V
Ben se había despertado temprano, pudo notarlo cuando los rayos del sol comenzaron a colarse por sus ventanas. Hizo su desayuno con algunas cosas que Lena le había llevado la tarde anterior, un poco de té de menta y dos panes con mermelada. Tuvo que deshacerse de la carne, que al no poder seguir con la cadena de frío ya no servía para comerse.
Agradecía que hubiese relojes, así podría acomodar sus horarios, tanto de trabajo como lo que tendría que soportar en esa casa; eran las seis y según la oferta que había aceptado comenzaría su nuevo empleo a las ocho. Quiso lavar su taza pero tuvo que esperar que el agua del grifo corriera cerca de cinco minutos ya que salía con un poco de barro. Al igual que cuando quiso preparar la bañera, tuvo que orinar en ese grotesco agujero y agradeció tener el cepillo de dientes consigo ya que gracias a Lena entre todas las cosas que había llevado, relucía un envase de pasta dental, tal vez de las provisiones que Robert dejaba.
Decidió ponerse su clásico pantalón negro de vestir, una camisa blanca y sus zapatos recién lustrados. Guardó en su maletín algunas carpetas y el juego de lapiceras de diferentes colores que poseía y esperó.
Esperó a que la jovencita rubia que la tarde anterior se había atrevido a decir que lo acompañaría, lo hiciera. Sino por si mismo buscaría la escuela.
Eran las siete y media cuando golpearon su puerta, Ben acabó por pasar una de sus manos por su cabello totalmente nervioso y tomó los anteojos que por poco se olvida, metiéndolos en uno de los bolsillos delanteros de su camisa. Se apresuró a quitar los seguros y pronto se encontró con los pequeños ojos azules posados sobre él y aquella distinguida sonrisa.
—Buenos días, señor Harl— saludó jovial.
—Buenos días, Lena.
La muchacha portaba una falda negra con una camisa blanca, llevaba un saco del mismo color con una cruz pequeña bordada en el lado derecho de color rojo. Tenía un maletín marrón y sus zapatos, aunque deberían combinar con lo último, estaban manchados y desgastados.
Caminaron muy poco en realidad, pasaron cerca de cuatro casas, cabe mencionar que todas las personas con las que se encontraron parecían esquivarlo severamente, algo que de por si le pareció muy descortés. Encontraron la escuela no mucho después de ello, la estructura era pequeña y parecía de aquellas instituciones católicas a las que había asistido cuando era pequeño, solo esperaba que ninguna monja saliera a recibirlo. Pero quiso comerse sus palabras cuando traspasaron la gran reja negra que bordeaba el jardín del lugar, aparentemente sí había una mujer con hábito esperándolo.
—Bienvenido señor Harl.
Saludó cortés cuando estuvo de pie frente a ella, Lena simplemente le dio un saludo silencioso con la cabeza y se alejó de ambos cruzando la puerta de entrada.
—Seré su guía, soy la hermana Marie y puede estar completamente seguro a mi lado, lo estábamos esperando.
—Buenos días, hermana.
La mujer le enseñó una bonita sonrisa y abrió la puerta de la institución siendo seguida por el psicólogo.
—Como sabe— comenzó a explicar mientras caminaban por el primer pasillo —, no estamos acostumbrados a los forasteros, pero el gobierno ha pedido que en todas las instituciones debe haber al menos un psicólogo, es una nueva normativa por lo que he oído, no estábamos muy entusiasmados con la idea pero el padre Smith ha viajado hasta Lungs para comunicarse con usted.
—¿El padre Smith?
—El director de este lugar, por supuesto— la muchacha se detuvo en medio de un pequeño patio techado, delante de ellos podía verse una estatua de Jesús, rodeada de un jardincito con algunas flores —. Aquí es el patio interior, los chicos toman sus recreos y también sus rezos antes de entrar a sus salones, espero señor Harl que sea devoto, ahora como un miembro más de esta institución debería hacerlo también.
– Por supuesto que sí, hermana.
Subieron una de las escaleras que estaba del lado derecho de la estatua, del otro lado también se podía ver otra escalinata que se unía y daba a dos pasillos diferentes, incluso había pequeños portaretratos colgados en las paredes, con imágenes de la virgen y frases de la biblia.
—Estos son los salones, están divididos desde el primer año hasta el quinto. Como no tenemos demasiados alumnos, solo hay uno de cada curso. Las edades de los chicos varían desde los trece hasta los dieciocho— la mujer abrió uno de los salones que se encontraba completamente vacío, los pupitres estaban atornillados al suelo, de madera todos y no había más que una simple pizarra negra en medio de la pared, también podía verse el escritorio del profesor y una silla para el mismo —. Las clases comienzan a las ocho y terminan a las tres, también será su horario señor Harl, ya que tendrá que estar disponible por si cualquier alumno lo necesita. Los demás salones son completamente iguales, así que por favor vayamos por el otro pasillo.
