Anécdota de @AraDeMaslow

Resulta que cuando yo tenía entre seis y siete años, mi mamá fue madrina de bautizo de una niña a la cual odio. En fin, estábamos ya en la fiesta; me fui a jugar con las hijas mayores de mis padrinos.

Entre varios juegos, a la hija mayor se le ocurrió jugar a las escondidas. La odiaré siempre por aquella decisión.

No recuerdo exactamente quién se quedó a contar, pero como la casa era medianamente grande, nos podíamos esconder en casi cualquier lugar. Así que, sin más, me dirigí a la sala de estar y divisé el sillón más grande, el cual formaba un hueco con la pared, además, uno de sus lados estaba cubierto por una vitrina; me pareció el lugar perfecto para esconderme, no dudé en meterme a ese hueco.

Después de un rato escuché voces, pero no eran las voces de mis compañeras de juego; eran las voces de mis padrinos.

Ambos ocuparon el sillón el cual yo había escogido para esconderme detrás. Se acostaron a lo largo y un rato más tarde ya estaban besándose. 

Entre la acción no se dieron cuenta de que recorrieron el sillón hacia la pared. Y ahí estaba yo, aplastada contra la pared, escuchando las urgencias corporales de mis padrinos.

Hasta que vi esto: la blusa de mi madrina salió volando de repente.

Sí, estaban a punto de hacer sus cositas justo a un lado de mí.

Para ese punto yo ya no sabía qué hacer. Entré en pánico. No podía salir por donde había entrado porque me verían, pero tampoco podía escabullirme por el otro lado, puesto que la vitrina bloqueaba mi paso.

Por obra del Espíritu Santo, mi madrina reaccionó. Recuerdo que se incorporó del sillón diciendo...

—Jaime, ahorita no. Las niñas están jugando y pueden entrar.

Ella recogió su blusa, se la puso y se fue junto a mi padrino de regreso a la fiesta.

Cuando vi que era seguro salir, me apresuré a irme de esa parte de la casa.

—¡Un, dos, tres por Araceli! —gritó una niña apenas puse un pie en el patio.

Moraleja: un sillón nunca es buen escondite. Menos si hay blusas voladoras y hormonas de por medio.

Andsig4 vuelve a la vegetación, donde espera que perdonen su desaparición.