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25

/*Capítulo narrado por Messi*/

Los meses han pasado rápidamente desde entonces, sin nada especial que los acompañe, apenas unos míseros espacios de alegría mientras el resto del tiempo me seguía hundiendo en una espiral destructiva y depresiva.

Era como si ya no me reconociera en el espejo, como ya si no reconociera a nadie a mi alrededor, como si estuviera viviendo una vida que no me pertenecía... Nunca había sentido semejante soledad y desconsuelo, en donde cada día era igual o peor que el anterior.

Intentaba por todos los medios enmendar mi estado de ánimo y volver a mi vida normal, pero no podía, no después de lo que sabía, una verdad que había logrado destruir todo en lo que alguna vez creí, todo por lo que alguna vez luché y todo lo que alguna vez amé.

No convivía mucho con nadie, de hecho, de no ser por mis hijos y por los ratos que pasaba en el vestuario, me habría convertido en un ermitaño. Tampoco hablaba mucho con nadie, era muy difícil para mí, sentía que todos eran desconocidos, mis amigos, mis compañeros, hasta Antonella, a quien se me hacía imposible mirar a los ojos.

Aparte de mi retraimiento también me había vuelto un tanto hostil, pero no con todos, solamente con alguien en particular... Neymar.

Sí, nuestra relación se había vuelto muy caótica, nada volvió a ser lo mismo desde lo que pasó en el bar, no podíamos estar cerca el uno del otro sin sentir tensión, una tensión que empezó silenciosamente pero desencadenó unas cuantas riñas en el transcurso de la temporada.

Él estaba preocupado por mí, lo comprendía, aunque me molestaba enormemente que no pudiera dejar el asunto atrás, como si estuviese pendiente de cada paso que daba, vigilándome, en la constante alarma de que volviera a intentar acabar con mi vida... Y no, no lo toleraba, no pensaba volver a hacerlo y ya su actitud me tenía harto.

Llegó un tiempo en el que ni siquiera nos podíamos ver sin pelear, peleábamos por cualquier insignificancia, ya sea que tuviese sentido o no; nuestras discusiones se hicieron muy cotidianas, a tal punto que ya ni los muchachos intervenían cuando nos veían así.

En fin, parecía que todo esto había influido en el terreno de juego, derivando así en una temporada muy voluble con resultados que no eran los que se esperaban, de hecho, nos costaba mucho ganar y mantener un rendimiento estable, cosa que también se sumaba a mi lista de problemas.

No obstante, tengo que decir que, sin duda, el peor momento que tuvimos en la temporada fue en ese terrible partido contra el Osasuna, en el que nos había ganado 2-0, aunque se suponía que iba a ser un partido más que sencillo. Este resultado nos dejaba a cinco puntos del Real Madrid, sólo un dato más para aumentar nuestro enojo.

Recuerdo que, al finalizar el partido, estaba muy cabreado, cielos, nuestro desempeño había dado pena, y toda mi rabia tenía que ser descargada con alguien o con algo y, entonces, lo canalicé contra aquel con quien lo hacía con frecuencia, como si ya no pudiera pensar claramente ni controlarme a mí mismo.

- No debiste fallar ese tiro –le recriminé a Neymar por una acción bastante clara en el partido, en la que le pasé la pelota y él había errado el arco.

Estábamos en el túnel hacia los vestuarios en el Camp Nou, los demás miembros del equipo se habían adelantado dejándonos a nosotros dos allí. El brasileño volteó a verme en cuanto le hablé, su ceño estaba fruncido y sus ojos estaban encendidos en furia, como si aquello que acababa de decir hubiese sido en ofensa a su madre.

- ¡¿Acaso es mi culpa haber fallado ese tiro?! ¡Si me la hubieses pasado como debes no estaríamos en este lío! –gritó con mucho enojo, al tiempo que atravesábamos el umbral de la puerta de los camerinos y nos dirigíamos a nuestros casilleros.

Adentro estaban los muchachos en silencio, decaídos por el resultado obtenido, de hecho, las únicas voces que se escuchaban eran la de Neymar y la mía, ambos cabreados y peleando, nuevamente, sin razón alguna. Pude haberme detenido en ese instante, una parte de mí estaba harta de las riñas, pero el enojo era más fuerte que yo.

- ¡Tú eres el que no recibiría un buen pase aunque tu vida dependiera de ello! –le contesté al brasileño- ¡Lo mismo hiciste en el partido anterior!

- ¡Qué imbécil eres Lionel!

- ¡Cállate Neymar!

