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Capítulo 27: Al doctor... otra vez.

Capítulo 27: Al doctor... otra vez.

Tantos suspiros profundos y miradas perdidas terminaron por delatar a Emily ante sus amigos. Su semblante apagado había sido sustituido por gestos pensativos y vagamente sonrientes, Abril le había sacudido la mano frente a su cara para que despertara de trance.

-¿Qué te pasa hoy? -preguntó a susurros.

Emily sacudió la cabeza y se recorrió hacia atrás en su pupitre. La voz del maestro volvió a sonar en su cabeza con los temas de la guerra civil española.

-Nada.

Abril giró su cuerpo del asiento y la miró fijamente.

-No te creo.

-¿Todo bien, Abril? -inquirió el maestro desde el frente, al momento que todos volteaban hacia la pelirroja.

Ella se acomodó de vuelta. Y Emily volvió a perderse en sus pensamientos, en otros ellos estaba el muchacho de voz grave que había gravado su nombre como fuego en el pecho. Sus propios suspiros la distrajeron.

-Tienes que contarme -musitó Abril desde el pupitre frente al suyo.

Emily no respondió.

Estaba segura que su amiga se volvería loca.

La clase se fue volando; pues su distracción servía para apurar el tiempo.

-Ahora si, dime que te pasa -dijo su amiga, mientras se encaminaban al comedor.

-Ya te lo dije, no es nada.

-Hola -se introdujo Ena.

-Emily no me quiere decir que le pasa -se quejó.

Ena miró a Emiy de arriba a abajo.

-No le veo nada anormal.

-Es que tu no estuviste las últimas clases frente a ella, escuchando todos sus suspiros.

La chica de lentes peló los ojos con interés.

-Creo saber lo que pasa.

-¿A sí? -preguntaron Abril y Emiy al unísono.

-Es muy obvio, uno de los síntomas del enamoramiento son los suspiros constantes, como también el pulso acelerado, la sudoración excesiva y la risa floja...

-Ya entendimos.

Las dos miraron a la enamorada con gesto pensativo.

-¿Qué?

-Si... ya la perdimos -comentó Abril.

-Bueno, por lo menos cuéntanos quién te tiene así -exclamó Ena, evidentemente emocionada.

No estaba segura de querer revelar esa información, por un lado tenía la iniciativa de haberles confesado ella misma... pero Abril se le había adelantado.

-¡Ya se! Empieza con M... y termina con N.

-¿Mason? -formuló Ena, recordando la plática sobre ese muchacho.

Las dos observaron a Emily.

-No, no es él.

Entraron al poblado comedor y ocuparon una de las tantas mesas, con la gente transitando de aquí a allá y cargando con charolas de platicos en las cuales se desfilaban sus alimentos.

-Creo que ya se de quién se trata -aseguró Abril -¡De Matt!

-¡No, claro que no! -exclamó la acusada - es Seth, ¿de acuerdo? Por eso estoy así.

Ena se rió más emocionada que la vez anterior.

-Creí que no viviría para ver el día en que nuestra Emily se enamorara.

-Yo ya me lo esperaba -gruñó Abril por lo bajo.

-Entonces no te tienes porque quejarte.

Abril se apoyó en la mesa y bajó la vista.

-Voy por el desayuno.

La pelirroja se alejó de la mesa.

-¿Ahora que le pasa? -preguntó Emily.

-Es un efecto secundario. Abril tiene miedo de que dejas de ser la misma con ella por la presencia de Seth. De hecho, yo también me siento así pero se que es normal y que no cambiaras por un muchacho.

-Espero lo mismo.

Abril no tardó en regresar a la mesa con las bandejas para las tres.

-Ya cuéntanos.

-¿De él?

Las dos asintieron.

-Pues... ya lo conocen, no se para que.

-¿Como es?

-En carácter... muy serio, cerrado e indiferente a algunas cosas. Pero conmigo no es así.

Todavía podía sentir el calor de su cuerpo por haber estado con él la noche anterior. Y esperaba poder verlo pronto, en cuento más rápido, mejor.

-Déjame aclarar, un muchacho serio con una adolescente tímida.

-Ya lo se -dijo Emily.

-Pues yo creo que encajan perfecto -dijo Ena, fulminando a Abril con la mirada.

Abril negó con la cabeza.

-De eso no me queda duda... pero, es que todavía no me lo creo. ¿Dónde quedó Mason? Y no olvidemos a Dani, ¿a qué hora conseguiste a tres chicos?

-Me pregunto lo mismo.

Se quedaron en silencio unos segundos.

-¿Ya se besaron?

Apretó los labios y su rostro se tiñó de rojo con rapidez.

-Si -admitió con una sonrisa.

-¡¿Y por que no nos había dicho?! -exclamó Abril.

-Se me pasó.

Su brazo roto sufrió un dolor al acomodarse para empezar a comer.

-¿Llegaron a algo más?

Emily dejó de masticar al escuchar la pregunta.

-Algo así...

-¡Danos detalles, mujer!

Los colores hicieron su presencia en las mejillas de ella.

-¡No es cierto! -exclamó Abril al ver su reacción -¡Ya no eres virgen!

