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Capítulo 22: ¡Un dos tres por mi!

Capítulo 22: ¡Un dos tres por mi!

Había una mala noticia en su cara: un granito rojizo le había aparecido en la punta de la nariz. Odiaba el acné, a Emily no le molestaba, pero a ella si.
En fin... ¿Qué ganaba con quejarse?, si de todas maneras seguirían apareciendo barros y demás.
Era domingo, día en el que Emily había prometido llevar a la pequeña Renne a la iglesia, pero ella no era Emily.
-¿Vamos a ir a misa? -inquirió la niña con su Biblia en la mano.
-No -atajó Renne al momento que se llevaba la cuchara a la boca.
-Me lo prometiste hace un mes -rogó.
Renne sonrió con malicia.
-Emily te lo prometió, más yo no -soltó.
-Tu eres Emily, idiota -contraatacó la pequeña niña.
-¡¿Cómo me has dicho?! -exclamó Renne, empezaba a cansarle esa mocosa.
-¡Idiota incumplida!

Hablaba de haberla llamado por el nombre de su otra personalidad, pero bueno.
-¡Hasta aquí llegaste! -gritó Renne mayor lanzándole parte de su desayuno a la niña.

Mini Renne se quedó pasmada al recibir una plasta de frijoles en el pecho. Tomó una parte y se la devolvió a la joven, con la misma fuerza.
-¡Niña mimada! -dijo la muchacha.
-¡Torpe adolescente!
-¡Pervertida! -gritó la gran Renne.

La niña pensó en otro posible insulto.
-¡Zorra! -gritó y salió corriendo de la cocina, porque sabía que la joven iría tras ella.

Renne bajó de la silla alta en un salto y corrió detrás de la niña.
La alcanzó cuando trataba de escaparse por las escaleras con una risa, la jaló de la cintura y cargó con ella en brazos, mientras le hacia una tortura de cosquillas, hasta que se arrepintiera.
-¡Para... Por favor! -gritaba con los ojos llorosos de tanto reír.
-Di que lo sientes.
-¡Ya! -bramó desde el helado pisó donde se llevaba a cabo el asalto.
-¡Dilo!

Las cosquillas eran buena manera de hacerla pensar dos veces antes de gritarle groserías.
-Ya, me arrepiento. Perdóname -dijo encogida en el suelo y con una sonrisa cansada.
La gran Renne ofreció una mano a la niña para levantarse.
-¿Me llevas a misa?
-No -dijo con una maliciosa risa.
La niña cambió su gesto divertido por uno desilusionado pero Renne no le tomó la mínima importancia.

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-Vete que ya casi viene las visitas.
Liana le había pedido que fuera a comprar hamburguesas para la hora de la comida, con el motivo de que una tía los visitaría y traería niños, así que las hamburguesas eran para ellos.
La pequeña Renne se había ofrecido a acompañarla pero se lo había negado con rotundo no.
-Por favor... -había rogando.
-¿Quieres cosquillas?
La niña negó fugazmente y se fue corriendo.

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Renne se adentró en el desconocido terreno de McDonals, ya que tenía años que no lo visitaba ni de casualidad. Liana decía que todo estaba hecho de cartón, pero para ella eran buenas aún así.
Le había pedido ocho hamburguesas sin decirle el número de niños que asistirían, se le ocurrió que podían ser el mismo número de chiquillos como de hamburguesas o que fueran pocos pero comieran mucho.
Ese lugar le traía un recuerdo especial, al cumplir los trece años su mamá le había organizado una comida con sus amigos ahí, aun recodaba a Abril con sus dos colegas y vestido púrpura. Y a Ena con frenos, también a Daniel, ese día le había regalado una rosa.
Tal vez desde entonces él ya estuviera enamorado de Emily.

Por fin llegó su turno en la fila.
-Buenas tardes, ¿que va a llevar?
-Ocho cajitas felices -dijo al momento que buscaba su cartera en la bolsa negra.
-¿Para aquí?
-Si, vine yo sola a tragarme todo eso.
La mujer la miró, ¿eso era un no?
-Para llevar -apagó el modo sarcasmo.
La encargada vestida de amarillo asintió y picoteó en la pantalla.

Se recorrió por la barda, donde un grupo de cinco niños que rondaba en los trece se le quedaron mirando y comenzaron a susurra entre ellos.
Renne los ignoró al sacar su celular y responder un mensaje de Brook, la chica le decía que pasaría el día con Robert y volvería en la noche.

Un de los adolescentes se adelantó y dijo a la muchacha:
-¿Me darías tu número?
Renne bajó levemente la cabeza para mirar al niño rubio de ojos claros.
-¿Necesitas una niñera? -preguntó a propósito.
Sus amigos soltaron risitas detrás de él. El rubio regresó con los demás y Renne se rió por lo bajó.
Le entregaron su orden minutos después, ya podía volver a casa.

Entró al auto, afuera hacia un calor de poca y el aire acondicionado era su único amigo en esos momentos.
Encendió el auto y salió disparada del estacionamiento.

