Capítulo29
Lyn:
Sorina ha colapsado enfrente de nuestros ojos, afortunadamente, Linder reacciona justo a tiempo y logra detenerla en su caída antes de que toque el suelo. Durante unos buenos segundos nadie dice nada. ¿Qué había pasado aquí?
— ¿Qué le ha pasado? –increpa Abby
La rubia da un par de pasos en dirección a su hermano, observando con temor a su amiga, Linder guarda silencio unos cuantos segundos, estudiándola, es bueno ver que parecen haber salvado las distancias que los separaban. Quiero decir, ¿todo ese número de enemigos mortales durante la escuela? Para mi fue obvio desde el principio que en realidad solo se estaban escondiendo las ganas que se tenían el uno al otro, claro que después la aparición de Kurapika y Arella habían complicado la madeja, pero además, bastaba que los miraras juntos, para que te dieras cuenta de que era mucho más que química o atracción sexual, esos dos estaban echos el uno para el otro, hasta yo, que soy bastante excéptica al respecto con eso del amor a primera vista, me había dado cuenta, bastaba solo sentir la magia que vibraba alrededor de ellos.
— Creo que se ha desmayado –responde Linder al cabo.
La mirada lapislázuli de Abby estudia el cuerpo inanimado de su amiga, la magia crepita en el aire, y recorre a Sorina como si fuera un escáner.
— Está teniendo una visión –informa entonces
— Mientras estuvimos en Aibendri ella tuvo una visión –interviene Linder de nuevo–, pero yo la compartí con ella.
Estaban a punto de lanzarse en una de esas discusiones sin fin, planteando teorías y problemas que suponía tardaría horas y normalmente, no me molestaría quedarme a escucharlos, pero se lo básico, Sorina está bien, quizá un poco agotada y ahora en trance, pero bien, entonces bien puedo desaparecerme de aquí y marchar en busca de Nael, tengo que saber cómo están las trincheras, Arella insinúo que todos los defensas estaban muertos, pero yo me niego a creerlo. Nael tiene que estar bien. Retrocedo despacio, tratando de no llamar la atención, hasta que consigo abandonar la cabaña, dejando a todos concentrados en la princesa oscura.
El paisaje nevado está en completa calma, en mi interior, donde bulle mi magia, percibo la desaparición del bore espinoso y afilado que acompañó a la presencia de Arella y sus secuaces, aunque, lastimosamente no con falta de secuelas. El sitio donde antes batallamos es la primera muestra de ello, árboles destruidos, arrancados de cuajo, el suelo muerto, continúo mi vuelo, tratando de encontrar una pista, cualquiera que me hable de aquellos que se quedaron combatiendo en la brecha. La línea de árboles termina abruptamente, y distingo los destrozos, la tierra ennegrecida por impactos de explosiones, la nieve manchada por la muerte de sombras y sluaghs, sangre de amigos y enemigos, había muchas bajas de los soldados de Arella, pero de los nuestros también habíamos perdido unos cuantos, había faes con la garganta destrozada y el rostro desfigurado por el terror, otros sus cuerpos comenzaban a volverse azules y los ojos salidos de las cuencas, la sangre manchaba todo, algunos caith sith también habían muerto en el proceso. ¡Mierda! Tomo tierra tropezando desesperada, intentando estudiar los cuerpos, buscando cualquier rastro de Nael. Una figura oscura se pasea entre los cuerpos, las sedas oscuras que la envuelven resaltan contra el blanco puro de la nieve, un manto negro rodea su cabeza, barajeo la posibilidad de alejarme pero se gira hacia mí y yo soy incapaz de moverme. Aterrorizada, y cautivada en partes iguales. Lo que pensé se eran retales de seda negra, son en realidad girones de niebla oscura, que ondulan ante las caricias de la brisa, la misma oscuridad cubre sus cabellos y el rostro sin facciones, através del velo oscuro, distingo un par de brillantes ojos azules, la extraña criatura flota sobre la nieve directa en mi dirección, sus movimientos son suaves, despacio, como si quisiera darme tiempo a correr, no parece mala idea, pero aunque mi mente humana me grita despavorida, hay algo más, profundo y elemental, que me fuerza a quedarme donde estoy.
