Este capítulo está dedicado a: md16_wisl
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Estoy en mi penthouse, sentado en uno de los sillones de la sala, observando impaciente la pantalla del teléfono. Olive sigue sin responder mis llamadas y mensajes. Hace media hora ella me anunció que ya venía en camino, pero aún no ha llegado y ya no he vuelto a saber nada de ella, luego de ese mensaje. Juro que estoy empezando a preocuparme.
Quizá se fue directo a su apartamento, pienso.
Seguro que sí.
Decido llamarle a Mandy para preguntarle. Espero que el timbre suene un par de veces antes que ella atienda la llamada.
—Hola.
No quiero andar con rodeos así que de inmediato le digo el motivo de mi llamada.
—Dime, ¿Olive está contigo?
—¿Que no se supone que está contigo?
¡Mierda!
Algo frío me baja de la cabeza a los pies, acelerando mi corazón en el proceso: un mal presentimiento.
—No. No está conmigo —respondo, incapaz de ocultar lo alterado que me encuentro.
—¿Pero has hablado con ella? —Su tono de voz me indica que he conseguido asustarla un poco.
—No. Hace media hora me envió un mensaje para decirme que venía en camino, pero por más que he intentado hablar con ella, no responde el teléfono.
—Seguramente tenía algo más que hacer.
—No —escupo tajante—. Si Olive tenía algo más que hacer, yo lo hubiese sabido.
—¿Qué tal si fue algo de improvisto?
—No, Mandy. Tengo un maldito presentimiento de que algo anda mal.
—No me asustes, Elliot.
Me paso una mano por el cabello.
—Te juro que si paso un minuto más sin saber de ella, voy a volverme loco.
Ella suelta un suspiro angustiado.
—Escucha, hay que conservar la calma. Lo que se me ocurre es llamarle a Fred. Creo que todavía tengo su número y podría preguntarle si Olive aún esté con él.
La idea de que Olive siga con él, me causa incomodidad; sin embargo, aquí lo que importa es saber que ella está bien. No importa dónde o con quién.
—Sí, es buena idea —acepto—. Hazlo ahora mismo y me avisas inmediatamente si te responde.
—Okay.
Cuelgo la llamada y me quedo esperando, todavía más impaciente.
Admito que mi cabeza no deja de pensar estupideces. Incluso estoy pensando un sinfín de locuras. La ansiedad y la preocupación me están comiendo vivo.
Mi pie derecho está golpeando el piso con impaciencia. Juro que siento que ya pasó demasiado tiempo y Mandy no me avisa nada. Estoy pensando seriamente en llamarle otra vez pero justo en ese momento mi teléfono suena.
El corazón me da un vuelco ansioso al ver el nombre de Olive en la pantalla, así que contesto de prisa.
—Oh, Dios. No sabes lo preocupado que estaba, Olive. ¿Dónde estás?
Hay un silencio extraño en la línea. Solamente le logro escuchar un suspiro entrecortado como si estuviese llorando.
Mi sistema se pone en alerta en cuestión de segundos, y me hace ponerme de pie como resorte.
—¿Olive, estás bien? ¿Qué te sucede?
Le escucho que intenta hablar, pero solamente balbucea cosas ininteligibles. Se escucha demasiado nerviosa. La desesperación en mí aumenta.
—No entiendo nada de lo que me dices. Dime dónde estás.
—E-Estoy en el hospital —consigue decir con más claridad.
Una punzada extraña me atraviesa el pecho.
—¿¡Como que en el hospital!? ¿Estás bien? ¿Estás herida? ¿Qué te pasó? —Niego con mi cabeza—. No. Mejor dime en qué hospital estás y voy ahora mismo.
Mis pies ya me están llevando hacia el elevador para salir ahora mismo e ir con ella. No quiero perder tiempo en nada. Ni siquiera en intentar arreglar mi presentación, así que me voy tal cual estoy vestido: sin el saco ni la corbata y con la camisa fuera del pantalón y remangada hasta los codos. Me importa una mierda lucir desaliñado.
—Liv, dime en qué hospital estás —vuelvo a pedir un poco más exigente porque ella no dice nada.
—En el Hospital General.
