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Si tuviera que resumir mi vida en una frase sería: desafortunada sucesión de eventos. Y ya sabrán el motivo. Treinta años parecen demasiado tiempo de vida cuando eres solo un niño o un adolescente, pero no lo es. Cuando te acercas cada vez más a esa edad, te das cuenta que, de hecho, no has vivido casi nada. No eres un niño, pero tampoco es como que seas un mueble y ya no te queda vida útil.

Comenzaré este relato diciendo que para cuando decidí que quería ponerle orden a mi vida, estaba pasando por un momento muy trágico de la vida adulta, es decir, la vida adulta en sí misma. Recuerdo que muchas veces deseé terminar con eso.

Me parece que vale la pena recordar al tipo que trabajó conmigo una vez, su nombre era Kyungsoo. Aunque es algo triste que yo lo recuerde por este suceso, es imposible no hacerlo. Kyungsoo usaba lentes de pasta negra lo bastante gruesos de una graduación considerable por el avanzado estado de su astigmatismo, y siempre llevaba puesto un suéter azul que él mismo había tejido, incluso en los días calurosos. Kyungsoo no tenía novia, tampoco amigos, vivía con sus padres y un hermano mayor del cual jamás hablaba. Era el único pobre diablo que se quedaba horas extra todos los días porque "Necesitaba el dinero," a pesar de no tener hijos ni gastos extraordinarios, siempre estaba dispuesto a cambiar su turno de la mañana o el medio día por el nocturno con cualquiera que lo necesitara como un favor. Aunque jamás le cobraba nada a nadie.

Kyungsoo almorzaba solo en la mesa al fondo del comedor, esperaba hasta las 3 de la tarde, cuando todos habían comido ya y el espacio quedaba libre. Comía la misma cosa todos los días: arroz blanco, carne cortada en trozos y algunas verduras hervidas. Durante todo el día tenía suerte si de decía más de diez palabras, las cuales en su mayoría serían monosílaba. Quizá algún "Buenos días" por ahí si se encontraba de buen humor.

Se me hacía imposible no cuestionarme qué podría estar pasando por la cabeza de aquella persona en un par de ocasiones donde -por cosas del destino, y que es bastabte difícil soportar más de ocho horas sin comer, Kyungsoo decidía cambiar su hora de almuerzo a, digamos la 1. Pero eran contadas las veces.

Todo el mundo lo consideraba un bicho raro. Yo también. No me enorgullece, pero llegué a hacerlo. Influenciado por comentarios de pasillo, pensaba que el hombrecito misterioso -odioso según algunos, y muy inteligente según todos, no era más que una persona tímida que había tenido mala suerte con las amistades y tenía habilidades sociales inexistentes.

Un día entré solo al comedor, era un cuartucho sin ventilación al fondo del almacén, no había ventanas que permitieran la entrada de la luz solar, el aire acondicionado estaba descompuesto, por lo que parecía que estabas friendo papas mientras masticabas tu comida (lo que sea que lograras comprar en la semana con ese sueldo de porquería), y una capa de brillante sudor relucía en tu frente.

Aquella vez había decidido que me sentaría en aquella mesa y sacaría algunas palabras de la boca de Kyungsoo. Al principio, los ojos casi se le salen de la sorpresa, pero respiró profundo y se sentó a mi derecha.

"¿Quién te pidió hacer esto?" preguntó.

Lo hizo después de un par de incómodos minutos masticando viendo hacia la pared lateral, esa cerca del lavabo con un trozo de cartón debajo en lugar de una alfombra. Su voz era muy agradable al oído, era profunda y serena al mismo tiempo. Se me ocurrió que podría ganar mucho dinero narrando audiolibros en lugar de llevar las cuentas de un almacén de electrodomésticos.

"Nadie me ha pedido hacerlo, Kyungsoo. Creo que aún puedo pensar por mí mismo," respondí.

Una mueca parecida a una sonrisa se dibujó en su rostro, el aire que estuvo conteniendo mientras esperaba mi respuesta fue liberado. Terminamos de comer tranquilamente.

No. No nos hicimos amigos. Se necesitaba más para establecer una amistad que un par de personas solitarias que ignoran deliberadamente ese hecho. Supongo que no estábamos tan desesperados.

A veces me pregunto si, de habernos hecho amigos, Kyungsoo tal vez seguiría con vida. Me hago la pregunta al menos una vez al mes (sé que no es mucho, pero no llegué a conocerlo bien), antes de cerrar los ojos pienso que, fue una verdadera lástima la forma en que las cosas pasaron.