-¡Cállate! -susurró con urgencia Ena.

-¿Tu mamá sabe?

Emily asintió y tragó su comida.

-¿Qué dijo? -inquirió Abril, deseosa de todos los detalles.

-Me felicitó... pero sigo siendo virgen, Abril -explicó -me fue a felicitar por mi cumpleaños, y dijo que me traía un regalo, luego pasamos a mi cuarto y me enseño el tatuaje que se había hecho en mi nombre.

Sus dos amigas se quedaron sin habla. La ternura del rostro de Ena era más que evidente.

-Y terminamos dormidos juntos.

Abril gritó agitando las manos.

-¿Pasaste la noche con él?

-No en ese sentido. Sólo nos besamos y al final dormimos juntos.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al recordar los labios de él en su clavícula. Sin mencionar las caricias cálidas que le había regalado.

-Eso no me lo esperaba -por fin habló Abril.

-La verdad es que ni yo.

Las tres rieron.

-Habías mencionado que es tu entrenador... me imaginó que tiene lindo cuerpo -asumió Ena con una sonrisa.

-No te equivocas.

-Entremos en detalles -comenzó Abril -, ¿estuvieron tentados a llegar a más?

En sus memorias permanecían esa sensación de quererlo tener más cerca que el propio oxígeno. Recordó sus camisas fuera de escena y los movimientos de cadera que habían dado al otro.

-Creo que si. Pero no seguimos porque se lo pedí.

-¡¿Por qué?!

-Me dio miedo. No me digas que tu estabas muy segura la primera vez.

-Pues no... pero tenía el respaldo de algo que se llama preservativo.

-Ya.

El ruido constante del comedor las dejó un tiempo para pensar.

-¿Qué me dices tu? -dijo Abril, mirando a Ena -¿también tienes novio escondido?

-No es mi novio -aclaró Emily, comenzado a molestarse por la actitud de Abril.

-Debería serlo. Tal vez así nos tendría más confianza al informar.

-No sigas con esto, Abril -pidió Emily.

-Entonces, Ena, ¿a quién escogerías para tener familia? -dijo, ignorando a su amiga.

-Abril, por favor -rogó Emily.

-Creo que primero vería sus estudios médicos antes de salir con alguien.

-Ves, por lo menos Ena confiesa algo.

-Perdóname, ¿si? No era mi intención hacerte sentir menos por no hablarte de Seth.

Abril sintió un nudo en la garganta.

-Como quieras, quédate con él y déjanos de lado. Al cabo tienes a muchos hombre atrás de ti.

Dicho eso, la pelirroja se levantó y salió de comedor. Emily apoyó los codos en la mesa y se tapó la cara.

-Dale tiempo de que asuma tu relación con Seth.

-Entiendo, pero no se tenía que poner así.

Terminaron sus respectivos alimentos y regresaron a clases.

***************************************

Dejó caer su pesada mochila junto a la puerta de entrada. Se moría porque le retiraran el yeso, entorpecía sus actividades de una manera inhumana.

El sonido de los tacones de su madre sobre el azulejo pulido de la cocina la hizo dirigirse hacia allí. Liana rebuscaba entre los cajones repletos de papeles.

-Ya llegué.

-Hola -saludó, mirándola -¿cómo te fue?

-Bien.

¿Para qué mencionar su pelea con Abril?

-¿Qué haces?

-Busco unos papales de tu escuela para ir a preguntar por informes a la universidad.

-¿Iremos hoy?

-Si. Métete a bañar y come, la cita es en dos horas.

-Bueno.

Normalmente se bañaba antes de dormir... pero no pasaba nada por adelantar la hora.

Sentada frente a su plato con sopa, no le quedó más que ver a su mamá ir de arriba a abajo en la estancia. Liana portaba un vestido igual de ajustado como siempre, sus largas piernas terminaban en unos zapatos altos de aguja. Su cabello rubio recogido en una cebollita casual saltaba a la vista con respecto a su atuendo.

No entendía como su mamá de cuarenta y tantos años podía lucir tan cómoda con vestidos tan justos y extrovertidos. A comparación de las madres de sus amigas, Liana ni siquiera era humana. Pensar que Liana estaba embarazar le era irreal e imaginarla con la panza abultada le resultaba imposible.

-Date prisa.

Metió velocidad a su ritmo.

**********************************

Al salir de bañar se vistió con una blusa holgada en naranja degradado y tomó los primeros pantalones que vio, unos jeans blancos. Podía alcanzar a sentir los impulso de Renne por haberla vestirse con un short y esa blusa de tirantes al ombligo pegada al cuerpo.

-¡Vámonos!

Dio una repasada a su cuarto por si le faltaba algo. Una cosa era segura, extraña que Brook volviera con ella de la escuela, su amiga estaba pasando esos días en casa de otra persona por unos trabajos escolares, sólo tenía oportunidad de verla para cenar y antes de dormir.

Se montó en el asiento copiloto del extravagante auto negro de Liana y salieron de las rejas metálicas de la residencia.

-¿Qué crees que sea el bebé? -preguntó.

Liana la miró fugazmente y sonrió, sin apartar sus manos del volante.

