pero el destino tenía algo diferente entre manos. Para empezar, apenas llevábamos un par de tragos de aguarrás cuando se escuchó abrirla puerta. Por ahí entró un contingente 3 veces más grande que el nuestro, con uniformes de la Marina.

-Ay, no es cierto-dijo el coronel mientras hacía una mueca.

Todos cruzamos miradas hostiles entre nosotros. El oficial de más alto rango de ellos, con piel bronceada y un mostacho grueso y grande, se acercó primero a nosotros.

-Ustedes deben ser el contingente de pilotos de la región, ¿o me equivoco?-dice con una sonrisa medianamente burlona

-Esos meros somos nosotros-contesta el coronel mientras se para de su asiento y extiende su mano-Coronel Manuel Águilar, ¿con quién tengo el gusto?

El oficial da un suspiro leve mientras estrecha la mano-Capitán de fragata Federico Aragón. Al mando del ARM México.

-¡Ah, ya veo!-exclama el coronel-Estuvimos en la ceremonia de lanzamiento, ¡Bonito bote el que tienen ahí!

-¿Verdad que sí?-dice el capitán Aragón mientras mira a sus muchachos-Aunque no es sólo para ver,¿sabe? Tiene 4 de los mismos cañones que el fuerte San Juanito, mucho mejores que cualquier modelo en la Tierra ahora. Y a pesar de tener un buen de acero encima, es un barco rápido. Los franceses no podrán hacer nada contra esta belleza.

-Jajaja-ríe sarcásticamente el coronel-Eso espero. No nos dejen a nosotros cargar todo el peso cuando llegue el día.

-¡Tonterías!-responde el señor Aragón-Ustedes son los que no deberían dejarnos todo el trabajo. Ya saben, como ustedes sólo tienen que entrar, disparar, y  de ahí es salir corriendo.

El coronel se empieza a morder el labio inferior-Bueno, no todos tienen lo que se necesita para volar un avión. Un bote, por el contrario, hace casi todo por ti. Tan sólo debes cuidar la pintura.

Ese comentario me puso en alerta. La tensión aquí había llegado a niveles críticos. Sólo faltaba un puñetazo para causar una explosión. La lealtad jugaba en nuestra contra, pues era una regla no escrita que si un miembro de la Fuerza se metía en una pelea, los demás debíamos apoyarlo. En otras palabras, las sesenta y tantas personas aquí presentes nos agarraríamos a golpes y destruiríamos el lugar en el proceso. Volteo hacía el capitán Mendoza, sudando hasta por las orejas. Me voltea a ver también, y sabemos que hacer.

-Coronel-dice el capitán Mendoza tomando un hombro y brazo del coronel

-Cálmese, por favor-termino yo, con la misma acción del otro lado

-¡Ah, yo los conozco!-exclama el capitán Aragón con una sonrisa burlona mientras el coronel se intenta safar de nuestro agarre-Los pintaron para los carteles de reclutamiento, ¿no es así?

-¿Eh?-dice el coronel, calmándose un poco. Se arregla, tose y nos presente-Por supuesto. Son los capitanes Mendoza y Cienfuegos. Fueron los primeros en mostrar el vuelo en esta era, y se han vuelto muy populares con la gente.

-Ya veo-responde el capitán Aragón-Nosotros tenemos a alguien así también-Se hace a un lado y pasa el hombre que  conocí con el pintor.

-Soy el teniente de fragata Adolfo Manzano. Un placer conocerlo-dice hacía el capitán Mendoza. Cuando se voltea hacía mí, hace un gesto extraño con la cara-A ti ya te conozco, ¿qué hay?

Aunque no dijo nada hiriente en sí, me hinché por el comentario

-Nada importante-respondí visiblemente enojado-Cosas que hacemos los cara de chango

-Bueno, no es mi culpa que la Fuerza Aérea escogiera a uno para que los represente. Aunque sí se parecen entre todos.

En eso estalló el coronel. Lo tomó de la camisa, con el puño levantado. Yo reaccioné muy tarde, quizás por el enojo. El capitán Aragón y sus hombres ya estaban listos para unirse. Era el mismo caso con el resto del escuadrón. El coronel metió el gancho y...

