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Capítulo 37.

—¿Y por qué mierda ustedes se van y no me dicen nada? —me quejé, sosteniendo el teléfono entre mi hombro izquierdo y el cuello.

Froy guardó silencio, seguramente buscando una excusa convincente que obviamente yo no voy a creer.

—Eh... Nosotros... Pato, ¿no has pensado que si los países del mundo...?

—Préstame para acá, que la embarras —se oyó la voz de Katherine—. ¿____? ¡Hola, _____! Escucha, no arruines la sorpresa. Cierra tu boca y resígnate a acomodar las cosas de nuevo en tu habitación. ¿Entendido? ¡Entendido! ¡Adiós, _____! Chicos, despídanse de _____.

Al fondo se escuchó un «¡Adiós, ____!» colectivo y entonces me colgó.

Observé con incredulidad la pantalla de mi celular. Esta maldita.

Negué con la cabeza y subí mi maleta a la cama. Por suerte, nadie había entrado aquí y todo estaba igual, así que solo me tocaba acomodar mi ropa de nuevo en mi armario y tendría el día libre para mi sola en la casa de los Gutiérrez, ya que Diego y Froy se fueron junto con mis demás amigos a comprar las cosas para mi fiesta de diecisiete años (y la de Corey), la cual sería mañana.

¿Qué si estoy ansiosa por ser casi casi mayor de edad? No, si soy sincera. Total, no podré entrar en discotecas hasta los veintiuno, así que me lo tomo con tranquilidad. En realidad no quería una fiesta, mucho menos una como la que planea Antonella, pero ella insistió tanto que parecía una espinilla en el trasero.

Claro que jamás he tenido una espinilla en mi trasero, pero ustedes entienden a lo que me refiero.

Con la voz del sexy Ross Lynch cantando Ain't No Way We're Goin' Home en mis oídos a través de los audífonos, me movía alrededor de mi habitación siguiendo los sonidos de la batería de Ellington y organizando mi closet al mismo tiempo. No sé ustedes, pero cuando escucho música con este ritmo, siento como si estuviese siendo grabada por cámaras para un video musical o serie, lo que no sería conveniente pues sé que estoy bailando intencionalmente mal... ¡Pero es que la canción es tan buena! ¿Por qué R5 y su música son tan geniales?

Cuando la canción se detuvo abruptamente, fruncí el ceño. Eran dos mensajes, el primero de Corey y el segundo de Froy. Diablos, ¿se han sincronizado esos dos o qué?

HONGUITOCHICO: Deja de bailar como si una colonia de termitas estuviese sobre ti y abre la ventana. Tengo calor :)

Alcé la mirada y en el lado opuesto de la ventana estaba mi novio, con la frente pegada al vidrio con expresión de «mátenme y acaben con mi sufrimiento de una puta vez». Me reí y quité el seguro para dejarlo pasar. Rápidamente se deshizo de su chaqueta de cuero y también de su camiseta, y le pegó la espalda desnuda a la ventilación. El placer se le dibujo en la cara acompañada de una sonrisa.

—Se nota que te morías de frio —comenté, sarcástica—. Y mi cama no es armario para que tires la ropa ahí. Acabo de acomodar la mía...

Corey alzó su dedo índice, pidiendo silencio. Me callé porque era obvio que se estaba muriendo del calor. Medio minuto estuvo así, hasta que abrió los ojos.

—Ya me refresqué —avisó, acto seguido, recogió su ropa, la dobló y la dejó ordenadamente sobre mi cama—. ¿Feliz o quieres que doble la chaqueta para que forme un cisne negro?

—No, así está bien. Gracias —sonreí—. ¿Llevas mucho rato ahí?

—Lo suficiente como para verte bailar —se acercó, para darme un beso en la frente.

A pesar de que había estado pasando calor, sus labios estaban fríos al tacto con mi piel.

—¿Comiste helado?

—El taxista que me llevó del Aeropuerto a mi apartamento y de este hasta aquí me reconoció, y decidió comprarme uno.

Ah, sí: Corey fue a visitar un par días a su familia en Florida, ya que ellos no iban a poder venir mañana, al igual que mamá.

—¿Shannon me envió algo?

