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15

- ¡Tío Luis! ¡Tío Luis! –exclamaron Thiago y Mateo en cuanto me vieron.

Los pequeños Messi bajaron del auto corriendo, con grandes sonrisas en sus caritas al tiempo que me daban un fuerte abrazo, yo les correspondí a pesar de las grandes inquietudes que me embargaban, qué quieren que diga, son adorables estos niños.

Su madre estaba más atrás, hablando con Jürgen, el chofer, para que bajara unas cuantas bolsas de compras de la parte trasera del vehículo y las pusiera en la sala de la casa.

Los niños mientras tanto me preguntaban por Delfi y Benja, a ver si los había traído para jugar y, al percatarse de que no habían venido, interrogaban sobre cuándo podían ir a jugar. Tierna edad, solo pensando en jugar y divertirse.

Después lo infantes ingresaron a la casa junto con Jürgen, quien me dirigió una de sus típicas miradas gélidas, de esas que ponían los pelos de punta, cielos, en serio este hombre me causa escalofríos, y digamos que no estoy en un buen momento ahora.

Pero lo peor vendría después, Antonella se detuvo unos pocos metros delante de mí, mirándome con los ojos entrecerrados, una mueca en la boca y los brazos cruzados, con cara de fastidio. Yo no sabía dónde meterme, ciertamente estaba muy muy incómodo, en realidad no había hablado con ella desde hace tiempo... Y hubiese preferido que se quedase así...

Sí, la había visto, obviamente, aún seguía siendo la mejor amiga de mi esposa después de todo, pero no le dirigía la palabra, o al menos trataba de evitar hacerlo lo más posible.

Ahora aquí estábamos, frente a frente, ella con cara de impaciencia y yo con mucho nerviosismo e inquietudes, no hallaba qué hacer, ni a dónde ver, hasta que divisé algo pequeño en forma de argolla en el camino de la entrada cerca del césped del jardín, algo que no había notado antes, algo que me parecía muy familiar... ¿Podrá ser...?

- ¿Vas a quedarte ahí parado todo el día sin decir nada? –preguntó Antonella con evidente hastío, interrumpiendo así mis pensamientos y obligándome a verla - ¿A qué viniste?

- Vine a preguntar por Leo, no lo he visto y no sé dónde está –dije serio.

- ¿Acaso tú no eres el mejor amigo de Leo? ¿Cómo es que no sabes dónde está? –respondió con odiosidad cosa que me enfureció ligeramente al tiempo que sentía como el ambiente se tensaba más.

- Yo podría preguntarte lo mismo, eres su esposa –recalqué, frunciendo el entrecejo.

- Veo que estuviste hablando con Celia –rodó los ojos- ¿También te ha estado metiendo estupideces en la cabeza?

- Lo único que pienso es que me parece sospechoso que Lionel Messi, tu marido, haya desaparecido por más de una semana y tú estés tan tranquila –dije entrecerrando los ojos, a lo que ella arrojó una breve risa.

- Qué quieres que diga Luis, no me preocupa en lo absoluto, ¿por qué debería hacerlo? –rió de nuevo, esta vez burlonamente, cosa que me hizo hervir la sangre.

- ¡Es tu esposo! ¡El padre de tus hijos! ¡Por Dios! –exclamé, completamente enojado, cosa que no pareció alterar para nada a Antonella.

- ¿Y qué? Él ya está grandecito como para que yo lo ande cuidando, al contrario de lo que su madre piensa, que todavía lo sigue viendo como un bebé... En fin, no me sorprende que hayas venido, Neymar vino ayer, aunque eso supongo que ya lo sabes, o te lo dijo él o te lo dijo mi suegra, está empeñada en hacerme quedar mal con todo el mundo.

- Sobre eso, exactamente, ¿qué hablaste con él?

- ¿Celoso? –rió burlonamente, ahora era yo quien rodaba los ojos- Nada del otro mundo, sólo tonterías, él y yo ni siquiera somos amigos.

- Celia dijo que mencionaron a Leo.

