18🍧
Hacía dos meses que Eren lo había besado, dos meses en que comenzaron a hacerlo como si ya fuese costumbre.
A Levi no le molestaba, tampoco le desagradaban. El castaño besaba bien, sus labios eran dulces y siempre lograba dejarlo con el corazón a punto de salirse de su pecho. La sensación era extraña, sí, pero no lo suficiente como para espantarlo.
Eren lo esperaba los lunes en el horario exacto, cuando apenas cruzaba el umbral siempre lo recibía con un abrazo, a veces le preparaba galletas, se besaban, salían con sus amigos que ahora, se llevaban muy bien con el castaño; y aquello se convirtió una rutina para Levi.
Porque no importaba si el más bajo estaba malhumorado o cuán desfigurado estuviese su rostro cuando escapaba de su habitación y terminaba en la del más alto por las noches, Eren siempre estaba ahí, para apoyarlo, sonreírle y hacerle sentir mejor. Nunca lo diría en voz alta, pero junto a él se sentía a salvo.
El verdadero problema llegó después de los seis meses, donde Farlan en todo ese tiempo había acaparado la atención de Eren cada vez que se juntaban entre amigos, siempre encontraba la manera de hablar con él durante el rato en el que estaban, robarle sonrisas y acompañarlo en algunas experiencias nuevas, como lo fue, salir a bailar. Y no, por más egoísta que fuesen sus pensamientos el más bajo se dio cuenta de que ya no podía frenarlos.
No le gustaba que Eren se llevase tan bien con él, no le gustaba que Farlan llegase a convertirse en el número uno. Porque Levi, quería ser el primero en todo y el único quien pudiese recibir la atención y el cariño del castaño.
Fue una noche en la que habían salido como de costumbre a beber y a bailar, en la que Eren le había anunciado que se iría a casa porque ya estaba cansado, fue esa noche cuando Levi había querido despedirse del resto para irse con él. Y Eren se había enfadado y le había dicho que no quería que lo hiciese.
Así que los vio, vio a Farlan y al castaño retirarse, dejándolo atrás nuevamente. Algo por lo cual no iba a dejar pasar, así que al poco tiempo él también se fue.
Fue esa noche que al volver a casa, vio el auto del rubio cenizo, estacionado en la acera, fue cuando los vio, besándose. Levi lo supo, aquel sentimiento en querer ir y gritarle a Farlan, separar el toque de Eren de su persona, el no querer compartir la dulzura de sus labios, en no querer, que Eren volviese a dejarlo solo.
Sus ojos se encontraron por un instante y el más bajo no dudó en adentrarse a su hogar para no tener que pasar por una situación de más incómoda.
Fue la primera vez que lloró por Eren y en la que se enfadó muchísimo. Sintiendo que su cuerpo temblaba, su cabeza punzaba y su corazón se destruía, porque no importaba si todo lo anterior había sido rutina para él, porque ahora entendía que ya le era imposible esconder los celos que estaban saliendo a flote. No quería ver a Eren con otra persona.
Fue al otro día cuando Eren apareció en su hogar, con dos peluches en sus brazos que sabía que terminarían en su habitación como el resto, sin atreverse a mirarlo siquiera, acomodándolo en una repisa que Levi había construido para ellos. Fue allí cuando Eren se atrevió a decirle que lo quería y que Farlan no era el hombre correcto para él, fue allí cuando Levi lo dejó ir también.
—Yo... yo también te quiero, Eren.
Le había costado tanto, su voz había salido tan temblorosa de sus labios, y sus mejillas estaban tan calientes. Pero había valido la pena, porque Eren le había sonreído y había atacado sus labios con extrema dulzura. Fue allí cuando terminaron sintiendo que necesitaban más contacto de sus cuerpos, y fue allí cuando ambos terminaron totalmente desnudos por primera vez.
Solo se tocaron, pero ahora también compartían besos. Y para Levi, no había necesidad de acelerar las cosas, porque ver a Eren jadeando, con sus mejillas sonrojadas, su cabello despeinado sobre su almohada y con su boca hinchada y lanzando palabras incoherentes era todo lo que necesitaba de momento. Porque le encantaba ver a Eren en todas sus facetas, porque le gustaba ser el único que pudiese verlas.
—Somos como novios—. Le había dicho el castaño, luego que ambos se habían dado una ducha juntos.
—Sí, nos parecemos—. Le había contestado.
Novios. Esa palabra no había salido de su cabeza durante semanas, le gustaba en el sentido de imaginarse a Eren con él de aquella forma.
Porque así, nadie podría ver a Eren en las facetas que él conocía, nadie podría probar sus dulces labios, nadie podría decirle te amo de forma romántica. Por más posesivos que fuesen sus pensamientos, sabía que era aquello lo que sentía. Nadie jamás podría haber podido explicar el deseo de ser amado y el de querer amar tampoco.
Porque Levi quería darle todo a Eren, y que Eren se lo diese a él.
Por eso fue que cuando su madre robó el dinero de su cuenta, Levi no dijo absolutamente nada, porque ya no quería irse a Francia, ya no buscaba huir como en un principio. Porque sabía, que tal vez, jamás conocería a alguien tan especial que lo hiciese sentir un completo idiota, a nadie quien pudiese robarle sonrisas sin razón alguna. Porque él, ya no quería alejarse del castaño, no quería sufrir ni tampoco verlo sufrir.
Porque sabía, que si se iba, la peor parte, la iba a llevar él.
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