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Juan Cruz – 11 años
Decir que estoy emocionado es poco. Me froto las manos, esperando porque vengan mis amigos. Invité a todo sexto "A" y a todo sexto "B" a mi primer asalto.
Los chicos traen bebida y las chicas, comida. Bueno, en realidad cada uno trae lo que puede aunque no es necesario, ya que mamá cocinó mucho y papá fue al mayorista para que hubiera suficientes bebidas.
―Nada de ir arriba, ¿eh? ―Señala mi mamá por milésima vez. No quiere que nadie se escape a las habitaciones del piso superior. ¿Para qué nos enconderíamos de todos modos?
Con respecto a eso... puede que estemos en una etapa de curiosidad. No he dado mi primer beso en la boca y hay una sola chica en la que no puedo dejar de pensar: mi amiga Coni.
No tendría que imaginarla para hacer eso, pero cada vez que la veo, quiero estar con ella y solo con ella. Lamentablemente, está Zeke en el medio y estoy seguro de que a él también le gusta.
¿Cómo evitarlo si es la chica más linda que conocí, con su cabello largo color rojo dorado, sus enormes ojos verdes y su nariz respingada y pecosa?
Coni, sin embargo, no creo que nos vea ni a Zeke ni a mí como "algo más". Supongo que estoy bien con eso y a medida que mis compañeros llegan, me pongo ansioso.
Rodri enseguida se hace cargo de la música; trajo su mochila llena de casetes y CD's. Sus padres acaban de venir de Miami con un aparatito último modelo que los reproduce sin necesidad de meterlo en el minicomponente.
La mesa del quincho fue puesta contra la pared, así nos queda lugar para bailar. Agradezco que me hayan permitido hacer la fiesta acá y no en el comedor, a la vista de los adultos que se quedaron a cenar con mis padres.
Los cristales de las puertas-ventanas se empañan rápidamente, la noche es fresca a pesar de estar en octubre. Muchos ya tienen doce años y otros como yo, están carrera por cumplirlos. Las luces del parque están encendidas, y aunque la pileta está cubierta con una lona por estar fuera de temporada, los destellos del piso enmarcan el camino hacia aquí.
De a poco se van armando parejitas. Algunos solo comparten conversación sobre el colegio en tanto que otros se van uniendo al baile.
"Hero" de Mariah Carey es muy femenino para mi gusto, pero a las chicas les encanta. Sigo intrigado por Coni, me prometió que vendría y todavía no ha dado señales de vida.
¿O espera por Zeke? Él tampoco llegó y que ambos, mis dos mejores amigos no estén aquí, me fastidia. Me sirvo un vaso de Coca Cola mientras espero, de mal humor. Yanina Escalante ya me pidió bailar con ella y la rechacé por estar atentos a ellos dos.
―¿Le dijiste que no a Yanina? ―pregunta Gustavo, uno de los chicos que está atrás de ella. Cuando asiento, rueda los ojos ―. No me digas que estás esperando a Coni.
―No, nada que ver. ―Miento y cruzo el salón para agarrar el bol con papas fritas.
Varias canciones después, cuando "Creep" de Radiohead retumba en el quincho de mi casa y las luces son más tenues, aparece Zeke. Por detrás lo hace Coni, y una ola de celos me invade. Voy hacia la puerta y me les paro enfrente.
―¿Vinieron juntos? Ya es tarde.
―No, Juani. Yo estaba por tocar el timbre cuando Coni justo salía de su casa ―miré a mi amigo, él no mentiría. Nunca lo hacía. Además, supongo que él me diría si está enamorado de nuestra amiga.
Ayer por la tarde prometimos que siempre seríamos amigos, que nunca nada ni nadie se interpondría en nuestra amistad. Suena un poco exagerado que dos chicos de once años hagan esa clase de juramentos, pero nos pareció honorable.
―¡Viniste! ―Yanina aclama la llegada de Zeke, lo agarra de las manos y se lo lleva a un rincón. Coni contorsiona la cara. ¡Es tan evidente cuando algo le molesta!
―¿Ya lo arrinconó? Pffff...―protesta ― encima Zeke es tan blandengue ―ambos nos reímos. Nuestro amigo, definitivamente, lo es.
