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18

Era Leo. Por Dios, era Leo.

Estaba tan boquiabierto y sorprendido que estas simples palabras eran las únicas que pasaban por mi mente, al tiempo que detallaba al argentino de cabo a rabo y sí, era él, no cabía la menor duda. Sin embargo, lucía muy diferente, su barba estaba mucho más poblada y se había teñido el cabello con un extraño tinte rubio platinado.

Él se movía rápidamente, auxiliando a Neymar, sentándole en el sofá, buscándole hielo para sus moretones y limpiando delicadamente la sangre de su nariz y de su boca con un pañuelo húmedo, a lo que el brasileño emitía leves quejidos.

Yo, mientras tanto, observaba la escena con total estupefacción, sin entender nada de nada de lo que estaba ocurriendo, era casi como si estuviera viendo un fantasma, sí, tal vez eso era, había muerto y ahora estaba viendo al fantasma de Leo curando las heridas de Neymar.

- ¿Vas a quedarte allí todo el día? Ayúdame, trae más hielo y moja más el pañuelo –ordenó Messi, extendiéndome el pañuelo y la bolsa con hielo.

Asentí y fui a la cocina diligentemente, mojé el pañito en el fregadero y tomé más hielo del congelador, regresando prontamente a la sala, en donde el argentino continuó con sus labores de enfermero.

Miré a Neymar y vaya que si me había excedido, de sus labios y su nariz salía sangre, sus mejillas estaban amoratadas al igual que su ojo izquierdo, el cual no dejaba de lagrimear cada vez que Messi colocaba la bolsa helada sobre este. "Tranquilo Ney, estarás bien", era lo que le susurraba tiernamente cada vez que se quejaba del dolor y, por lo que parecía, estas palabras servían de calmante pues, poco a poco, los gimoteos fueron desapareciendo... Demonios, pude haberlo matado...

Cuando hubieron cesado los lamentos, ambos me observaron con expresión inerte, incrementando aún más mis sentimientos de culpa, esperando por mí para que empezara el tan esperado diálogo.

Me senté en uno de los sillones que estaba frente a ellos, con mis ojos aguados y sin saber qué decir, nunca pensé que podría verme envuelto en una situación como esta... Trágame tierra...

- Bien, ya que es obvio que ninguno me lo va a decir voluntariamente, ¿me podrían explicar qué mierda acaba de pasar? –preguntó Leo, visiblemente disgustado.

- Leo yo... De verdad lo siento... Perdí el control...

- ¿A esto le llamas perder el control? –expresó señalando la cara amoratada de Neymar, pero sin alzar la voz- Esto va mucho más allá de perder el control, Luis.

- Yo... ¡Lo siento! ¡De verdad lo siento! –rompí a llorar, cubriendo mi cara con mis manos.

Mi llanto, aunque silencioso, era desgarrador, cielos, de todas las estupideces que pude haber cometido en mi vida esta es, sin duda, una de las peores. "Leo, está bien, déjalo", expresó el brasileño en voz muy baja, "No, Ney, no está bien", recriminó el mayor, sólo para después suspirar con resignación y levantarse del sofá, parándose frente al ventanal de la sala, con los brazos cruzados y dándonos la espalda.

- No era mi intención causar tanto daño... Lo siento, de verdad lo siento –sollocé, limpiándome las lágrimas con el reverso de la mano- He estado muy alterado desde que desapareciste Leo... ¡No sabía qué hacer! ¡No sabía dónde estabas ni si estabas bien! Pensé que te había pasado algo malo... Lo lamento, en serio lo lamento.

El argentino volvió a emitir otro suspiro y entonces se volteó, mirándome de forma compasiva y seria a la vez, como si me estuviera juzgando y, al mismo tiempo, como si se condoliera de mi dolor... Perdóname hermano...

- Creo que es momento de contarte la verdad –expresó Leo, volviendo a su puesto inicial junto a Neymar.

El brasileño lo miró sorprendido, "¿Estás seguro?", fue lo único que le dijo a lo que el más bajo asintió con resignación, inclinándose hacia delante y apoyando sus codos en sus muslos.

