Capítulo VII. La Aguja En El Pajar
Después de haber salido con Fernando durante nuestra primera cita, ya nada volvió a ser igual. Tenía mucho tiempo que no me enamoraba de alguien tan rápido, parecía un tipo de otro planeta.
Durante un mes entero, no volvimos a tocar el tema de mi diagnóstico, eso sí, todas las noches se despedía de mí, recordandome de mi medicamento, con un mensaje:
—Que descanses hermoso, no se te olvide tu Ying Zheng.
"Así bautizó mi pastilla nocturna. ¿Quién lo hubiera dicho?, justo antes de tirar la toalla encuentro a la dichosa aguja en el pajar".
Durante las próximas semanas, me llevó a lugares distintos, fuimos a jugar gotcha a la marquesa, a un roof garden en Santa Fe, a cenar pizza en la Roma, a jugar golf, aunque no tenía ni puta idea de cómo hacerlo, fuimos a escalar y, milagrosamente, no me llevó a su casa a ver películas.
De hecho, al inicio del mes, me acompañó a mi chequeo médico y resultó que mis defensas habían aumentado más allá de lo esperado.
"¡Ya no sé ni que chingados estaba esperando para decirle que quería ser su novio, su esposo, su lo que quiera! Tenía un montón de ganas de hacerlo después de todas sus atenciones, pero decidí no precipitarme y dejar que la magia de este momento fluyera... como señora con sobrepeso aventándose de una resbaladilla".
Mi primer beso con él fue un agarrón de nalgas, o sea, buenísimo, tanto así, que Disney me la pela. No, no es cierto. Fue afuera del metro Chapultepec."¡Ah! Y yo que criticaba a todas las parejas que se fajonean en el transporte público y se comen a besos como si uno de ellos tuviera la boca llena de tacos al pastor o algo así".
En fin, Fernando me besó sin que yo me lo esperara, en el momento más extraño. Estaba explicándole mi trauma con los dulces de mantequilla y, de la nada, plantó sus labios en los míos. Haciendome pedacitos al instante.
Que hermoso momento, en aquel atardecer de Chapultepec, mientras la música del organillero llenaba mis oídos de esos bellos sonidos; mientras le daba vueltas a esa caja como si estuviera destapando un caño.
En la oficina se generó un chismerío, ahora resulta, que todo el piso quería enterarse si yo ya había encontrado al hombre indicado.
"Parecen muertos de hambre", pensé. Todo fue gracias a los gritos de emoción de Jacinta. Su escándalo le costó cien pesos, por decir una expresión que en mi vida había escuchado
Fue algo como: "¡Échamelos en la cara!, o un pedo así de enfermo. No sé de qué barrio salió esta pendeja pero me cago de risa con sus frases".
Esmeralda, mi jefa, fingió estar encabronada conmigo, solo para que pudiera contarle todos los detalles de mis últimas citas con Fernando. Se la pasó diciéndome:
—Te lo dije. No te ibas a arrepentir.
"Me sentía feliz, tanto como la estelar de una película porno, de patas bien abiertas, tetas operadas y boca de mamadora".
En mi casa, mis papás estaban tan emocionados como yo, morían de ganas por conocer a Fernando. Pero les dije que todavía no. Aunque mi papá, al principio, me hizo contestarle todas esas preguntas típicas y no tan típicas:
—¿Dónde trabaja?, ¿quienes son sus papás?, ¿ya sabe de ti?, ¿le gusta el fútbol? Etc.
La cara de mi papá se le colgó hasta las rodillas cuando le dije que era dueño de un edificio en Reforma y tenía cinco empresas bien establecidas.
—¿Estás seguro que no tiene gustos como los de aquella película? —me preguntó.
—Hasta ahorita no papá, afortunadamente. Esto no es como las Cincuenta Sombras de Grey.
—Está bien, solo no te me apendejes hijo.
—Mejor, mándame buena vibra, tal vez este es el indicado.
Durante todas las noches, me quedaba viendo mi celular, esperando a ver los mensajes de Fernando y escuchar sus notas de voz.
"¡Ay sus notas de voz!, eran un orgasmo materializado".
—Extraño tus besos. Quisiera abrazarte hasta ver cómo te quedas dormido y escuchar como late tu corazón —me decía, tal cual como hablan los tipos de las novelas eróticas.
Me estaba clavando, ya estoy clavado, quería clavarme algo; creí que esta sensación de primeriza ya no iba a regresar jamás.
Flotaba como globo de cantoya.
"¡Ay bello cliché!, así se siente, así brota desde tus entrañas y se te sube como si fueras a cagar por la boca. Como si te preguntaran cuánto es dos más dos y tú contestas: Fernando, mi dulce Fernando".
Ya nada me molesta, ya nada me hacía enojar, ni aquellas historias de Wattpad que empiezan como canción de Los Ángeles Azules, "Es callada, tímida, inocente y tiene la mirada"...
Estaba por irme a dormir y como todos los días, esperé a recibir uno de sus mensajes.
Dieron las diez, las once y las doce. Le marqué y no contestó.
"Espero que esté bien, esto no es normal".
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