He visto a chicas bonitas colisionar,
a pedófilos confesar,
y ranas a medio besar.
He visto sus cristales de metralla,
sus tobillos en tensión,
su sed de explosión,
y la certeza de que sin dolor no podemos escribir palabra.
Sin embargo no he visto a nadie reconocer conducir o follar mal,
vomitar el corazón sin escupirlo
o el caos incongruente.
Que sí, que ya, que estamos muertos, que nunca he tenido nada en contra de que te corras sin avisar, ni de las curvas, ni de las rectas, ni del vello, ni de las ojeras de tus huesos.
-Versos no aptos para corazones arrítmicos, @cacadeunicornio
——————–
Cierro los ojos. Una de sus manos está masajeando mi trasero y con la otra se aferra mi cintura y mueve ligeramente las caderas creando fricción en nuestras partes estratégicas. Tengo que pararlo, pero no quiero y gimo cuando éstas se hacen más intensas.
Nos quedamos paralizados cuando una luz blanca nos alumbra, –¿Hay alguien ahí? – una voz masculina y gutural dice en tono autoritario, el Fénix se ríe y veo que sus ojos están inyectados en sangre. –No es gracioso, tenemos que irnos. – siseo con el corazón en un puño, me levanto y lo obligo a seguirme por la oscuridad.
No sé cómo, ahuyentamos a Seline y al policía, damos a un lado de la calle y me doy cuenta de que estamos cogidos de la mano. Sus manos siempre están calientes y eso me transmite calidez. –¿Cómo te llamas? – pregunto mirándolo fijamente. –Ya sabes, tu verdadero nombre. –
Su buen humor ha desaparecido, de hecho, creo que está esbozando una mueca. –No es nada del otro mundo, ¿sabes? –suelta con desgana y empiezo a entender que este tema le trastorna. –Ésa persona murió en ese incendio, ése nombre no me define en absoluto, dejé atrás tantas cosas... – noto el amargor en cada una de sus palabras y le doy un apretón cariñoso en la mano en modo tranquilizador. –Entiendo lo que es sentirse muerto y dejar personas atrás, de veras, así que no voy a presionarte. – sonrío y me observa atónito, como si no pudiera dejar de hacerlo, como si quisiera decirme algo. Pero no lo hace.
Llegamos en silencio hasta la puerta de su piso y me doy la vuelta para alcanzar al pomo del mío. –Buenas noches. – le digo sin mirarle y entonces encaja el agarre de mi brazo con su mano, le miro y se está mordiendo el labio, aún tiene los ojos rojos y tiene el pelo alborotado. –Espera, Tess... – murmura con la voz apagada. –Me llamo Alex. –
La puerta de su piso se abre y ambos damos un respingo, del interior aparece una chica. Está llena de tatuajes, tiene el pelo largo y negro lleno de tirabuzones, debe llenar un ciento cinco de busto y tiene las piernas delgadas. Viste una sudadera abierta de él y lleva a Mr. Pixel en brazos.
–-¿Entras ya o no? – pregunta cortante, me doy cuenta de que tiene una peca cerca de los labios y lleva unas gafas de pasta negra. La fantasía sexual de cualquier hombre.
–¿Eres amiga de Alex? Un placer, yo soy Arielle. – dice después de dos minutos, en cuanto se da cuenta de que existo y no sé si me duele más el corazón al pensar que esta semidesnuda en su puerta o que sepa su nombre, me trago el nudo que se está formando en mi garganta y sonrío falsamente –No, ni siquiera diría amigos, adiós. – me libero de su agarre, introduzco las llaves y me meto en casa de un portazo. Rebeca y Cecilia se acercan en pijama con cara de preocupación desde el comedor y me rodean.
–Tessa... – para cuando pronuncian mi nombre ya estoy sollozando y siento que no puedo parar. Me siento engañada y frustrada. Me duele el pecho. No pensaba que me importase tanto. ¿estoy celosa? Me asfixio. –Lo siento, lo siento. – gimoteo apartándome de ellas y entro en mi habitación para luego cerrar la puerta. Me repito a mí misma que él no es de mi propiedad, que hace apenas nada que nos conocemos, que él es el Fénix y yo soy una rata de biblioteca.
Me miro al espejo de mi cómoda y veo como el maquillaje cae sobre mis pálidas mejillas. No conozco a ningún artista que escriba y no esté triste, necesitamos tanto el dolor como a la máquina de escribir, vuelvo a ser por un momento, la pequeña pecosa indefensa e inocente de ocho años, frente a mi reflejo leyendo la cita de Charles Bukowski por primera vez.
<<¿Qué esperabas, Tessie? Te dije que nadie iba a quererte. Estás sucia.>>
***
Doy un sorbo al café que me han servido en el Coffe Shop y veo como Rebeca se ha perdido en la mirada de un chico que está sentado a lo lejos.