-Niño.

-¿En serio?

-No, la verdad no tengo idea.

-¿Qué nombres tenías pensados?

-Lindana si resulta niña... y Seth si sale niño.

-¡No, Seth no!

Liana soltó una carcajada.

-Era broma, tranquila.

-Más te vale -gruñó casi inaudible.

-Mauricio me gusta...

A Emily también le agradaba la idea. Podía imaginarse llamando de esa manera a un infante de cabello dorado como el de Liana.

-Así se llamaba uno de mis novios.

Nombre arruinado.

Siguieron una larga avenida a ritmo constante y torcieron varias veces en diversas esquinas.

-He estado pensando en aumentarme el busto, ¿sabes? -comentó Liana al torcer el volante de piel.

Emily frunció el entrecejo y miró a su madre.

-¿Para qué?

Liana se encogió de hombros y dijo:

-¿Tú quieres?

-No, gracias.

-¿Ni siquiera por Seth?

-¡No!

Su madre volvió a reír con más ganas.

-No deberías ser tan egoísta -se quejó, todavía bromeando.

Emily se limitó a bajar la ventana de su puerta para respirar algo de aire no contaminado por las bromas de su mamá, prefería mil veces más el dióxido de carbono de la ciudad.

A los pocos minutos divisó un letrero en rojo hecho con una escultura ubicada en medio de una fuente abundante.

Este decía: "Centro de Ginecología"

Apostaba lo que fuera a que Liana tendría su primera revisión. Aparcaron entre las líneas amarillentas bien marcadas en el asfalto hirviendo. Ambas salieron del auto y entraron en el lugar todo decorado de blanco con algunas tonalidades de negro a gris. Tenía un toque futurista que no agradaba a Emily, tanto blanco le daba frío. No sabía porque.

Detrás de un escritorio en forma de U, estaba una mujer mascando un chicle ruidosamente. Esta levantó sus ojos hacia las dos mujeres que se acercaban.

-Buenas tardes -saludó Liana, retirando sus lentes de sol.

-¿Viene a consulta? -atajó.

-Si, Emily Maddox a las cinco.

<No, no, no, no, no>

Ya había aprendido de esas situaciones, tenía que actuar y rápido. Ubicó una ventana entreabierta por la cual cabría sin problemas.

La mano de Liana en su cintura la distrajo del plan.

-Vamos a sentarnos -sugirió, más como una orden que un ofrecimiento.

-¿Por qué me mentiste?

-No vendrías si te lo hubiera dicho.

Eso era muy cierto.

-No voy a entrar ahí -aseguró, tratando de que no le flaqueara la voz.

-¿Prefieres que te consulten aquí afuera?

Volvió a enfocar en la ventana.

-Es que cada que voy al médico me dan malas noticias.

Liana ablando su gesto y le acaricio el cabello. Cosa que nunca de los nunca hacia.

-No necesito que me revisen.

-Es muy rápido, te traje con la mejor ginecóloga de Columbus, no te puedes quejar.

Emily sacudió la cabeza.

-Además... estoy segura que pronto iniciarás una vida sex...

-¡No!

La puerta blanca se abrió por obra de una mujer con bata, sostuvo la pesada puerta y dejó salir a una mujer de mediana edad. Luego concentró sus ojos miel en Liana y la adolescente que la acompañaba.

-Adelante, por favor.

Emily tragó saliva, sabiendo que la ventana seguía siendo una opción. Pero su mamá la tomó por los hombros hasta el interior del consultorio.

-Que gusto volvernos a ver -dijo la doctora a Liana con una gustosa sonrisa.

-Lo mismo digo, Elena

Luego de sonreírle a Liana, Elena pasó sus felinos ojos a la nerviosa joven.

-¿Emily?

La dueña del nombre asintió.

-¡No te reconocí! ¡Mírate! Estas enorme, ¿dónde quedó aquella bebé?

Emily sonrió.

Elena parecía una mujer tranquila, sus posición relajada sobre el escritorio lo demostraba. Era delgada y alta, ya que sus pasos no resonaban como tacones.

Sus labios rectos mantenían las comisuras siempre arriba y su nariz recta daba un atractivo natural a su rostro.

-¿Cuantos años tienes ya?

-Dieciocho.

-Y pensar que yo atendí a tu mamá cuando estuvo embarazada de ti, más o menos calcúlame la edad -dijo con una sonrisa.

Si acaso, la doctora tendría la misma edad que su mamá, y aunque fuera duro de admitir, Elena lucía más joven que Liana.

-¿Quién de las dos viene a consulta?

-Emily... yo sólo te traigo la noticia de mi segundo embarazo.

Elena alzó las cejas de su lugar y dejó caer la mandíbula.

-¿Cuanto tiempo tienes?

-Casi dos meses, pero ya vendré a parte.

-Aquí te espero.

Liana rió.

Elena miró a Emily con una cálida sonrisa.

-Quiero que sepas que no reveló ningún dato de mis pacientes. Y tu no serás la excepción.

-Gracias...

-Comenzaré revisando tu historial médico...