- Después del juego con el Osasuna yo me sentía terrible, íbamos muy mal en las competiciones, no rendíamos, por si fuera poco ocurrió mi pelea con Neymar, todo eso se me fue acumulando y volví a revivir la amarga pesadilla de la temporada pasada, incluso lo de la Centenario... Nada era igual desde aquel día, sentía que iba a caer de nuevo, esta vez peor, mucho peor, que era un círculo vicioso del que jamás saldría, como si estuviera yendo en picada... -suspiró- No era algo que surgió de la noche a la mañana, llevaba semanas así, quizás meses, es sólo que esa noche hubo algo que explotó... Tras mi riña con Ney estuve un rato pensando, ¿por qué actué como actué? ¿En serio quería perder a un amigo por una tontería cuando yo era el que había obrado mal?

- Pero él... él te amenazo, ¿o no? Yo lo vi... -dije, terminando de secar mis lágrimas.

- Él estaba enojado –prosiguió Leo- Y no lo culpo, yo también habría reaccionado así si me hubieran tratado como yo lo hice... En fin, al día siguiente decidí no asistir al entrenamiento, todo ese asunto había hecho trizas mi cabeza y no tenía ánimo para más nada, invité a Ney a mi casa para charlar, de verdad me sentía muy mal por lo ocurrido la noche anterior, él llegó y, como esperaba, no estaba nada feliz, volvimos a discutir otra vez y, al final, terminamos mucho más enojados que antes.

- Eso explica por qué su arete estaba en tu casa –intervine, tratando de encajar todo lo que me decía con los hechos.

- Supongo que sí, Luis... Después decidí salir de casa, pensé que necesitaba un respiro de todo el caos que sentía por dentro, por lo que me hospedé en un hotel discreto apartado de la ciudad, donde nadie me reconociese y en el que pudiese desconectarme de todo... Claro que, tanta angustia había causado molestias en mis piernas por lo que decidí realizarme unos exámenes, ¿recuerdas? Te envié un mensaje en ese momento... Después fui a visitar a Guille, ya sabes, el terapista, para que me diese su opinión, justo allí me encontré con Neymar y, no lo voy a negar, seguíamos peleados, pero creo que el hecho de estar en esa situación nos hizo abrirnos al diálogo, de hecho, él me habló de su cabaña en vistas de mi búsqueda de relajación, la ofreció como una opción diferente a ese hotel en el que me estaba quedando, agradecí su ayuda pero tuve que rechazarla, sabía que era algo que debía hacer yo solo, lo que aprovecharía en vista de mi recetado reposo.

- ¿Qué me dices de la señora Celia, Leo? Ella estaba muy preocupada por ti –dije con cautela, a lo que el argentino soltó otro respiro.

- Lo sé, lo sé... Pero, ¿qué quieres que te diga? En serio necesitaba tiempo a solas, necesitaba despejarme y aclarar todo lo que pasaba dentro de mí, llamé a mi madre varias veces, le decía que estaba bien, lo que estaba haciendo y por qué lo estaba haciendo, aunque no le decía en dónde, tú la conoces, en cuanto lo supiese iría a buscarme, y eso sería contraproducente a lo que yo quería lograr.

- Entonces, ¿qué haces aquí?

- Vine esta mañana, era el último cabo que quedaba por atar después de todas las horas que pasé meditando, tenía que hacer las paces con Ney, era lo único que me faltaba para volver a mi tranquilidad interior. Hemos hablado mucho, inclusive, me ha teñido el cabello, es un buen color, aunque, más allá de eso, es como un nuevo comienzo –esbozó una pequeña sonrisa, mirando al moreno, quien le correspondió de igual forma.

- Pero, ¿qué pasó con la visita a Antonella? ¿Tiene algo que ver con esto?

- Yo aclararé eso –intervino Neymar, acomodándose en el sillón- Es cierto, fui ayer a visitar a Antonella, sólo estaba preocupado por Leo, sabía de sus intentos por querer relajarse, pero, sinceramente, no sabía que eso llevase tanto tiempo.

