Capítulo 37: Nuestros tiempos no son sus tiempos
Capítulo 37: Nuestros tiempos no son sus tiempos
La lista de asistencia marcaba una tras otra falta de Emily sin perder una sola. Cada mañana Abril se encargaba de decir "no vino" en voz lo suficiente alta para que el profesor escuchara a pesar de todas las miradas que la observaban.
Ena y Daniel tomaban el papel de repetir lo que Abril según la clase que correspondiera. Conforme pasaron las semanas, los maestros comenzaron a preguntar el motivo de las faltas de la señorita Maddox.
A lo cual los tres respondía: está muy enferma
Llegó el punto en que Seth hizo su aparición a la hora de la salida sólo para preguntar qué le había sucedido a su novia. Abril se encontró entre la espada y la pared al no saber si era correcto confesar... por lo que le dio un codazo a Ena con el fin de que ella soltara la sopa... o algo que se le pareciera.
—Si... resulta que Emily salió de misiones en África y un par de leones la...
Para ese entonces, Abril ya se cubría la cara con un gesto rendido.
—No, no, no —interrumpió —. ¿Acaso no tienes comunicación con ella?
—No contesta ninguna de mis llamadas —explicó Seth.
—Cambió de número telefónico, fue eso —soltó Ena.
Abril soltó un bufido exasperado antes de dar un pisotón a su amiga.
—¿Por qué no buscas a sus padres y les preguntas personalmente?
—Lo haces sonar sencillo.
—El amor no es sencillo —dijo Ena con tono filosófico.
—No le hagas caso. Es sólo que...
—¿Ya no me quiere ver? —inquirió él, rogando al cielo que no fuera así.
—¡No, no es eso!
—Tampoco está asistiendo a clases ¿cierto?
Ambas asintieron con lentitud.
—Sucede que ya la están tratando... —musitó Abril.
Seth bajó la mirada al suelo y asintió.
—¿Crees que sea posible que la visite?
—En realidad le permiten ver a pocas personas. Ena y yo apenas conseguimos pasar a saludarla.
La chica de lentes asintió con los ojos bien abiertos.
—Un proceso sentimentalmente difícil.
—Entiendo —dijo Seth, cabizbajo.
—Pero creo que los sábados la dejan salir del centro psiquiátrico. Después tiene que volver los lunes y terminar la semana ahí.
Seth maldijo que apenas fuera martes. No había cantidad posible para expresar las ansias que tenía de verla. Cambió el peso de una pierna a otra, pensativo.
—Puedes ir a verla a su casa el sábado... si es lo que quieres.
—Gracias.
El muchacho giró en redondo de camino al linde de la calle. Mientras estuvo esperando a que pasara un taxi, analizó sus opciones: podía ir el sábado... y saciar su egoísta deseo de verla. O podía esperar a que las aguas se calmaran por la simple razón de no alterar a Emily o incluso confundirla.
Aun en el taxi seguía pensando que era lo correcto, por lo que dedicó varios minutos a una consulta de dudas con su incondicional compañero que portaba en el cuello y llamaba Jesús... o hijo de Dios.
Se sintió mucho más tranquilo al terminar. Pagó el taxi y descendió de él justo frente a su casa.
Atravesó el camino de entrada y se las apañó para abrir la puerta entre su mochila y demás.
—¡Ya llegué!
—¡Ajá! —respondió su hermana desde la segunda planta.
Seguramente estaría haciendo tarea o algo por el estilo.
Dejó su cargamento junto a la puerta y se encaminó a la cocina por un deseado vaso de agua.
Los siguientes minutos se esfumaron bebiendo agua un vaso tras otro y observando por la ventana mientras daba los últimos tragos.
Se deshizo del vaso y pasó de largo por la sala. Fue entonces que por el rabillo del ojo notó una figura posada en uno de los sillones.
Volteó la cabeza con la lentitud de un robot para encontrarse con los grisáceos ojos de su madre puestos en él.