Fue un lunes por la mañana, (buen día para suicidarse supongo) era 16 de Enero y el cumpleaños de Kyungsoo había sido un par de días antes. Él, especialmente pidió estar libre ese domingo, para "celebrarlo a su manera" le había dicho a sus compañeros mientras anotaba en el cuaderno de la contabilidad la venta del día. Fue el último en salir de la tienda el sábado por la noche, llevaba un cupcake (regalo de la tienda) en la mano con una sola vela de color rosa, también llevaba puesto un gorro de cumpleañero y un oso de peluche marrón en la mano izquierda que le había dejado un admirador secreto en su escritorio esa mañana.

Es curioso que todos recuerdan haber visto a Kyungsoo sonreir ese día, trabajar con la misma agilidad de siempre, pero había algo diferente en él. Quizás era el brillo especial de su cumpleaños número treinta. Quizás era el hecho de que había planeado paso a paso lo que sucedería una vez llegara a casa.

La mañana del lunes, cuando puse un pie en la tienda lo primero que escuché fue: "Encontraron a Kyungsoo con la cabeza metida en el horno y el gas abierto," de la boca de Joy.

Jamás pude entender porque en los momentos más inadecuados mi reacción era la misma: risa. Una fuerte y sonora carcajada desde el fondo de mi estómago. Reí y reí hasta que me dolió siquiera respirar. No podía ser cierto aquello. Joy tenía que ser muy tonta para creer que alguien como Kyungsoo, con un puesto administrativo, sin hijos, soltero, triste, que pasaba sus ratos libres con la mirada en blanco viendo hacia la nada, que miraba al piso al caminar y que nadie jamás se molestó en conocer un poco mejor, se suicidaría en la noche de su cumpleaños. Simplemente no me pareció algo verídico que alguien se tomaría la molestia de preparar su propio pastel en un molde de corazón, y en lugar de meterlo al horno, lo reemplazaría con su propia cabeza, inhalando gas hasta perder la conciencia. No tenía sentido para mí.

Cuando vi su escritorio vacío con una rosa roja en el lugar donde solía estar la botella de agua de Kyungsoo, me fui al baño a vomitar. Una mueca se dibujó en mi rostro, y en una muestra de empatía por un ser aislado e incomprendido, me permití llorar mis treinta minutos de descanso enteros por él. Ya que, quizás, sería la única persona (además de su familia) que estaba lamentado la pérdida de su vida, y se me ocurrió que Kyungsoo merecía que alguien llorara por él tan solo esa vez.

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Aquella vez cuando estuve desempleado, solo y sintiendo lástima por mi mismo como nunca antes, las vías del metro eran una tentación grandísima. Tuve que agarrarme con fuerza a las puertas de vidrio para no dejarme caer al frente sobre los rieles, porque se me ocurrió que mis sesos podrían salpicar el bonito y caro traje de algún hombre de negocios, o los zapatos nuevos de alguna secretaria. ¡Y no quería llevarme ese cargo de conciencia!

En su lugar, me sequé las lágrimas (más que nada porque se me había hecho costumbre eso de llorar en publico durante esos que fueron los dos meses más difíciles de mi vida), y me subí al primer vagón que se detuvo en la estación H55, lo tomé como una señal del destino. Terminé perdido al noroeste de la ciudad seis estaciones más allá.

No entendí esa señal.

Cuando regresé a casa me habían cortado la luz. Me arrojé al piso sobre la alfombra que me había tomado cuatro meses pagar, me retorcí sobre ella lamentándome haber nacido hasta que caí rendido.

Sí, no recuerdo haber sido alguien extremadamente feliz. No como Chanyeol, mi antiguo compañero de la universidad, ya saben, sonriente, alegre, agradecido por estar vivo cada segundo. No fue así para mí. Siempre traté de lidiar con el hecho de estar vivo, lo que muchos estarían de acuerdo, no es vivir.

Supongo que las cosas empeoraron cuando comencé a obsesionarme con la fecha del calendario.

Antes de cumplir los treinta me planteé una cosa, conseguir con quien casarme cuanto antes. En aquel momento realmente sentí que mi reloj se había echado andar, o que estaba a punto de detenerse tal vez. Me sentí viejo e inútil, pensé que moriría solo si no salía justo en ese momento y embarazaba a alguien que no me gustara, con quien seguramente el sexo no sería tan bueno, alguien con quien tener dos hijos que me culparan por cada mala decisión en su vida. Pensé que podríamos vivir cómodamente con mi sueldo de porquería (aunque me había graduado por lo menos) mientras ella se quedaba en casa con las crías, justo como mi buen abuelo me había brindado una enseñanza tradicionalista, sería un hogar tradicional.