- Para algunos la paz interna se nos hace tan esquiva –rió el argentino, mientras yo seguía teniendo algunas dudas.

- Entonces, ¿esto tiene algo que ver con lo que pasó después de la Centenario? –en ese instante, Leo detuvo sus risas y me miró fijamente, como si le hubiese mencionado alguna historia de terror.

- No te entiendo, ¿de qué hablas? –preguntó el argentino, con expresión congelada.

- Cuando desapareciste, tu madre intentó localizarte e hizo que Masche te llamara y Neymar contestó tu teléfono. Ambos llegaron a los entrenos días después, hablando de algo que había ocurrido, algo que nadie debía saber.

Tanto el argentino como el brasileño se miraron las caras, quizás tratando de rememorar lo sucedido... O quizás trataban de establecer una coartada...

- Sobre eso no hay mucho que decir realmente... -dijo Messi entre respiros, como si le costara pronunciar esas palabras, como si, de alguna forma, el solo decirlas le trajera a la mente las experiencias vividas- Sabes mejor que nadie que la Centenario fue uno de los escenarios más devastadores en toda mi carrera y, cuando llegué a Barcelona, no tenía las fuerzas ni el coraje para ver a nadie, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo mirar a los ojos a quienes te apoyaron toda tu vida si tú mismo te sientes como un total fracaso? No podía llegar y ser la decepción para alguien más, así que me fui, estuve días perdido, en los clubes y en los bares, ahogando mis penas hasta que, en una de esas, coincidí con Neymar y, cielos, estaba tan borracho que no me acordaba de mi nombre, creo que estaba tan ebrio que era capaz de cometer cualquier locura... Por suerte, él estaba allí, incluso mintió cuando me llamaron para que yo no tuviera que sufrir más vergüenza, nunca supe si yo se lo pedí o salió de él hacerlo, sea lo que sea, eso no estaba bien, no puedes obligar a un amigo a mentir por ti, eso simplemente no se hace... Cuando regresamos a los entrenos yo no tenía las agallas para verlo, encima de toda mi depresión por la competición anterior... Fue un embrollo que callé en lo más profundo, hasta que se hizo demasiado grande como para soportarlo, como una bola de nieve que crece y crece hasta convertirse en una avalancha que arrasa con todo a su paso...

En ese instante, una lágrima resbaló por la mejilla de Leo, él pareció darse cuenta así que la removió de inmediato. Yo volví a llorar, esta vez mucho menos histérico que antes, no tenía la menor idea de lo que mi amigo estaba pasando, de lo que había pasado, lo duro que fue para él y como yo, en vez de ayudarlo a sanar, estuve enfocado en hallar culpables y en crear un problema en donde nunca existió.

Miré de nuevo a Neymar y vaya que eso incrementó mi llanto, él no era el monstruo que yo me empeñé en creer que era, él solo era un chico inocente que, si bien cometió errores, estuvo allí para escuchar a Leo, para comprenderlo y apoyarlo cuando nadie más lo hacía... Yo soy el que debería estar golpeado, no él...

Me sentí muy culpable, tan culpable que deseé tener el poder de volver el tiempo atrás aunque sabía que desearlo no lo convertiría en realidad... Yo era el monstruo de esta historia...

Continué con mi llanto hasta que la mano de Leo me invitó a que me levantase y, seguidamente, me dio un fuerte abrazo. Era reconfortante tenerlo cerca, así que también lo abracé de vuelta, apoyando mi cabeza por encima de su hombro, con mis lágrimas empapándole la camisa.

Neymar también se levantó de su asiento, dirigiéndome una mirada entremezclada entre compasión y duda, sólo para abrazarme de vuelta, pasando su brazo por mi espalda y la de Leo, apoyando su cabeza ligeramente en mi otro hombro, paralela a la del argentino.

Así permanecimos por un buen rato, abrazados como hace tiempo no lo hacíamos, era la luz saliendo después de todos estos días de completa oscuridad, con los tres amigos inseparables juntos otra vez... La MSN junta, otra vez...


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