Elena hizo unas preguntas generales sobre la salud de Emily, revisó los antecedentes con gesto interesado, preguntó si había existido alguna intervención quirúrgica, si fumaba o consumía droga. Quiso saber sobre su actividad física e hizo algunas preguntas concretas sobre sus periodos. Todo iba bien hasta que llegó la pregunta del siglo:

-Dime, Emily ¿eres sexualmente activa?

Un bochorno espantoso la invadió, sin mencionar sus mejillas pintadas con sangre.

Juraba que la noche con Seth no había llegado a más, ambos esperarían lo que el otro necesitara y Emily lo agradecía. Supuso que el mero hecho de haber estado tan cerca de de ir más allá la incomodaba si lo hablaba.

-No.

Percibió el esfuerzo que hacia Liana para no reírse de ella.

Elena asintió. Pero por haber contestado negativamente no se libró de la explicación de métodos anticonceptivos, incluida la píldora. Las revisiones físicas fueron sencillas y rápidas. De verdad agradecía que fuera ginecóloga y no ginecólogo.

Aún así no dejó de ser incómodo. Le explicaron lo que tuvieron que, y listo.

Su aparato reproductor estaba en buenas condiciones y listo para cumplir su función... por más raro que sonara.

-¿Alguna duda que tengas? -preguntó Elena por ultimo.

-¿Puede vestirme? -inquirió, sin dejar de pensar en la bata típica de hospital que le habían colocado.

-Claro.

Emily tomó su ropa del asiento y se encaminó al baño.

-¿Liana, alguna duda?

-No con respecto a Emily. Sino conmigo.

-Dime.

-Estoy preocupada por mi edad y el embarazo. Cuarenta y cinco años no son la mejor edad.

-No te voy a mentir, los riegos están presentes.

Liana bajó la cabeza y tragó el nudo en su garganta que llevaba días acumulado ahí.

-¿Recuerdas que hubo riesgo de aborto con Emily o que yo falleciera en el parto?

-Por supuesto. Entiendo lo no te deja dormir, este embarazo tiene más posibilidades de terminar con una de las dos opciones. Pero si has tenido una vida saludable después del primer parto, no habrá problema.

Liana parpadeó.

-Ese es el problema.

Las costumbres del modelaje la había marcado con cincel. Sentía ese calor detrás de los ojos que amenazaba antes de soltar las lágrimas. Un sexto sentido le decía que un aborto también le costaría la vida. Desde qué se enteró que sería madre por segunda vez, la moral se le fue al piso y de ahí no se había movido. Se sentía todavía peor cuando pensaba en la hija que ya tenía.

-Volví.

Liana se talló los ojos y torció la cabeza para que su hija no se enterara. Emily observó a su mamá con detenimiento y se sentó junto a ella en la silla negra y acolchonada, frente al escritorio de la ginecóloga.

Tenía que ser fuerte frente a Emily.

*******************************************

-No has dicho una palabra desde que salimos de consulta, ¿te sientes bien?

-Si... si, me duele un poco la cabeza.

Liana devolvió sus ojos al camino.

-Oye, Emily. Estuve pensando en que tuvieras un poco más de independencia.

<¿Más?>

La gran parte de las veces Liana ni siquiera se molestaba en preguntarle como había ido su día. O regañarla por alguna cosa insignificante.

-Así estoy bien.

-Comprarte un departamento tal vez. O una casa en forma si lo quieres.

¿Por qué le ofrecía eso? La idea de salir de su casa actual la oprimía de verdad. Sería como decirle definitivamente adiós a la rota familia que tenía. Se imaginaba ella sola en un departamento, moriría de soledad. De por si, la casa no era muy poblada, la pequeña Renne y ella no coincidían mucho en los horarios. Matt iba y venía cuando le daba la gana.

-Pero no quiero.

-He visto varios departamentos cerca de la casa, todos muy lindos. Podrás visitarme cuando quieras.

-No, mamá.

Liana absorbió su nariz y Emily se percató de sus ojos llorosos.

-¿Qué tienes?

-Nada -dijo fingiendo una sonrisa y tallando un ojo con la mano libre.

Emily no añadió nada, pocas veces había visto esas emociones en su mamá.

-Mírale el lado positivo, podrás llevar a quién quieras sin preocuparte porque te descubran en pleno...

-No quiero mudarme -cortó con brusquedad.

Liana respiró profundo. Y lo dejó salir:

-Pues que mal porque ya compré el departamento.

-¡¿Por qué?!

Liana sintió los ojos más llorosos, las lágrimas saldrían en cualquier momento. Entre más alejada de Emily estuviera, menos trabajo le costaría decirle adiós en un futuro.

-Es por tu bien.

-Siempre dicen eso.

-Lo se, pero esto va en serio.

-¿Y que pasará con Brook?

-Se irá contigo, ya tengo todo arreglado. El depa tiene dos recamaras, una sala, cocina y comedor, además de tres baños.

-¡Mamá, no quiero!

Triste realidad pues sería así. La primera gota de agua salada resbalo por su mejilla. Emily se limitó a cruzar los brazos y contenerse a liarse con su mamá.

-Te mudarás esta misma noche.

No hubo respuesta. Entonces una llamada entrante alertó a Emily.