La criatura se detiene un par de pasos justo delante de mí, la temperatura desciende unos cuantos grados alrededor nuestro, aun así, a pesar de ejemplificar al peor de los presagios, no puedo moverme, persisto mirando aquel par de ojos donde se amalgaman el azul y el plateado.
— No eres una fae común, pero jamás te había visto.
Tiene una voz suave, tintineante como campanillas de plata. Hay un susurro seductor en su cadencia, algo que hace que mis nervios se erizen. No obstante, me encojo de hombros y respondo:
— Supongo que no puedo serlo si prácticamente acabo de convertirme en una.
Las sombras que velaban su faz se deshacen, y me quedo mirando el rostro de una mujer intemporal. La tez blanquísima, como la misma nieve, labios azulados que contrastaban fuertemente con el par de brilllantes ojos de tan raros colores, largos mechones de cabellos, tan negros como las mismas sombras que la escondían, flotaban alrededor del rostro afilado. Su mirada brilla con interés al escuchar mi respuesta.
— Ya veo –susurra–. Eres ella. La soñadora. La descendiente perdida de Arella. Eso explica que no sepas...
Se interrumpe con un quejido de dolor, sus mejillas blancas son surcadas por venas azuladas, el dolor que atraviesa su rostro es intenso, agónico, diría yo. El instinto me domina y la sostengo por un brazo cuando creo que el dolor la hará colapsar. Su piel es fría y húmeda al tacto, se siente irreal.
— ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre?
Su mirada arremolineante, medio nublada por el dolor, encontró espacio para la sorpresa mientras observaba mi mano sobre su piel.
— ¿Me has tocado? –cuestiona con voz ahogada
¡Oh, hombre! ¡No me digas que acabo de violar alguna ley sagrada! La ayudo a enderezarse mientras contesto con mi acritud habitual:
— ¡Oh, bueno, perdón su alteza pero solo quería ayudar!
Los girones de niebla oscura que cubrían su cuerpo se apartan, y una huesuda y pálida mano aferra mi antebrazo, me da una sonrisa dolorida:
— No es...
— ¡Lyn, aléjate de ella!
Con todo este drama actual, había perdido de vista que mi primer objetivo era encontrar a Nael, ahora, al escuchar su voz enfurecida y desesperada, se agolpaban en mi interior, con la fuerza de un aluvión, el miedo, la esperanza y el alivio. El Cait Sith aparece saltando entre la nieve, tiene un ojo amoratado, algunos cortes en todo el cuerpo y cojea de una de sus piernas, con todo se las arregla para ponerse delante de mí, envolviendo un brazo protector alrededor de mi cintura, enfrenta a la mujer delante de mí y escucho el salvaje gruñido de advertencia que retumba en su cuerpo. Su vello corporal está completamente erizado, y su cola oscila de un lado a otro.
— ¡No te atrevas a tocarla! –le gruñe a la mujer
La desconocida quiebra en una pequeña sonrisa que tiene tanto de cinismo como de dolor.
— Eso es un poco hipócrita de tu parte, ¿No Cait Sith?
— ¡Yo no soy una maldita escoria asesina! –gruñe Nael
Aunque tengo ganas de gritarle que me suelte porque no soy un maldito peluche, el instinto me advierte que estoy va mucho más allá que un simple ataque de celos.
— No. Tú solo eres un maldito y violento peleonero –se queja la mujer.
De la nada, y através de la nieve, comienzan a surgir otras figuras oscuras, envueltas en los mismos sombríos velos. Muy bien, así que ahora podría estar un poco asustada, las criaturas, todas mujeres sobrenaturales iguales a ella, nos rodean sin levantar un solo susurro, pero permanecen estáticas en sus lugares.
— ¿Crees que tú compañía me asusta? ¡Banshee! ¡Lárguense de aquí!
¡Oh, así que eso era! Banshees, por supuesto. Eso explicaba la oscura elegancia que irradiaban, y sus características. Sin embargo...
— No tenemos porque hacerlo, Cait Sith. No estamos obligadas en obediencia a ti. Peleamos hasta ver morir a nuestras hermanas por este lugar tanto como tú gente o cualquiera de los demás. Tenemos tanto derecho como cualquier otro –sentencia la chica con voz un tanto apagada.