Pero entonces descubrí que era estéril, lo que hubiera sido genial de escuchar como adolescente, pero no transcurridas tres décadas de tu vida cuando es tiempo de dejar de jugar y sentar cabeza.

"¿Está usted segura de eso, doctora?" pregunté.

Solo para estar seguro.

"Su esperma es débil, señor Byun." respondió. "Mientras más rápido lo acepte, más fácil será continuar con su vida normal."

No sentí algo justo que aquella mujer con flequillo me hablara así. Pero era su clínica, ya había escucha que Irene era una mujer muy directa, así que cerré la boca y lloré en el taxi de camino a casa.

A mi ni siquiera me gustaba ir al doctor, pero justamente, había estado saliendo con esta mujer llamada Daphne, era francesa (o eso creía yo, dijo algo sobre haber vivido en París alguna vez), era una belleza, por cierto. Tenía unas piernas larguísimas y pecas diminutas en el rostro. No solíamos hablar demasiado, pero había química, la cual aprovechabamos en la cama. El sexo era genial.

Hasta que un día me dijo que ya no podíamos vernos.

"Escucha," dijo, miró a todos lados como temiendo que alguien pudiera reconocernos en aquel café. "Sé que hemos estado viéndonos por algún tiempo y-"

"Tres meses," dije. "Han sido tres meses."

Ella puso esos ojos color esmeralda sobre mí, pude notar el aburrimiento en ellos. "Claro. El punto es que ya no podemos vernos más."

Por supuesto que me tomó por sorpresa. No dije nada. Ella bebió su té helado, dándome algo de tiempo para poner mi cerebro en marcha. Acababa de terminar conmigo en la cafetería de Minseok, dos cuadras más allá de mi departamento.

"Escucha, Daph. Me encantaría recibir al menos una explicación."

"Tuve sexo con un viejo amigo de la universidad que vino de visita," dijo. "Y creo que estoy enamorada de él."

Fue como un balde de agua fría con cubos de hielo. Quedé boquiabierto, era un hombre adulto, pero aún así, me sentí como un niño con el corazón roto.

"Yo-"

Me interrumpió, "No espero que jamás me perdones por una cosa así, Baekhyun." dijo, su acento europeo se hacía más notable cuando estaba al borde del llanto y la voz le temblaba. "Lo lamento muchísimo."

En mi bolso estaba un pequeño regalo que le había comprado, no era un anillo de compromiso. Por supuesto que no, claramente yo había dicho hogar tradicional. Le llevaba unos pendientes que me habían costado un mes de salario y comer solo pan en el desayuno.

"Daph, lo nuestro es algo bueno."

No me gustaba regatear, y como todo hombre criado por un anciano que solía cultivar maíz y arrear ovejas, tenía un gran orgullo. Sin embargo, me tragué el nudo que tenía en la garganta, recondando algo crucial; yo no quería estar solo.

"El sexo no se traduce en una relación estable, Baekhyun. Te mereces algo mejor," dijo Daphne. Tenía la vista fija en la calle a través del cristal, estábamos sentados en la mesa más apartada. "Realmente espero que las cosas mejoren."

Justamente cuando terminó la frase, un auto caro se estacionó frente a la ventana. Daphne se puso de pie, alisó su uniforme con las palmas de sus manos, y antes de salir me dijo.

"Deberías ir al doctor, deberías hacer que te revisen."

Luego desapareció por la puerta con el distintivo tintineo de una campanilla y la mirada del dueño del local siguiéndole.

Ella no había dicho con exactitud qué debía hacer que me revisaran, instintivamente, mi mirada se fue a mi entrepierna. ¿Sería posible?

Así terminé en el doctor, con los resultados de exámenes de sangre en una mano y un folleto de educación sexual en la otra, venía con un preservativo de regalo. Estaba sano, pero era estéril.

Si yo hubiera tenido un auto, hubiera hecho uno de esos viajes improvisados a la playa. Me habría quedado por horas mirando al horizonte por sobre el mar, hubiera mirado el atardecer. Un escenario digno en el cual desmoronarse porque cada vez estaba más lejos de lo que me había propuesto. Pero era un asalariado más que tomaba el metro, decidí que caminar sería una mejor opción. Una más realista.