Me introduzco en el ascensor una vez las puertas se abren y presiono el botón directo hacia el estacionamiento.
Cierro mis ojos, suelto un suspiro y temeroso pregunto:
—Olive, dime algo. ¿El idiota de tu ex te hizo algo?
—No —niega al instante.
—¿Estás completamente segura? —insisto.
—Lo estoy.
A pesar de lo afectada que se escucha, también puedo notar su sinceridad y eso me tranquiliza de inmediato. De pronto intenta explicarme un poco más, pero sé que está demasiado alterada así que la interrumpo.
—Tranquila, amor. Estaré contigo lo más pronto que pueda, ¿okay?
—Okay —dice con la voz temblorosa.
Sin decir más, le cuelgo la llamada.
El corazón me late deprisa y mi cabeza es un enredo todavía peor. No sé qué haya pasado, pero Olive está demasiado alterada, casi llorando. Yo tenía razón. Sabía que algo andaba mal. Una sensación extraña en el pecho me lo advertía.
En mi camino al estacionamiento Mandy me llama para decirme que no se pudo comunicar con nadie, pero yo la pongo al tanto de la situación. Casi se vuelve loca cuando le digo que Olive está en el hospital y juro que me estresa cuando comienza a hacer un montón de preguntas que obviamente no respondo. Me limito a decirle que voy en camino al hospital y la mantendré informada.
Cuelgo la llamada justo cuando llego a mi auto. Me subo, arranco el motor y salgo del estacionamiento a toda prisa, como si mi vida dependiera de la rapidez con que llegue al hospital.
Necesito ver a Olive. Necesito abrazarla, tranquilizarla y asegurarme de que está bien. Lo necesito, joder.
Cruzo las puertas dobles de la entrada del hospital a toda prisa. Llego a una recepción y para mi desgracia no hay nadie a quien pueda pedirle indicaciones.
¡Mierda!
Me hecho a andar por un pasillo hasta que llego a una sala de espera y entonces, mi corazón vuelve a su lugar al momento que mis ojos localizan a Olive.
Está paseándose con nerviosismo de un lado a otro en el mismo espacio. Mis ojos la examinan de pies a cabeza buscando algo. Solo quiero corroborar que no está lastimada, pero la ira cruda se apodera de mí al ver que sí lo está. Su mano derecha está vendada y tiene...
¡Mierda! ¿Eso es sangre en su blusa?
Me acerco a ella a pasos agigantados.
—Olive.
Su mirada me busca de inmediato y antes que pueda preguntarle algo, termina de acortar la distancia que nos separa, lanzándose a mis brazos.
—Por fin llegaste —dice hundiendo su rostro en mi pecho.
Joder. Quisiera soltar todas las preguntas que tengo en mi cabeza, una tras otra, pero sé que lo mejor es darle un par de minutos, así que me limito a abrazarla con extremo cuidado e intento tranquilizarla. Susurro un par de palabras reconfortantes durante unos largos segundos hasta que decido que es momento para preguntar y saber qué fue lo que pasó.
—Olive. —Ella se niega a verme, así que insisto—. Por favor, Olive, mírame. Necesito saber qué pasó. Dime.
Con mucho cuidado la obligo a alejarse, aunque pone resistencia y no sé por qué. Es como si quisiera que no la mire. Cuando por fin puedo verle el rostro, entonces entiendo el por qué.
Juro que algo se enciende dentro de mí al instante. La ira cruda se apodera de cada parte de mi ser en el momento que mis ojos se clavan en su mejilla izquierda.
—¿Quién demonios se atrevió a tocarte? —pregunto más furioso que nunca.
—No sé —dice en un hilo de voz.
—¿Cómo carajos no vas a saber quién fue?
—Pues aunque no me creas, no sé quién era, Elliot —responde alterada, encarándome con esa fuerza que solo ella puede tener incluso en momentos como este.
Suelto un largo suspiro tratando de mantenerme sereno, aunque parece algo imposible de lograr. Mi mano sube hasta su rostro y acaricia suavemente su mejilla la cual tiene un pronunciado tono rojizo. Alguien la golpeó tan fuerte que incluso tiene un poco hinchada la zona.
