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I

Creo que es necesario empezar antes del comienzo, pero no en el pasado, sino en un futuro que ya no será. De donde venimos nosotros, México es un país hermoso, lleno de riqueza y potencial sin explotar. Sin embargo, esa belleza era abrumada y obscurecida por una larga historia de crimen y fechorías. La corrupción, el abuso de poder, y el crimen organizado llevaban tanto tiempo en la vida del país que la gente empezó a ignorarlos y a evadirlos en vez de buscar soluciones. Doy gracias a mis padres y familia que yo nunca tuve que lidiar con estos problemas cuando era niño, pero a medida que crecí, supe por medio de noticias, periódicos y amigos que no tuvieron tanta suerte. Para cuando tenía edad para tomar mis decisiones, había acumulado tanta rabia por ellos que no dudé ni un segundo en unirme a las fuerzas armadas. Había sido un buen estudiante y mi fuerte era una excelente capacidad de observación, por lo que decidí que mis capacidades se aprovecharían al máximo en una carrera de oficial en la Fuerza Aérea.

Pronto, completé satisfactoriamente el programa y en poco tiempo estaba volando por los cielos, señalando los campos de drogas y cuarteles de cárteles y bandas criminales. Habrá sido el destino, pero a menos de un año de graduarme, el gobierno comenzó una ofensiva a escala nacional contra el crimen organizado. Esperarían que estuviera ansioso por golpear duro al crimen, y estarían en lo correcto. Sin embargo, pasaba el tiempo y no dejábamos de encontrar campos y pequeños emplazamientos, pero no parecía haber fin a la vista. Nosotros, por el contrario, parecíamos cada vez menos. A través de accidentes y tiroteos, perdí a muchos amigos y compatriotas. Cuando me ascendieron a teniente, me asignaron como asistente del Capitán Mendoza, ya veterano de muchos años de lucha. En una ocasión, recuerdo haberle hablado de mis inseguridades sobre la situación.

-Señor, ¿cree usted que algún día terminará esta lucha?

-No veo la hora de que llegue ese día, teniente-me dijo con su voz cansada pero firme-He estada en la Fuerza por más de la mitad de mi vida, y siempre encontramos más madrigueras de tlacuaches

-Pero esto debe llegar a su fin algún día, ¿no es así, señor?

-La verdad es que no sé. Me atrevería a decir que la razón por la que siempre hay más y más, es porque alguien arriba les dice siempre a los tlacuaches mayores cuando vamos a ir nosotros, y ya se fueron pa cuando llegamos. Y esos alguienes han de comprar gente para encubrirlos y poder seguir haciendo dinero de la droga. Pinche escoria de gente-dio un suspiro profundo-Me duele pensarlo, pero creo que a estas alturas no hay salida. Lo único que podemos hacer, tú, yo, y todos en la Fuerza, es seguir luchando para que no muera más gente buena

No supe que pensar en ese momento sobre eso ¿Cuál era el punto de luchar por un objetivo inalcanzable? ¿Realmente la paz estaba tan lejos? ¿Sólo hay que seguir peleando cada día? No tuve tiempo de encontrar una respuesta. Un día llegó noticias de que un general del ejército había sido ejecutado. Su escolta fue masacrada en una emboscada, no muy lejos del campo militar al que se dirigía. Su cuerpo fue encontrado colgado de un puente, con una inscripción marcada a navaja en su cuerpo, que decía "La droga es plata. México es de quien tiene plata,   ¡Abajo los soldaditos de plomo!". Todos en las Fuerzas estábamos impactados, y yo más que nadie quería despedazar a esa gente. La oportunidad nunca llegaría, pero en su lugar vino algo más trascendental.

Poco después de la noticia, recibimos la orden de ir a un campo en medio del desierto de Chihuahua. Eramos alrededor de 50 mil efectivos de las tres ramas juntas, pero lo que más me sorprendió fue que había un número todavía más grande de civiles, equipamiento, vehículos y combustible. Cuando la campana llamó a formación las tres ramas-Ejército, Marina y Fuerza Aérea- nos pusimos en formación. Los civiles simplemente se pusieron a un lado, confusos y murmurando. En el centro del campo había un foro alto, y en el pude ver a tres personajes. En la izquierda, estaba el General Jorge Sierra; en el centro se encontraba el Almirante Ricardo de la Mar; y en la derecha reconocí al general a cargo de mi división, el General Herodes Levante. Así es: eran los Tres Grandes

-¡Escúchenme todos!-gritó el General Sierra con una voz como el trueno. No hubo más ruido-Los llamamos aquí porque ustedes han demostrado dedicación en hacer de México una joya para el mundo. Pero debo decirles algo: esta joya ha pasado tanto tiempo sumergido en un mar de corrupción y abusos que es ahora imposible corregir su rumbo

Los civiles empiezan a murmurar; oigo incluso algunos abucheos, pero los militares mantenemos formación

-Es una verdad dura, pero es lo que es-habla el Almirante de la Mar-Díganme: ¿cuántos de ustedes han sido obstaculizados, abusados o violados por gente egoísta que se justifica en el dinero y en el valor económico? ¿Cuántos han sido rechazados para un trabajo a favor de un imbécil porque su papi pago extra? ¿Cuántos perdieron amigos o familia por culpa de las drogas, de pandillas, o de un seguro social insuficiente?