-¿Bueno?

-Hola, Emily. ¿Cómo estas?

Fue consciente de la aceleración del corazón al escuchar la voz de Seth al otro lado de la línea.

-Bien. ¿Tu? No supe a que hora te fuiste.

-Entradas las ocho. La universidad esperaba.

Era la primera vez que recibía una llamada de él.

-¿Puedo ir a verte?

No podía dejar de pensar en lo que había pasado la noche anterior.

<¡Claro!>

-No lo se... es que me obligaron a mudarme -dijo, mirando a Liana.

-¿A dónde? -su voz se escucha preocupada.

-Sólo se que es un departamento. Te mando la dirección más al rato.

-Bien.

No quería dejar de hablar con él pero ya habían llegado a casa.

-Nos vemos.

-Hasta en la noche.

Colgó. De repente sufrió un grave mareo y fue consciente de ir perdiendo el control de su cuerpo.

Lo primero que Reene hizo al tener control, fue sacar nuevamente el teléfono y marcar.

-¿Hola? -dijo Mason desde el otro lado.

-Hola, Mason. Soy Renne, ¿quería saber si querías hacer algo más tarde?

Liana miró a su hija entre lágrimas.

-Si Emily está de acuerdo, entonces si.

-Si lo esta, sólo que yo llame porque ella no tenía el valor.

-Ah. ¿En dónde nos vemos?

-Te envio la dirección más tarde.

Renne terminó la llamada con una sonrisa maliciosa. Se convenció a si misma que era por el bien de ambas, tanto Emily como ella necesitaban un hombre de verdad en sus vidas.

**************************

¿Cuanto tiempo le había llevado a Liana tomar la decisión de mandar a su hija por su lado?

No tenía un aproximando. El departamento quedaba a un par de minutos de casa, si el tráfico cooperaba. Era un edificio alto y delgado, con ventanas a todo alrededor, una puerta de entrada giratoria daba una recepción de tamaño mediano con una especie de botones anciano. Este hombre llevaba el nombre de Benjamín en su tarjeta y las ayudó a subir las maletas hasta el décimo piso, con intervención del elevador. Pues el pobre encargado no podía ni con su cabeza canosa.

Las puertas metálicas le abrieron a un pasillo largo con varias puertas de madera caoba adornadas con números metálicos.

Caminaron desde el cien hasta el ciento cuatro y ahí Liana introdujo la llave.

-Bienvenida.

El aire acondicionado estaba a todo lo que daba en la estancia. Benjamín dejó las maletas junto a la puerta y volvió al recibidor.

-¿Qué te parece?

Pasó la mirada por el lugar. Estaba iluminando por pequeñas lámparas acampanadas. La sala ubicada al lado izquierdo poseía una pantalla plana de gran tamaño, acompañada con sillones blancos y cómodos, el suelo de este lugar estaba cubierto por una alfombra café y una mesa de centro con un florero. La cocina constituida de barras era larga y poseía una mesa para dos personas. Toda una pared era hecha del vidrio de ventana que mostraba gran parte ciudad nocturna.

El baño se ocultaba detrás de una puerta oscura.

-Vamos a tu habitación.

Se adentraron en el departamento y Liana la guió hasta una puerta blanca idéntica a la de su original recámara. Al abrirla, se quedó pasmada.

La cama era enorme y tendida con una sábana blanca y otra más delgada en color café que la partía por la mitad. El respaldo era casi una pared entera, pero en esta había una abertura que daba a un probable baño. Paralelo a la cama estaba un largo escritorio alumbrado por una lámpara larga y elegante. En este se ubicaba una computada. La silla negra giratorio parecía muy cómoda.

Toda la recámara contrastaba en un naranja cálido y café. La tenue luz le hacía más cómodo. No se podía quejar.

Sintió el piso alfombrado debajo de ella. Se aproximó a una de las mesas de noche y abrió un cajón por pura curiosidad.

Lo que se encontró en el interior la hizo poner los ojos como platos.

-Se me olvido mencionarte que te dejé unos cuantos preservativos en los cajones. Considéralo mi regalo de bienvenida.

Cerró el cajón de golpe. Prefería no tocarlos.

Esta recámara era mucho más madura que la anterior. No poseía los colores vibrantes.

Observó el tocador circular suspendido en la pared e inspeccionó el gigante closet.

A Brook le encantaría. Por cierto... ¿A qué hora había dicho que llegaba?

Quitó ese pensamiento de su cabeza al ver la sonrisa apagada de Liana.

-Es muy lindo, gracias.

-Te lo dije.

-Pero no quiero vivir aquí.

-¿Qué te parece si haces la prueba una semana?

Podría funcionar.

-Me parece bien. Aunque si no me convence, regresaré a casa.

-Trato hecho.

El departamento le pareció más intimidante cuando Liana se fue. Parada a media sala, no sabría como llevar la vida de esa manera. Lo mejor que podría hacer era... la cena, porque el estómago le rugía como león.

Misteriosamente el refrigerador como la alacena estaban repletos de comida, pero su imaginación culinaria no pasaba de una quesadilla o un cereal. Por otro lado, podría comer lo que le diera la gana, no más hojas verdes de su mamá ni bebidas de dieta.