Mi mandíbula se tensa hasta un punto como si quisiese partirla.
¿Qué hijo de puta se atrevió ponerle una mano encima? Quiero saber quien fue para darle su merecido. Esto no puede quedarse así. Juro que quiero matar a quien sea que la haya lastimado de esta manera. Es demasiado.
—Elliot.
Su voz me saca de mis pensamientos. La veo hacer una pequeña mueca de dolor y entonces retiro mi mano.
—Ven aquí —digo tomándola de la mano para guiarla hasta el sillón detrás de nosotros.
Nos sentamos uno al lado del otro, y entonces, con más suavidad vuelvo a preguntar:
—¿Qué fue lo que pasó?
Baja la mirada y comienza a contarme a groso modo.
—Íbamos caminando con Fred hacia el lugar donde dejó el auto estacionado. Un tipo estaba ahí, de pronto aparecieron dos más y nos llevaron a la fuerza hacia el callejón más cercano. —Traga grueso antes de continuar—. Creí que eran ladrones, pero no nos quitaron nada, solo...
Se detiene de golpe.
—¿Solo qué? —La incito a continuar.
Suelta un suspiro entrecortado.
—Comenzaron a golpear a Fred. Uno tras otro, golpe tras golpe. No te imaginas lo horrible que fue presenciar algo algo así.
Hago una pequeña mueca.
—Está muy mal, me imagino.
Asiente.
—Lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Al llegar aquí, los doctores lo revisaron y le hicieron un par de radiografías. Dicen que tiene una pequeña contusión en la cabeza, dos costillas rotas y múltiples golpes en todo el cuerpo. —Suelta un largo suspiro entrecortado—. Te juro que creí que iban a matarlo, y sentí mucho miedo porque también creí que me harían daño a mí.
Mi mano derecha sube hasta su mejilla izquierda para hacerle una leve caricia.
—Pero sí te hicieron daño.
Hace una pequeña mueca.
—Lo sé.
—¿Cómo pasó?
—Antes de dejarnos, uno de los hombres intentó besarme. Yo le escupí en la cara y por eso me golpeó —explica—. Me lastimé la muñeca cuando caí al suelo a causa de la bofetada. Me examinaron y dicen que me lesioné un tendón porque todo mi peso se recargó en esa mano.
—Hijo de puta —mascullo furioso.
—Ya pasó, Elliot. Tranquilízate.
—No me pidas que me tranquilice. No tienes idea de lo furioso que me siento justo ahora. Te juro que quisiera ir ahora mismo a buscar a ese maldito que se atrevió a ponerte la mano encima y matarlo a golpes.
—No. No hables así. Sabes que odio todo lo relacionado con violencia y ya suficiente tuve el día de hoy, así que por favor, no sigas.
Tenso la mandíbula con mucha fuerza, y pese a que es algo verdaderamente difícil, intento no seguir diciendo todo lo que pienso, solo porque ella me lo está pidiendo. Termino de relajarme cuando ella se acerca mucho más a mí, recargando su cabeza en mi hombro. Un largo suspiro escapa de mis labios.
—Siento una gran impotencia, Liv. No soporto saber que te lastimaron y yo no estuve ahí para evitarlo.
—Nadie se imaginó que algo así podía pasar. No te mortifiques.
—Es que si tan solo hubiese estado ahí.
—No. No quiero ni imaginarme que tú hubieses estado ahí —me interrumpe con firmeza—. Habría sido mucho más traumante y ellos se habrían salido con la suya.
Frunzo el ceño.
—¿A qué te refieres con que ellos se habrían salido con la suya?
Endereza su postura para verme a la cara. De pronto veo miedo y preocupación en la manera que me mira y no entiendo por qué. Se queda en silencio durante algunos segundos como si estuviese pensando si decirme o no lo que sucede. Eso solo consigue ponerme extrañamente ansioso.
—Olive, dime.
—Esos hombres te querían a ti, Elliot —dice en un hilo de voz.
La confusión se apodera de mí al instante.
—¿De qué estás hablando?
