XX
Levi esperaba paciente en los jardines de la institución, Eren se había retrasado. Había visto a salir a los alumnos, algunos lo saludaron y otros simplemente lo ignoraron como siempre lo hacían.
Movió su pie con nerviosismo, golpeando y ensuciando la punta de su zapato impecable. Acomodó sus gafas y su cabello hacia atrás y nuevamente observó el reloj de pulsera que llevaba. Veinte minutos, iba veinte minutos de retraso.
No le gustaba que Eren se quedara con el padre Smith, no solo porque el hombre no parecía de confianza, sino porque estaba seguro de que al muchacho no le agradaba tener que estar cerca del rubio. Por eso, cuando lo vio por primera vez en uno de los pasillos esa mañana desde que habían entrado a la escuela y le pidió que lo esperara a la salida, jamás pensó que luego dejaría ir al aire el nombre de Erwin como si se tratara de un buen amigo.
Miró su reloj y suspiró, veintiún minutos. Tal vez estaba siendo demasiado paranoico, pero no podía evitarlo, no había ni un solo habitante de Fogtown, exceptuando al castaño, que lo dejara tranquilo.
Observó la puerta por unos segundos más y decidió que ya era suficiente. Tomando su maletin con firmeza, se dirigió totalmente eufórico hacia la entrada. Cuando traspasó el umbral, algo lo hizo detenerse. El ambiente se sentía pesado, demasiado, le costó respirar tan solo por un instante y cuando miró hacia el piso superior pudo distinguir a Fisher, allí de pie, observándolo.
Tomando un poco de su valentía, se atrevió a subir los peldaños y acercarse un poco más a la mujer, que no había cambiado su aspecto, ni se había movido ni un solo centímetro.
Aún le temía, demasiado. No sabía porqué aquel ser estaba tan apegado a él y si tenía que ignorarla o buscar respuestas haría cualquiera de las dos opciones que se diera en el momento.
Sin embargo cuando posó sus dos pies sobre la alfombra azul del pasillo y solo quedó a unos pasos de la mujer, esta levantó su brazo y señaló hacia el lado opuesto a los salones, donde estaba el comedor, su oficina y... la del padre Smith. Sus dedos crujieron al cerrarse con fuerza y Levi no tuvo que preguntarle para saber lo que quería.
—De acuerdo—. Dijo entonces más para si mismo que para Fisher, ya que temía ser atacado por la espalda —Iré.
Sintió sus manos temblar, pero no quiso que aquello se hiciese notar, no cuando Fisher aún mantenía su brazo extendido. Caminó lentamente hacia el sector señalado, respirando lo más tranquilo posible y sintiendo que la mujer aún lo observaba.
Su corazón latía desbocado y una gota de sudor bajaba por su sien, su rostro era impacible pero en su interior era un manojo de nervios. Sus pasos se hicieron pesados y cada vez que se acercaba sentía que una fuerza mayor lo llevaba hacia atrás.
Su cabeza dio vueltas y su visión se volvió borrosa, cerró los ojos un segundo y cuando volvió a abrirlos, las velas que iluminaban el pasillo se apagaron.
Su respiración se volvió errática, su pulso se aceleró. No recordaba que hubiese tanta oscuridad, sabía que aún era temprano.
Miró hacia una de las ventanas ¿Por qué el sol no se proyectaba desde allí?
Lo único que pudo ver a través del cristal fue la oscuridad misma. Asustado, dio un paso hacia atrás y cuando miró el pasillo descubrió que estaba en un lugar diferente, el color de las paredes, la alfombra ya no estaba, los salones... Lo único que se mantenía allí, era la última puerta, la oficina del señor Smith.
La puerta estaba entreabierta, y la luz que había en el interior de la sala se reflejaba en el pasillo, haciendo que su visión fuese un poco mejor. Entonces lo oyó, escuchó a Eren gritar, sin embargo sentía que no podía moverse.
Fisher pasó por su lado, caminó lentamente como si él no estuviese allí y entró en la última habitación.
La única luz que había podido ver se había ido, ahora solo quedaba él, en medio de la oscuridad absoluta.
Oyó las puertas azotarse a sus espaldas, la madera crujir bajo sus pies y pronto sintió como su cuerpo comenzaba a moverse por cuenta propia. Le faltaba tan poco para llegar... extendió una de sus manos tratando de abrir la puerta y entonces cuando lo hizo se encontró con una habitación completamente vacía.
Nada, allí no estaba Eren ni el señor Smith, tampoco la señora Fisher.
El lugar estaba levemente iluminado por unas velas. Levi se dedicó a caminar y observó con intriga las marcas que estaban grabadas en las tablas de madera del suelo. Una gran línea roja lo rodeaba, formando un círculo a su alrededor. Dio un paso hacia atrás y entonces se detuvo al sentir unas cuantas tablas flojas, y huecas. Y olvidándose un segundo de todo lo que ocurría a su alrededor, se colocó en cuclillas e intentó quitar una de ellas.
No podía ver, pero el olor a que algo estaba descomponiéndose allí abajo, era fuerte. Cubrió con uno de sus brazos su nariz y entonces quitó dos tablas más. Se levantó del suelo cuando notó que algo había ahí, así que fue por una de las velas para alumbrar. Acercó su brazo y se acuclilló nuevamente para tener una mejor visión, entonces, una mano salió desde el hueco y apresó su brazo.
Levi gritó y cerró sus ojos, sentía que lo quemaba.
—¿Levi?
El psicólogo volvió a abrir sus párpados y se encontró en medio del pasillo de la escuela, Eren estaba delante de él, mirándolo con preocupación.
—¿Está bien?
Levi asintió y dejó que el castaño se adelantara, antes de bajar las escaleras observó una vez más hacia la puerta, y se encontró con la dura y fría mirada del padre Smith y a su lado, a la señora Fisher que no dejaba de señalar la extraña habitación.
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