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19🍹

Maratón 2/5

Disfrútenlo ❤️

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Papá, voy a darme un baño y luego vas a darte el tuyo. ¿De acuerdo?

Apretó dos veces el botón que tenía en su silla, eso era un sí. Así que Levi asintió distraidamente mientras se alejaba hacia el cuarto de baño.
Se desnudó despacio, evitando mirar la cicatriz que cruzaba su abdomen y quedarse demasiado tiempo frente al espejo, porque sabía, que su barba estaba tan desprolija que tenía que ser afeitada y cuando eso ocurría, su estómago se revolvía cuando la otra quedaba totalmente expuesta. Aquella que cruzaba totalmente su mejilla derecha y terminaba en su mentón, como si hubiesen querido unir su rostro de manera monstruosa.
Se acercó a la bañera que ya estaba lista y tuvo que usar una de sus manos para levantar su pierna izquierda un poco, ese día había estado molestándolo, ya había recibido cuatro operaciones de rodilla y de vez en cuando, le dijeron que podría dolerle. Disfrutó de su baño todo el tiempo que pudo acaparar y luego no tuvo otra opción de seguir retrasando lo inevitable. Se afeitó. Miró solo unos segundos su rostro en el espejo para saber si lo había hecho bien, y fue lo suficiente como para que no quisiese hacerlo el resto del día.

Ahora venía la parte más difícil y pesada. Fue a buscar a su padre en cuanto estuvo listo, lo llevó en su silla hasta el antebaño, ya que la otra habitación no era lo suficientemente grande como para la tarea de desvestirlo y quitarle el pañal, que por suerte, solo había orina en él. Y luego lo elevó con suma delicadeza para llevarlo a la bañera.

Bien papá, ahora voy a bañarte.

Los ojos de su padre se cruzaron con los suyos y le dio aquel permiso silencioso que entendía a la perfección. Por lo que pronto estuvo mojando el resto de su cuerpo y la cabeza para poner un poco de shampoo. Luego de enjuagar su cabello se dedicó a pasar la esponja ya enjabonada por todo su cuerpo, y más adelante, volvió a anunciarle que limpiaría sus partes bajas. Jamás lo tocaba si su padre no se lo permitía primero.

Sin embargo, siempre era así, porque su padre no tenía otra opción de que alguien más hiciera las cosas por él. Había sido así desde la crisis que Kuchel había tenido.

Terminó sentandolo sobre la tapa del retrete para secar su cuerpo con sumo cuidado, dándole un tiempo más a aquellas zonas con pliegues para que no llegase a pasparse, sin embargo tuvo que ponerle un poco de crema en la ingle, ya que por tener pañal la piel se había puesto ya sumamente rojiza. Le colocó un pañal nuevo, lo vistió y lo peinó, para luego colocarlo de nuevo en la silla y llevarlo hacia la sala. Donde varias maletas descansaban allí, el resto estaba vacío. Habían enviado todos sus muebles un día antes, donde Kenny los recibió y aseguró que había comenzado a desempacar para no hacerles una llegada tan pesada.

Voy a ordenar el resto de las cosas, y cuando esté listo saldremos hacia el aeropuerto ¿De acuerdo?

Dos veces el botón fue presionado. Michael había quedado cuadriplejico siete años antes, solo podía mover sus ojos y el dedo índice derecho, nada más. Levi, había salido más ileso que él, sin embargo tuvo que hacerse varias operaciones para poder moverse correctamente como lo hacía hasta el momento.

Cuando todo estuvo listo, una vecina los ayudó con las valijas y luego se despidió de ellos deseándoles lo mejor. Estuvieron cerca de media hora para conseguir un taxi, siempre era así, por lo que Levi había salido con tiempo de sobra para no perder su vuelo.
Después de un cuarto intento uno de ellos se detuvo y Levi le regaló una pequeña sonrisa de disculpa a su padre.

El viaje fue largo, y el del avión, aún peor. Tuvieron problemas para subir y para bajar, fue aún más estresante.
Debía buscar las maletas, no le había dicho a Kenny a que hora llegarían, pensaba tomarse un taxi y así ahorrar el hastío de llegar a ese mundo de gente y poder dejarlo descansar un poco, puesto que, el mayor se había quedado hasta tarde para terminar de arreglar la casa en donde vivirían.
Fue allí cuando empujó la silla con lentitud, sus ojos voltearon hacia todas partes y se detuvo con brusquedad.

Su corazón dio un brinco, sintió que temblaba y que sus piernas cederían. Esos ojos jamás podrían olvidarse, aquellos que lo observaban con asombro y lágrimas. Sí, ese color verduzco brillante, aquel que traspasaba todo su ser.

Estaba más alto, más grande, tenía una barba incipiente y su cabello estaba tan desordenado y mal atado como recordaba. Pero Eren ya no parecía un niño, sino todo un hombre. Con una camiseta blanca manga corta y unos vaqueros azul oscuro un poco desgastados. Tenía un piercing en el labio ahora y uno en su nariz también del lado izquierdo. Su brazo derecho dejaba ver un gran tatuaje con alguna frase en otro idioma junto a un pequeño retazo, lo conocería donde lo viese. Era Bonnie, pero dibujado de una manera mucho más oscura.

—¡Levi!— le gritó entonces.

Él no tuvo otra opción que acercarse, arrastrando la silla sin olvidarse de la gentileza de movilizar a su padre, sentía que se derrumbaría en un mar de lágrimas y que las palabras se aglomeraban en su garganta sin querer salir.
Y allí fue cuando el mundo se paralizó por completo, aquellos brazos que tanto había extrañado lo rodearon con extrema dulzura, el cabello del más alto rozó su nariz por un segundo y aquello fue suficiente para hacerle saber que Eren aún utilizaba ese tonto shampoo de frutilla que siempre le había gustado. No supo en qué momento las lágrimas salieron y se unió a su cuerpo con fuerza, no supo en qué momento dejó ir su nombre de sus labios con tanta nostalgia que lo hizo temblar.

Hola, Eren.

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