Nael gruñó, bajo sus músculos sentí aquel curioso vibrar que siempre acompañaba a sus estados de furia, pero ya era suficiente, había comprendido bastante, y estaba enojada, con ambos.
— ¡Suficiente! ¡Los dos!
Le doy a Nael mi expresión más enojada. En serio entiendo que se preocupe por mí, pero no puedo aprobar que se deje llevar por los viejos prejuicios de la tierra de Invierno.
— ¡Están actuando como niños! –exclamo
Enfatizando mi punto, me salgo del abrazo protector de Nael y me coloco entre los dos, mirándolos alternativamente, escucho el gruñido de frustración de mi novio, pero lo enseño mi dedo del medio.
— ¡Acabamos de sobrevivir a un ataque de la bruja-loca de Arella! Y todo lo que se les ocurre es ponerse a discutir por las mismas absurdas leyes y prejuicios que ella inventó. ¿En serio, me decepcionan?
— ¡Tú no sabes! –me gruñe Nael–. ¡Ellas se alimentan de la muerte! ¡Pueden ocasionar la muerte!
— Y tú mi amigo, pareces medio animal, y la primera vez que asaltaste mi casa, pensé que podrías quererme en tu cena, de hecho, actualmente, todavía soy parte de tú cadena alimenticia, pero aun así te amo, y no he salido corriendo.
Mi discurso de carretilla consigue hacerlo callar, abre la boca e inspira un par de veces, dispuesto a darme alguna contesta evidenciando mi pobre conocimiento sobre su mundo, sin embargo, no tiene la oportunidad. El instinto más primigenio, hace estremecer mi alma, presintiendo el peligro. Magia mortal enredando mi sangre, la nieve se arremolina y la tierra tiembla alrededor nuestro al mismo tiempo que escucho el conjuro pronunciado en la antigua lengua fae. Nael se pone lívido, y trata de correr en mi dirección, no llega a tiempo, soy arrojada con violencia contra la nieve, todo lo que distingo es una masa oscura, luego una explosión de luz y entonces un quejido moribundo.
Me duele todo el cuerpo, pero luego de pasar revista, creo que es más por el apretujón contra el suelo, que por una herida real. Nael está prontamente a mi lado, sosteniéndome contra su pecho, mientras me pone de pie.
— ¿Estás bien? ¿Te han herido?
— No. Solo un poco magullada por el suelo –contesto–. ¿Qué ha pasado?
No me parecía creíble que la banshee me hubiera atacado, no quería creerlo, entonces miro a un lado y otro, hasta que descubro que el resto de las banshees han hecho un círculo, rodeando a un fae oscuro, que todavía luce la armadura de Arella. Está todo magullado, y a través del círculo de banshees me da una dura mirada de odio:
— ¡Maldito engendro! ¡Perteneces a la reina!
Las banshees lo ocultan de mi vista, agrupándose entorno a él, sus voces suenan juntas al mismo tiempo, en un fatídico corro que me produce escalofríos, mezcla de ensalmos y llantos que dejan helada mi sangre, de apoco, escucho los gritos y quejidos del fae, pero son prontamente opacados por las voces de las criaturas.
— ¿Qué está sucediendo? –increpo mirando a Nael.
Mi novio, me da una mirada de pena, se acerca a mi, enreda su mano en mi cintura, y me gira en redondo, unos pasos delante nuestro, una figura oscura está sobre la nieve, es la joven de antes, su pecho sube y baja en movimientos irregulares produciendo un penoso estertor, las venas azuladas del rostro se han hecho más acentuadas. Está muriendo.
— Ese fue un soldado resagado, te ha identificado y quiso asesinarte. Ella fue más rápida que yo para apartarte, pero no pudo esquivarse a sí misma. Se sacrificó por ti.
Los sonidos del resto de las banshees persistían como ruido de fondo, eran gritos, crujidos, no sé, la magia se arremolinaba alrededor y escuchaba de tanto en tanto, los gritos del fae, aun así los ignoro y camino despacio hacia la criatura en el suelo, tiene la mirada vidriosa, pero me reconoce.