Iba pateando las pequeñas rocas que me encontraba en el camino, que no eran muchas, porque a decir verdad la ciudad era bastante limpia. Sí, definitivamente si no tenía el valor de suicidarme antes de Diciembre, la alcaldesa Jung podía contar con mi voto un año más.

Me pareció hilarante el hecho de que había estado lloviendo esa mañana, y a esa hora del medio día, solo quedaban charcos a la orilla de la carretera. Estaba pasando cerca del banco donde mi abuelo solía retirar su pensión del gobierno, cuando un una camioneta negra pasó a toda prisa cubriéndome de pies a cabeza con agua sucia. Era mi mejor ropa, justo como el abuelo me había dicho: "Usa tus mejores calzoncillos siempre, nunca sabes cuando tendrás que quitarte el pantalón."

Regresé a casa empapado sintiéndome la peor escoria de la tierra. Joder, ¿qué había hecho yo en mi vida pasada para que me patearan en mis bolas estériles en esta? Sería bueno descubrirlo.

Oh, tal vez fue eso que le hice a Hyeri. Oh, tal vez si fue eso.

En la universidad yo solía tener esta novia bastante bonita, era una aspirante a periodista. Solía pasar horas y horas anotando cosas en su libreta, y a veces después de follar, vendría esta ronda de preguntas filosóficas que según ella le ayudaban a pretender que estaba en una entrevista. ¿Cuál es el verdadero significado de la vida? ¿Todo el mundo tiene a alguien, pero a quién tienes tú? Realmente, ¿has sido amado alguna vez?

Y si hubieran sido los sesentas, ya saben, hippies, recitar poemas sentados en el césped, orgias a la luz del día. Entonces hubiera sido genial filosofar por horas. Pero la verdad, para aquel entonces, Hyeri me parecía aburridísima, pero era una chica linda y las cosas con ella eran seguras, siempre. En todo sentido, por eso el sexo comenzó a aburrirme también.

Yo tenía este amigo llamado Sehun, el era muy alto, muy guapo, y siempre tenía una fila de al menos diez chicas detrás de él. Lo seguían a todas partes. Tuvo una de esas aventuras interraciales que seguramente le ocultaría a sus padres hasta el día de su muerte (la madre de Sehun era canadiense, pero le enfermaba el hecho de que su hijo anduviera con extranjeras). En fin, el punto es que esa chica estaba buenísima. Los sábados por la mañana cuando Chanyeol y yo tocábamos la puerta de su habitación para irnos al turno de las 7 en la tienda del campus, abría la puerta esta mujer sensual de piel bronceada, vistiendo lo que fuera que Sehun tuviera puesto la noche anterior. El cabello azabache por todas partes, medio dormida, recargándose en la puerta con los labios hinchados y muchas ganas de regresar a la cama a dormir. Entonces un par de manos grandes tomarían su cintura desde atrás y pronto Sehun asomaría el rostro. Esa mueca autosuficiente se mantuvo ahí durante al menos dos años hasta que Lena regresó a Brasil.

¡Pero esa no es la historia! Lena era muy sensual, cierto. Lena era muy atrevida, también es cierto. Mi naturaleza pícara de aquellos días de juventud se encontró con su naturaleza descarada. Nos llevábamos bien, y nos era casi imposible no coquetear cada que nos veíamos. Por eso accedí a un trio, le compramos un juego de lencería negra y tuvimos sexo muy bueno y para nada aburrido.

"¿Qué te hace engañar a alguien?" dijo Hyeri. Un día mientras estábamos ahí, acotados en la cama. Completamente vestidos.

"No tengo idea, cariño." dije. "¿Es el tema de esta semana en clase?"

¿Les había dicho que en realidad soy buen actor?

"Terminar," se removió incómoda en su lugar. "Simplemente, destruir tu relación por, ¿qué? Diez minutos de placer."

Para ese momento yo ya sabía por dónde iba el asunto. Aún así, me levanté de la cama y me dirigí al baño, pero antes de eso, contesté: "Esa gente debe estar mal de la cabeza."

Por supuesto que sentí algo de remordimiento, ella era una buena chica. En mi defensa, a los diecinueve años no te tomas nada demasiado en serio. Y fue solo esa vez.

Hyeri se enteró cuando un mensaje llegó a mi celular mientras me duchaba, era de la tienda agradeciendo mi buen gusto y confirmando mi participación en el sorteo de un apartamento amoblado gracias a la compra. ¿Compra de lencería que nunca llegó a sus manos? ¿Un fin de semana entero en el que no tuvimos sexo debido a lo agotado que estaba por Sehun y Lena? ¿Ducharme solo porque no quería que viera las marcas de uñas en mi espalda? Joder me botó de inmediato, lloró durante tres horas seguidas.