Extremadamente atento con todos, a menudo lo usaban, sobre todo las chicas del grupo de Yanina. Le pedían las tareas escolares ya resueltas o que les comprara golosinas en el recreo, inventando alguna que otra excusa.
Zeke no conocía la palabra "no". No era su estilo empatizar con todo el mundo ni ser un superhéroe, pero sin saberlo, lo era.
Y yo detestaba que lo tomaran por tonto.
Después de una guerra de palitos salados y chizitos, Rodri pone a CAE.
Inspiro profundo y tomo coraje. Coni está hablando con una de las chicas de la otra división para cuando me acerco. Por suerte, en estos últimos meses crecí lo suficiente para superarla por algunos centímetros. Ella, sin embargo, sigue siendo bajita y muy delgada.
―¿Bailamos? ―le agarro la mano y ella estalla en risas. No le veo la diversión, pero deja su vaso en la mesa y dramáticamente se enrolla hacia mí. No sé muy bien cómo reaccionar, lo más fácil es quedarme en el mismo lugar.
Ella es la que termina de acomodar mis manos en sus hombros en tanto que las suyas caen en los míos. Mantenemos distancia, ya que mi mamá ha venido dos veces "a supervisar" que no hagamos lío y a prendernos la luz en la cara como si condujera una patrulla de policía.
El coro de bufidos me dio vergüenza, pero apenas giró y se fue del quincho, alguien tocó la tecla, oscureciéndolo todo otra vez.
―Me gusta este tema a pesar de la letra triste. ―Coni estaba entrando en una fase en la que se enamoraba de todos. En su habitación hay posters de bandas extranjeras de chicos y no deja de hablar de algún que otro actor de Hollywood.
―Nunca le presté mucha atención a la letra ―Lo cual es cierto. Mi hermano no deja en paz sus CD de Nirvana o Megadeth.
―Si querés pedirle a alguna chica que sea tu novia, te recomiendo que aprendas de estas bandas ―Como si fuera una experta en el tema amoroso, me sugiere.
Sonrío, sin perderme sus ojos cerrados y su tarareo desafinado.
Flexiono los brazos, acercándome. Mis manos viajan lentamente hacia su espalda y ella no me lo impide. Me siento extraño tocando a una chica, no tenemos la edad para avanzar hacia algo más aunque no puedo negar que imaginé cómo sería besarla.
Alguno de mis amigos ya lo han hecho con chicas del curso. Sin lengua, obvio.
Trago, examinado cuán concentrada está en la canción.
Por tres minutos que se escabullen fácilmente, se mantiene aferrada a mis hombros. A pesar de los centímetros que nos separan, puedo oler el perfume de su shampoo. No tiene el cabello trenzado como generalmente lo usa, sino que esta vez, lo tiene suelto hasta la cintura, dejándolo caer en grandes ondas color cobre.
Cuando la letra de "Sin documentos" de Los Rodríguez corta el clima íntimo, Coni se aparta y se acomoda el mechón de pelo que cruza por su cara. Debe ser una de las primeras veces que no parece uno más de la pandilla y que se viste como chica.
Lleva una pollera de jean, medias can-can debajo y unas botitas de gamuza que están de moda. Arriba, una camisa blanca de gran cuello con volados, la cubre por completo.
En tanto que me quedo parado como un tarado en la mitad del salón, ella es absorbida por el grupo de chicas con el que se suele juntar.
―Qué pesada que es Yanina ―la voz de mi amigo Ezequiel aparece por detrás. Es inconfundible, dada su ronquera por un problema en las cuerdas vocales que teme operarse. Giro, encontrándolo con un pancho con mayonesa y un pulverizado de papas fritas sobre el aderezo, en la mano ―. Quería encerrarme en el baño para darme un beso. No podía sacármela de encima―Su cara delata que no tenía la mínima intención de someterse a ella.
―Pero Yanina está buena.
―Yo quiero que mi primer beso sea con alguien que me guste y me interese, no que me obligue ―Elevo mis hombros y sonrío. Así es Zeke, un viejo en un cuerpo de un chico de casi doce años, fiel a lo que quiere.
―Te re entiendo, me pasa lo mismo ―respondo y no quiero aceptar que me muero porque fuese con nuestra mejor amiga, esa que nos prohibimos tocar.