— ¿Por qué? –cuestiono
— Porque nos viste como a iguales. No tienes prejuicios –contestó en un estertor.
Aquellos ojos de colores arremolineantes abandonan mi rostro y se fijan momentáneamente en Nael, le da una semi sonrisa de complicidad, sus labios se mueven produciendo sonidos inarticulados, sea lo que sea que quisiera decir, no lo consigue, tose un par de veces, y con un último y horrendo estertor, simplemente se queda rígida con los ojos reflejando la fijeza de la muerte. Suavemente cierro sus párpados, vuelvo mi mirada a Nael.
— ¿Qué crees que...?
— Asegurarle que es un afortunado –responde una voz a mi espalda.
Otra banshee, está allí, mismos ojos arremolineantes, mismas ropas oscuras, pero esta se veía mucho más anciana.
— Eres una criatura excepcional –me dice–. Los Cait Sith y las banshees hemos sido estigmatizados por demasiado tiempo –continúa–, pero tú nos tratas como iguales. No eres algo común.
— ¿Por qué?
Lo que quería decir, era ¿por qué esa diferencia entre razas? Quiero decir, si sus aspectos físicos eran un poco amedrentadores, pero, no era nada del otro mundo. No creía que eso fuera suficiente como para hacerlos despreciables.
— De los Cait Sith ya te hablará tu compañero. Nosotras, somos anunciadoras de la muerte. Podemos ver cuando cualquiera va a morir, lloramos por ellos, por sus familias, somos capaces de sentir el dolor ajeno como nuestro propio, solo nos condolemos, sin embargo, llegaron a temernos, a rechazarnos, fuimos perseguidas, así que encontramos nuestro verdadero poder en nuestra unión, si lo queremos, juntas, nuestras voces unidas, pueden determinar la muerte de cualquier criatura a la que cerquemos.
Entonces el corro de banshees que había cercado al fae, se aleja, donde antes estuvo el oscuro, ahora solo quedaba un amasijo de huesos y piel fláccida, azulada, con los ojos vacíos por la muerte, las banshees se aproximan a nosotros, siento como Nael se contrae involuntariamente, y hasta yo siento una pequeña incomodidad luego de escuchar tal explicación, pero me niego a retroceder, el grupo de mujeres nos rodea, pero su mirada permanece fija en la hermana caída.
— Honramos tu sacrificio hermana –musita la anciana.
Las voces se elevan nuevamente, sin embargo esta vez no hay nada tétrico, o irritante. Es un canto dulce, una melodía cargada de dolor y melancolía que arranca lágrimas de mis ojos. Es la despedida a su hermana caída, y no puedo menos que admirar a tal grupo de mujeres, temidas, odiadas, repudiadas, pero hermosas dentro del destino tan cruel que les había tocado. Las anunciadoras.
Sorina:
Despierto todavía atontada, mi cuerpo sumido en un pesado letargo. Lo primero que distingo es la mirada inquieta de Linder. Sus ojos verdes llenos de aprehensión. La punta callosa de sus dedos traza el contorno de mi rostro.
— ¿Cómo te sientes?
Tengo la garganta seca y la lengua espesa así que debo pasar saliva un par de veces antes de que consiga hacer fluir el sonido, y cuando lo hace, sale más como un ronco gruñido:
— Desorientada. ¿Qué ha pasado?
Hablar supone todo un reto, mis cuerdas vocales duelen con cada sílaba, y mi corazón se siente pesado, los últimos recuerdos son una especie de nebulosa.
— Nos has dado a todos un susto de muerte –aclara Abby acercándose a mi campo de visión–. Nunca antes una visión te tuvo tanto tiempo fuera, ni fue jamás tan aparatosa como esta. ¿De qué fue esta vez?
Medité en silencio acerca de sus palabras. ¿Una visión? ¿Era eso lo que había pasado? Recuerdo la sensación de vacío, y luego había algo más, como las imágenes confusas de un sueño que no era capaz de precisar del todo.
— No creo que haya sido algo demasiado malo –respondo sentándome a medias.