Puso a calentar dos rebanadas de pan blanco, le sumó un par de rebanadas de jamón y añadió queso.

Fue cuando sintió su teléfono vibrar desde el pantalón, lo tomó, por error encendió el Bluetooth y un ruido se esparció a lo largo y ancho del departamento. La pantalla le marcaba que se había conectado a unas bocinas. Probó con una canción cualquiera para ver donde estaban tales bocinas.

Se dio cuenta de que los amplificadores estaban escondidas en el techo y sólo tenían una luz verdosa como prueba.

Colocó el tomate en su lugar y no podían faltar unas piezas de aguacate, algo de mayonesa... un poco de lechuga... ¡y listo!

El mejor sándwich que había visto.

Para su buena suerte, alguien llamó a la puerta. Entonces recordó su llamada con Seth y corrió a abrir. Tomó aire y giró el pomo.

El muchacho equivocado había tocado a su puerta.

-Mason... hola.

-Hola.

Un silencio incomodo la obligó a invitarlo a pasar.

-Lindo lugar que tienes aquí.

-Gracias, apenas me mudé hoy.

-Si, me dijo Renne.

Gruñó en el interior, ahora sabía que hacia Mason en su departamento. ¿Pero cómo regañar a Renne?

Ya no había nada que hacer, más que apurar al amor de Renne para que se fuera, porque en un cualquier segundo llegaba el suyo.

-Así que... ¿que hiciste hoy?

-Mudarme.

Mencionar el ginecólogo nada más no. Mason tomó asiento frente al enorme televisor. Emily se sentó en el sofá individual.

-¿Y por que te cambiaste?

-Mamá me obligó.

Él rió.

-Que curioso, la mayoría de las mamás quieren que sus hijos se queden lo más que se pueda.

<La mía no>

-¿Me permites tu baño?

-Claro.

Le señaló la puerta y él entró en ella.

Para complicar un poco más las cosas, alguien más tocó a la puerta. Tuvo la tentación de no abrir, de verdad no quería un problema con nadie. Pero los toques se repitieron.

-¡Hola! -saludó apresurada.

-Buenas noches.

-Pasa.

Lo introdujo con rapidez y lo dejo que diera un breve vistazo al departamento.

-Pasa a ver la habitación.

Seth entró en su recámara, observando todo con detalle. Emily se armó de valor y cerró la puerta detrás de él.

-¿Emily?

-¡La puerta se atascó! Voy a llamar al cerrajero, ¡no tardo!

Lo mantendría cautivó el tiempo necesario para despedir a Mason.

Corrió de vuelta a la sala, donde Mason parecía haberse tentado a morder el sándwich que había hecho.

-¿Tu lo hiciste? Te quedó muy bueno.

-Si, yo lo hice. ¿Quieres ver la terraza?

-Claro.

Caminaron hasta el fondo del pasillo, donde deslizó una puerta corrediza que daba a un amplio balcón con dos tumbonas bien colocadas.

-Ya vuelvo, ¿gustas algo de tomar?

-Agua, por favor.

Mason se dejó caer en el mueble.

Corrió de vuelta a la cocina. Fue cuando pegó un gritó al ver que el pomo de su habitación se vencía y Seth salía de la recamara, con gesto triunfante. Se quedó perpleja en medio del pasillo.

Soltó una risa floja y recordó lo que Ena había dicho. Seth la siguió a la cocina y divisó un sándwich digno de una gran mordida sobre un plato azul.

-¿Puedo? -preguntó, viendo a Emily rebuscar algo en el refrigerador.

-Si.

No sabía a que se refería pero seguro no era nada malo. Por fin logró sacar la botellas de agua atascada.

-Espérame aquí, ya vuelvo.

Regresó a la terraza y entregó la botella a Mason.

-Gracias.

-Tengo que ir al baño. No tardo.

Seth la recibió masticando un pedazo de sándwich.

-Te quedó muy rico.

-... gracias. Ya estaba mordido, ¿no importa?

Él le sonrió.

-No.

Emiy soltó un suspiro al verlo, lástima que en su terraza tenía a otro muchacho esperando. Su cerebro pensaba en un modo de sacar a Mason del departamento sin que ninguno viera al otro.

El ambiente de tensión parecía sólo sentirlo ella. Seth se acercó a ella.

-¿Con qué ahora vives aquí?

-Si.

-¿Y Brooklyn?

-No se a que hora llegue.

-¿Quieres ver una película? -preguntó.

-Si. ¿Me ayudas a ponerla? Tengo que arreglar unas cosas allá atrás.

-Claro.

Se apresuró hasta la terraza.

-Esta empezando a refrescar, creo que mejor vamos adentro -dijo Emily detrás de Mason.

Tenía que actuar ahora, el plan consistía en pasar a Mason hasta la puerta sin que viera a Seth, y como Seth estaba distraído, ayudaría a sacarlo con mayor eficacia.

-Espera.

Se acercó a la tumbona de él, lo que no se esperaba fue ser jalada por la mano. Terminó arriba de Mason, con el cabello hecho una maraña por el brusco movimiento.