—Yo creo que alguien los envió a hacerte daño, pero esos tipos no te conocen y te confundieron con Fred. Pude escuchar a uno de ellos llamarlo Reynolds. Lo golpearon a él, creyendo que eras tú. —El horror inunda cada parte de su rostro—. ¿Ahora lo entiendes? Si tú hubieses estado ahí, tú serías quien en este momento está en una camilla, inconsciente. —Se cubre el rostro con las manos como si estuviese a punto de echarse a llorar—. ¡Dios! No soporto ni siquiera imaginarlo.
Mierda. Juro que me he quedado en shock por lo que Olive acaba de contarme. No es hasta un par de segundos después que me obligo a reaccionar, sacudiendo ligeramente la cabeza. En ese momento mi atención regresa a ella. Luce afligida, vulnerable, demasiado afectada por estar imaginando quien sabe cuántas cosas.
—Amor, mírame —pido con suavidad, mientras le aparto las manos de su rostro—. No quiero verte así.
—Es que no te imaginas lo horrible que es pensar que tú...
—No quiero que imagines cosas malas —la interrumpo—. Yo estoy bien. Estoy aquí contigo. No pasa nada.
Mis palabras parecen tranquilizarla, aunque no del todo. Es como si hubiese algo que no le permite hacerlo. Hay algo. Yo lo sé.
—¿Quién enviaría a esos matones? —pregunta, viéndome con determinación.
Eso es lo que no la deja estar tranquila. Ella, al igual que yo, está buscando al responsable de todo esto y seguramente necesita saber si hemos pensado en la misma persona.
Me quedo unos segundos en silencio, tratando de unir las piezas, armar mis teorías y todo ello me lleva a una sola persona.
—Hoffman.
—¿Crees que haya sido él?
—Estoy casi cien por ciento seguro. Ya tenía demasiados motivos para odiarme, pero la gota que derramó el vaso debe ser el citatorio del juez. Debe estar furioso porque hayamos levantado la denuncia en su contra.
—¿Y si fue Bianca?
Su pregunta me hace cuestionarme. Admito que no se me había ocurrido pensar en Bianca, pero creo que existe una posibilidad de que también pueda ser ella. Es que me atrevería a decir que tanto ella como Hoffman nos tienen el mismo odio a Olive y a mí, y por ello serían capaces de hacernos daño.
Suelto un suspiro cansino.
—La verdad no sé qué pensar. Mi instinto me dice que el responsable de esto es el imbécil de Hoffman, porque si hubiese sido Bianca, creo que hubiera mandado a esos tipos a hacerte daño a ti directamente, no a mí.
Su expresión se vuelve peor a la que tenía.
—Esto es una pesadilla. Es imposible no sentir miedo.
—Por ningún motivo voy a permitir que alguien intente hacerte daño de nuevo —digo con firmeza para hacerla sentir segura.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué tal si la próxima vez sí consiguen lastimarte?
—No habrá próxima vez.
—¿Cómo estás tan seguro? —Me mira con preocupación.
Me pienso la respuesta durante algunos segundos, porque lo cierto es que, aunque odie admitirlo, no me siento tan seguro, pero no quiero asustarla. Lo que quiero dejarle en claro es que yo haré lo que sea por cuidarla.
—No voy a mentirte. Probablemente Hoffman y Bianca tienen mil ideas en la cabeza para hacer algo en contra nuestra, pero no se los voy a permitir. De mi cuenta corre que a esos dos les pongan un alto lo más pronto posible. Te lo prometo.
—¿Y mientras tanto qué? No quiero vivir con miedo a que en cualquier momento algo malo pase, Elliot.
—Si es necesario y te hace sentir más tranquila, voy ponerte un guardaespaldas.
Me mira sorprendida.
—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto que sí. Se me ocurre que es una buena manera para que estés protegida todo el tiempo.
—No. Por supuesto que no. —Niega con su cabeza repetidas veces—. Eso no va conmigo. No quiero ir a todos lados con un guardaespaldas cuidándome como si yo fuera una celebridad o alguien importante.
