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▶14◀


— No hay salida Brenda —gritó.

Su potente voz se perdía en el viento, estaba desesperada escapando de algo o... alguien, era de noche, sentía el pulso acelerado por correr tanto, escapé de una gran casa llegando a un gigantesco patio, me venían persiguiendo, no sabía quién, hasta que frene por tener enfrente un laberinto, mire atrás podía ver su silueta masculina y la sombra que producía, a simple vista se veía peligroso, la distancia no me permitió reconocerlo, lo dude pero no tuve de otra y me adentre en él siendo tragada por los caminos y la oscuridad. Tenía frío y sed, estaba asustada, cansada, quería regresar a casa y hundirme bajo las sábanas de mi cama. Quería rendirme, pero no lo haría, no podía.

Corrí, corrí como si la vida se me fuera en ello, unas lágrimas se me escaparon por la rabia, la tristeza de no lograr huir, sabía que si me atrapaban no regresaría.

Seguí buscando un final hasta que llegue a un camino sin salida. No.

— No —susurre al viento— NO ¡NO! ¡NO! NOOOOO ¡MALDICIÓN!—grite hasta caer arrodillada en el suelo.

Llore, grite, golpee el piso por la impotencia, necesitaba salir y no había más camino estaba bloqueado, tendría que regresar y era lo menos que quería, estaba cerca, pedí a Dios que me ayudara porque no podía más. Estaba agotada.

Sentí a alguien detrás de mí, se me encresparon lo vellos del cuerpo de solo sentir su presencia. Tenía que afrontar la realidad.

No había vuelta atrás.

Respire y me giré enfrentándolo, trate de ver lo nítido pero las lágrimas me lo impedía, quería golpearlo hasta más no poder, insultarlo y decirle lo mucho que lo odiada, pero me contuve.

Se agachó quedando a mi altura, desvié la mirada, por lo que me tomo del mentón y me obligo a mirarlo, sentía calor por su tacto.

¿Qué demonios me pasaba? El quería atraparme.

Le escupí en el rostro, su mirada de repulsión me alivio. Sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiarse, cuando me volvió a mirar le grite todo lo que sentía.

—TE ODIO, TE ODIO, ¿Qué quieres de mi? —se me quebró la voz haciéndome escapar un sollozo, lo golpee en el pecho haciendo que perdiera el equilibrio pero no cayó—. Déjame ir, por favor, déjame ir. ーsuplique, negó y llore.

Llore por todo lo que sentía por su culpa, quería ser libre, no quería esto.

Me tapé la cara cerrando los ojos recordando mis días con papá; los días de playas, las risas, las salidas, la vez que intento peinarme y solo logró enredarlo más, los momentos más felices de toda mi miserable vida los recordé y me odie, me odie por no ser alguien mejor por no despedirme de él, por odiarlo cuando solo intentaba arreglar todo.

Lo siento, papá.

Tantos recuerdos me producieron arcadas, sentí que se me iba el aire, que me asfixiaba, intente respirar, tomar bocanadas de aire pero solo me trancaba más, cuando sentir que perdía la razón unos brazos me rodearon, atrayéndome a su cuerpo. Era el, mi raptor, si se le podía decir así, alguien a quien odiaba, repugnaba por no dejarme ser libre.

— Tranquilízate respira Brenda, respira. Todo va a estar bien —sus palabras me hicieron relajarme, sentí el calor que emanaba, los latidos acelerados de su corazón producto de seguirme. Levante la mirada, y lo distinguí, recordaba esos rasgos, esa mirada... su voz.

ー Eras tú.

ー Siempre he sido yo.

Y desperté.

Estaba sudando, con las sábanas pegadas al cuerpo, el pulso acelerado y asustada, me pase las manos por la cara sintiendo lágrimas, traté de tranquilizarme inhalé y exhalé varias veces, relajando un poco la presión en mi cabeza. Miré la hora en mi reloj que marcaba las 3:40 am, era temprano aún.

Me recosté mirando el vacío tratando de recordar que paso pero nada, me dolía mucho la cabeza, sentí la comodidad de las almohadas y después de una hora logré dormirme.

El sábado en la mañana cuando desperté sentía pesado el cuerpo, como si un piano reposara en mi espalda, la cabeza me palpitaba produciendo zumbidos en mis oídos.

Cuando me mire en el espejo parecía un zombie, tenia unas media lunas violetas bajo los ojos más profundas que todos los días, los ánimos por el piso y la mirada perdida, el sueño se repetía en mi mente una y otra vez; la imagen de mí siendo atrapada en un laberinto sin salida, trate de recordar más pero no podía.

Lo sentí en carne viva, como si hubiera estado allí.