El cerebro del chico dejó de funcionar como habitualmente lo hacía...
¡¿Qué hacia ella ahí?!
—¿No me vas a saludar? —formuló su madre con un tono divertido.
Seth despertó de su trance y voló hasta su madre para después darle un fuerte abrazo con cuidado de no desconcertarle el suero.
—Pero... es que... —exclamó él, lleno de confusión.
Julia no dejaba de sonreír ante la reacción de su hijo.
—Me dieron de alta del hospital —Entonces levantó su desgastada mano y le mostró los cables que pendía de ella —. Tengo que usar esto sólo por un tiempo.
—¡Es imposible!
Su madre asintió lentamente de arriba a abajo con los ojos cerrados.
—Se le llaman milagros.
Seth también alzó las comisuras.
—¿Chris ya sabe que estás aquí?
Julia asintió y dijo:
—Ella me abrió la puerta cuando los enfermeros me trajeron.
—Debió estar cuidándote en lo que yo llegaba —se quejó.
—Le dije que no detuviera sus actividades por mí. No la culpes de esto. Lo que importa es que ya estoy aquí.
—Si... gracias a Dios ya estás aquí.
Un tranquilo silencio abordó. En ese tiempo Seth trató de asimilar el hecho de que su madre ya no necesitaba estar en cama, ni permanecer atada a decenas de medicamentos.
Era una de las mejores noticias que había recibido.
Pero entonces su mente se vio invadida por una sola cosa: Emily.
De inmediato Julia notó el cambio de expresión de su hijo, lo que provocó que preguntara el motivo.
Seth se limitó a negar con la cabeza y soltar una desganada sonrisa.
—No es posible que no me aproveches ahora que estoy aquí.
—Emily ya inició con sus tratamientos.
—Suficiente razón para que te sientas preocupado.
Seth asintió a pesar de estar perdido en sus pensamientos.
—Tengo la opción de ir a visitarla este sábado. Pero temo que eso la altere de alguna manera.
Julia se talló la barbilla mientras ladeaba su cabeza.
—Entiendo que la extrañes, que te haga tanta falta como yo a ustedes. Pero si existe la posibilidad de ayudes a Emily no visitándola... entonces haz de tomar ese camino; aunque puede que ella necesite de ti ahora mismo. Sin duda una difícil decisión.
Seth se mantuvo en silencio sin saber a donde quería llegar. Tenía toda su esperanza en que su madre pudiera darle una respuesta, pues su desesperación crecía conforme el tiempo pasaba. Y es que no podía creer que llevara tres semana sin ver esos ojos que tanto añoraba.
—Si tantas son tus ganas... ve a verla. Puedes evaluar su estado antes de que ella se entere que fuiste a visitarla y así saber que es lo apropiado.
—Mamá, siento que no he hice lo correcto cuando debí.
—¿A qué te refieres?
—Quiero proponerle matrimonio.
Seth nunca espero el silencio que le siguió. De repente su madre estalló en carcajadas alborotadas y no dejó de reírse hasta que le brotaron lágrimas de alegría.
—Es precioso que tengas pensado eso.
—No le di el anillo cuando tuve oportunidad.
Julia ladeó la cabeza con una conmovida sonrisa en su rostro.
—Eso significa que en ese entonces no era el tiempo de hacerlo. Puede que Dios aun no los quiere juntos.
—¿Entonces cuando? Porque yo quiero que se ya.
Julia volvió a botar en risas. No veía la hora en que su hijo tuviera ese tipo de pensamientos.
—Nuestros tiempos no son los del Señor, mi amor.
—Eso lo entiendo, pero...
—Por lo pronto puedes hacer lo que te aconsejo.
—Gracias, mamá —finalizó.
—Es un placer.
Al cabo de media hora ordenaron pizza para celebrar y terminaron el día con juegos de mesa como la familia que eran.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro