
Epílogo
La libertad sentaba bien, sobre todo cuando llevas encerrado miles de años. Por fin, Sargon y toda su raza eran libres. Las Semillas habían sido plantadas y la Cosecha empezaba. Mundos llenos de vida convertidos en mundos máquina y fábricas enormes. La ventaja de conseguir grandes avances tecnológicos permitía sobrepasar la vida y la muerte en muchos sentidos, incluso manipularla a tu antojo, especialmente cuando dejabas atrás los músculos y la carne, por el metal y datos.
Después de dar las gracias al centinela por su intervención, Sargon se puso manos a la obra. A través de la red de todo los planetas que habían sido sembrados con las semillas, empezó la Cosecha. Las fábricas de todos los planetas se encendieron y empezaron a construir de nuevo a toda su raza. Distribuyó todas las consciencias en todos aquellos cuerpos y les ordenó una sola cosa. Destruir.
Habían logrado avances que ninguna otra raza habría sido capaz de imaginarse, llegando a descubrir y conocer a los Hacedores. Quienes no dudaron en encerrar a toda su raza cuando se percataron de la destrucción que dejaban a su paso, conquista tras conquista.
En su retorcida forma de verlo, Sargon y el resto de su especie, simplemente pensaban que así era el orden natural de las cosas. Aquel que ostentaba el poder debía tomarlo sin lugar a dudas.
Ahora habían vuelto, y lucharían de nuevo, incluso si tenían que pasar por encima de los Hacedores.
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