Esa respuesta me gana miradas inquietas, era la primera vez que tenía una visión y no era capaz de precisar de que iba, en circustancias normales, es algo que debería preocuparme, sin embargo, tenía paz absoluta, al menos respecto a eso.
— Me preocupa más Arella –respondo entonces–. No es de las que dejan una batalla a medias, al menos, no sin un golpe enorme al final.
— Pero es una cosa buena. ¿No? –me interrumpe Linder–. Nos dará tiempo a pensar.
— ¿Pensar qué? –increpa Lyn con acritud
En la puerta de la cabaña están Lyn, Nael y un corro de banshees. El Cait Sith y las anunciadoras parecen sentirse un poco fuera de lugar. Entiendo, las rígidas leyes del desprecio de la reina. Les doy una sonrisa de confianza y las saludo con un asentimiento de la cabeza. Barien es quien responde con serenidad:
— No podemos exterminar a las reinas. Al menos no tan fácilmente. Descontando el hecho de que hablamos de Antiguas poderosas y de sus respectivas madres, ellas dieron forma a esta dimensión mágica. La tierra está atada a ellas, si las sacamos de la ecuación sin que se halla establecido un nuevo vínculo, toda la dimensión colapsará.
Linder:
Las palabras son recibidas con un tenso silencio. Todas las miradas están expectantes sobre nosotros.
— Entonces es como "A rey muerto, rey puesto"
Completa Lyn aclarando la situación, por si alguien no lo había comprendido. Rina rueda los ojos en un viejo gesto ya conocido.
— Sí, Lyn es exactamente así, excepto que no es por mera maldad, sino porque la tierra necesita estar vinculada con alguien o todos desapareceremos.
— Abby es la respuesta obvia para la tierra de Verano –contesto yo
Mi hermana se atraganta con su propio aliento, y me mira con sus ojos abiertos por la impresión, abre la boca, con seguridad para declararme con comas y puntos porque no puede ser ella, pero yo me adelanto:
— Tú sabes que es así. Incluso madre lo admitió. Te vendió a Arella para deshacerse de ti porque la tierra comenzaba a vincularse contigo. La pregunta es ¿qué pasará con Invierno?
— Igual en este caso la respuesta obvia parece ser Sorina ¿No? –termina Lyn
Eso era lo que me temía. Si. Sorina parecía tener todas las papeletas, era la princesa, hija de dos antiguos, bendecida con el poder de los originales, no dudaría ni por un segundo que la tierra terminara vinculándose a ella, pero eso sería un problema para nosotros. Incluso sin el vínculo percibía su incomodidad al respecto. Todas las miradas en la habitación quedan fijas en ella, sus labios adoptan una fina línea, un rictus de desagrado.
— Primero tenemos que resolver el dilema de cómo encargarnos de las reinas. Propongo que descansemos esta noche, y mañana ya hablaremos.
Uno a uno, todos se fueron retirando, respetando el deseo de la princesa. Podía sentir la incomodidad que la charla había generado en Sorina. Eventualmente, Kai emprendió el vuelo, llevando consigo a Maerwen y su bebé. Nos quedamos con Abby, Lexen y Barien. Mi hermana se acerca dándole a Sorina una mirada temerosa, supongo que ella tampoco necesitaba de un vínculo para saber cómo estaba Rina. Ambas mujeres se observan en silencio durante unos buenos segundos, entonces Abby sonríe con lágrimas en los ojos y la envuelve en un feroz abrazo.
— ¡Cuánto te extrañé! ¡Me alegra que estés de vuelta!
Sorina le responde al apretón con igual intensidad, y una tenue sonrisa colgando de sus labios:
— Supongo que hasta yo me extrañé.
— ¿Qué harás ahora?
Era la primera vez, realmente, desde que regresamos que Sorina era ella misma, y se permitía ser ella misma con mi hermana, era algo que me hacía sentir alivio. Sabía de primera mano cuan importante era para Rina para mi hermana, cuánto la apreciaba, y cuánto había sentido la lejanía entre ambas.
— No lo sé Abby. Yo..., no me veo retornando a la corte. Tiene que haber una manera, alguna manera de encargarnos de las reinas, sin que ocurra el desastre.
