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Tercer indeseado. Motivación


 Manuel caminaba hacia su siguiente clase con las correas de su mochila firmemente sujetas entre las manos en un intento por no descargar su ira con lo primero que le pasara por enfrente, específicamente un argentino de ojos verdes que parecía tener a una mina copuchenta de alter ego.

Y como si lo hubiera convocado, la causa de malhumor se hizo presente a su lado.

—¡Manuel, por fin te encuentro! —exclamo Martín trotando tras el castaño para alcanzarlo.

El nombrado solo acelero el paso. No quería hablar con él, no en ese momento. Ojala el rusio nunca hubiera encontrado los poemas que había redactado para el moreno así no habría pasado la vergüenza de su vida.

Manuel corría a toda prisa a la cafetería, se le había hecho tarde y no quería que dueña del local lo retara más de lo debido. Doña Florencia tenía paciencia de santa, a menos que estuviera enojada, entonces era callar y hacer el trabajo lo mejor posible.

Se cruzó con el moreno del tatuaje al entrar –aún no se atrevía a llamarlo por su nombre ni siquiera cuando pensaba en él– pero este ya iba de salida y el chileno ya estaba lo bastante apurado como para retenerlo en el lugar usando alguna excusa. Se limitó a ir a la parte de atrás para cambiarse antes de comenzar a atender mesas. Ya se animaría a hablarle más tarde.

No sé percato de la presencia del objeto hasta que atendió a una pareja de chicas –una castaña con pinta de skate con un leve toque punk de ojos verdes y una morena de ojos azules con un ligero toque rockero propio de la música en español de los 90's– que tenían entrelazados los pulgares mientras compartían la música que brotaba de un Ipod.

—Aquí tienen —anunció el chileno—. Dos emparedados y una malteada de chocolate grande.

—Gracias —dijo la castaña sonriendo antes de apretar con afecto la mano de su compañera.

—Gracias che —repitió la morena—. Creo que alguien olvido esto —agregó tendiéndole el libro que había dejado de lado al llegar al local.

—Gracias —repuso el chileno tomando el objeto y regresando a la cocina.

Paso el resto de su turno atendiendo gente, llevando y trayendo órdenes, soportando con estoicismo aprendido a fuerza de práctica las quejas de los clientes molestos y ayudando a sus compañeros a limpiar el lugar cuando toco la hora de cierre.

Las dos muchachas que había atendido antes habían sido de las últimas en retirarse. Verlas interactuar mientras laboraba generó en él sentimientos de sorpresa y anhelo. Era increíble cómo ese par parecía encajar a la perfección pese a sus aparentes diferencias.

Ojala el moreno del tatuaje y él pudieran estar así algún día...

Una vez que hubo llegado a casa Manuel tomo el libro para revisarlo, ahí fue cuando un sobre cayó de en sus páginas. El castaño lo recogió y lo observó con cuidado antes de abrirlo.

Para G. poeta oscuro rezaba el envoltorio. Gonzales tomo aire, extrajo la misiva y comenzó a leer.

Hola.

No sé cómo empezar a redactar una respuesta a tus cartas así que seré directo.

Cuando tus cartas empezaron a aparecer entre mis cosas me asuste mucho, creí que eras un acosador o un stalker y, aunque resultaste no serlo, me intrigas mucho. Tus obsequios son pequeños, curiosos o muy significativos y tus notas son muy poéticas, melancólicas o divertidas.

Eres una persona con mucho ingenio ¿sabes? Además de sumamente enigmático ya que, por más que lo intento, no consigo dilucidar quién podrías ser.

Seré franco, me gustaría conocerte y que habláramos en persona. En cuanto a tu interés sentimental hacía mí, te diré la verdad. Me halaga y aprecio tus sentimientos pero ya hay alguien que es dueño de mi afecto y pensamientos. Sé que mi amor es imposible pero sería peor engañarte.

Reafirmo mi interés en conocerte, pese a no poder corresponder a tus sentimientos, en verdad me gustaría saber quién eres incluso podríamos ser amigos; si estás de acuerdo, claro.

Estaré esperando tu respuesta.

D. L.

Manuel quedó en blanco completamente confundido, a veces le escribía notas o compraba cosas que sentía que, posiblemente, fueran del agrado del moreno más nunca tuvo el valor de entregárselos; el único que sabía sobre aquellos presentes era...

Llegando a ese punto, Gonzales dejó la misiva a un lado y cerró los ojos con fuerza mientras apoyaba las manos en sus muslos. Con amigos así quien necesitaba enemigos.

—Manuel pará —pidió Martín—. Sé que la cague pero escúchame, por favor.

—¿Qué querí weón? ¿Seguirme webiando? —profirió mordaz el castaño.

—Dejáme explicarte siquiera flaco —respondió el rubio—, mirá, sé que no debí meterme y lo siento de verás pero lo hice por tu bien.

—¿Por mi bien? ¡¿Por mi bien?! —reclamo ceñudo— ¿Qué parte de de que te metierai en mi vida y me defraudarai como amigo fue por mi bien?

—Perdonáme Manu —pronunció Hernández mirando el suelo arrepentido—. No era mi intención.

—Es muy tarde rusio —declaro tajante—. Me dijo que quiere conocerme pero que ama a otra persona y que solo podemos ser amigos.

—Calmáte che. Ser amigos es un buen inicio —puntualizó sonriendo travieso—. Así lo conocés y te le declarás.

—¿Estai sordo? —acotó— ¡El cabro ya tiene a alguien!

—Pero no aclaro si es formal o no —lo cortó—. Tenés chance para conquistarlo, ¿o no lo querés para ti?

El chileno asintió sonrojado hasta las orejas.

—Entonces luchá por él —declaró con aplomo— Te arrepentirás si no lo hacés y dejás que te lo afanen —añadió muy serio antes de retomar el camino hacia su aula.

Manuel se quedo estático. Había pasado de querer sacarle la mierda al argentino a agradecerle en silencio ya que Martín se había convertido de mensajero indeseado a la motivación que le hacía falta para ir por el chico del atrapasueños.


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