Todo ruido volvió a apagarse.

-Todo este tiempo-habla ahora el General Levante-Hemos luchado por avanzar poco a poco cada día. Pero todo esto nos detiene de llegar a nuestro verdadero potencial. Por ello, les tenemos una propuesta: volver en el tiempo, a 1811.

La multitud volvió a hacer ruido, esta vez en forma de risa. Los militares seguimos en formación.

-Piénsenlo bien-dice el General Sierra-Hemos calculado que si todos los presentes fuéramos de regreso al pasado, tomaría sólo 50 años hacer de México una nación con una mejor calidad de vida que cualquier país en la actualidad. Seguro gratuito y suficiente, oportunidades de trabajo basadas en méritos y no en dinero, y cero, CERO, corrupción

-¡Socialista!-gritó alguien en la multitud. Muchos comenzaron a unirse al griterío

-¡No somos socialistas!-gritó el Almirante como una ola chocando contra las rocas. Silencio otra vez-¡Pero tampoco somos capitalistas! Miren lo que ambas le han hecho al mundo. Digo mucho de México porque esa es mi responsabilidad, pero miren al resto de América, a África, al Medio Oriente. También es hora de dejar atrás esas ideologías tóxicas, y trabajemos todos para empezar de nuevo y encontrar un balance

Todos comienzan a murmurar, pero parece que aprueban la idea

-El viaje no será sencillo-dijo el General Levante-Viajaremos a una época de guerra. Sin cuidados médicos, ni vacunas, ni higiene. Sin seguridad pública, ni protección civil, ni fuerzas armadas formales. Si desean, pueden traer a sus familias, pero si no, piensen en la mejor vida que tendrán en su momento. La vida que ustedes ayudarán a construir. Es por ello que pedimos su ayuda, para empezar de cero, corregir los errores y enmendar las heridas antes de que pasen.

-Nos reuniremos aquí de nuevo en seis meses-dijo el General Sierra-Mediten su decisión cuidadosamente. Es todo

Después de un discurso así, estaba seguro de que yo iba a volver. Si podía cambiar una lucha interminable por una con un fin visible, la iba a tomar. Pasaron los meses, y discutí el asunto con mi familia. Ellos dijeron que su lugar era allí, y me desearon suerte en el viaje. Debo decir que me dolió partir sin mis padres, y aún ahora los extraño, pero el llamado de hacer un mejor país era demasiado para que lo ignorara. Cumplidos los seis meses, la compañía completa volvió al campo. Me sorprendió ver que el Capitán Mendoza trajo consigo a su esposa, su hija de más o menos mi edad, y particularmente su hijo pequeño, de apenas 8 años.

-Tengo otro hijo, pero el ya es un hombre con su propia familia y decidió quedarse-dijo el Capitán cuando hablé con él.

Eramos tan sólo 20 mil efectivos ahora, de los cuales sólo 150 eramos pilotos de algún tipo. No sé cuantos civiles vinieron con nosotros, entre aquellos que decidieron quedarse y las familias de quienes se atrevieron a viajar.

-Crucen esta puerta-dijo el Almirante, señalando un arco de piedra al otro lado del campo-Y comenzará el viaje.

Hasta la fecha no sé cómo funcionó eso, o porqué nadie se molestó en catalogarlos a los Tres de locos. Lo que sí sé, y recuerdo muy bien, es que cuando estaba a un paso de la puerta, volteé a ver el paisaje. Por mucho que fuera desierto, seguía siendo mi México. "Te voy a extrañar, pero es por tu bien" pensé, y mientras sonreía al paisaje, me pareció que el paisaje me devolvía la sonrisa, como diciendo "Lo sé. Buen viaje". Fue ahí, donde di el paso.

Aparecimos todos en un bosque. No reconocimos exactamente en qué parte estábamos. Pero lo que todos reconocimos, y que quizás hayas visto pintada en galerías o en libros de historia, fue la imagen de los Tres parados sobre una roca, sosteniendo juntos la bandera tricolor.

-¡Damas y caballeros!-dijo el General Levante como un huracán feroz- ¡Es aquí donde empieza la nueva historia! ¡Una historia de grandeza, de fuerza, y de unión entre compatriotas! ¡Aquí, empieza el renacimiento de México!

Los Tres levantan juntos la bandera ondeante, y gritan al unísono-¡VIVA MÉXICO!

-¡VIVA!-gritamos todos los presentes

-¡VIVA MÉXICO!

-¡VIVA!

-¡VIVA MÉXICO!

-¡VIVA!

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