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/*Capítulo narrado en tercera persona*/

Transcurrieron los días cuan hojas que son llevadas por el viento de una tormenta, una tormenta que estaba más que asentada sobre la capital catalana, específicamente sobre las cabezas de Lionel Messi y Neymar Júnior.

Ambos vivían agobiados por fantasmas y recuerdos de pesadumbre, los cuales habían menguado sus noches de sueño y habían hecho estragos en su bienestar.

En el caso del mayor, aunque trataba de aparentar mejoría, seguía guardando dentro de sí aquella incomodidad, aquella sapiencia de un hecho no confesado que, aunque trataba de olvidar, el recordatorio perenne permanecía en su propio hogar, como si el universo se lo estuviese echando en cara todos los días.

Por el otro lado, el menor se hallaba desorientado, la experiencia vivida junto al argentino no había causado más que daños a su mente, no podía dormir tranquilo, no podía comer tranquilo, no podía estar tranquilo, ¿cómo estarlo después de lo que sucedió?

La preocupación que sentía era considerablemente grande, más aun teniendo en cuenta de que no había hablado de lo acontecido con nadie, ni siquiera con aquellos de su más íntima confianza. Era como si el secreto le estuviera quemando por dentro, una verdad que necesitaba saber antes de que ocurriera una tragedia...

Respetaba la decisión de Leo de no tratar el tema, pero es que llegaba un punto en el que se le hacía insoportable, imaginaba cada posible escenario y ninguno tenía un buen resultado, es decir, ¿y si volvía a sentirse deprimido? ¿Y si volvía a intentarlo?... ¿Y si esta vez lo conseguía?

No, de ninguna manera, esa última interrogante era una que Neymar jamás querría responder, y estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que no sucediese, así tuviese que contradecir al mayor.

Fue por ello que, el primer día de entrenamiento de la temporada, se decidió a hablar con él de una vez por todas, sea que le quisiese contestar o no, pero debía hablarle, necesitaba hacerlo o iba a estallar de la preocupación... Para su fortuna, o quizás desgracia, Leo fue la primera persona que vio al llegar al centro de entreno.

- Leo –le dijo el brasileño, encontrándose frente a frente con el argentino en la entrada del ente.

El más bajo lo vio y enseguida bajó la vista, apurando el paso hacia el interior de los casilleros, ignorando todo a su paso.

- ¡Leo, espera! –expresó Neymar tratando de alcanzarlo, a lo que el mayor siguió su camino directo a las duchas, aún cabizbajo y sin mirar alrededor- ¡Leo!

El moreno volvió a gritar y siguió en su persecución, ingresando a las duchas y cerrando la puerta tras de sí, ignorando también todo a su alrededor, incluyendo a un extrañado uruguayo que había estado observándolos en silencio desde el momento en el que ingresaron a los vestuarios, y quien entrejuntó la portezuela sin que pudiesen notarlo.

Ahora sí, Leo y Ney estaban frente a frente, el mayor aún con la cabeza abajo, con una tensión que los arropaba y los ahogaba al mismo tiempo, cielos, no se habían visto desde que el argentino abandonó la casa del moreno en un auto conducido por Jürgen, y vaya que el reencuentro no estaba siendo nada fácil.

- ¿Por qué me ignoras? Debemos hablar sobre lo que pasó... -expresó Neymar bastante inquieto, con su cara cansada y su respiración agitada, como aquel que ha recorrido una distancia de miles de kilómetros- ¡Leo, mírame! ¡Esperé todo este tiempo para platicar contigo! ¡Estoy preocupado por ti! –espetó, temblando más de lo normal.

- No hay nada qué decir... Todo está bien –respondió Leo con voz débil después de unos cuántos segundos, dejando escapar un respiro.

Neymar se tomó la cintura en postura incrédula, aunque conservando su alarma inicial, ¿en serio Messi pensaba que lo convencería con eso? No, él conseguiría respuestas a como diera lugar, estaba decidido a ello.

- ¡Por favor Leo! ¡No me engañas con eso! ¡Estuve allí! ¿Lo olvidas?

- No se me olvida... -sollozó el argentino con profundo arrepentimiento- Y jamás debiste estar allí...

- ¡¿Para permitirte hacerlo?! ¡¿Estás loco?! –exclamó el brasileño.

- ¿Cómo estás tan seguro de qué iba a hacerlo?

- ¡Por favor Leo! ¡No soy idiota! Es sólo que... ¡Aaah! ¡Sólo quiero ayudarte! ¡Es tan frustrante! ¡No tienes idea! –gritó el carioca golpeando la pared en un arranque de rabia.

Había perdido el control, le frustraba, le inquietaba, Leo le inquietaba, y a la vez le entristecía, toda esta situación era algo muy difícil para él, y deseaba jamás haber estado en esta posición. Logró recuperar la calma luego de un instante, y una lágrima resbaló por su mejilla.

- Lo siento, Leo... Lo siento... -gimoteó y abrazó al más bajo con fuerza, que le correspondió igual.

- Está bien Ney... Está bien... -mencionó Leo pacíficamente.

El argentino entonces le acarició el cabello con suavidad, como si de un bebé se tratase, entendía la fragilidad de su amigo y lo mucho que todo esto le afectaba, recriminándose una y mil veces por llegar a estas circunstancias cuando el único que debía estar afligido era él y nadie más. Deseó entonces poder retroceder el tiempo, pero sabía que eso no le ayudaría en nada, lo hecho estaba hecho y tenía que cargar con lo sucedido, al igual que Neymar, lastimosamente.

- Ya me ayudaste lo suficiente –volvió a decir el mayor.

- Promete que no volverá a pasar... –agregó Ney con la voz cortada y viéndolo a los ojos con súplica, esa súplica que había callado desde esa noche en el bar... La noche en la que su amigo intentó acabar con su vida.

El argentino también lo miró, divisando la profundidad de la petición en sus ojos verdosos, teniendo el temple suficiente para evitar llorar en ese momento... "¿Por qué tuve que llegar a esto?", se dijo internamente con pesar, luego le besó la frente al moreno, le volvió a abrazar y le dijo con voz firme:

- Lo prometo.

Los dos permanecieron abrazados por unos segundos más, con sus dilemas e inquietudes siendo aliviados momentáneamente con estas palabras, aunque sin sanarse por completo, era como la medicina que sólo curaba una parte del dolor pero no exterminaba al virus, por lo que los padecimientos continuarían... En especial cuando la verdad aún no salía a la luz.

Se separaron al cabo de un rato, el más bajo ingresó a una de las duchas mientras el más joven se disponía a salir, cuando:

- Recuerda... Ni una palabra a nadie –vociferó Leo.

Neymar escuchó esto con especial atención, sintiendo nuevamente el peso del secretismo en su espalda, no obstante, asintió ante tal pedido, después de todo, aún era su mejor amigo.

Y el silencio volvió a reinar en los vestuarios, eso al menos hasta que llegaran los otros jugadores y la atmósfera recobrara su esplendor y regocijo, típico de la época de reencuentro tras meses de vacaciones y torneos.

Fue un especial escape para que Neymar y Leo se olvidasen un poco de sus líos, eso sí, este no había sido el final, ni mucho menos, de hecho, este problema estaba a punto de estallar... En especial con la espinita que había quedado clavada en aquel uruguayo que, sin querer, había escuchado aquella conversación tan peculiar...

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