-Te extraño.

-Estoy aquí -dijo extrañada e incómoda.

-Renne llega cuando yo estoy. Quiero estar contigo.

La tomó de la nuca y junto sus labios. Lástima que ella se levantó como resorte al sentir el contacto.

-¿Estas bien?

-Si, sólo que... creo que algo me picó -fingió rascarse el cuello.

-Me rasuré muy bien.

Ella sonrió.

-No fue eso.

Mason se levantó e invadió su espacio personal.

-¿Puedo pasar la noche contigo? -susurró, mirándola con intensidad.

La pregunta la tomó por sorpresa. Incluso se le trabaron las palabras.

-Yo... es que... no vivo sola.

-Pero tu habitación tiene seguro.

Eso la puso todavía más nerviosa, ya estaba anticipada a sonrojarse y cuando la sangre llegó a sus mejillas, no se sorprendió.

-Comparto el piso con una amiga.

-Prometo que no se dará cuenta.

¿Por qué tanta insistencia? ¡¿Qué no entendía que no quería nada?!

Tuvo que tragar saliva para continuar.

-No, lo siento. Prefiero que por ahora las cosas se queden así.

-De acuerdo -dijo, tratando no sonar dolido -, ya me voy.

<Por favor>

Aguantó la respiración al ver que Seth se levantaba del sillón y daba media vuelta hacia ellos, pero en lugar de dirigirse hacia ambos, fue a la cocina sin notar a ninguno. Le mostró los cuadros colgados en la pared para darle un pretexto de voltear al lado contrario de Seth. Él pareció interesado y no se percató de la presencia de Seth.

Eso había estado cerca.

Lo curioso que al despedirse, fue que Mason no torció hacia el elevador, si no que giró a la izquierda y recorrió los números del pasillo, como si buscase algo.

Cerró la puerta y dejó salir un suspiro aliviado. La misión de Renne había fallado, un sentimiento de orgullo la inundo a salir victoriosa de una malicia de su doble personalidad.

-El disco estaba sucio.

-¿Lo limpiaste?

Él asintió.

-¿Cuál veremos?

-¿Te parece Noé?

-Si.

Se acomodaron uno junto al otro sobre el sillón blanco, sin llegar a tocarse. Ver una película significaba ver una película... nada más. El disco corrió y la película comenzó. Pasada media hora, Emily se encogió en su lugar, presa del frío departamento. Seth lo notó y fue a su habitación por una cobija.

Cubrió a ambos y redujo la distancia entre ellos. La cabeza de ella se colocó en su pecho. Una hora transcurrió, Emily observaba el interés de Seth por la película, cosa que le parecía tierno. Su rostro embobado con las luces brillantes de la pantalla, la iluminación los había abandonado hacia rato.

-Tengo sueño -dijo bostezando.

-Estoy igual -coincidió Seth.

El plateado reloj marcaba las once. Todavía no llegaba Brook, se estaba comenzando a preocupar de verdad.

-Hora de dormir.

Seth se levantó con agilidad del sillón y cargó con Emily en brazos, cosa que la hizo soltar un grito divertido. Caminó por el departamento y entraron en la habitación.

El muchacho la depositó suavemente en la cama y recorrió las sábanas para taparla, acto seguido le dio un beso en la frente.

-Me tengo que ir, Chris debe estar preocupada.

-No te vayas.

Lo retuvo a su lado un tiempo más. Mirándolo entre la penumbra, parecía más alto.

-¿Quieres que me quede?

-Si.

Seth lo dudó unos instantes. Tomar la decisión de entrar en las sábanas con ella le tomó más trabajo de lo que esperaba. Ya vería que explicación le daba a su hermana. La posición de lado los dejó mirándose fijamente.

-No te vayas por la mañana. Por favor.

Lo que le pedía era muy difícil. Si por él fuera, nunca se iría.

-Por ahora podemos dormir.

Emily cerró los ojos y sintió una caricia en su mejilla. Después de todo, mudarse tenía ventajas. Aunque esa noche su idea sólo fuera dormir junto al otro.

-Dos noches seguida son un récord.

-Y mañana será sustituido por tres.

Seth sonrió y beso su frente nuevamente. ¿Habría hombre más feliz en la tierra? No lo creía.

-Me pica tu barba.

-Oh, lo siento.

Emily sonrió con los ojos cerrados.

-Ya casi termino el cuadro de ti.

-¿Un cuadro?

-El dibujo que viste sólo era el boceto.

-¿Puedo ver tu tatuaje otra vez?

Él se retiró la camisa sin pensarlo.

Ahí estaba, orgulloso y permanente en el pectoral del muchacho. Incluso en la oscuridad lo distinguía. Se acomodó entre los brazos de él. Pero no tardo en cambiar de posición, dormir con ropa normal era imposible.

-Estoy incómoda.

-Lo siento.

-No es por ti. Esta ropa...

Seth sonrió.

-Dijimos que sólo dormiríamos.

-No he dicho lo contrario.

Reclinó su espalda y se sacó la camisa holgada con facilidad. Tuvo qué salir de las sábanas para retirar su pantalón.