La discusión subió de nivel, mi cara ardía en rabia igual que la suya, teníamos las venas de la frente inflamadas y nuestras manos empuñadas, sentía que en cualquier momento terminaríamos agarrándonos a golpes, claro, esto siempre era más fácil que hablar de nuestros problemas (en este caso, de mis problemas).

- Tranquilos, sólo fue un mal juego, no ha sido culpa de nadie –intervino Luis para calmar las aguas, lo cual funcionó, ya que ambos nos separamos y seguimos nuestros caminos.

Luis se fue a las duchas, mientras Ney y yo nos dirigimos a nuestros respectivos casilleros, yo seguía en piloto automático, el enojo parecía haber quedado en el olvido para ser suplantado por esa extraña y deplorable inercia en la que seguía sumergido, algo tenía que hacer, no era justo que sólo pudiera sentir ira o depresión, ¿dónde quedaba el resto de emociones?

Apenas tardé unos pocos minutos en las duchas, cuando menos lo esperaba estaba de vuelta en los casilleros vestido y arreglado, listo para regresar a casa, aunque pensaba, ¿para qué volver si igual me seguiría sintiendo miserable?

Con esa premisa terminé de acomodar mis cosas y me dispuse a abandonar el recinto, lastimosamente (o quizás afortunadamente, no lo sé) me encontré con Neymar en la salida, estaba parado justo en el pasillo que daba hacia el estacionamiento, tenía los brazos cruzados aunque su expresión no denotaba enojo ni mucho menos, sólo estaba allí, esperándome.

Yo intenté ignorarlo, pasarle por el lado como si nada, pero no pude, en cuanto lo hice él fue tras de mí, estaba claro que no me libraría de él tan fácilmente.

- ¿Qué quieres? –le dije con hastío, ya que no había de otra, tendría que enfrentarlo.

- Tenemos que hablar –respondió simplemente Neymar, viéndome directo a los ojos.

- ¿Y qué se supone que tengo que hablar contigo? –vociferé, manteniendo mi tono hostil.

- Esto no puede seguir así Leo... -mencionó con melancolía- Estoy cansado de pelear y estoy seguro de que tú también lo estás.

- ¡¿Y qué quieres qué haga?! ¡Es imposible no enojarme cuándo el resultado ha sido terrible! ¡Fue una vergüenza lo que sucedió en la cancha! –espeté, en eso Neymar emitió un suspiro e intensificó su mirada sobre mí.

- Sabes muy bien que no me refiero a eso... -dijo con voz pausada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, carajo, ¿tenía que mencionarlo justo ahora? No podía hablar, no estaba listo y, además, ¿para qué hablar sobre eso? ¡Sólo era un bobo asunto! ¡Sólo eso!

- ¡Leo! –dijo, tomándome por el brazo, no me había dado cuenta de que estaba alejándome de él, como si quisiera huirle- Esto tiene que parar, podemos resolverlo juntos...

- ¡¿Quieres dejar ya el maldito asunto y dejarme en paz?! ¡¿Por qué te importa tanto?! –exclamé con enojo, noté que el ceño del brasileño se fruncía.

- ¡Porque eres mi amigo y, lo creas o no, me importa lo que suceda contigo! –expresó, tenía la cara roja y una mueca de frustración, yo rodé los ojos y sonreí falsamente.

- En vez de estar pendiente de mí podrías estar más pendiente de tu juego, eso te vendría mucho mejor –ironicé, cielos, no podía reconocerme, tanto cinismo en mí no era normal, yo no soy así... ¿En qué me estoy convirtiendo?

- ¡¿Quieres dejar de desviar el tema?! –vociferó con furia, yo volví a sonreír con hipocresía.

- ¡¿Y de qué se supone que estamos hablando?! ¡¿Acaso no es el motivo de nuestras peleas...?!

- No sigas Lionel... -me advirtió Neymar, el labio le temblaba de ira mientras empuñaba sus manos.

- ¡Ves! ¡A eso me refiero! –bramé- ¡Cuando dejes de actuar como un jodido imbécil, ese día vas a anotar un gol decente!

- ¡Eres un hijo de puta! ¡Vete a la mierda! –gritó el brasileño, empujándome con violencia.

Le iba a responder cuando, de repente, Neymar me agarró fuertemente del cuello de la camisa y me acercó hacia él. Él apretaba sus dientes con rabia mientras las venas se inflamaban en su frente, jamás en mi vida lo había visto tan furioso.

- Ney... -pronuncié en una voz casi inaudible, un tanto perplejo con lo que sucedía.

- Deberías desaparecer –susurró el brasileño con los ojos encendidos en ira, tanto así que casi parecían llorar de la frustración.