Casualmente, cuando se detuvo en un semáforo rojo donde un limpia parabrisas trabajaba. Y cuando este se acercó, reconoció a Renne.
-Tu...
Era el mismo limpia parabrisas que se había encontrado ( atropellado ) hacia un mes y medio o dos.
Renne dejó salir una carcajada cuando el hombre salió corriendo lejos de ella y gritando por ayuda.
Arranco riéndose, le pasó por la cabeza perseguir al limpia parabrisas en el auto, pero lo desechó cuando recordó las rejas de la comisaría.

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Al momento de entrar a la casa, los gritos y risas de los niños llegaron a sus canales auditivos, muy apenas se escuchaba la plática de Liana con su tía, hermana de su mamá.
Hace años que no la veía, se preguntó como sería.

Entró a la cocina con las cajitas cubriéndole todo el torso.
-Déjame ayudarte, mi amor -dijo una voz idéntica a la de madre, pero podía ser su tía.
Conforme retirando las cajas, se fue revelando una mujer corpulenta y ancha, con la cara rellena y los mismos ojos de su mamá.
Era una Liana con unos kilos de más.
-¡Que grande estas! -exclamó la mujer y la abrazó con fuerza.
Renne suplicaba a su madre con un gesto lastimado por algo de aire.
-Ella es tu tía Carola.
Reprimió una risotada al escuchar el nombre, y su madre lo notó.
-Pero le puedes decir Caro.
-¡Niños! -gritó su tía con voz chillona.

Una estampida de mocosos llegó corriendo a la cocina, todos con los ojos expectantes por sus prometidas hamburguesas.
-Su prima Emily les trajo las hamburguesas, digan gracias.
Renne rodó los ojos.
-Gracias -lo dijeron cantado y al unísono, como los típicos saludos a los maestros en las mañanas.
-Fórmense, ella les va a dar la cajita y salúdenla.

Los niños de entre tres y doce años hicieron una fila india.

Una infante tomó la cajita y pasó de largo.
-Te faltó el saludó.
Pero esta situó con su camino.
El siguiente fue un niño con los mismos ojos azules de Renne/Emily, antes de tomar la caja le dio un beso en la mejilla y se fue.
El próximo fue un niño que se hurgaba la nariz, y quiso estrecharle la mano a Renne. Cuando nadie la vio, se limpió la mano como pudo con el pantalón.

Ya había repartido todas las malditas cajas y saludado a todos, ¿podía comer ahora?
Se sentó a la mesa con su pasta, junto a su tía y Liana.
-Y me dijo que era superficial -comentó su madre en tono de queja a su hermana.
<No me digas> pensó Renne.
-¿Y que le dijiste? -inquirió su chismosa tía.
-Que tenía razón -contestó Liana y se rió -, ¿para qué mentirle?

Al acabar la comida, se retiró a su habitación pero antes de que pudiera salir de la cocina, su mamá dijo:
-Juega con tus primos.
Prefería lavar el baño con un cepillo.
-Ve -insistió su mamá.

Salió con paso cansado de la cocina y se encaminó a la sala, donde se reunían los niños; unos jugando entre ellos y otros sentados sin hacer nada
Renne se sentó junto a una niña que aparentaba unos doce años como máximo.
-¿Me das la clave del Wi-Fi? -preguntó.
Renne le dicto los dígitos sin ganas disponibles para quejarse.

Un niño de unos seis años de apoyó en el asiento, llevaba un reptil verde de cola larga.
-¿Qué es eso? -dijo Renne con repulsión.
-Una iguana, se llama Metamorfosis.
-¿Cómo?
-Metamorfosis.
-¿Por qué?
El dueño del reptil se encogió de hombros. Emily era la que prestaba atención en Biología, no ella; aunque compartieran el mismo conocimiento.
-¿La quieres cargar?
El niño no espero la aprobación de Renne y le depositó el rugoso animal en el regazo.
La muchacha se levantó del sillón con un gritó y el ligero reptil de panza abultada salió volando por los aires.

Su dueño gritó el complejo nombre del animal y se acercó corriendo a donde había caído.
-Esta viva -dijo y la abrazó.
Renne llegó detrás de él.
-Le voy a decir a mi mamá -la amenazó y se marchó a la cocina, segundos después se escucharon risas y el pequeño volvió a la sala con gesto defraudado.
-Quiero jugar a las escondidas -comentó una niña de aproximadamente nueve años.
-Yo también -un niño de ojos verdes se unió.
-¡Si!
¿Cuántos hijos tenía esa mujer?
-¿Juegas? -le preguntó una niña con ojos brillantes.
-No.
-Por favor...
-Gracias de todas formas.
-Andale... -suplicó.

Muy apenas se levantó del sillón con un quejido que le sonó de viejito.
-¡Safos contar! -exclamaron varios.
Entonces todas las cabecitas se dirigieron hacia Renne.
-Te toca contar.
-¿Hasta qué número?
-Treinta lentos.
Renne se recargó en la pared y comenzó la cuenta regresiva.
-Uno... dos... tres...