-Listo -dijo volviendo.

Cerrar los ojos no le costó trabajo, y adentrarse en la primera etapa del sueño no fue la excepción.

-¿Qué hiciste hoy? -inquirió él, quitándole algo de sueño.

-Aparte de mudarme... ir al ginecólogo.

No hubo respuesta.

-¿Todo bien?

-Si.

Pasada media hora, Seth volvió a hablar:

-No puedo dormir.

-Hmmm -musitó Emily.

Se desperezó y estiró todo el cuerpo.

-¿Por qué?

-Escucho sonidos raros.

Aguzó el oído con la intención de escuchar. A los pocos segundos captó un leve gemido ajeno.

-¿Oíste?

-Si.

El ruido se repitió, pero esta vez fue más fuerte. Seguido de un gritó de placer inconfundible.

-¿Tienes vecinos?

-Supongo que si. Pero no los conozco.

-Que raro... las paredes no se ven delgadas.

-No lo son.

Si esos ruidos le llegaban a ellos... no quería ni imaginarse lo que estaba pasando en el otro departamento de la izquierda.

Los gemidos iban y venían. Y lo único que podía hacer era tratar de ignorarlos para dormir. Seguramente averiguaría de quién se trataba a la mañana siguiente. Repetidos golpes dieron en su pared. Se vio obligada a cerrar los ojos con más fuerza. Otro gritó los alertó.

Seth la rodeó por la cintura y suspiró, tratando de calmarle la incomodidad.

Al rededor de cinco minutos después, todo estaba en silencio. Sólo la respiración pausada de él en su oreja.

No tardó en caer rendida.

*********************************

No sentía la presencia se Seth a su lado, pues la cama se había enfriado de ese lado. Algo le decía que al despertar, sería así. Se levantó como un zombie de las sábanas para hacer su rutina matutina; baño caliente y el desayuno era todo lo que incluía.

-¿Brook?

No recibió respuesta.

Dio otro sorbo a su chocolate. Todo marchaba dentro de lo esperado... hasta qué tomó las llaves y salió del departamento con la mochila al hombro. Cerró con llave y entonces algo a su izquierda pidió su atención.

Un muchacho de cabello café claro salía del departamento de ruidosos nocturnos. Sus ojos verdes se concentraron en los suyos y abrieron la boca sin poder decir una palabra.

-¿Qué haces aquí? -inquirió pasmada.

-Emily... buenos días. ¿Vas para la escuela?

-¿Por qué estas aquí? -repitió, pensando lo peor.

Mason trató de dar una explicación que nunca se convirtió en palabras.

-¿Tu eras el de los ruidos anoche?

-No... es que.

-Déjalo así.

¿Qué derecho tenía de pedirle fidelidad cuando ella estaba con Seth? Mejor que cada quién se fuera por su lado y ya.

-Emily... perdón.

Dio media vuelta y se alejó por el pasillo. Una opción era picar el botón del elevador o bajar las miles de escaleras hasta el primer piso. Escuchar los pasos de Mason detrás de ella la obligó a encaminarse por las escaleras a toda carrera.

-Espera, deja que te explique por lo menos.

-No lo necesito, gracias.

Torció en el recodo y siguió bajando.

-Por favor, no es lo que tu crees.

-Déjame en paz.

Ser consciente del dolor de Renne en el interior le daba ánimos para hacerse más fuerte y rechazarlo; así como su doble personalidad la había ayudado anteriormente, ahora era su turno de regresarle el favor.

Pero Renne le estaba contagiando su pesar. Cosa que dificultaba el trabajo.

-Escucha... entiendo que ayer no querías nada conmigo. Pero yo si; necesitaba... relaciones.

-¡Que asco, aléjate de mi! -le gritó con urgencia, girando de vez cuando la cabeza hacia él.

Se sentía en una película de terror; siendo perseguida por un tipo con sierra hachando humo. Apresuró el paso escaleras abajo.

-De verdad hubiera sido un honor tenerlas contigo.

-¡Ya!

-Pero me lo negaste.

-¿Y qué? ¿Le tocaste a mi vecina y ella aceptó? -dijo incrédula.

-Da la casualidad que ya la conocía.

-¡¿Y todavía te atreves a decirme eso?!

-Los hombres funcionamos diferentes... tenemos más necesidades de relaciones, creo. La verdad no se.

No quería llegar al punto de reclamarle. Ser inconsistente no era lo suyo.

Olvidó que tenía el brazo roto y corrió con todo, pisando cada escalón brevemente.

-Ten cuidado, vas a resbalar...

Como por obra de magia, el pie vaciló al posarse en el siguiente escalón y tropezó.

-¡Emily!

Lo único que cruzó su mente antes de darse en la nuca, fueron los heridos sentimientos de Renne.

**********

Muchas gracias por haber leído. Hasta aquí el capítulo número veintisiete de la novela; estuve pensando en que hago los capítulos algo largos... y la escuela además de otras actividades no me facilita hacerlos tan rápido como antes; en resumen, ¿qué opinan de que haga los capítulos más cortos y actualice más seguido?

No olviden votar y comentar sólo si lo merezco :)

Nos vemos!

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