Se escucharon las campanas de la iglesia. Todo se detuvo. El rencor y las ganas de pelear se fueron. Todos salimos a la calle y vimos que las personas comenzaban a empacar y a moverse a prisa. Un pregonero a caballo pasó rápidamente frente a nosotros, y gritaba:

-¡Ya vienen los franceses! ¡Ya vienen los peninsulares!

Las rivalidades ya no estaban. Era la hora de actuar en pro de nuestra misión. Los dos grupos nos separamos. Los marinos se fueron al puerto para zarpar en el México; nosotros, al aeropuerto para despegar en los Quetzales. En poco tiempo llegamos al prado, con el general Mata esperándonos.

-¡Vamos, vamos, vamos! ¡Todos arriba! ¡Quetzal 1, despeguen y hagan reconocimiento!¡Todos los demás, estén alerta!

En menos de lo que canta un gallo, nos subimos al aparato y pedaleamos hasta la posición de despegué. Volteé brevemente hacía la ciudad. La evacuación parecía estar yendo bien, pero a lo lejos se apreciaba ya un mástil levantado en el horizonte. Pensando en los niños que siempre me iban a visitar al muelle, por un instante se me detuvo el corazón. "¿Y si se lastiman en la evacuación? ¿Y si uno queda atrapado y empieza el combate?". Fue un instante que me aterró. En todos mis vuelos hasta ahora, nunca me había sentido así. Pero luego ese instante terminó; recordé la promesa que había hecho, y me armé de valor.

-¿Listo, Cienfuegos?-me dice el capitán por el teléfono de lata.

-Listo, señor-respondo por el otro canal-1, 2 y ¡3!

Comenzamos a pedalear al ritmo que habíamos practicado todo este tiempo. El avión acelera y en poco tiempo estamos en el aire. Mirando hacía abajo, podía ver como los habitantes hacían palmas y gritos al vernos. Conforme avanzamos, las calles se volvieron más desiertas. En el muelle, había una buena cantidad de milicia y efectivos para servir como última defensa. Más adelante, ya sobre el agua, sobrevolamos el fuerte y todos los activos moviéndose a puestos de combate. Cerca de ellos, los barcos estadounidenses maniobraban para ponerse en formación, con el México siguiéndolos rápidamente, seguido más lentamente por barcos pesqueros y comerciales con algunos cañones para apoyar en la lucha. Después de eso, fueron 10 minutos de ver el mar vacío abajo de nosotros. Con el Sol poniéndose en el ocaso, era difícil distinguir los barcos enemigos a la distancia debido a la penumbra que ya los rodeaba. Había que acercarse más.

Y luego,  llegó el momento de la verdad. Finalmente estábamos lo bastante cerca para verlos con claridad. Avanzando en varias líneas paralelas, venían los enormes barcos portando el estandarte francés. Como se sospechaba, eran decenas y decenas de ellos. Empecé a contar. 14, 29, 42...

Y de repente, una explosión roja viene desde uno de los barcos. El capitán toma acción y esquivamos por poco las esquirlas de hierro vivo que salieron disparadas hacía nosotros. Por la rapidez, la pluma y libreta caen al piso de la cabina. Más explosiones desde los otros barcos. Ascendemos para ir más allá de su rango de alcance.

-¡Debemos retirarnos!-dice el capitán por el teléfono.

Veo a mi alrededor y algo llama mi atención-¡Espere! ¡Blanco solitario a las 4! ¡Está tratando de escabullirse!

-Copiado-dice el capitán-¡Soltemos la carga en ese ingrato y volemos a casa!

-Copiado. Girando por la izquierda en 3, 2, ¡1!

Damos un giro rápido y comenzamos a caer en picada hacía nuestro objetivo. Los tiros de los otros barcos ya no efectivos, pero el fuego del blanco es cada vez más difícil de evadir. Pero confío en el pilotaje del capitán, así como confío en mis ojos para dar en el blanco. Con el dedo en el gatillo, espero a que este cerca. Más cerca. Más cerca. Más... ¡Ahí!

Aprieto el gatillo y los cohetes salen despedidos. Mientras nos elevamos, veo como los cohetes golpean y prenden fuego a la nave. Mientras el capitán grita de emoción, la marea de fuego se mezclaba con el atardecer y teñía el mar de rojo.

Y con estas acciones, comenzó la Batalla de Veracruz.

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Extra: Imagen inspirada en la escena anterior

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