Sorina trata de ahogar un gesto de cansancio, pero es obvio que se siente débil, mi hermana lee en su expresión, le da una sonrisa de confianza antes de añadir:
— Lo resolverás. Sé qué sí. Ten confianza.
Con eso ella y Lexen se alejan tomados de la mano, nos quedamos solos con Barien en la habitación. El fae se aproxima mirando a Sorina con severidad.
— Nolune...
— ¡No ahora! ¡No puedo lidiar con tanto al mismo tiempo!
Ella se aleja de nosotros, dejando a Barien con una expresión adolorida.
Sorina:
La sensación de asfixia era inminente, así que aun a riesgo de sentirme como una verdadera bruja, me alejo de Linder. Tengo que encontrar una solución, pero una que no implique que yo me quede con la corona. De hacerlo, tendría que estar de forma permanente en la tierra de Invierno, Linder no podría hacerlo, ese clima es prácticamente imposible de soportar para cualquiera que no sea un nativo, sin contar que la magia de la tierra diferente a la suya propia le supondría un problema. La cabeza me dolía a horrores, y me sentía terriblemente cansada, sospechaba que era consecuencia de estar pensando tanto. Me alejo de Linder en dirección a la vieja cabaña que ocupara, poco antes de marcharme, había descubierto un pequeño pozo de aguas termales escondido en el bosque en las cercanías. Justo lo que necesitaba. Tejo unas barreras protectoras alrededor del perímetro, me desprendo de la ropa y me sumerjo en el agua con cuidado, al contacto con mi cuerpo, el manantial comienza a burbujear, las aguas desprenden un calor agradable y el olor a las flores nocturnas.
Recorro la pozeta en unas cuantas brazadas, hasta llegar a la otra orilla, entonces mee recuesto a una piedra, apoyando mis mejillas sobre mí brazo y dejo que el agua masajee todos mis músculos, cierro los ojos sintiendo un agradable sopor. Disfruto del tiempo para mí misma, de la soledad.
Despierto sintiendo un cosquilleo en mi nariz. El sol brilla en lo alto del cielo, entre las copas de los árboles, una mariposa de grandes alas azules, aletea frente a mis ojos, despeinando mis cabellos. Yo la había visto antes, solo no podía recordar donde.Miro a mi alrededor, no estoy en la pozeta, sino en medio del bosque, siento un pequeño tirón a mis faldas, cuando volteo, logro verla. La niñita de tez alabastrina, y ojos azules. Me sonríe cuando la mariposa revolotea, despeinando sus cabellos negros.
— Equilibrio –susurra con su vocecita aniñada
Las aguas se mueven en pequeñas oleadas, su sonido rompiendo contra las rocas, me alerta medio segundo antes de que sienta los brazos de Linder enroscándose entorno a mi cintura. Me despierto medio atontada, todavía conectada con el sueño, sin embargo, sus grandes manos palpando mi bajo vientre, y sus labios trazando las cicatrices en mi espalda me hacen olvidar mis reservas.
La idea de tenerlo a mi espalda, de que viera mis cicatrices, todavía me molestaba, pero los suaves masajes circulares que hacía sobre mi piel, terminaron relajándome, al punto de recostar mi cabeza contra el hueco de su cuello.
— Lo resolveremos, Rina –asegura besando mi cuello
— Quisiera tener tu confianza.
— Entonces tenla –me hace girar entre sus brazos, hasta quedar frente a frente, sus ojos fijos en los míos–. Usa el vínculo. Somos uno. No tienes porque cargarte tú sola. Comparte tus temores conmigo.
Sus labios trazan los míos, sus manos suben y ahuecan mis pechos, mientras yo enredos mis dedos en sus cabellos, profundizando el beso. Estar con él así es maravilloso, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si todo recuperara su lugar. De repente corta el beso y se separa a mirarme con el ceño fruncido.
— ¿Qué ocurre? –pregunto acariciando los húmedos mechones sobre su frente.
— No lo sé. Estás diferente.
