
𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈𝐈𝐈
𝟖. 𝐋𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞 𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞𝐬í.
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El aire frío le hizo temblar ligeramente, se abrazo a si mismo porque entre más bajaba la temperatura parecía disminuir también. Los días anteriores habían estado fríos; las mañanas gelidas con tardes calurosas y noches con bajas temperaturas pero nada como este tipo de frío. Se sentía artificial, había algo que no le terminaba de gustar; la energía de este lugar era turbia.
Como si cada paso que diera fuera tragado por una inmensa oscuridad y eso lo estaba poniendo nervioso.
El lugar parecía una excavación, una especie de mina, habían linternas pegadas a las paredes cada diez metros y aún había material de obreros tirados por el lugar. El tunel parecía que no acababa nunca, hasta que vio puertas de metal abiertas. Se escondió cuando por fin después de mucho tiempo en completo silencio escuchó voces; se ocultó detrás de unas cajas de metal que llevaban en letras mayúsculas y rojas 'Frágil' cerrando los ojos comenzó a sentir la energía en el lugar, si su bendición no le fallaba habían solo tres sujetos.
—¿El jefe esta aquí?— preguntó uno de ellos con ligera sorpresa en su tono—. ¿Adelanto las cosas?
—Tal parece que si— miró levemente por la izquierda los tipos llevaban un traje por completo oscuro, el casco que llevaban tenía una araña roja y morada grabada y al fondo en la pared había...
Un grafiti de un eclipse. El mismo que vio incontables veces por el pueblo, ¿qué demonios era este lugar?
—El jefe quiere que bajemos— se escuchó el tercer hombre acercándose, sus botas golpeando la grava—. Dijo que alguien más tomara nuestro turno.
—¿Abajo?— la voz del otro hombre tenía un tono reprochable—. Odio ir allá abajo.
—También yo— se escuchó una palmada amistosa—. Pero ordenes son ordenes, vamos.
Poco después las pisadas fueron disminuyendo, salió de su escondite y miro la pintura. Había algo muy familiar en ella, era como si la hubiera visto en otro lugar. Sin contar las veces que la vio en la ciudad.
Tomó su micrófono y radio, pero la señal era muy baja:—¿Me escuchan?— interferencia, dio un quejido—. Si me escuchan, debajo del teatro hay una especie de... ¿Mina?— más interferencia—. Solo, tengan cuidado cuando bajen. No hay tantos guardias.
Bajo la radio y examinó el lugar, miró una habitación con varios trajes oscuros sonrió quitándose la ropa y se colocó el traje que le quedaba un poco grande, sujeto su cabello en un moño y se puso el casco bajando la máscara del mismo.
Tomo el arma eléctrica qué estaba ahí y dejó sus cosas junto a esa caja de metal. Se mordió el labio al pensar en lo que haría. Parte de su entrenamiento fue el rastreo y el sigilo; para lograrlo él y sus compañeros usaban a su favor sus aromas.
La bendición hacía que tuvieras una excepcional conexión con tu cuerpo. Cada omega conocía a la perfección su aroma y todas las especias que lo conformaban, el más mínimo cambio podía delatar cualquier tipo de fragilidad. No podían cambiar su aroma eso era imposible, pero si podían modificar la intensidad de este.
Y eso incluía el aroma de sus propios celos. Podían de una forma bastante curiosa colocar en la ropa o en un lugar específico ese aroma, utilizandolo como una distracción.
Cualquier alfa que lo oliera bajaría la guardia. Según sus maestros, la bendición hacía que el cuerpo omega considerado el más débil y con más defectos usará esos mismos a su favor.
Justo como ahora, no sabía si Killua y los demás lo encontrarían y aunque tal vez sea un poco fuerte y ponga tanto a Canary como a Killua en alerta no creía que los sometiera a algo más. Ambos tenían entrenamiento, esperaba que ese mismo ayudara con esto.
Dejo salir ese aroma, que jamás le agrado, la miel empalagosa de su segundo aroma, el pino en lo más puro y el aroma universal del celo: la leche. El mismo qué rodeo sus cosas esperando que solo ellos pudieran sentirlo, era lo más tenue posible para que alfas normales no lo distinguieran pero que dominantes si.
Comenzaba a rogar porque solo ellos lo sintieran. Tampoco quería poner a una manada de alfas como sabuesos para encontrarlo.
Dejo que la grava escondiera la mochila café y dejo un nota con un cartón mal cortado qué encontró por ahí. Dando un último suspiro caminó directo a donde esos hombres habían caminando, al entrar todo era lo mismo un túnel lleno de tierra y linternas de luz blanca hasta que encontró dos intersecciones una de ellas decía 'Elevador' y la otra decía 'Prisioneros'.
Definitivamente tenía que ir por ahí, miro cámaras de vigilancia cada ciertos metros fue una buena idea haberse colocado el traje. Pronto diviso puertas metálicas, este lugar ya no era un túnel polvoso era... Una sede, de paredes blancas y pisos grises.