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Comencé a salir con una mujer llamada Krystal, era preciosa, que suerte tenía. Era la hermana de una antigua compañera de la universidad. Era nuestra segunda cita, quedamos en el bar karaoke que estaba a quince minutos a pie de mi departamento, Krystal había llegado en taxi. La esperé durante quince minutos más, intercambiamos unas sólidas tres frases antes de que ella-

"Esto no está funcionando," dijo.

Dejé mi té helado de Long Island a medio tomar para permitirme una reacción. ¡Vaya sorpresa! ¡No tenía idea yo de lo mucho que aburría a Krystal con tan solo verle el rostro! Pero me gustaba su risa, era bonita. Además era muy culta. En el fondo, me hubiera gustado al menos una tercera cita. Claramente ella no pensaba lo mismo.

"Oh, bueno yo pienso que podríamos-"

"No estoy interesada en eso," dijo.

Parpadeé, "Realmente disfruto tu compañía, Krys."

"Estoy buscando alguien con quien casarme, Baekhyun." suspiró. "Mi padre desea una carrera política para mí, ya sabes, el legado familiar. Eso no es lo que deseo, la única manera de evitarlo es si me caso antes de los veintiocho, y siento que pierdo mi tiempo contigo porque claramente no estás listo para eso."

Me dejó sin palabras, porque eso era lo que yo buscaba también. No tenía idea de que le estaba dando la impresión equivocada.

"¿Por qué crees que no estoy listo?"

"No hemos tenido sexo, no me has invitado a tu casa." dijo, me miraba fijamente al hablar. "Necesito evaluar posibles maridos, no puedo permitirme esperar tanto tiempo."

"Es nuestra segunda cita."

"¿Hace falta más?"

Excelente pregunta. La respuesta es, no con la persona correcta. Entonces le di la razón.

Sooyoung dejó un billete de veinte junto a su martini, mordió la aceituna mirándome a los ojos, luego se levantó y se marchó.

Detrás del mostrador, apareció este hombre de treinta y tres años con aire juvenil, y cabello lacio negro en un corte degradado de los lados. Vestía una camisa azul claro y pantalones cortos oscuros.

"Amigo, eso fue patético," dijo.

Su tono era de la más pura lástima y vergüenza ajena combinados, pero dejaría de ser Minseok si no sonriera. Aunque se estuviera burlando de ti. Él tomó un vaso (claramente limpio) y lo lustró con un paño blanco.

"Escucha, solo porque podríamos ser considerados amigos desde hace mucho tiempo," continuó. "Te presentaré a una amiga de Hani."

Dejó el vaso a un lado, y se inclinó sobre la barra. No había necesidad de pretender estar trabajando cuando se es el dueño, -bueno, era más bien una sociedad a medias con su viejo amigo Jongdae. Yo conocía a Jongdae, un buen tipo- le sentaba de maravilla eso de tener dos negocios; cafetería por la mañana, bar por la noche. Minseok se veía descansado y fresco.

"No es necesario, yo-"

"Oh, no, no." dijo. "Sí es necesario. Has estado viniendo al bar más que a la cafetería incluso cuando tu resistencia al alcohol se mide en dos vasos de soju."

En ese punto, estaba recargando la cadera contra la madera, tenía los brazos cruzados a la altura del pecho y se había echado el paño blanco al hombro derecho.

"No me parece buena idea ligarme a las amigas de tu hermana," respondí.

Ignorando el resto de su declaración.

Minseok suspiró, "Su nombre es Wendy, es secretaria en una corporación importante. Créeme Baekhyun, no hay nadie parecida a Wendy. Caerás por ella desde el primer momento." un silbido de apreciación resonó en mis timpanos. "Si no estuviera saliendo con Karina, probablemente yo-"

"De acuerdo," interrumpí, me levanté de mi asiento. "Eso es algo que no deseo saber. Gracias, Seokie."

Minseok fingió arcadas ante la mención de su apodo cuando era un niño regordete en una botarga de pingüino, y volvió a su labor anterior de lustrar el mismo vaso limpio. Cuando llegué a casa, recibí un mensaje con el número de Wendy.

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¿Que si yo había estado enamorado alguna vez? Es probable, pero diré que no. Para muchos estar enamorado es solo estar con alguien, solo que te guste y nada más. Mi definición de estar enamorado es parecida a la locura, pero sin las partes malas. Perder la cabeza por alguien, y que al verla mi corazón de un vuelco en mi pecho incluso después de mucho tiempo juntos, acurrucarnos a ver televisión, salir a cenar, divertirnos todos los días, ser felices juntos. No sé si llegué a enamorarme de Wendy, pero lo que haya sido lo que tuvimos, se acercó bastante.