Todos los niños corrieron en busca de su escondite. La cuenta de Renne se llevaba a cabo en voz baja.
-¡Que se escuche!
-¡Quince! -gritó.

Medio minutos después, volvió a gritar.
-Listos o no, allá voy -había sido un gritó apagado, escaso de energía.
-¡Un dos tres por mi!

Renne dio media vuelta y vio a un mocoso contarse en la pared, seguramente se había escondido en la esquina. Ella sonrió con melancolía, eso solía hacer Abril.
Lástima que la pequeña Renne se había ido con su hermano a quién sabe donde, se perdería de eso.
Se asomó detrás del sillón y vio a dos niñas rubias acurrucadas.
-¡Un dos tres por... Las niñas rubias!

Fue y vino de la cocina sin atrapar a otro niño. Jaló la puerta del baño y entonces esta se abrió de golpe, para dar paso a una niña que corrió directo a la pared blanca.
Renne salió detrás de ella, en una carrera por salvarse o ser atrapada. Suerte que ese día se había puesto ropa interior deportiva.
Lamentablemente la niña llegó primero.

Sólo faltaban cuatro niños más; se acercó al comedor y se puso de cuatro patas. No había rastro de nada, abrió la puerta de los cajones donde guardaban una que otra cosa y fue cuando una niña de tres años a lo mucho, se abalanzó sobre Renne en un abrazo.
-Estaba muy oscuro -replicó pasando los brazos alrededor de su cuello.

Renne contó a la pequeña en el sitio oficial llamado pared y continuó.
Era hora de ir a la segunda planta, subió sin hacer ruido. No pasó ni un minuto cuando un niño se creyó el listo y burló el territorio no cubierto por Renne.
Pero no contaba con la velocidad de ella; corrió detrás de él y le metió un leve empujón en el brazo, que le causo una caída y rodada por las escaleras. Al llegar abajo, el niño comenzó a llorar como un bebé y por lo tanto, su preocupada madre acudió.

Renne se quedó pasmado junto al niño, que seguía emitiendo gritos. Miró a los demás niños, que contenían una sonrisa detrás de sus pelados ojos.
La tía Caro levantó a uno de sus muchos hijos y lo ayudo a llegar a la cocina.

Renne se rió en silencio y se acercó a la bola de pequeños.
-Él es así, cuando sabe que no va a ganar, llora.
Volvió a reírse, porque justamente eso solía hacer ella desde el cuerpo de Emily.

Se dirigieron arriba cuando todos fueron atrapados. Unos entraron al cuarto de Liana y otros se quedaron junto a Renne.
-Me caes muy bien -dijo una niña chimuela.
-¿Por qué?
-No cualquiera empuja a mi hermano.
Soltó una risa.

Por pura coincidencia, una niña de cabello marrón dio con el cajón en el vestidor donde Renne guardaba su ropa interior y demás.
Tomó una de las muchas prendas y salió a modelar junto a sus hermanas, Renne rió con ellas ante tanta inocencia, seguramente Emily le hubiera retirado todo, presa de la vergüenza.
-¡Yo quiero uno! -exclamó otro niño.

Cinco minutos después, todos presumían la lencería de Renne y Emily. Y a Renne ya le dolía el abdomen de tanto reír.
-¿Cuándo voy a tener pechos de verdad? -inquirió mirándose el brasier verde por sobre su camisa rosa.
-¿Cuantos años tienes? -dijo Renne riéndose.
-Once.
-Pues... Eso depende de ti. Yo comencé a usar corpiños a tu edad.
La niña se jaló el tirante de su propia ropa interior con brusquedad.
-¿Los tuyos son de verdad? -preguntó, mirando el busto de la joven.
Renne se carcajeó, el mundo sería mucho más sencillo si todos contarán con esa sencillez para explicarse.
-Si -contestó, sonriendo.
No le molestaría convivir con su manada de primos más seguido, excepto por ese mocoso llorón.
-¿Para qué quieres tener busto? -esta vez, la pregunta fue de Renne.
-Mis amigas dicen que le gusta a los niños.
Por Dios... la infancia de ahora y sus ideas, en cierta parte era verdad pero...
-Tu aprovecha mientras no tengas.
-¿Por qué? -preguntó desconcertada.
-Porque después llega algo llamado periodo que no te vas a poder quitar de encima.
La niña se limitó a entrar al probador para tomar otra pieza de ropa interior.
Renne seguía con una sonrisa en el rostro, una pijamada le vendría bien ahora que podía.

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Es bueno pasar un tiempo con la familia, hahaha. La trama de este capítulo me gusto mucho, no se porque; ¿será que uno extraña a los primos?
Aprovecho este buen espacio que tengo para platicarles un poco sobre una nueva novela que estoy comenzando, se titula "Dos pies derechos", la pueden encontrar en mi perfil, pero si no quieren pasarse por ahí, díganme y yo les cuento de que va mi cuarto escrito publicado.
Una cosilla más, ¿alguna canción que me recomienden para inspirarme al escribir?, ya estoy cansada de escuchar mi lista una y otra vez :)
Gracias por todo, nos vemos pronto!!

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