Me metí en la bañera, recostando el cuello en la orilla, cerré los ojos y me relaje, sentí el agua en mi piel tranquilizándome, pase unos largos minutos perdiéndome en mi mente. Me hubiera quedado dormida de no ser por mamá que tocó la puerta del baño.

— Hija, arréglate que saldremos a probarte los vestuarios para la pasarela, el desayuno esta listo, te espero abajo.

Y se marchó dejándome en mi mundo, con la cabeza perdida.

Salí de hay para vestirme, busque en mi armario algo cómodo pero atractivo encontré una falda negra y una camisa con el escote en V, me puse unas diminutas bragas, mi vestuario y unos tacones arregle mi maraña de cabello y me maquille un poco, agarré  mi móvil y mi bolso de mano, me preparé para mi día y baje las escaleras entrando en la cocina.

— Estas divina, buenos días, come que se nos hace tarde.

— Buenos días y gracias. —hice un atisbo de sonrisa pero me salió una mueca.

— ¿Te encuentras bien hija?

— Si, solo que tuve una larga noche —me miro dudosa pero acepto.

Me enderecé  para comer olvidando el tema.

Salimos de casa, cuando estábamos por llegar al garaje de mamá pregunte algo que rondaba por mi mente.

— ¿Extrañas a papá?

Mamá se detuvo en seco haciendo que sus tacones resonaran en el piso, se quedo pensando como perdida y luego de unos segundos me miró.

— ¿Por qué preguntas eso?

— Anoche lo recordé.

— Eso explica tu actitud.

— No, es que tuve una pesadilla y en ella recordaba momentos con él.

— Reza antes de dormir, cielo —asentí—. Y sobre tu pregunta... sí, lo extraño —la mirada se le entristeció pero sonrió—. Era tu padre y a pesar de sus errores te amaba, nos amaba.

Baje la mirada y musite un bajito "Sí", me abrazo y seguimos el camino, nos detuvimos en su camioneta ML 350, quitó el seguro, entramos dejamos las cosas atrás y arrancamos.

▶◀

El viaje duró 30 minutos, llegamos a una tienda muy bonita y elegante, según mamá practicaríamos hay pero para el evento viajariamos a New York.

Parecía una estrella entrando en una gala, al abrir las puertas su elegante figura recorrió el lugar como si lo conociera a la perfección, meneaba sus caderas de un lado a otro luciendo autoritaria y sexy a la vez, mamá era increíble y su porte lo demostraba, ya veo porque tenia tantos hombres detrás de ella.

Sonreí por ese pensamiento. Por lo menos no estaba como otras mujeres que con su edad ya usaban cremas para las arrugas.

Llegamos a un pasarela en donde había chicas desfilando, me sentí nerviosa, ellas lucían hermosas y confiadas, y yo...

No empieces.

Es que míralas, son perfectas.

Igual que tu, tienes experiencia, inténtalo.

La voz de mamá me sacó de mis pensamientos, estaba frente a un probador, y al lado de ella un montón de prendas y una mujer de unos 28 años sonreía en mi dirección se la devolví y fije mi vista en mamá.

— Hija te presento a Laura, era será tu estilista y asesora.

— Hola, mucho gusto Brenda. —estire mi mano y la aceptó sonriente.

— Laura, un placer trabajar contigo.

— Igualmente. —hice un sonrisa sincera en todo el día y escuche atenta sus indicaciones.

— Bueno las dejare para que hablen, iré a revisar unas cosas. Suerte. —me beso la mejilla y se marchó contenta porque estuviera con ella.

Miré a Laura era una chica muy guapa con un cuerpo en forma de reloj de arena, unos ojos azules, y cabello negro hasta la cintura me hizo acordar a Annie, me entristecí por saber que seguíamos peleadas pero ya hablaría con ella, ahora debía concentrarme.

Según Laura debía probarme los vestuarios y ella me indicaría que hacer en la pasarela junto con el resto de las chicas, acepte un poco nerviosa y me cambié, cuando me mire en el espejo de vestidor, no me reconocí.

¿Esta soy yo?

Sí, cariño eres hermosa, acéptalo.

Sonreí y me detalle en el espejo, tenía una extraña combinación de gris y amarillo en mis ojos, unos labios rellenos y rosados, cabello ondulado hasta la mitad de la espalda, buenos rasgos y lindo cuerpo, debería sentirme segura conmigo misma.

Y eso haré.

Puedo lograr todo lo que quiera.

Respire hondo y salí del probador, diciéndome que cambiaría, ya no sería la estúpida chica que solo vive estudiando, cambiaría mi look, y seria la chica decidida de antes.

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