Yo pasaba todas las noches a buscarla después del trabajo, luego íbamos juntos hasta el metro y hablábamos sobre nuestro día todo el camino, tomados de la mano. Wendy siempre paraba en el mismo lugar: la tienda de ropa de bebés, donde un pequeño maniquí estaba vestido con ropa de preescolar, o de guardería. Pequeños zapatos en tallas diminutas y medias para recién nacidos.

Mentiría si no dijera que no miraba esa vitrina con el mismo brillo en la mirada. Pero cuando me pedía "Vamos a ver, por favor." tiraba de su mano, y apresuraba el paso, "Perderemos el último tren."

En general la relación era envidiable, Wendy era madura, inteligente, comprensiva, amorosa, y horneaba cosas deliciosas. Subí al menos seis kilos mientras salíamos.

Entendí que lo nuestro no funcionaría jamás una mañana de Febrero, era mi domingo libre que el sindicato me había prometido. Me quedé en casa, organicé las cosas, y mientras sonaba música jazz en el estéreo, mientras yo restregaba las baldosas del baño fingiendo que, en efecto, yo era un cantante famoso (quizás con un grave problema de adicción a las drogas y un alcoholismo severo). Urgué en la repisa detrás del espejo del lavabo, había cosas ahí que no recordaba tener, encontré las pastillas anticonceptivas de Wendy, y aunque para aquella fecha yo sabía lo estéril que era, no se lo había dicho a ella. Era egoísta, lo sé, pero Wendy era lo mejor que me había pasado en probablemente mi vida entera.

Las pastillas estaban intactas. Las dejé en su lugar. Me fue inevitable no sorprenderme con lo que me dijo aquella noche mientras cenabamos.

Estaba dándome miradas poco discretas y aparecía constantemente una sonrisa en su rostro. Entonces le pregunté qué pasaba.

"¡Estoy embarazada!"

Aquello fue más como un grito de pura emoción. Y aunque mi idea inicial fue responder: ¡Genial! ¿De quién es el bebé? ¡Porque yo soy estéril!. Claramente, la doctora había dicho que mi capacidad reproductiva era de 0,02 en una escala de un millón, tal vez. No fue lo que dije, tenía dos opciones en aquel momento: me estaba siendo entregada en bandeja de plata la solución a mis problemas; una posible futura esposa amorosa, educada y gentil, y un hijo bastardo al que amaría de todos modos. Pero aquello no me llenaba de tanta felicidad como debería, me ponía incómodo la idea, incluso. Mi segunda opción, y la más sensata, era decir la verdad.

Wendy jamás me dijo de quien era ese bebé, tampoco insistí, le hice prometer que de ser niño, le llamaría Siyoung. Nada más. Su mirada cayó sobre su plato, "¿Por qué no me lo habías dicho?" yo tampoco respondí a eso.

Soy un cobarde Wendy. Esa es la respuesta que jamás te di. Lo lamento.

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Kim Jongin quién había regresado a trabajar después de las vacaciones de verano con infulas de jefe cuando no era más que el tipo que organizaba cosas en los estantes. Fue sorpresivo para todos que, de hecho, despertamos un día y Jongin se había convertido en el jefe. El hijo del dueño, Kim Junmyeon, le dio el puesto después de una visita rutinaria, nadie sabía un carajo sobre el inventario, unicamente Jongin, quien pasaba sus ratos libres contando unidad por unidad la mercancía, para siempre estar un paso adelante en caso de que necesitara algo con rapidez, había memorizado donde estaba cada cosa. Uno pensaría que tenía algo que ver con que eran primos lejanos, pero en realidad, Kim Jongin sabía lo que hacía. Y Junmyeon también sabía lo que hacía cuando le dio el puesto.

No estoy seguro si alguien más llegó a notarlo, pero Jongin tenía un cariño especial por Kyungsoo (sí el de hace rato, ¿lo recuerdan?) siempre estaba mirándolo más de la cuenta, y pidiéndole ayuda con cualquier cosa, porque Jongin no había ido a la universidad, ni terminado la secundaria, apenas sabía lo básico, pero intentaba ponerse al corriente. ¿Saben? Ahora que lo pienso, recuerdo haber sido llamado a la oficina del señor Kim un día, pensé que sería una cosa urgente porque gritó mi nombre tan fuerte que pude escucharlo desde el otro lado de la tienda, cuando llegué corriendo, me dijo, "¿Tienes un cubierto que puedas prestarme?" y sí lo tenía. Me dijo que iba a lavarse las manos, y que lo dejara sobre el escritorio, donde si mi memoria no falla (y pocas veces lo hacía) estaba un osito de peluche marrón con una bufanda azul. Sí, el mismo oso que llevaba Kyungsoo en su último día de trabajo.