- ¡Por supuesto que hablamos de Leo! Es la única cosa que tenemos en común –expresó como si se tratase de lo más elemental del mundo.

- ¿Te dijo dónde estaba?

- No necesitaba hacerlo, es obvio que está con él –volvió a revirar los ojos, mientras yo abría la boca con incredulidad.

- ¿Cómo estás tan segura de eso?

- ¡¿En qué planeta vives Luis?! ¿Crees que Neymar vendría a visitarme sin ninguna razón? ¿A mí, que ni siquiera somos íntimos? ¿Quién carajos te parece que lo envió? –bueno, esto sí que no cuadraba, ¿cómo? ¿Por qué?... ¿Leo había enviado a Neymar...?

- Eso no tienen sentido para mí... Leo no se ausentaría tanto tiempo y enviaría a Neymar a visitarte... ¡Eso no tiene ningún puto sentido! –exclamé, estaba exasperado- ¡¿Qué me estás ocultando?! ¡¿Acaso tú y él tienen algo?!

- ¡¿Qué estás diciendo?! –espetó con enojo- De seguro Celia te dijo todas esas cosas y, en dado caso, si tuviera algo con él, tú serías el menos indicado para recriminarme.

- ¿De qué... de qué estás hablando? –titubeé, mi mente se nubló por completo, bloqueando aquellos elementos de mi pasado que, aunque siempre los tenía presentes, estaba tratando de olvidar.

- ¡¿Cómo que de qué estoy hablando?! –expresó con irritación, pero sin alzar mucho la voz, temiendo que la escucharan adentro de la casa- ¡¿Has perdido la razón o te quieres hacer el inocente conmigo?! ¡Hazme el favor y no seas tan hipócrita! ¿Quién te has creído...?

Ese y un otros epítetos ofensivos salieron de su boca con enfado, y no es que yo protestara, muy en el fondo sabía que me los merecía, merecía cada uno de ellos... Eres culpable Luis...

Mi atención se enfocó en otra cosa, mis oídos se habían vuelto sordos a sus palabras mientras mi visión se enfocaba en aquello que había divisado segundos atrás, ese diminuto objeto circular que se encontraba en el camino de entrada cerca del césped del jardín... Tiene que ser...

Me acerqué hacia aquel objeto, dándole la espalda a Antonella, incrementando así su enojo en un mil por ciento, pero no podía evitarlo, estaba en piloto automático, como si una fuerza mayor guiase mis pasos. Y, entonces, cuando ya estuve lo bastante cerca, lo recogí del suelo y lo sostuve momentáneamente entre mis dedos, detallándolo como si de un tesoro se tratase, intentando asociarlo con algo que hubiese visto antes... Y vaya que si lo había visto...

- ¡Tierra llamando a Luis! ¡¿Acaso eres idiota?! ¡Mírame cuando te estoy hablando! –dijo Antonella, me había seguido hasta mi posición y se encontraba con expresión insolente.

Salí de mi trance por unos instantes, sosteniendo el pequeño arete marrón en forma de argolla al frente de mi cara, mostrándoselo a ella con detenimiento, aunque no parecía entender nada de lo que sucedía.

- ¿Esto es tuyo? –pregunté, intentando encajar todas las piezas de rompecabezas en mi mente.

- No, jamás lo había visto en mi vida –respondió con sorpresa, ahora un poco más calmada.

- ¿De quién crees que sea?

- ¿Tengo cara de detective? ¡No tengo la menor idea! Regresé apenas ayer, ese arete podría ser de uno de los empleados, de Celia incluso, ni siquiera sé desde cuando ha estado allí, podría ser de algunos de los amigos de Leo o de los míos... ¡Podría ser de cualquiera!

¡Un segundo! ¡Por supuesto! ¡Ya sé a quién pertenece! Todo fue tan repentino, como si una luz iluminara de repente mis neuronas, haciéndolas funcionar al cien por ciento, descifrando por fin cada una de las pistas.

- Es de Neymar –dije con voz firme, entrecerrando los ojos y enfocándolos fijamente en el pendiente.

Era el famoso arete perdido de Neymar...


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