—No sé de lo que hablas, Sarcastichica —negó rápidamente con la cabeza, lo que me hizo levantar una ceja. Soltó un bufido de rendimiento—. Están en el bolsillo de mi chaqueta.

Sonreí.

—Admítelo, Fogelmanis. No puedes mentirme.

Del interior de su chaqueta extraje un paquetito con cuatro galletas y una nota donde Dain, Shannon y Baylee me deseaban un feliz cumpleaños.

—No es que no pueda mentirte —rezongó Corey—. Es que pues, me intimidas un poquiiito.

—Y ese es mi secreto, Honguitochico —le guiñé un ojo.

—En fin, ¿Dónde está la gente aquí? ¿Froy...?

¡Oh, Froy!

Velozmente, tomé mi móvil y abrí el mensaje de mi hermanastro no oficial.

MY BEST BROTHER: Oye, _____... no, espera, no estás oyendo. No es una nota de voz, por todos los dioses. Mira, _____* (ahora sí) Necesito que subas al ático y busques el Pendrive que está sobre mi cama. Ahí están las canciones que Anto descargó (ilegalmente) para la fiesta. ¿Podrías hacerlo? ¡¿Lo harías?! Oh, Pato, eres la mejor.

Dejé salir un bufido de mi interior. ¿Saben la pereza que me da subir las escaleras?

—¿Qué pasa? —inquirió Corey.

—Froy quiere que busque un maldito Pendrive en su ático.

—¿Dónde vive Randall?

—Según él, si —me detuve un segundo y lo miré, curiosamente divertida—. ¿Por qué la pregunta? ¿Acaso crees que es verdadero?

—¡¿Yo?! —chilló Corey, con su voz aguda—. ¡Claro que no! Vaya estupidez.... Ve tú, Sarcastichica, yo te espero aquí —me sonrió.

—Lo haré, pero me llevo mis galletas.

Dicho esto, y luego de ver como Corey hacia un gesto de indiferencia y se lanzaba a mi cama, fui directo a la puerta que daba a una escalera que llevaba a otra puerta, la del ático de los chicos. Debía de tener cuidado con no cerrar la segunda, porque está dañada y solamente se abre por afuera, así que me saqué uno de mis tenis y lo puse para que impidiera el cierre.

El pendrive estaba en la cama como Froy me había dicho. Pasé por encima del colchón de Diego y lo tomé, dispuesta a darme la vuelta y salir del frio lugar, pero justo en ese momento escuché ruidos de pasos subiendo y a los dos segundos Corey entró corriendo como un rayo y se lanzó encima de mí. Ambos caímos en la cama, él sobre mi cuerpo.

—¡_____! —Chilló, abrazándome con fuerza. Sigue sin llevar camisa—. ¡Pensé que no volvería a verte!

Y a este ahora que bicho le picó.

—¿Eh? —fue lo que pude decir. El niño es bastante pesado.

—Recordé que en las películas de terror quien queda solo en una habitación es el primero en morir —dijo, con la boca pegada en mi nuca—. Así que vine corriendo hacia acá para que cuando salgamos, baje yo primero, tú te quedes aquí y mueras. Será honorable, te lo aseguro. Todos te recordaran como una heroína, Sarcastichica. Una heroína.

—Una heroína bien fuerte es lo que creo que te fumaste, Honguitochico. ¡Sácate de encima!

Lo empujé, y él cayó en el colchón de Diego. Fui hacia la puerta.

—¡Espera, Sarcastichica, primero yo!

Corey se apresuró a llegar antes, pero cuando intentó jalar el picaporte, este no se abrió. Intentó de nuevo, con el mismo resultado. Hizo eso un par de veces más, pero no consiguió nada.

—Creo que se trancó —murmuró, mirándome.

—Oh, ¡¿EN SERIO?! —Exclamé, apretando los puños—. ¡¿COMO TE DISTE CUENTA?!

—Ay, no. Estas siendo cruelmente sarcástica. Cuando eres cruelmente sarcástica es porque te enojas conmigo.

—¡¿Y cómo carajos quieres que me sienta cuando has cerrado la maldita puerta, Shain?!

—Sarcastichica, creo que deberíamos hablar seriamente del vocabulario que empleas...