–Se me han evaporado las bragas. – dice aún con la mirada perdida. –Ese chico me está mirando con cara de quiero sexo del bueno. – me echo a reír y paso la página del periódico que estoy leyendo curiosamente.
–¿Cómo esperas que el Fénix no tenga a otra siendo alguien que lee periódicos? Se carga tu sex-appeal. – gruñe Beca intentándome dar lecciones de vida y algo dentro de mí se estruja. Patada trapera, perra.
–Quizás no quiero que se fije en mí, pedazo de puta. – suelto con el tono más pasota de mi repertorio. Ella se me queda mirando, como quien atropella a una cría de gato en la carretera y me levanta el dedo inocentemente. –He visto como lo miras, Teresa. Reconocería ésa mirada de te haría una mamada a la luz de la luna. – Pongo los ojos en blanco y solo de imaginarlo se me eriza el vello de la nuca. –¡Cierra el pico! –
–¡Cállate, que me ha guiñado un ojo, por el amor de todos los coños! – se levanta y camina hacia él, rodeo los ojos pensando que esa chica no tiene remedio. Paso página y leo en mayúsculas;
HALLADO EL CUERPO DE UNA ADOLESCENTE EN EL PARQUE DE JOAN MIRÓ.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral y pienso en Seline, que anoche me perseguía por el Parque Joan Miró.
Efectivamente, mi corazón martillea contra mis costillas y su nombre aparece en Arial negrita.
Fue brutalmente violada y repleta de pequeñas quemaduras (de cigarro, probablemente), murió por asfixia. Están analizando el ADN del asesino.
–¡TESSA! – grita Beca en mi oído y chillo del susto, me arrepiento al instante pues todo el recinto me está mirando. –¿Qué ocurre? – jadeo histérica. –Ése sexy tío bueno sediento de sexo me ha pedido su número. – canturrea Rebeca felizmente. –Vámonos, o llegaremos tarde a clase. – frunzo el ceño al recordar que hoy toca Historia y sin dudarlo le hago una foto al anuncio. –
–¿Por qué me ignoras? ¿tienes la regla? – exclama Alex, el Fénix bastante molesto, cuando termina la clase y le fulmino con la mirada. –1. Eso ha sonado muy machista, 2. No estoy molesta, simplemente te ignoro y 3. Alex me parece un nombre muy cliché, tanto misterio, ¿para eso? – me levanto del pupitre y me dispongo a salir de la clase, Ada y su grupo de Barbies tocapelotas repletas de silicona están fingiendo ladridos de perro, como si yo fuera una perra.
Me precipito por el pasillo sin comprobar si me sigue él o no, y me siento mal, porque lo que estoy haciendo va contra mis principios.
Alex es libre de hacer lo que quiera, con quien quiera, el amor romántico y la ideología de la media naranja es algo completamente absurdo para mí. Prefiero visualizar que soy una naranja entera, que no dependo de nadie para estar completa y busco una naranja también entera para nuestra cesta. Pero no puedo evitar sentirme frustrada, en el fondo agradezco que tenga a alguien, me estaba pillando mucho por él misteriosamente y hace cinco años que no me enamoro. No lo haré ahora. El amor nos hace débiles y dependientes.
–¡Es ella! – gritan un grupo de chicas punks corriendo hacia mí. –¡Seline te estaba persiguiendo y fuiste la última en verla! – empiezo a correr por el pasillo sobre mis creepers negras y la goma de éstas rechina por el suelo. –¡¿Cómo voy a ser yo, si no tengo pene para haberla violado?! – grito horrorizada cayendo en cuenta de que estas son las cabronas que acompañaban al principio a Seline. Antes de entrar en el parque.
Doblo la esquina y noto que alguien tira de mi brazo, introduciéndome en el cuartillo de la limpieza y cierra la puerta con una velocidad espectacular. Sé quién es antes de verlo, su olor lo delata. Miro con odio a Alex que sonríe triunfante y pongo cara de mala uva, las maníacas pasan de largo corriendo y entonces el poco espacio que hay en el cuarto empieza a incomodarme, pues estoy a centímetros de él.
–De nada. – pronuncia lentamente. –¿te has enterado? – pregunto para cambiar de tema, éste asiente. –¿Tienes idea de quién puede haber sido? –
–No, probablemente se cruzase con algún borracho yonki. – dice mirando mis labios y me pongo nerviosa. La mujer que llevo dentro me recalca que si un tío te mira los labios mientras hablas, la has jodido, quiere besarte. Sujeta mis caderas y me acerca a él sutilmente, pero posesivamente a la vez y eso basta para que mi entrepierna se humedezca. –¿vas a besarme en el cuarto de la limpieza, enserio? Menudo cliché. – suelto con la voz en un hilo y sonríe levantando mi barbilla con el pulgar. –Sí, pero te has puesto roja. – dice con la boca pegada a mi mandíbula, si me moviera un poco nuestros labios se rozarían. –Al menos yo no tengo pareja. – se separa de golpe y el corazón me da un vuelco. ¡Has arruinado un morreo húmedo! Grita mi Rebeca interior. Alex se echa a reír y abre la puerta del cuartillo dejándome dentro.
