Cogí el pincel, lo unte en tempera negra, comencé a bocetear una que otra ligera raya. Mi mano derecha se contorneaba de un lado a otro bajo el talante de una inexistente opera. De un momento a otro, emociones oscuras mezcladas con breves pero a la vez intensos viajes al pasado se fueron apoderando de mi alma. Estaba poseído. Dentro de mi corazón sentimientos tales como el odio, la ansiedad y la euforia se transformaban paulatinamente en alguna especie de "crimen artístico". Yo no solía pintar para que mis pinturas enamoraran a la gente. Yo solía pintar para trastornar y provocar en quien mirase mis obras plásticas oscuros y despersonalizados sentimientos. Mi arte era una especie de brujería. Mi arte era el arte de los suicidas. Mi arte era el arte de la degeneración absoluta.
Paso cerca de media hora. Y lentamente me fui desvaneciendo, mejor dicho, mi mente desfallecía y a la vez me llevaba a lugares y tiempos pasados ya olvidados. O quizás esos lugares y tiempos nunca existieron, ¿fueron acaso sueños?, ¿fueron a caso alucinaciones mías?, de un momento a otro me vi atrapado en un cuerpo que no era el mío. Pase mi mano por mi cabeza. Yacía completamente calvo. Pase mis dedos por la parte baja de mi nariz. Tenía un frondoso bigote. Comencé a caminar por aquellas misteriosas y desconocidas calles. Hacia mucho frío. Era invierno. De pronto me acerque a una señora que en ese momento caminaba frente a mí con un abrigo de piel. –"¿Qué ciudad es esta?"-, le pregunte. Ella me respondió en una lengua que desconocía en lo absoluto. Comprendí entonces que había viajado a través del tiempo.
"camaradas:
Nunca más nuestra patria volverá a padecer de hambre como lo padeció ayer. ¡El cáncer capitalista debe ser erradicado totalmente de Rusia!... ¡que la sangre de nuestros compañeros caídos no sea en vano!,¡obreros de Rusia únanse en esta larga y dura cruzada contra los esbirros de occidente!..."
Por primera vez en mi vida era vitoreado por las masas. Mi corazón yacía inflamado de cólera y a la vez de una premura pasional inexplicable. Pasaron solo segundos. Luego se escucho un estruendo fuerte desde la multitud. Recuerdo que yacía en el frío suelo. La sangre brotaba de mi cabeza.
Me vi a mi mismo entonces en el sueño de un líder codicioso y sediento de poder y ambición. Observaba a mi pueblo desde el balcón de la casa de gobierno. Henchido de orgullo observaba insensible como mi ejército masacraba y reprimía a un tumulto de desgraciados famélicos y desquiciados. Por un instante me sentí más poderoso que Dios. Sin embargo tenía miedo. Y de esa manera ahogaba mi miedo destruyendo a mi pueblo. Y por si fuera poco, no me importaba que inocentes fueran masacrados, no me importaba que mi gente muriera de hambruna, no me importaba nada. Nada en lo absoluto. ¡Pues era un puto Dios!.
-¿Qué mierda te ocurre idiota?-, creí por un momento escuchar decir.
- ¡te aplastare como una sucia rata, cerdo vasco!-, en ese minuto me vi siendo contenido por tres o cuatro tipos. Mire hacia delante. Frente a mi había una mujer desconocida con sus labios rotos. Fue de esa manera como comprendí todo. Una vez mas mi lado criminal y perverso había vuelto a poseerme. Me sentí un extranjero en aquel mundo que parecía un sueño. Sin embargo era la realidad. Era una triste realidad.
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