—Para mí eres demasiado importante, Olive —recalco con firmeza—. Eres la persona más importante que tengo en la vida y necesito cuidar de ti, protegerte y asegurarme que nada ni nadie te volverá a hacer daño. —Una de mis manos sube y acaricia con suavidad su mejilla—. No sabes cuánto me duele ver cómo te lastimaron y si te pasara algo más, si tu vida se pusiera en riesgo, te juro que no me lo perdonaría.
—Pero tú dijiste que no habrá próxima vez.
—Yo sé, pero no quiero correr ningún riesgo. Necesito asegurarme de que alguien estará cuidándote mientras yo no pueda estar contigo.
—Es que...
—O aceptas el guardaespaldas o aceptas estar conmigo noche y día, sin apartarte de mí ni un solo segundo. Tú eliges.
La autoridad y determinación en mis palabras la dejan sin saber cómo reaccionar, durante algunos segundos, pero de pronto, su rostro se transforma al instante y por más que intenta ocultarla, igual puedo darme cuenta de la pequeña sonrisa que se forma en sus labios.
—Creo que elijo la segunda opción —dice con voz suave.
Es inevitable no sonreír al igual que ella.
—La verdad es que yo también prefiero que estés conmigo todo el tiempo.
—Se oye como una buena idea.
No contengo el impulso y termino plantando un pequeño beso en sus labios.
—Deberíamos irnos para que puedas descansar —digo cuando me alejo.
—Solo dame un par de minutos más. Quizá hayan más noticias sobre Fred. Además, le llamé a sus padres y seguro no tardan en venir. Necesito hablar con ellos.
—De acuerdo.
Me acomodo mejor, y con mucho cuidado paso mi brazo por sus hombros para acercarla a mí y abrazarla.
Al cabo de unos quince minutos llegan los padres de Fred. Cuando Olive les relata lo que pasó, les dice que fue un asalto. Alguna razón debe tener para ocultarles la verdad, por eso no intervengo más que para ofrecerme a pagar todos los gastos médicos. El gesto creo que sorprende incluso a Olive, pero lo cierto es que eso es lo menos que puedo hacer por el hombre que recibió una golpiza que en realidad era para mí.
Poco tiempo después aparece un doctor y dice que Fred debe quedarse toda la noche en observación, pero que se encuentra totalmente estable. Olive se queda más tranquila con eso, así que procedemos a retirarnos.
Nos vamos rumbo a su apartamento y al llegar, Mandy nos recibe con un sinfín de preguntas como siempre. No sé cómo Olive tiene la paciencia para responderle todo. Casi una hora después el interrogatorio se termina y podemos ir a descansar. Olive opta por darse un baño antes de dormir para relajarse un poco más. Mientras tanto yo espero en su habitación y decido llamar a Davis para ponerle al tanto de los nuevos acontecimientos. Le explico de la manera más clara y breve que puedo y él promete ponerse a trabajar al respecto, mañana mismo.
Me tardo alrededor de quince minutos hablando con él y me extraña que Olive no haya salido del baño así que decido ir a ver si todo está bien. Me anuncio dando unos pequeños golpecitos en la puerta y entro de inmediato. La encuentro parada frente al espejo, examinándose la mejilla izquierda donde ya está comenzando a verse un pronunciado moretón.
Se percata de mi presencia, viéndome a través del espejo y me ofrece una débil sonrisa, pero me doy cuenta que sus ojos se han cristalizado.
Me adentro un poco más hasta que me detengo a sus espaldas, la sujeto de los hombros y acerco mi rostro a un lado del suyo para hablarle con suavidad.
—¿Qué sucede, amor?
—No es nada.
La obligo a darse la vuelta para que me vea de frente.
—Dime.
Suspira.
—Es solo que verme este moretón me trajo malos recuerdos. Vinieron a mi mente todas esas veces cuando me miraba al espejo y veía mi cuerpo y rostro marcados por los golpes de Ronald. —Termina bajando la mirada.
—Acordamos que no volverías a pensar en ello —digo, alzando su barbilla con una de mis manos—. No quiero verte triste. Sé que lo de hoy revivió esos malos recuerdos, pero quiero que intentes olvidarlo.
Suelta un suspiro.
—Ya sé. Solo espero las personas no me hagan demasiadas preguntas por un par de detalles que son imposibles de ignorar —dice, haciendo referencia al moretón y a su mano lastimada.