No podía reconocerlo, era casi como si quisiera desintegrarme con la mirada, no obstante, en el fondo, sabía que sentía una profunda desesperación y tristeza, y también sabía que yo lo había orillado a esto, era mi culpa que estuviese así, y no tienen idea de lo mal que me sentí en ese momento... Él no merecía esto...

- ¡¿Qué carajos pasa con ustedes?! –exclamó Luis Suárez desde una posición cercana.

Neymar me soltó inmediatamente lo que causó que estuviese a punto de caerme. Me sorprendió tremendamente que Luis estuviese allí y, de pronto, una sensación de temor recorrió todo mi cuerpo... ¿Qué tanto habría escuchado el uruguayo?

- No pasa nada Luisito –expresó Neymar con aparente tranquilidad mientras el más alto se cruzaba de brazos.

- ¿Acaso creen que no vi lo que acaba de pasar? –vociferó el mayor con incredulidad.

- Estamos bien... En serio –intervine sin siquiera mirarle la cara, tenía que calmar las aguas antes de que pasara a mayores, ahora lo menos que quería era que otra persona estuviera involucrada en este asunto.

- No me convencen en lo absoluto –volvió a exclamar Luis- ¡Por Dios! ¡¿Qué anda mal con ustedes?! ¡Solíamos ser muy buenos amigos y ahora lo único que hacen es pelearse!

- Las cosas cambian Luis... –dijo Ney con seriedad, al parecer la ira que sentía hace unos segundos se había esfumado, o, al menos, la sabía camuflajear muy bien- Ahora, si me disculpan, iré a casa, nos vemos en el entrenamiento –después de esto, se alejó de nosotros.

Vi como el menor se alejaba de nosotros y, aprovechando que Luis estaba distraído con su partida, aproveché para escabullirme hacia mi auto, debía salir de allí lo más pronto posible, no sé cómo explicarlo, pero era como si el aire estuviera asfixiándome. Estaba a punto de abrir la puerta del vehículo cuando...

- ¡Leo! –gritó Luis, yo hice caso omiso a su llamado y me subí al auto, el uruguayo continuó- Leo, háblame, ¿qué fue lo que pasó hace rato? ¡No te hagas el tonto! ¡Vi lo que Neymar hizo! Y, sé que no quieres oírme, pero de verdad parecía que quería lastimarte...

- Nada pasó Luis, sólo dejémoslo así –vociferé en completa seriedad, con mis manos en el volante y la mirada fija en el vidrio delantero, tratando de evadir cualquier contacto con el mayor, no pensaba delatar mis propios nervios.

- No te creo, algo te tuvo que haber dicho... Por favor Leo, dime, no entiendo qué está pasando.

Yo seguía manteniendo mi misma posición, mi mente repasaba todo lo que acababa de pasar y vaya que, si hay algo en lo que el brasileño parecía tener razón era en una cosa...

- Las cosas cambian Luis... -contesté con frialdad, repitiendo las palabras de Neymar- Debo irme.

- Está bien... Pero mañana no te salvas, tenemos que hablar de esto –yo encendí el auto mientras se él se apartaba- Buenas noches Leo.

- Adiós Luis –vociferé sin más, aunque algo andaba raro en mi voz, no sé si fue algo involuntario o consciente, pero sonaba bastante aterradora.

Arranqué el auto sin más, dejando a Luis un tanto perplejo, pero no le di importancia. Conduje por el camino con total inercia, con mi mirada fija en el camino sin estar viéndolo realmente, como si se reprodujera ante mí de forma automática, sin nada especial, sin nada que me detuviese.

Llegué a casa, Antonella veía televisión en la sala, ni siquiera se molestó en recibirme, bueno, tampoco es que me habría importado que lo hiciera. Subí inmediatamente hacia el cuarto de mis hijos, los miré dormir y esbocé una lánguida sonrisa.

Después de eso me dirigí a mi habitación y allí estuve durante largos minutos sentado en la cama viendo hacia la ventana. La noche era oscura, las estrellas apenas arrojaban unos haces de luz mientras la luna estaba oculta entre un nubarrón enorme.

Respiré hondo, mi mente estaba en blanco, tal era mi estado emocional que había derivado en esto, un sinfín de sentimientos atiborrados que formaban una aglomeración amorfa y gris de nada... Nada, sólo nada...

Estaba harto, realmente harto de todo, de tanta ira, de tanta depresión, de tanta frustración... De tantas mentiras...

- Él tiene razón... - me repetí a mí mismo, casi como un mantra, la frase que él me susurró resonaba entre toda la bruma emocional que yacía en mi mente.

Debería desaparecer...

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