—¡Ve a comer mierda, Corey! ¡Nos has encerrado a ambos, lo último que me importa en estos momentos es mi puto vocabulario!

—¡Okay, okay! Pero mandándome a comer mierda no abrirás la puerta, ____.

Cerré la boca. A pesar de todo, el maldito tenía razón.

—Lo sé, pero no voy a negar que insultándote no me dan ganas de golpearte por la idiotez que hiciste —suspiré lanzándome a la cama de Froy.

—Lo siento por ser un idiota miedoso.

—Es tu naturaleza —encogí mis hombros y palpé el bolsillo de me jean—. ¡Sí! Me traje el teléfono. Llamaré a Froy para que ven...

Y como si me hubiese leído la mente a distancia, una llamada suya apareció en la pantalla. Contesté sin chistar.

—¡Froy, no sabes lo que pasó...!

—No, Pato. Tú no sabes lo que acaba de pasar —la voz de Froy intentaba ocultar su emoción... intentaba—. La van del novio de tu prima se ha dañado. No sabemos lo que tiene. Probablemente se le acabó la gasolina.

—Estás jodiéndome, ¿verdad? —exclamé.

—Pato, ¿en serio pensarías que yo...?

—¡Froy, apúrate! —Gritó la voz de Rowan—. ¡Estamos a punto de subirnos a la montaña rusa!

Hubo un silencio tenso entre la línea telefónica. Podía sentir los nervios de Ganso como si de tenerlo a mi lado se tratara.

—Con que se le dañó la van a Guille, ¿eh?

—En frente de una feria en el muelle, jeje.

Llevé una mano a mi sien, sobándola para tranquilizarme. Corey me observaba de reojo.

—¿Cuándo van a volver? —suspiré.

—Por lo animados que están los chicos (y yo, no te mentiré), calculo después de las nueve... ¿Por qué, Pato?

Oh, pues porque gracias al idiota que tengo por novio hemos quedado encerrados en tu ático tratando de cumplir con un favor que tú nos pediste mientras tú y los mal nacidos de los que se hace llamar mis amigos y familia se están divirtiendo en una maldita feria de diversiones en un maldito muelle. Normal. Me pasa todo el tiempo.

—Por nada —murmuré por fin—. Diviértanse. Procuren traer algodón de azúcar.

—Dalo por hecho, Pato. Hasta luego.

Y colgó.

¿Consejo del día? No sean buenas personas. Yo lo intenté, y miren lo que obtuve.

Honguitochico yacía sentado en el colchón de Diego, abrazando sus rodillas pegadas a su pecho, y me estaba mirando.

—¿Qué? —solté.

—¿Sigues molesta conmigo?

El tono en que lo preguntó derramaba culpabilidad. Ay, pobrecito. No le culpo, tiene una novia temperamental, grosera y mano suelta. Si yo estuviese en su lugar, seguro haría lo mismo. Claro, también alardearía de lo bella que soy. Porque admitámoslo, soy hermosa.

—¿Sarcastichica? —insistió Corey.

Con un suspiro, bajé de la cama y tomé asiento a su lado.

—Tal vez —susurré.

—¿Tal vez?

—Tal vez si, tal vez no.

Sentí su sonrisa sin siquiera mirarlo. Se soltó las piernas y se acomodó de modo que su rostro se encontraba a un lado del mío, mirando mi perfil y hablándome al oído.

—¿Y ese «tal vez si, tal vez no» cambia si te beso?

Encogí mis hombros.

—Tal vez si, tal vez no.

Corey se echó a reír y acto seguido, tomó mi mentón de manera delicada y me hizo mirarlo. Sonreí. Es condenadamente lindo. Muy lindo. En especial cuando me besa tan tiernamente que me hace sentir en el maldito mundo de los Ositos Cariñositos. ¿Cómo me puedo molestar con este hombre? Es imposible, a menos que tengas un pedazo de mierda en vez de corazón.

—Okay, no estoy molesta contigo —susurré cuando nos separamos. Corey suspiró tan aliviado que me hizo rodar los ojos.

—Eso es bueno. No vas a golpearme.