Ben siguió silencioso a la mujer, cuando estaban por cruzar el espacio donde se encontraban las escaleras, escuchó unas risitas ahogadas, por curiosidad sus ojos viajaron hacia un par de jóvenes que acababan de entrar, una tenía el cabello bicolor y la otra era completamente rubia, Lena se había unido a ellos y ahora los tres parecían hablar en voz baja.
—¿Señor Harl?— Ben observó un poco asustado por la intromisión de la mujer, quien le hizo una seña para que avanzara —. Por aquí.
Continuó su viaje en silencio hasta que la joven sacó un juego de llaves con las cuales abrió la siguiente puerta.
—Este es el comedor, solo lo abrimos a la hora de la comida para que los alumnos no entren antes de tiempo.
Tres mesas rectangulares de madera se veían, candelabros por todo el lugar al igual que los salones, unos grandes ventanales que dejaban ver la luz solar y nada más que eso.
Volvió a cerrar la puerta con llave una vez que Ben le hubiese echado un vistazo. Siguió su camino y señaló dos habitaciones más.
—El baño de hombres y el de mujeres.
Y luego fue hacia la penúltima puerta que se veía.
—Este es su consultorio señor Harl, una vez que esté listo, podrá acomodar todas sus pertenencias y ésta – le entregó una de las tantas llaves que poseía –, es suya, para que nadie pueda mirar en su trabajo. ¿Tiene alguna pregunta?
—¿Tengo que hablar con el director?
La mujer negó rápidamente y luego volvió a sonreír.
—El padre Smith me dejó a cargo de su llegada, él ha tenido que viajar unos días fuera de Fogtown. Aquí trabajamos junto a seis hermanas más, somos las que impartimos las clases, hacemos la comida y cuidamos la salud de nuestros alumnos, usted ahora, es parte de esta institución y esperamos su entera colaboración para el bienestar de los nuestros— le alcanzó una hoja de papel que Ben había notado al final del recorrido —. Estos son los alumnos que se han anotado para tener una cita con usted, al parecer todos quieren conocerlo. Puede ir a su oficina, cuando las campanas suenen debe bajar al patio principal para decir nuestros rezos.
—De acuerdo hermana Marie.
La mujer dio un breve saludo con su cabeza y se alejó de allí, Ben miró el papel y la llave que ahora tenía entre sus manos y se adentró a la oficina. Abrió las cortinas para que la luz solar se filtrara en el ambiente y luego dejó su maletín sobre el escritorio de madera. El lugar era bastante pequeño pero estaba bien, al parecer las mujeres habían limpiado el lugar antes de su llegada, dos sillas se encontraban allí y supuso que sería lo necesario para él y su paciente.
Se sentó en una de ellas y miró la hoja que la mujer le había entregado, estaban por horarios y supuso que tampoco al menos por ser la primera vez, podría elegir el tiempo en el que cada alumno estaría allí.
INSCRIPCIONES PARA EL PSICÓLOGO ESCOLAR
¡Ésto sonaba como si fuese un show privado!
-Amelia Ars.
-Joan Kurch.
-Marco Bennet.
-Carol Sprous.
-Randall Baldwig.
-Lena Strof.
La campana comenzó a sonar, tres veces para ser exactos y Ben recordando las palabras de la hermana Marie, salió sin prisa alguna de su oficina para dirigirse al patio principal. Cuando llegó a las escaleras las voces de los jóvenes bajaron unos cuantos grados hasta quedarse completamente silenciosos; eran cerca de quince tal vez, todos con sus ojos pegados en su persona. Ben pudo observar también con interés a las siete mayores que estaban a cargo de la institución, cuando la hermana Marie lo distinguió, con una sonrisa le insinuó que se pusiera a la misma altura que sus compañeras.
—Buenos días.
—Buenos días hermana— dijeron los adolescentes al mismo tiempo.
—A partir de hoy, tendremos un nuevo compañero y también guía escolar— señaló a Ben y todos los jóvenes miraron hacia él —. El señor Harl estará en su oficina siempre disponible para conversar cualquier problema que ustedes deseen contarle, espero que todos podamos llevarnos muy bien. Ahora nuestro rezo.
Todos rezaron el padre nuestro, mientras que una de las hermanas "purificaba" a los alumnos marcando una cruz con agua bendita en la frente de cada uno, igualmente lo hizo con Ben.
—Esto es lo que debe hacerse, pero como usted será un hombre libre de pecado al aceptar su trabajo aquí, solo es por hoy, a los jóvenes debemos hacérselo una vez por semana— explicó Marie.
No entendió a lo que se refería, pero pronto todos estuvieron marchando a sus salones y Ben a su oficina. Una de las hermanas pasó cerca de las ocho y media con una taza humeante de café.