Me resultó interesante que después de su deceso, el jefe Kim no consiguió un reemplazo para Kyungsoo, nunca lo hizo. De hecho, pidió que sus escritorios fueran intercambiados, y le otorgó la liquidación (con la que la tienda pretendía quedarse), a su familia. Era un poco tétrico que Kyungsoo había dejado un sobre en el segundo cajón del escritorio, donde estaba el cheque con su nombre. Jongin lo firmó con los ojos llorosos, según escuché, y aquella fue la única vez que vio su nombre junto al de Kyungsoo, puesto que había firmado con anticipación. Entregó el sobre a las manos de sus padres, y recibió un suéter azul de lana que la madre colocó sobre su escritorio.

Kim Jongin fue transferido a otra tienda, en otra ciudad tal vez, como era usual en la jerarquía de cargos en esa tienda, siempre se podía ascender todavía más.

Eventualmente renuncié, me cansé de hacer todos los días lo mismo, y pensé que tal vez podría encontrar un lugar con una televisión en el comedor y no una pared vacía, para, ya saben, no enloquecer tan pronto. Un lugar con ventanas sería pedirle demasiado a la vida.

Conseguí un empleo como promotor de ventas en una corporación cuyo nombre no puedo mencionar por cuestiones legales, y el hecho de que casi muero en ese lugar. Pero esa no es la historia principal en este relato, sino mi antiguo compañero, su nombre era Yixing y venía de China.

El tipo era el patriota más grande que había conocido jamás, era divertidísimo que cada vez que quería decir algo Yixing levantaba el dedo índice, luego procedía a darnos una lección de historia, moralista, o simplemente reeducarnos ya que la parecer lo hacen mejor en China.

Secretamente, yo admiraba muchísimo a Yixing. Porque trabajó con nosotros solo dos años, y la siguiente vez que supe de él, era el fundador de su propia compañía en su tierra natal. Me pareció genial por él.

Nunca me sentí listo para admitir que cuando decidió renunciar, lloré porque la verdad nos habíamos hecho buenos amigos. Tomábamos el metro juntos y desayunábamos la comida que su novia extranjera (no se fueran a enterar en su casa) le preparaba todas las mañanas antes de irse a trabajar. Ella era modelo, tenía cabello corto, a veces platinado, a veces rosa. Nunca supe como esos dos se habían hecho novios, no estaba llamando a mi amigo mal parecido, y sabía que tenía por ahí guardado un gran motivo por el cual cualquier mujer estaría encantada de salir con él. Pero cómo sabía yo eso no es problema de nadie. El punto es que esos dos eran muy diferentes, y Yixing tenía ese carácter mandón y obstinado, pero con ella, se ablandaba. Hasta le hacía pucheros, era incluso perturbador aquel comportamiento en un hombre de treinta años, pero la verdad Yixing se veía tierno. Supe que cuando él regresó a su país ella comenzó a salir con alguien más.

Yixing había llegado con un bolso de mano y un par de zapatos puestos, trabajó arduamente durante dos años, hizo contactos y regresó a casa para hacer un montón de dinero y vivir cómodamente. ¡Y ahí seguía yo! Un empleado más, alquilado, soltero (bueno más o menos).

En la primavera de ese año decidí que cambiaría mi vida, y sí que había cambiado, pero no de la manera que yo esperaba.

Una mañana entré a la cafetería de Minseok, quien estaba discutiendo con Jongdae si finalmente ampliar el lugar o inaugurar uno nuevo. Pero eso no era difícil, a lo que Minseok quería, Jongdae decía amén, así que acordaron abrir una más, tal vez incluso otro bar.

Pasé de largo hacia mi mesa habitual, pero cuando me disponía a dejarme caer sobre mi asiento favorito junto a la ventana, me encontré con una desconocida.

Tenía el cabello largo y oscuro, lo usaba peinado a la mitad, llevaba dos de esos broches para el cabello color pastel, los suyos eran rosa y turquesa. Tenía ojos grandes y la sonrisa más hermosa que había visto jamás, ella era Sulli. Debo decir que me robó el corazón de inmediato. Había ordenado pastel de fresas con crema, y agua mineral. Estaba leyendo un libro, un separador de Sailor Moon sobresalía entre las páginas del mismo. Me invitó a sentarme amablemente.