Esbozo una pequeña mueca
—Seguramente habrán muchos chismosos en Gold que quieran saber al respecto. Si quieres puedes tomarte libre el día de mañana o presentarte hasta que el moretón haya desaparecido.
—Claro que no. Eso no es algo que vaya impedirme trabajar. Ya veré cómo me las arreglo para ocultarlo así sea con tres kilos de maquillaje.
—Si vas a necesitar tanto, podemos ir a comprarte más ahora mismo.
Sonríe ligeramente.
—Solo estaba exagerando. No voy a usar tanto.
—¿Segura? Si necesitas algo solo dime.
Antes de hablar, un bostezo se le escapa.
—Por ahora solo necesito descansar
—Estoy muy de acuerdo con eso, así que con tu permiso, te llevaré a la cama.
Con mucho cuidado la levanto del piso, cargándola en mis brazos. Eso provoca que se le escape una risita divertida.
—¿Qué haces? —pregunta, envolviendo sus brazos en mi cuello.
—Te llevo a la cama.
Salgo del baño y camino por el pasillo hacia su habitación. Una vez adentro, me acerco a la cama y con mucho cuidado la deposito sobre el colchón.
—Ten cuidado con tu mano lastimada.
—No te preocupes. Está bien.
Cuando me alejo, puedo notar la enorme y hermosa sonrisa que se forma en sus labios, entonces añade:
—Me gustó que me cargaras.
—Sabía que te gustaría. —Me inclino lo suficiente para darle un pequeño beso en los labios—. Ahora hay que descansar.
Me preparo para dormir. Me quito la camisa y los zapatos, quedándome solamente con el pantalón. Me meto en la cama junto a ella y nos abrigo a los dos con las mantas. Con mucho cuidado la dejo acomodarse en mi pecho, recargándose con su mejilla derecha que es la que no está lastimada. Mi mano acaricia su cabello para ayudarle a relajarse y que se duerma más pronto. Pasan unos largos minutos en silencio hasta que...
—¿Elliot?
—¿Mhm?
—¿Entonces a partir de mañana estaré contigo todo el tiempo?
—No vas a separarte de mí ni un solo segundo —afirmo.
—No lo haré.
Puedo sentir como sus brazos le dan un pequeño apretón a mi torso, luego suelta un largo suspiro y todo su cuerpo se relaja por completo.
—Elliot —vuelve a llamarme.
—Dime.
—Te amo.
Es increíble el efecto inmediato que me provocan sus palabras: sonrío como idiota y el corazón se me acelera. Es la mejor sensación del mundo.
—Yo también te amo demasiado —respondo, dándole un beso en su sien.
Ella suelta un largo suspiro.
—Hasta mañana, amor.
—Buenas noches, amor. Descansa.
Todo queda en silencio. Poco a poco su respiración comienza a volverse más pausada hasta que un par de minutos después, se queda dormida.
Yo sigo despierto durante no se cuánto tiempo más. Me siento agotado, pero por más que intento, no logro conciliar el sueño. Mi cabeza es un enredo. No dejo de pensar en una y mil cosas. Cómo proteger a Olive, cómo poner a Hoffman en su lugar, cómo lograr dar con Bianca quien aparentemente sigue desaparecida. ¡Joder! Siento que son demasiadas cosas que me preocupan.
No sé cuánto tiempo llevo despierto y la verdad ya desistí de mis intentos por dormir. Olive por el contrario sí se encuentra profundamente dormida. Al menos me alegra que ella sí pueda descansar porque en verdad lo necesita.
De pronto, el silencio de la habitación es interrumpido por el sonido de mi teléfono. Está sobre la mesita de noche, así que con mucho cuidado de no despertar a Olive, me muevo un poco para estirar mi mano y alcanzarlo. Me doy cuenta que es un mensaje.
¿Quién demonios me enviará mensajes a estas horas? Sin duda alguna se trata de Jared.
«Hola, querido Elliot. ¿Cómo has estado?»
El número es desconocido, pero una sola persona viene a mi mente: Bianca. Apuesto lo que sea a que es ella, así que respondo su mensaje directamente.