Tres horas más tarde, todos se han ido. A excepción de Zeke, que se queda a dormir.
Hablamos de lo bien que salió todo, de la vestimenta de las chicas y de las interrupciones voluntarias de mi mamá. Por suerte, no fueron durante toda la noche, lo que me garantiza que los chicos vuelvan ante otra eventual invitación.
Odio cumplir los años en febrero; la mayoría está de vacaciones, algunos ni siquiera tienen teléfono fijo y los que quedan en Buenos Aires no viven tan cerca como para venir.
Quizás haga una fiesta en la pileta.
Jugamos un rato al Sega hasta que papá golpea la puerta y nos advierte que es de madrugada y por lo tanto, hora de dormir. Lo saludamos, nos preparamos para la cama y la conversación se extiende hasta que nos quedamos completamente mudos gracias al sueño.
***
Durante ese verano, los paseos en bici fueron más largos. A menudo íbamos hasta el Puerto de Frutos y volvíamos rápido para que nuestros padres no se preocuparan.
Continuaron las chocolatadas en mi casa y en la de Coni. Su mamá parecía mejor de ánimo y me gustaba que no volcara su mal humor en sus hijas. Según Coni, estaba viéndose con alguien del trabajo llamado Fidel. Le pareció escucharla hablando por teléfono.
Al que notamos extraño fue a Zeke, más callado de lo normal.
Una vez que Isabel no estuvo cerca, curioseamos sobre lo que le pasa a nuestro amigo.
―Nada. No pasa nada. ―responde él mirando la taza de chocolatada vacía.
―Dale, somos tus amigos ―Coni le toca el codo, dándole ánimos ―. Si no te ayudamos nosotros, ¿quién?
Ojalá dos chicos de once años pudiéramos ayudarlo.
Lo cierto es que nunca había visto a Ezequiel tan desanimado; o pensándolo mejor, solo cuando su madre se fue sin decir adónde, de un día para el otro y llevándose consigo solo su ropa.
Él se quedó en soledad, culpándose por su partida.
Su abuela Clementina, loca y todo, había ocupado el lugar de su mamá durante mucho tiempo.
―No, es que...―se rasca la nuca. Tiene el pelo más largo de lo habitual; supongo que Patricio no tuvo tiempo de agarrar la tijera ―en realidad no sé qué pasa pero mi papá y la abu me están ocultando algo ―Su voz tembló ―. Estaban hablando a escondidas sobre unos análisis y doctores. La abuela le dijo que no quería saber nada y que antes que morirse en una cama de hospital prefería quedarse seca en su cama. ―levanta la vista y sus ojos se muestran tristes ―. Perdón chicos, no me siento bien. Me voy ―Corre las patas de su silla hacia atrás y al instante, las de las Coni y las mías la siguen.
―Zeke no te vayas ―le digo ―. ¿Por qué no vamos en bici a dar unas vueltas?
―No, en serio. Gracias, chicos, pero estoy sin ganas de nada.
Parados en la puerta de la casa de Coni, lo vemos irse. Cuando Zeke no quiere hablar, ya no hay nada que podamos hacer.
***
Una semana después del comienzo de clases, de arrancar con toda la energía que supone atravesar nuestro último año de colegio, la abuela de Zeke se muere.
Finalmente, sus sospechas tenían sustento: ella tenía un cáncer agresivo. No sé qué parte del cuerpo le atacó. Solo que no se dejó atender por ningún doctor y cumplió con su palabra de morir en su casa.
Mamá no quiso que fuéramos al funeral, disponiendo que nos quedáramos en mi casa. Coni, Ezequiel y yo nos la pasamos en el comedor mirando tele. Encima llueve un montón. Peor panorama, imposible.
Coni se enganchó mirando una novela; nos explica quién es cada personaje y la importancia que tienen dentro de la trama. Ni a Zeke ni a mí nos importa, pero no estamos con ánimos de discutir.
Cuando mis padres llegan del velatorio, le ofrecen a Ezequiel que se quede a dormir. Obviamente ni él ni yo protestamos. La madre de Coni cruza con un paraguas en la mano y la pasa a buscar; ella insiste en quedarse con nosotros, pero ni su mamá ni la mía lo consideran apropiado. Supongo que porque están alertas con el tema de nuestro "despertar hormonal".