—Eso lo hago estando molesta o no —le golpeé el hombro, sacándole una mueca.

—Tienes razón —gruñó—. Entonces, ¿cuándo vendrán a sacarnos de aquí?

—Después de las nueve.

—¡¿QUÉ?! —exclamó—. ¡¿Por qué tan tarde?!

Le expliqué lo que Froy me dijo en la llamada y cuando terminé, la expresión de Corey fue una pockerface muy graciosa.

—Bueno, son las... —revisó su reloj de muñeca— seis. ¿Qué quieres hacer en estas tres horas de agonía?

Lo miré y él hizo lo mismo. Ambos sonreímos, pensando exactamente igual.

[...]

—¡Hola, rayos de sol! ¡Buenos días, animales del bosque! ¡Yo me llamo Froy, Solo Froy, y he venido a esparcir felicidad y amor con mi radiante sonrisa mojabragas! —Exclamé, sonriendo de oreja a oreja, vestida con una camiseta de Froy y su bolsito de Mickey colgado en la espalda—. ¿Quieren oír un chiste irritante y estúpido que a pesar de que se nieguen, igual lo voy a decir pues es una pregunta retórica? ¡Qué bueno, porque lo diré! ¿Qué es tan pequeño que no se ve ni con un microscopio?

—¿Qué? —Corey reprimió una risa.

—¡Mi sentido de la vergüenza!

No pudo evitarlo más y tomándose el estómago con las manos, mi novio soltó una fuerte carcajada. Satisfecha con mi imitación, me senté a horcadas en la cama de mi hermanastro.

—Te toca a ti, Corey.

—¿Corey? —mi novio arrugó el ceño, dándole pinta de gruñón. Llevaba puesto un suéter con estampado militar de mi hermano—. ¡Yo no me llamo Corey! Me llamo Diego Ortiz y yo... (Silencio dramático para crear un ambiente de suspenso)... soy tu hermano —y alargó las palabras al estilo de Darth Vader.

Me dejé caer por completo en la cama, víctima de un severo ataque de epilepsia. Corey se acercó y, tomando mis manos, tiró de mí hasta hacerme chocar contra su pecho. Wow. Sí que tiene fuerza el desgraciado.

—¿Y si vemos televisión? —propuso.

Asentí, pues no había nada más que hacer. Ya me había cansado de imitar a mis dos hermanos y no me apetecía leer algo de la biblioteca de Froy (próximamente stalkeada).

Ya en el colchón de Diego, Corey encendió la televisión con el control remoto y fue pasando canales hasta que le hice detener en Disney Channel. Estaban pasando The Rivens. Acurrucándome en su pecho, con su mano abrazándome por los hombros, vimos en silencio la película. Llegamos casi al final., pues en ese momento transmitían la escena donde Raven y Riven llegan al baile.

—Te veías hermosa con ese vestido, Sarcastichica —murmuró Corey, dejándome un beso en mi sien.

Por alguna razón, me sonrojé. Le dediqué una sonrisita tímida, pero mi novio no lo vio pues tenía sus ojos pegados al televisor, porque River estaba hablando con Jacob. Acaba de lanzar los lentes del chico y los mismos caían en el vaso de Kaia, chispeándola de ponche.

—Los lentes tampoco, Jacob —murmuré... bueno, en realidad fue River.

Estudié el rostro de Honguitochico. Él observaba como River acariciaba la mejilla de Jacob y le sonreía. Ladeó su cabeza, como si aquél gesto le resultase curioso. Entonces Neverland comenzó a sonar y River y Jacob se internaron en la pista de baile.

Corey se levantó.

—¿Me concede este baile, señorita ____? —inquirió, ofreciéndome su mano.

Lo miré, confundida. ¿Qué pretendía hacer? Entonces su boca se curvó, mostrándome una sonrisa a medias. Supe de inmediato lo que se proponía y, sin perder el tiempo, tomé su mano y me alcé.

Neverland inició su mágico ritmo y nos pusimos en posición de baile: él con una mano en mi cintura y la otra mano sosteniendo la mía.

Entonces nos dejamos llevar.