Lo primero que salió de mi boca fue, "Dios santo, eres bellísima."

Esa risa jamás la olvidaría. Jamás.

A Sulli le gustaba cargar un diario, ni siquiera me dejaba mirar la cubierta. Pero siempre estaba ahí en es su bolso color rosa. Anotaba en él la mayor parte del tiempo.

No, Sulli no se convirtió en mi esposa. Pero me la presentó. Eran muy buenas amigas.

Su nombre, lo reservaré para mí, deben conformarse con saber que fue el amor de mi vida. Que me enamoré.

Me gustaría decir que conseguí lo que quería. Me gustaría decir que me casé, tuve hijos (de alguna milagrosa manera), que conseguí un mejor empleo y que mi pasión secreta por el jazz me hizo ganar millones. Pero no fue así.

Sulli me la presentó un día en el parque, cuando los capullos florecían y los árboles daban frutos. Me miró a los ojos, y en cuanto lo hizo supe que era ella.

Nuestra relación fue como estar en las nubes constantemente y no tocar el suelo ni una vez. Me sentía feliz. Era feliz. Ese verano nos mudamos juntos, fue todo muy apresurado sí, pero lo que sentíamos era más fuerte. Por azares de la vida, yo conseguí un mejor puesto -Yixing se había ido, pero como se había hecho amigo del jefe, le pidió considerarme para el puesto. Yo había sido un cero a la izquierda todo mi vida, así que me puso contento ser tomado en cuenta al menos una vez.

Establecimos una fecha para la boda, se lo propuse en el muelle de la bahía durante el atardecer, sí, había conseguido ese viaje a la playa. Fue después de mi cumpleaños número treinta y dos, íbamos a casarnos a fin de mes.

Un día, cuando regresaba a casa bastante tarde por la noche -tenía un mejor puesto, lo que a su vez significaba más horas de trabajo. Encontré una ambulancia en la entrada del edificio y un bullicio de vecinos. Al llegar a mi piso, encontré un par de policías en el pasillo, no recordaba haber visto una patrulla.

Bien la cosa fue así: mi futura esposa estaba tomando un baño caliente, cuando sonó el timbre, entonces cuando puso un pie fuera de la ducha la ir abrir, (debido al vapor) piso mal, resbaló con jabón y su nuca golpeó el muro de cerámica de la ducha. Trágico. Se partió el cuello.

Lloré al menos un mes entero, no podía dormir en ese lugar, renuncié a mi empleo, pasaba las tardes sentado en el banco del parque donde nos habíamos conocido, abrazando el mismo suéter con el que ella solía dormir. No comía, y me sentía inmensamente culpable por lo sucedido, aún cuando había sido un accidente. Porque tal vez si yo trabajara menos horas, si hubiera estado en casa un poco antes, yo hubiera ido a abrir la puerta, así ella no tendría que haber salido de la ducha.

El sentimiento me estaba matando.

Y ya no quería vivir así.

Creo que ahora entenderán porque razón decidí comenzar hablando de Kyungsoo, bueno justo en este momento me encuentro metido en la bañera, está llena. Tengo puesta mi mejor ropa -solo para no perder la costumbre. Y lloro a mares entre sollozos ahogados, ¿realmente era la solución? No lo sé, tampoco tiene sentido hacerse más preguntas.

Me gustaría decir que aquella noche fría no lo hice, que no tuve el valor y salí de la bañera, que no tiré del cable de la secadora haciéndola caer al agua. Que aquella noche escuché los golpes en la puerta y los llamados a mi nombre de parte de Sulli, quien me había comprado un obsequio y quería hacerme compañía porque sabía lo solitario que me había vuelto. Me gustaría decir que aquella noche no morí.

Me gustaría decirlo, pero mis palabras ya no valen. Ya no puedo decirlas con mi propia boca, por eso las he dejado por escrito, y sé que tu las encontrarás, sé que tu no me juzgarás.



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Quise compartir mi progreso como escritora, desde el inicio, hasta Butterfly Effect ha sido un largo camino.

Inspirado en personas que he conocido, personas a las que he observado en silencio, y en la vulnerabilidad que soy capaz de ver en cada uno de ellos. Por sobre todas las cosas, inspirado en mi propia vida.

Una mención especial para ti, Sulli, jamás serás olvidada🌷

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