He tenido mi buena cuota de información sexual, no solo en mano de mis padres y del colegio, sino también gracias a mi hermano. Iñaki tiene una caja llena de revistas Playboy y un arsenal de historias que dice haber vivido. No sé cuántas de ella son verdaderas y cuáles no.
Lo que sí sé es que anda de un lado para el otro con la hermana de Coni. No le pregunté al respecto, pero creo haberla visto salir de la habitación de mi hermano una madrugada que me levanté para ir al baño.
Ella iba caminando en puntitas de pie y llevaba su cabello rojizo como el de su hermana todo despeinado.
No creo que estuvieran jugando al "Sonic" en el Sega.
El otro día estuve a punto de romper mi pacto y decirle a Zeke que Coni me gustaba mucho. No sé cuándo sucedió específicamente, pero me resulta difícil verla solo como una amiga. Es una chica grandiosa, me río mucho con ella y tenemos los mismos gustos musicales.
¿Sentirá la misma confusión que yo? ¿Es normal que te guste tu mejor amiga?
No hallo muchos momentos para encontrarla sola y preguntarle, o al menos sugerir lo que me pasa y definir qué hacer.
Más tarde, estamos únicamente Zeke y yo hablando de estupideces del colegio y de las tetas de Gaby Méndez. Parece que le explotaron de golpe y ella no parece tímida al respecto.
―Escuché que ya se besó con el "Pela" ―Chusmea mi amigo.
―Rodri también me dijo que pasó por ahí ―Reímos, parecemos mis vecinas de cien años contra la ventana.
"Ahora, es mi turno", pensé.
―La que parece que se está poniendo más linda cada día que pasa es Coni. ¿Viste cómo le quedaba la remera blanca? ―Trago, nervioso, esto puede hundir nuestro pacto o simplemente, ser una prueba de fuego para ambos.
―No, la verdad es que no me fijé en eso ―quiero morder la frazada, acabo de quedar como un zarpado. A punto de aclararle algo, me interrumpe ―, pero sí vi el jean apretado que se puso hoy. Le hace una buena cola. ―No lo veo con claridad desde mi posición excepto porque haga una maniobra exagerada, ya que está en la cama-carro que pusimos debajo de mi cucheta, cuando mi hermano se fue para usar el cuarto de al lado.
Respiro profundo, al menos no me siento tan idiota por haber notado que nuestra amiga ya usaba corpiños con relleno y puntilla.
Malditas hormonas revueltas.
Dejando los atributos de nuestra amiga de lado, caemos en un silencio cómodo. Hasta que él sale con una pregunta que no sé cómo responder:
―¿Con quién querrías darte tu primer beso? ―Los dos estábamos al tanto de que no habíamos debutado en ese área por idénticos motivos: encontrar a la correcta. Sí, somos dos mariquitas sentimentales de doce años.
Tardo más de la cuenta en responder.
¿Miento o digo la verdad?¿Apuesto a arruinar nuestra amistad o le quito importancia?
―No sé, pero de lo que sí estoy seguro es que quiero que sea este año. Quizás, en el campamento del próximo mes se me dé. ―mentiroso, mentiroso, mentiroso―. ¿Y vos?
Él también se toma su buena parte de tiempo. ¿Estaría pensando en cómo responder que quiere a Coni? ¿O simplemente su timidez le impide darme un nombre concreto por miedo a las burlas?
―Me pasa lo mismo. Aunque prefiero que sea alguien inexperto como yo así comparto el papelón ―me contagia su carcajada.
Estamos en paz.
Por ahora.
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Asalto: reunión.
Mayorista: gran almacén que vende productos en cantidad y a un precio de oferta.
Estar atrás: que le gusta.
Quincho: espacio generalmente cerrado y cubierto en donde se encuentra la parrilla/asador y un espacio para comer.
Cae: Cantante de rock-pop que comenzó su carrera en el grupo Bravo, conocido por canciones como "Te recuerdo", "Desierto sin amor" y otros.
Pollera: falda.
Medias can-can: pantimedias.
Zarpado: inadecuado.
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