La canción sonaba dulce, melodiosa, con su letra y ritmos que parecían hechos para un ballet de tema fantástico. Sentía como se metía en nuestros cuerpos, corriendo por nuestras venas y haciéndonos danzar alrededor de la habitación, dando giros, pasos largos, saltos e intercambiando sonrisas resplandecientes el uno al otro. En ningún momento tropezamos, en ningún momento pisamos el pie del otro y, lo más importante; en ningún momento rompimos el contacto visual, de manera que mis ojos estaban mirando el azul profundo de los suyos. Aquel azul que secretamente se había convertido en mi color favorito.

Seguíamos bailando, ajenos al mundo a nuestro alrededor. Perdidos quizás en la tierra de Nunca Jamás, aunque sabíamos perfectamente que nos encontrábamos en un ático frio y oscuro. Pero eso no importaba, porque para mí, y espero que para él también, solo importábamos él y yo. Los dos y nuestro baile. En Nunca Jamás, o el ático de Froy. Pero éramos él y yo. Nuestro baile, no el de River y Jacob, ni el mío y Froy. No. Esta danza y esta canción siempre fue nuestra, porque en el set de grabación yo no bailé con Froy: lo hice con Honguitochico. Y hoy también, solo que esta vez era real. Él estaba aquí. Él me sujetaba por la cintura y me hacía girar en el aire y cuando bajaba, sus ojos me hacían sentir que navegaba por las estrellas.

Y su mano con la mía, estábamos a punto de encontrar el país de Nunca Jamás.

Neverland.

La canción dio por terminado y mientras River y Jacob se besaban en la pantalla, yo hundía mis manos en el cabello de Corey y juntaba sus labios con los míos. Y se trataba justamente de él. Corey, mi Honguitochico.

—Te amo —susurré contra su boca.

Corey me besó con más fuerza, en respuesta. Aferró sus manos en mi cintura y me pegó a él, como si me fuese a escapar, cosa que jamás haría. Me encanta estar en sus brazos. Es una sensación que nunca cambiaría: la seguridad (así sea un maldito cobarde), la calidez... el cariño.

De repente me da por morderle el labio inferior, tal vez un poquito más fuerte de lo que quería, porque él se alejó con un saltito y me miró de manera acusatoria. Le sonreí inocente y eso hizo que en sus ojos resplandecieran con un brillo juguetón.

—Eso me dolió, señorita Sarcastichica —murmuró, acercándose.

—Lamento ser la causante de su dolor, señor Honguitochico... No, espere. No lo lamento.

Corey me miró con fingida incredulidad. Estaba solo a unos centímetros de mí.

—¿No lo lamenta? ¿O sea que le divierte morder fuertemente el labio de su novio? —Preguntó educadamente y yo asentí como niña pequeña—. Oh, señorita Sarcastichica, eso es de mala educación.

Me reí.

—¿Y qué vas a hacerme, eh? ¿Castigarme al vago estilo de Christian Grey?

—Me vi la película, y créeme, no es un vago estilo.

¡Lo admitió! Ya sabía yo que no era de Shannon ese casete.

—Pero no lo voy a hacer así —susurró, ya demasiada cerca de mi espacio personal, pero no retrocedí.

—¿Ah sí? —Dije, mirándole a los ojos—. ¿Y cómo, Corey?

La electricidad que había entre nosotros era abrumadora... del modo bueno, claro.

—A mi propio estilo, ____ —se detuvo un segundo, pensándolo mejor—. No, mejor dicho: a nuestro estilo.

—¿Por qué al nuestro?

—Porque lo que quiero hacerte es algo únicamente de los dos.

Y entonces, con delicadeza, me empujó en la cama. Él cayó encima de mí, recargándose en sus codos para no aplastarme. Tenía el cabello repentinamente alborotado, evidencia de que mis manos habían estado ahí y la boca ligeramente abierta, respirando por ella. Aparte, estaba mirándome a los ojos, y la luz que provenía de la ventana circular del ático le daba de lleno a ellos, dejándome ver que los tenía de un azul oscuro muchísimo más profundo que su tono natural.

Oh, Dios. Lucia total y malditamente sexy.

Me besó, con una intensidad con la que muy pocas veces lo había hecho, y yo se lo devolví de la misma manera, sin titubeos, porque le quiero y él a mí, y necesitamos demostrárnoslo el uno al otro.