«¿Por qué te has estado escondiendo, Bianca? ¿Qué pretendes con hacerte la desaparecida?»
Su respuesta es inmediata.
«Pero qué rápido descubriste que soy yo. Dime algo, ¿te alegra saber de mí? Me dijeron que estabas muy preocupado por mi desaparición. Seguro me extrañabas.
Por cierto, ¿cómo está tu amada Olive? Dile que le mando saludos. Espero verla muy pronto.»
Mi mandíbula se tensa por lo molesto que me siento al instante. Odio que se ande con rodeos y no me diga de una puta vez qué es lo que quiere, por qué me ha escrito.
«¿Qué demonios quieres? Dímelo de una vez. ¿Quieres dinero? Si es eso, dime cuánto y te lo doy, si con eso consigo que nos dejes en paz.»
Pasan algunos segundos antes de recibir su respuesta.
«No es exactamente lo que quiero, pero podría servirme.»
Entorno los ojos.
«Solo di una maldita cantidad y ya.»
Otros largos minutos esperando por su respuesta. Juro que me siento más impaciente que nunca. ¿Por qué demonios tarda tanto?
Pero entonces, recibo otro mensaje. Lo leo de inmediato y...
¡Mierda!
No es un texto. Es una fotografía de Olive conduciendo su auto, tomada este día. Esa es la vestimenta que llevaba puesta. Creo que logro reconocer el lugar y es en la salida del estacionamiento de este edificio. Seguramente es cuando iba camino a Gold en la mañana.
¿Bianca tomó esta fotografía? ¿A estado cerca todo este tiempo? ¿Ha estado vigilando a Olive?
Mi mandíbula se tensa exageradamente. Me siento más furioso que nunca.
«¿Qué demonios significa esto? ¿A qué estás jugando?»
Envío el mensaje y en menos de un minuto recibo su respuesta.
«A ver, Elliot. Dime algo. ¿A qué estarías con tal de que a ella no le pase nada?»
La ira, la angustia y la ansiedad me empiezan a destrozar por dentro. Mis ojos viajan hacia la mujer que yace dormida sobre mi pecho. Contemplo su rostro, cada parte de él. El corazón se me acelera y entonces, en ese momento, tengo la respuesta más clara que nunca, así que respondo:
«Estaría dispuesto a lo que sea.»
Me quedo esperando su mensaje para saber qué va a pedir con la respuesta que le he dado. Puede pedir muchas cosas. Puede pedir lo que sea. No me importa, solo quiero asegurarme yo mismo de que se aleje de Olive. Que no la involucre más en esto porque si quiere vengarse de alguien, debo ser yo, no ella.
El teléfono vuelve a sonar. Me lo pienso durante algunos segundos, pero termino leyendo el mensaje.
«Vas a darme cincuenta mil dolares en efectivo para mañana a las 07:00am. Quiero que la entrega la hagas tú personalmente, en esta dirección:
25 Avenida Sur y Alameda Franklin Roosevelt. Exactamente en la entrada norte del parque Cuscatlán.
Ni se te ocurra avisarle de esto a alguien, porque tengo a una persona que estará vigilando todos los movimientos de Olive, y si algo sale mal, ella pagará las consecuencias.
Hasta mañana, Elliot. Estoy ansiosa por verte. Besitos.»
Juro que toma todo de mí el no estrellar el maldito teléfono contra la pared del frente para hacerlo pedazos. Ni siquiera puedo moverme demasiado o despertaré a Olive.
¡Puta mierda!
Esto es una pesadilla.
Definitivamente no podré dormir en toda la noche. Cómo hacerlo, si toda esta situación me ha alterado hasta la mierda. Mi cabeza es un lío todavía peor que el de antes. Ahora no dejo de pensar cómo voy a hacer todo esto. Un movimiento en falso significaría poner en riesgo a Olive, porque conozco a Bianca y sé que sería capaz de lastimarla si algo sale mal.
Piensa, Reynolds. Piensa, me repito a mí mismo, una y otra vez.
Debo ser astuto. No voy a acceder a todo lo que pide Bianca así como así. Algo se me va a ocurrir. Lo que sea.
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