— Diferente, ¿cómo? –inquiero
La verdad me sentía igual que siempre, quizás un poco mareada, y bastante más cansada, pero considerando los eventos recientes, no era nada de extrañar. ¿Cierto? Parece dudarlo unos momentos, pero luego responde:
— Más llena.Tus pechos están más llenos, tú piel está diferente, estás más suave, y tú color ha cambiado.
Hombre, hasta ahora que lo decía lo notaba, el brillo de mi piel había cambiado, estaba llena de filigranas aureas y plateadas, sin embargo no me sentía al borde de perder el control sobre mi magia, no obstante, lo último que consigo registrar es su comentario de que estoy "llena", eso me hace olvidarme de lo demás.
— ¿Me acabas de llamar gorda? –inquiero con la mirada entrecerrada
— ¡Qué! ¡No! Solo dije que...
— ¡Te escuché! ¡Dijiste que estaba más llena!
— Tús pechos están más llenos. ¡Eso no es malo!
¡Esa maldita frase! ¡Así que de eso iba todo! Mis pechos grandes. Y a él le parecía buena idea. ¡Ah! ¡Voy a golpearlo! ¡No mejor... voy a...!
— ¡Claro, porque eres hombre y solo en eso piensas!
De repente la tentación de golpearlo y el enojo fueron sustituidos por unos inmensos deseos de llorar. Tanto así, que siento como las lágrimas se desbordan una tras otra y sin mi consentimiento. Através de mis ojos húmedos percibo la mirada aterrada de Linder.
Linder:
¿Qué demonios está ocurriendo aquí? ¿Cómo fue que de besos y caricias terminamos discutiendo y a lágrimas vivas. Peor aun, ¿quién es esta Sorina que ahora está echa una magdalena? Sorina era la chica que golpeaba, que pateaba, y que no tenía miedo de expresar lo que sentía. ¿Qué estaba ocurriendo aquí?
— Rina, cariño. ¿Qué ocurre? Escucha lo siento, no quise decirlo cómo algo malo.
— Yo...
Hipa un poco más, y eso está en serio a punto de hacerme perder la cordura. Esta no es Sorina.
— ¿Pasó algo cuándo enfrentaste a Arella? ¿Estuviste expuesta a algún conjuro suyo?
— ¡No lo sé! ¡Todo fue demasiado raro! –responde–. No sé que pasó...
— ¿Me dejas revisarte? ¿Examinarte con mi magia para asegurarme que no te hayan afectado?
Se encoge de hombros, secándose las últimas lágrimas.
— Está bien. Peor creo que solo es estrés, porque no me siento nada raro.
Que fuera estrés ya tenía motivos para dudarlo yo. Nunca antes había actuado así, ni en nuestros peores momentos. Cierro mis ojos, y concentro mi magia escaneando el cuerpo de Sorina, buscando un rastro, cualquier cosa que delate un ataque de Arella.
La pulsátil evidencia de la magia, diferente a la suya, me pone sobreaviso. ¡Mierda esto es peor de lo que creí! ¡La han...! ¡Un momento...! ¡Oh, hombre!
Sorina:
La magia de Linder abandona mi cuerpo de forma abrupta. Respira agitadamente, sus ojos verdes están completamente abiertos, una mirada perdida y asustada. Pequeñas gotas de sudor comienzan a aparecer en su frente y sus sienes.
— ¿Qué? ¿Qué viste?
— Ah, tú... ¿recuerdas las palabras de los antiguos cuando regresábamos? ¿Sus advertencias sobre las diferencias entre el paso del tiempo entre un lado y otro y sobre cómo nuestros cuerpos lo resgistraría?
Por supuesto que sí. Era un raro galimatías, pero lo había entendido. Esencialmente, mi cuerpo envejecería de golpe para adecuarse al tiempo de este mundo. Nada de que preocuparse, si mis cálculos no fallaban, había envejecido unos seis o siete meses, supongo, no creí que fuera preocupante, los faes somos criaturas bastante longevas, entonces...
— ¿Qué, estoy envejeciendo demasiado? ¿La magia me afectó de manera rara?
Linder pasa saliva un par de veces más, sus ojos vuelan a mis pechos.
— ¡Oye, mi rostro está aquí arriba! –reclamo
— Perdona. Es solo que creo que ya sé el porqué de todos estos cambios.
