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Traición

La fiesta está muy bien animada, son muchos los que están bailando y disfrutando, veo a mi esposo a lo lejos conversando con algunos empresarios mientras que yo hago mi parte hablando con las esposas de estos. Elvis me invita a bailar varias músicas, no puedo negar que lo estoy pasando de maravilla, más de lo que he disfrutado en anteriores eventos como estos.

Ya pasa de las dos de la madrugada cuando busco con la mirada a Elvis, lo veo que va dirección al área de la piscina, quizás a tender una llamada, me voy tras él. Cuando ya me he alejado de la bulla de la fiesta escucho una voz de una mujer en la misma dirección en donde se encuentra mi esposo, mi corazón se acelera y mis ojos se empiezan a humedecer.

―No hagas ruido, nos pueden descubrir ―escucho que dice Elvis.

―Si claro, como si eso fuera posible ―dice su acompañante.

Me quito mis tacones para no alertarlo y camino con cuidado entre las palmeras. Me ubico en un lugar donde los puedo ver con mucha facilidad, pero ellos a mí no. Ambos se están devorando, se acarician, ella le desabrocha su camisa y él deja correr por sus hombros los tirantes de su vestido, libera uno de sus senos y lo acaricia. Ella sube una de sus piernas a la cintura de él y el la acomoda para que no resbale, siendo el su apoyo.

Mi visión se empieza a nublar debido a las lágrimas, una parte de mí se niega a creer lo que está viendo mientras que la otra me recrimina por seguir allí viendo esa escena. Pero tengo que hacerlo, debo gravar muy bien en mi mente esto, así cuando lo enfrente y le pida el divorcio no exista nada que me haga cambiar de idea. No permitiré que me siga tratando como un coleto, no seguiré siendo el segundo plato.

Doy un leve respingo cuando siento a alguien detrás de mí, es el mismo hombre que me encontré temprano cuando bajé a desayunar. Me invita a salir de aquí, tomo su mano y me marcho. Al pasar por la barra de licores, le arrebato una botella al chico que está allí y me dirijo a la salida.

―¿Para dónde vas?

―No es de tu incumbencia.

Continuo mi camino, el me sigue muy de cerca, cruzo la calle, atravieso la plaza y allí está el mar, cuando estoy por llegar a la orilla me detengo, él se detiene justo a mi lado, suelto mis tacones.

―Hasta aquí está bien, no te me acerques.

Continuo mi recorrido al mar, dejo que este cubra mis pies y me dejo caer, llevo la botella a mis labios, me tomo un buen trago y dejo que el agua salada me moje, mis lágrimas vuelvan a salir y esta vez no lo evito, dejo que estas limpien mi alma, si es que es posible. No puedo creer lo lejos que llego esta vez, ¿desde cuándo estará con esa mujer? Y tuvo muchas oportunidades para estar con ella, todas las veces anteriores que viajo aquí lo hizo solo, quizás estuvo con ella todas esas veces y yo como estúpida pensando que esta vez sí había cambiado.

Doy un largo trago a la botella, mi garganta me arde, mi cuerpo me duele... me llevo la botella nuevamente a mis labios y dejo que el licor nuble un poco mi dolor, lo necesito. Es primera vez que recurro al licor para desahogar mis penas, pero también es primera vez que presencio algo como esto.

No sé cuánto tiempo ha pasado, peo ya no salen lágrimas de mis ojos, la botella está vacía, mi cuerpo me exige un baño y ya quiero acostarme, si voy a la habitación posiblemente me lo consiga allí, no lo quiero ver, por otro lado, allí está mi nena.

Me levanto con cuidado, me siento algo mareada, cuando siento que voy a caer unos fuertes brazos me agarran evitando mi caída, es cuando lo recuerdo. Me carga, escondo mi rostro en el hueco de su cuello, dejo que me lleve al hotel. Cuando estamos cerca me lo informa, cruza la calle conmigo en brazos y una vez frente al imponente edificio me baja de sus brazos, sin siquiera despedirme me voy directo a la habitación.

―¿En dónde estabas? Me tenías preocupado, te he llamado mil veces y no me contestaste.

Paso por su lado sin decir nada, me voy al baño, me quito el vestido, me coloco frente al espejo, con una toallita me voy quitando el maquillaje de la cara.

―¿Estuviste llorando?

Lo ignoro, esta noche no quiero discutir, solo quiero dormir y mañana lo hablare con él. Paso nuevamente por su lado y busco mi bata de dormir. Intenta tomarme de la mano e incluso que me siente en sus piernas, lo rechazo, su solo toque me asquea.

―¿Por qué estás tan arisca conmigo? ¿Por qué me ignoras? Dime algo por favor.

―Esta noche no, mañana, cuando este calmada, lucida y descansada hablaremos, pero no en este momento, porque lo único que me provoca en este momento es agarrar mis cosas, a la niña y marcharme.

Me voy al cuarto de la niña y con cuidado me acuesto a su lado, allí, junto a mi hija caigo rendida.

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