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Capítulo 42


Los verdaderos amigos contigo en las buenas y no tan buenas

Beth


Yesenia me miró fijamente por unos segundos, seguramente procesando lo que le había pedido momentos atrás. Nos encontrábamos cerca de la piscina, recostadas una al lado de otra en sendas largas y cómodas sillas, de esas que usualmente se usan para tomar sol. En tanto yo prefería estar bajo una enorme sombrilla huyendo de los inclementes rayos solares que no hacían sino causarme una insolación, mi amiga disfrutaba de sentirlos sobre su piel buscando acentuar su color canela.

La miré desviar su atención, buscar la botella de protector solar dentro de su enorme bolso y tomarse su tiempo para aplicarse más crema protectora sobre sus extremidades antes de contestarme. Yo sabía que Yesenia protestaría al escuchar mi petición, pero gracias a mi pierna enyesada, ella era mi única opción para salir de casa. También estaba Diego, pero a él no le podía pedir que me llevara a ver a Aldemar.

Aldemar, el chico de los ojos lindos y tristes, que me dejó sin palabras con su fuerte historia de vida, ante la cual no pude reaccionar como él seguramente deseaba. Su confesión, provocó en mí emociones tan intensas y con las que no pude bregar. Me aplastaron hasta dejarme en un mutismo que duró por horas y puso una barrera entre nosotros dos.

En ningún momento he dejado de rememorar aquella tarde casi tres semanas atrás en el albergue. No recuerdo bien como regresé a la casa, pero una vez dentro de mi cuarto recuerdo que di rienda suelta al llanto. Lloré al imaginar la angustia y la incertidumbre que seguramente impregnaba la vida de Aldemar, lloré al imaginarlo de niño enfrentándose ante lo desconocido, aún con el apoyo de su familia. Y desde ese momento, ni por un minuto pude dejar de sentirme la persona más mezquina del mundo.

Entonces, horas después llegó el miedo, mucho miedo a que Aldemar no quisiera oírme y mucho menos verme. Y aquel paralizante temor me mantuvo por días alejada, sin animarme a contactarlo.

Fue después de casi semana y media que, decidí armarme de valor e ir a buscarlo para dejar mi corazón a sus pies. Llovía a cántaros, era un día nublado, tan nublado como mi mente; en mi afán de buscar la manera de explicarle a Aldemar como me sentía, lo tonta que fui al alejarme de él y sobre todo demostrarle este amor que añoraba entregarle.

Sin embargo, la tarde que pensaba ir con Aldemar para sincerarme con él y asegurarle que estaba dispuesta a caminar a su lado en la vida, si así lo quería porque lo amaba, terminé en la sala de emergencias de un hospital con mi pierna derecha enyesada por un absurdo, pero aparatoso accidente bajando sin cuidado las escaleras exteriores mojadas en mi prisa por llegar a él.

Una honda tristeza me embargó, en un arrebato de nostalgia y desespero, sin pensarlo mucho le envié por texto un pequeño corazón rojo y quebrado. Esa noche esperé su respuesta, pero nunca llegó. La frustración y el enojo me arroparon en la soledad de mi cuarto y, no fueron pocas las lágrimas derramadas sobre mi almohada, la cual golpeé en repetidas ocasiones tratando de desahogar mis emociones.

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Yesenia continuaba en silencio, los minutos pasaban mientras yo estaba decidida a conseguir que me echara una mano para llegar hasta el negocio de los tíos de Aldemar.

Desde que llegó esa mañana a visitarme, la aborde con preguntas sobre él y ella me aseguró que no lo había visto desde la fiesta de graduación hacía más de un mes. Luego me sugirió que lo llamara por teléfono si tanto necesitaba saber de su vida. Allí fue donde le hablé de mi encuentro con él en el albergue, su confesión y mi adversa reacción. Ante aquello, Yesenia pareció quedar muda momentáneamente.

—No puedo llamarlo por teléfono para hablar sobre un tema tan delicado, Yesenia. Además, no reaccioné como seguramente él esperaba. —Yesenia sacudió su cabeza coronada de rizos castaño oscuro en desacuerdo a mis palabras.

—No amiga, reaccionaste como todo el mundo en su sano juicio haría. —señaló muy segura de sus palabras, pero su pensar no me hizo sentir mejor.

—No supe que decirle, no quería rechazarlo, pero tampoco me nació darle un abrazo y palmearle la espalda. Fue algo que no esperaba, necesitaba pensar, pero tampoco se lo dije, lo dejé ir y te juro que no era eso lo que quería —divagué más para mí que para ella — . Ya en la noche comencé a sentirme mezquina, a reprocharme lo que debí hacer y decir, sin embargo, no dije. Y el miedo me mantuvo lejos por muchos días, miedo a que ahora fuera él quien me rechazara...luego vino lo de la caída...

—Entiendo todo eso, pero creo que lo mejor que puedes hacer es mantenerte lejos de Aldemar, amiga. —manifestó Yesenia con tono de lamento. No estaba por discutir con ella, aunque empezaba a molestarme su actitud.

—Ya sé que no lo harás ¿cierto? —inquirió mi amiga, al pasar los minutos sin una contestación de parte mía. Yesenia se puso de pie y fue a sentarse a mi lado —.Te conozco y estoy segura de que nada de lo que te diga cambiará tu pensar.

—Suenas como si pensaras que lo que siento por Aldemar es un capricho —reproché sin ocultar mi malestar. Yesenia y yo nos miramos fijamente. —Por favor amiga no me dejes sola en esto, llévame a ver a Aldemar —añadí y coloqué una de mis manos sobre la de ella.

—Eres una dramática, lo sabes ¿no? —comentó Yesenia e hizo un puchero mientras apretaba mi mano. Yo no pude evitar sonreír cuando la miré sonreír a ella.

—Además, me lo debes. —Se me ocurrió decir a lo que mi amiga, que ya estaba nuevamente de pie y preparada para lanzarse a la invitante agua de la piscina, se giró a mirarme con expresión sorprendida.

—¿Perdón? — Yesenia se cuadró con las manos sobre la cintura al borde de la piscina y esperó mis palabras.

—Tú sabías sobre la condición de salud de Aldemar y nunca mencionaste nada. —En esos días, después de la tarde en el albergue evoqué la mala actitud de Yesenia contra Aldemar y, llegue a la conclusión de que el motivo era su diagnóstico. Mi amiga y Aldemar se conocían desde niños y de seguro ella había oído algo sobre todo aquello. Para ser sincera, también me cuestioné cual hubiese sido mi reacción ante semejante noticia antes de involucrarme y enamorarme de Aldemar, más no pude dar con una respuesta.

—No era yo la que tenía que hablar sobre eso, además tampoco estaba segura de nada. Las personas hablan, los rumores se esparcen de boca en boca, pero no es hasta ahora que tú me lo confirmas que yo puedo afirmarlo —dijo ella desde su posición, notándose un poco vacilante.

Acomodé mi cuerpo sobre la silla buscando mirarla mejor, al tiempo que mi pierna enyesada no sufriera.

—Olvida eso, ya no sé ni lo que digo —dije algo aturdida. Lo menos que deseaba era que el asunto se fuera por otros caminos y entrar en una seria discusión con la única persona que podía ayudarme. Yesenia bajo los brazos, camino hacia mí y se puso en cuclillas para poder mirarme de frente.

—Soy tu amiga, Elizabeth y aunque no este de acuerdo con algunas cositas jamás te voy a dar la espalda. —La oí decir con sinceridad emocionándome —.Tranquila Drama Queen, ¿cuándo quieres que te lleve al barrio?

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Editada 09/06/2023


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