—Le traigo esto señor Harl mientras espera la hora del almuerzo, que es a las doce.
—Muchísimas gracias hermana.
La mujer quedó estática en su lugar entonces Ben la miró con curiosidad.
—¿Necesita algo?
—¡Oh! Solo... solo tengo un poco de curiosidad sobre usted.
—Puede preguntar si usted gusta.
La mujer se sentó no tan convencida en la silla que estaba delante de él y juntó sus manos sobre la falda.
—Sé que no es correcto ya que soy una hermana más del pueblo pero...— la mujer pasó varias veces su lengua mojando sus labios en un gesto nervioso —. He oído que usted viene del exterior y sé qué es lo que hace un psicólogo, solo quería saber si usted ¿Podría atenderme también?
—No sé si sea el más adecuado para oírla hermana pero por supuesto que siempre estaré disponible por si lo necesita.
—Es que aquí ya no tenemos iglesia para confesarnos y sé que mis compañeras podrían hacerlo, pero temo ser juzgada. ¿Comprende?
No, no lo hacía en realidad. ¿Había cometido algo tan grave como para no querer decírselo a sus hermanas y confiar en un desconocido?
—Comprendo, puede venir en cuanto usted crea que es conveniente.
—¡Muchísimas gracias señor Harl!— la mujer hizo una reverencia y se marchó de la oficina dejándolo aún más confundido que antes.
Bebió su café y esperó a las nueve y media. Amelia Ars.
La joven parecía ser bastante asustadiza, se había interesado en sus sesiones cuando creyó que él podría llegar a descubrir sus miedos y Ben estaba dispuesto a ello, incluso temía hablar en un tono alto, por lo cuál se la había pasado susurrando en toda la sesión. Joan, era el caso contrario, parecía no temerle absolutamente a nada, tenía problemas de ira y lloraba avergonzado cuando tocó el tema de su madre, alguien quien sin duda se llevó un nuevo horario para que pasara por su oficina al igual que la primera.
Marco y Carol no parecían tener problemas en realidad, Bennet se había anotado para ver si podía saber algo más sobre Joan, cosa que Ben tuvo que explicarle pacientemente que él no podría comentarle nada al respecto y Sprous simplemente quería saber más sobre el exterior y cómo era la vida del psicólogo, solo curiosidad. Randall fue uno de los que más pañuelos utilizó en el día, su madre y su padre habían fallecido de una enfermedad extraña a principios de año y ahora vivía junto a una de sus tías, tenía problemas para hacer amistad con los jóvenes de su edad y tenía complejos sobre su persona.
Y luego, luego llegó Lena.
Tres leves golpes en su puerta anunciaron que la joven rubia estaba allí, esperó un "adelante" de su parte para entrar, y sus ojos azules pronto lo observaron con emoción.
—Señooooor Beeeeeen.
Harl hizo que se sentara después de saludarlo, la joven pasó su mirada por todo el lugar deteniéndolos en su escritorio.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar conmigo Lena?
La muchacha lo miró y le sonrió.
—¿Usted sabe reconocer la verdadera belleza señor Harl?
El joven la miró un poco confundido y negó levemente con su cabeza antes de contestar.
—No sé a lo que te refieres.
—Dígame— comentó mientras se ponía de pie y caminaba por la oficina —¿A usted le parecen bonitas las mariposas?
—Sí, me parecen muy hermosas— respondió con sinceridad.
La joven lo miró esta vez totalmente seria, sus ojos azules parecían examinarlo y Ben no pudo pensar en que la muchacha era demasiada extraña.
—No viven mucho siendo bonitas.
—¿Hay algún punto al que quieras llegar?
Lena le dio la espalda y siguió caminando por la oficina, sin mirarlo una sola vez.
—La mayor parte de sus vidas la viven en la tierra, la otra mitad dentro de la crisálida y luego, cuando por fin pueden ser bonitas y volar lejos de todo lo que conocieron no hacen falta más que unas horas para que dejen el mundo— luego se acercó lentamente a la silla y tomó asiento una vez más frente a él —. Estaba persiguiendo una cuando lo encontré a usted, creo que fue el destino.
—¿El destino?
—Sí— Lena volvió a sonreír, sin embargo Ben comenzó a sentirse realmente incómodo —. Vi la crisálida romperse, tenía unas enormes alas azules, me dije que tenía que verla antes de que su vida acabase, así que la seguí por el campo y entonces allí estaba usted.
—¿Qué quieres decir con todo esto Lena?
—Sus ojos son tan azules como las alas de esa mariposa— continuó —Y su mirada muestra que usted ya ha salido de la crisálida y ha visto lo que está más allá de todo lo que conocemos. Señor Harl, usted no tendría que haber venido a Fogtown.
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