Estoy a punto de gritarle que me lo diga de una vez, cuando, aun con aquella mirada aterrada me suelta:
— Estás embarazada.
Muy bien. Así que eso era todo, solo estoy... ¿¡Um, qué?! Durante unos buenos segundos me planteo la posibilidad de no haber escuchado bien, de estar confundida, sin embargo, su expresión severa y completamente asustada me asevera que no es así.
— ¡Linder, eso no es...! –estoy empezando a hiperventilar, luego añado en un susurro–. No es posible. Yo...
Linder y yo tuvimos sexo por primera vez hace solo dos días, aunque claro, dos días de Aibendri, que son diferentes en este tiempo, pero por otro lado, soy un vacío andante. No puedo sostener vida o magia en mi interior, no más que la mía. Mi poder no me lo permite, si no Kurapika lo habría conseguido hace mucho tiempo. Siento su presencia en mi mente y se que no tengo que poner en palabras mis temores. Él ya los ha escuchado todos.
— Rina, no sé porqué. No puedo explicarlo. Pero, nuestra hija está dentro de ti.
— ¿Hija?
— Sí. Es una pequeña.
Linder:
Esto es una sorpresa absoluta, pero, aun así. No resisto la tentación, y vuelvo a explorarla, es pequeña, poco más grande que una funda de maní, pero sus bracitos y piernas están ahí, completamente formados, y la magia que expele, la rodea como un escudo, es una compleja mezcla. Algo único, distingo la firma cálida de los faes de verano, y al mismo tiempo la frescura y el resplandor del poder del invierno. Es fuerte. La rodeo con mi propio poder, envolviéndola en una caricia, me sorprende sentir un toque suave y efímero, el roce de su conciencia con la mía, me reconoce como un extraño, pero aun así no se queda cruzada de brazos, su esencia se vuelve acerada, no ataca, pero es sin duda la señal premonitoria. Pequeña terca y valiente, justo como su madre, la envuelvo un poco más, y entonces susurro a su presencia "Todo está bien. Soy papá" Renuente, separo nuestras magias, para volver a mirar a Sorina, que está absorta, con los ojos enrojecidos. Tentativamente, se acaricia el estómago plano aun, hasta ahora me doy cuenta, de que su zona pélvica se siente más endurecida.
— Es fuerte. Su magia está ahí. Poderosa. Deberías ser capaz de sentirla.
— Creí... creí que no era posible.
Sorina:
Cierro los ojos, y me zambullo en mi propio cuerpo. No tengo las habilidades sanadoras de Linder, pero soy una rastreadora de magia medianamente buena, así que debería ser capaz de distinguir un poder diferente. Y sí, ahí está, un pequeño punto luminoso, que parpadea cuando se me escapa un gemido ahogado. De inmediato, su magia cambia, prácticamente mimetizándose con la mía. Así que así es cómo se había ocultado. Aunque ni tanto, ahora que lo pienso, todos esos sueños raros que estaba teniendo últimamente.
"Está bien" –canturreo–. "Está todo bien" "Mamá solo está un poco sorprendida" "Todo está bien, hermosa"
La magia vuelve a parpadear y se siente como una brillante y cálida llama de luz. Mis ojos encuentran los de Linder. Está tan asombrado y tan embebido en el momento. Justo como yo. Entonces vuelven los recuerdos de la batalla y la mirada especulativa de Arella, y eso basta para dejarme aterrada.
— ¡Ella lo sabe! ¡Arella lo sabe!
— ¿Qué sabe? –inquiere Linder
— ¡Por eso se retiró! ¡Oh, no! ¡Linder, ella quiere a nuestra hija! Debió notarlo en el bosque. El escudo, los encantamientos rebotes, no fui yo, fue nuestra hija defendiéndome, y Arella lo adivinó. Ella va detrás de nuestra bebé.
******
Entonces amores, ¿qué tal el capítulo de hoy? Espero que les haya gustado, sobre todo espero que la última escena no me halla quedado demasiado artificial. En fin, que estoy bajo mucho estrés últimamente y casi no he tenido tiempo para escribir, lamento la tardanza. No olviden escribir y comentar. Los quiero. Besos.
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