Sus manos hicieron un recorrido desde mis piernas hasta mis caderas y de ahí hasta la parte interior de la camiseta de Froy y de la mía debajo de esta, no sin antes pedirme permiso con la mirada. Asentí, dándole un beso lleno de ternura. Mientras se deshacía de las dos prendas y las arrojaba a algún punto de la habitación, dejándome en brasiers, bajó sus labios de mi mentón al cuello, trazando el camino con besos y sacándome un jadeo de la garganta cuando mordisqueó justo ahí.

—Eres demasiado hermosa, Sarcastichica —susurró, besándome de nuevo.

Cuando sus manos bajaron al borde de mis jeans, lo detuve.

—Tú todavía estás vestido —sonreí, gesto que le contagié.

Entonces de un rápido movimiento, di la vuelta de modo que quedé sentada a horcadas sobre él. Oh... mala idea.

—Corey Junior se ha desertado de su siesta —comenté, divertida.

Corey se sonrojó. Hasta ruborizado es completamente sexy.

—Lleva invernando desde esa vez que vimos aquella película de Justin Timberlake...

—Bueno, creo que el momento de invernar ha acabado —murmuré, acercándome para darle un corto beso—. Pero primero vamos a deshacernos de la camiseta de mi hermano.

Y dicho esto, se la saqué lentamente, torturándolo. Él cerró los ojos al sentir mis manos recorriendo su pecho ahora desnudo, y me tomó con suavidad de la cintura, mi piel erizándose con su toque. Le besé en la zona del corazón y del otro lado, y subí mis labios a sus hombros, para después quedarme en su cuello y devolverle lo que me había hecho, mis manos acariciando su cabello y sintiendo la piel de su espalda.

—_____... —suspiró.

—Corey, abre los ojos —pedí, y así lo hizo—. ¿Será hoy?

Sabía a qué me refería, por supuesto.

—¿Eso no debería preguntártelo yo a ti? —murmuró, acariciando mi mejilla. Yo asentí, presionando mi mejilla contra su palma—. ¿Será hoy?

Lo miré, dándome cuenta que estaba conteniendo la respiración. ¿Será hoy? Esa es una pregunta que lo más profundo de mí se estaba volviendo loco porque llegara. Y ahora que ha surgido a la luz, ¿qué podemos responder? En plural, porque es algo de los dos. Ambos nos estamos deseando desde hace tiempo, pero siempre sentíamos que no era el momento adecuado. ¿Ahora lo es? ¿Ahora, en el ático de la casa de los Gutiérrez? ¿Ahora, sin preparar nada romántico o algo por el estilo?

El beso que Corey me dio fue la respuesta. Era un beso cargado de deseo, de pasión, pero también de cariño y amor. Él me desea y me ama y yo a él. ¿Qué importa si no es en un nido de rosas luego de una maldita cena romántica? (después de todo, nos habíamos comido las galletas de Shannon antes de esto). Lo que de verdad importa es que estamos donde estamos, que queremos demostrar lo que sentimos por el otro... que queremos hacer el amor.

—Será hoy —dijimos, al unísono.

Nos sonreímos.

Y sin importarnos nada más, caímos ambos en la cama, entre caricias, besos y suspiros, explorándonos y conociéndonos, deseándonos y amándonos como solo él y yo lo sabemos hacer, a la manera de Sarcastichica y Honguitochico: a nuestro estilo.

N/A: Admito que lloré. Ya estos dos necesitaban su momento, por Diosito santo. Que cojan como conejos, nojoda. Se lo merecen.

Creo que debo una explicación que explique explicosamente por qué estuve tanto tiempo sin publicar nada. Bueno, se las resumo: me quitaron el telefono y no hay internet en todo el sector donde vivo :) Ahorita estoy en otra ciudad, y es por eso que les traigo este capitulo donde POR FIN Honguitochico y Sarcastichica hacen cositas 7u7.

Diganme qué les pareció. Vamos, sé que les gustó... pecadoras.

Chicas, las amo. Perdón por mi ausencia y gracias por soportarme.

Con muchisimo cariño, se despide xlexluthorx.

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