–Eres adorable. – dice con ternura y me revuelve el pelo. –Te ruborizas y te mojas con facilidad, te pones celosa y me haces morritos, ¿porque eres tan jodidamente mona? – me mira fijamente, como quién mira un bizcocho de chocolate. –¿QUÉ? E-eso no es ver-dad. – balbuceo sintiendo mis mejillas arder. –¿Vienes? Tenemos un trabajo para mañana, ¿recuerdas? – dice con las manos en los bolsillos.
–¿y a tu novia le parecerá bien? – pregunto tímidamente. Él vuelve a soltar una carcajada y me da un golpecito en la frente.
–Arielle no es mi pareja, Tess. Es mi hermana. –
***
Me encuentro sentada en la cama mullida donde desperté hace unas semanas con la nariz reventada. Acabo de fijarme en que tiene una estantería repleta de libros de poesía y literatura, tiene una figura de Star Wars y un póster de Rammstein. –Creo que ya está, hemos terminado. – cierro la tapa de su portátil y lo miro, parece distraído, lleva el pelo suelto y le llega hasta los hombros, lleva una camisa abierta y tiene el torso descubierto, así que descubro que tiene tatuajes. Viste unos pantalones negros rotos por las rodillas y va descalzo. Parece hasta inofensivo.
–Lucille creo que hoy está muy tranquila. – dice mirando la vitrina dónde se halla su bate de béisbol, ahora que me fijo la parte superior está forrada de acero. –¿enserio? The walking Dead te ha hecho mucho daño. – me río a carcajada limpia. –Soy Negan. – dice sonriendo ampliamente. Ruedo los ojos y se planta delante de mí, pone esa mirada, que advierte que está de caza y yo soy la presa y ya sé que quiere. –Dilo, di que eres Negan. –
–Soy Tessa. – suelto acercando mi rostro al suyo, retándolo. Se muerde el labio y esboza una sonrisa maligna. –Entonces yo también lo seré, que remedio. – alza la mano y la pasa por mi lado del pelo rasurado, para seguidamente repasar mi mandíbula con el dedo e inclinar el rostro hacía mí, esta vez no me salvo, así que cierro los ojos y me preparo para sentirlo con el estómago encogido. –¡Dios! – grita Arielle, su hermana, abriendo la puerta y ambos nos separamos de un respingo. –Dios mío, creía que ya la tenías metida dentro, que alivio. – me dice aliviada y yo siento emociones contradictorias así que me echo a reír con nerviosismo. –¿quieres quedarte a cenar, cariño? – miro a Alex, quién desbloquea su teléfono que no deja de vibrar, la llamada es de Adam. –Sí, gracias, si no molesto, claro. – digo sonriendo agradecida y ésta asiente felizmente, me cae bien. –¡¿Qué?! – grita él y me doy cuenta de que ya no es Alex, vuelve a ser el Fénix. –Enseguida voy, aguantar. – les dice seriamente, cuelga y sin siquiera mirarnos coge el bate de béisbol y sale por la puerta precipitadamente maldiciendo en voz alta. Arielle se da cuenta de mi estado de nervios y se acerca a mí. –No te preocupes, suele hacerlo mucho. – se siente a mi lado y me coge las manos entre las suyas, lleva uñas postizas largas y rosas, un escote tan pronunciado que es imposible no mirarlos y se ha pintado los labios rojo carmín. Debe rozar los treinta ahora que la veo bien.
–Como ya debes saber, Alex tiene el 40% del cuerpo con cicatrices de las quemaduras de tercer grado. – dice mientras cenamos en la mesa de la cocina. –Cosas que pasan, la madre era drogadicta y se dejó el gas encendido y la casa empezó a arder. – relata. –Todos murieron, excepto él, volvió a buscar a su hermana pequeña, por ello se quemó gravemente, se llamaba Erin. No pudieron salvarla. – trago saliva afectada. –No somos hermanos de sangre, pero siempre hemos estado juntos, antes y después del incendio. Mis padres lo acogieron, ¿sabes? –
–Y años después se convirtió en el Fénix. – murmuro mirándola seriamente. –Alex no volvió a ser el mismo después de aquello y a su gente le conmovió la historia, así que como se hizo fuerte y tiene una capacidad increíble de liderazgo, lo inmortalizaron. –
–Pobrecillo... – murmuro mirando el plato, el estómago se me cierra al momento. –Cada veintidós de junio se encierra en su habitación y no sale. – dice Arielle, parece que ella también ha perdido el apetito. –Él no es lo que parece, a veces extraño al Alex que enterró hace años, ¿Sabes? –
El teléfono de Arielle nos saca de nuestros pensamientos, descuelga y se lo lleva a la oreja.
–Alex. – exclama, y me mira horrorizada.
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