Parecía una especie de hospital, intento fingir que sabia por donde caminaba pues ahora había mucha más gente no tanta como esperaba pero si la suficiente para descubrir que no era uno de ellos:—Lleven a los nuevos prisioneros para abajo— escucho el retumbar de tacones y una voz conocida—. Y por el amor a Lunaris, tengan mucho cuidado esta vez— era Elle, la omega que dirigió todo su camino en esa fiesta horrible. La misma mujer que le exigió qué hablara con aquella solis.
La mujer paso a su lado, contuvo la respiración para que no sospechara nada. Si embargo la mujer paso sin siquiera dirigirle una mirada hablando con un pequeño beta qué lo seguía a pasos apresurados.
Entro a la habitación de donde había salido la mujer, esto de verdad parecía un hospital lugubre. Comenzó a buscar reportes, una llave, algo que le ayudará a encontrar a Leorio y Bisky. Encontró unos papeles con varios nombres en ellos y fotos, pero ninguno llevaba el nombre de Leorio.
Saco otros documentos, hojeo con rapidez alzando la mirada de vez en cuando a la puerta. No fue hasta que vio el nombre de Killua y una foto del mismo alfa que paró en seco pare leer el documento.
Las primeras hojas eran estudios médicos, varias cosas estaban tachadas con una tinta negra de la que no se podía leer. Otro documento mostraba todas las relaciones familiares que tenía, sabía que Killua tenía más hermanos que Alluka porque ambos a veces lo mencionaban, eran cinco...
Paso a una nueva hoja una lista, varios nombres en ellos y en letras mayúsculas y rojas tenía la palabra 'Eliminado' eran demasiados nombres. Una hoja más hablaba acerca de una misión que salió mal, Killua sufrió múltiples heridas al punto de casi morir, no solo eso pues dejo un rastro de sangre de miles de muertos a su paso.
Su corazón palpito con fuerza que lo sentía en sus oídos, su respiración era cada vez más agitada. Se sentó en la silla al leer la última parte de esa hoja 'Se busca por asesinato en masa'. Con el estómago revuelto paso a la siguiente sección 'Entrenamiento' sus ojos se llenaron de lágrimas al leer a todas las torturas a las que lo sometieron.
El enojo surco su pecho, era tan solo un niño. Para empezar ¿por qué está gente tenía estos documentos? Con el nudo en la garganta apartó el folder con la foto de un Killua de apenas diez años y miró los demás que eran iguales. Personas que no conocía qué servían solo para asesinar.
Guardo todo y comenzó a buscar, hasta que encontró dos foders bastante delgados, el primero era una lista de mujeres y el segundo de hombres; el último nombre que aparecía era Leorio Paladiknight en letras mayúsculas y negras decía 'Ala este'.
Era aquí, el alivio surco su pecho, justo cuando salió por el otro lado del pasillo vio una cabellera pelirroja bastante familiar, caminó con rapidez y alzando su máscara habló:—Dante— el chico volteo con los ojos abiertos—. ¿Qué demonios haces aquí?
—Gon... Creí...— la mueca estupefacta cambio en un segundo a una complacida y casi aliviada—. No sabía donde se habían metido, en serio pensé que les había pasado algo.
—¿Qué haces aquí?— le preguntó mirando los pasillos.
—Lo mismo que tú, busco a Leorio, Bisky... Y a mi hermana— dijo vigilando también los pasillos—. A Bisky no la tienen aquí— dijo comenzando a caminar por otro pasillo—. Los vi llevársela a abajo hace unas horas.
—Mierda— paró al ver las letras de Ala este—. Tenemos que buscar a Leorio primero.
—Como quieras— asintió el pelirrojo—. Pero no creo que lo podamos sacar, los drogan será un milagro si el tipo te puede reconocer.
—No importa solo quiero asegurarme de que este bien— el omega rodó los ojos pero ambos se dirigieron a las celdas donde se supone que lo tenían. Al entrar en ellas la luz blanca se había esfumado por completo, estaba totalmente oscuro y las paredes tenían un horrible color marrón.
Dante se quedo afuera vigilando mientras el caminaba hasta llegar a la última celda. En ella el alto estaba sentado con la cabeza entre sus piernas movía su pierna de abajo hacia arriba con rapidez:—Leorio— susurró esperanzado.
El hombre alzó la mirada y rodó los ojos:—¿Otra vez? En serio— golpeó su cabeza con fuerza—. Putas drogas.
Frunció el ceño:—Leorio soy Gon.
—Eres una puta alucinacion— gruñó sin querer verlo, decidió sacarse el casco y mirarlo esperando que Leorio lo reconociera como algo real.
—Tocáme— metió su mano en medio de los barrotes—. Tenemos que sacarte de aquí, pero primero necesito que entiendas que soy real.
El hombre lo miro con desconfianza pero aún así extendió su mano con temor, cuando sus dedos se encontraron el alfa aparto la mano de inmediato y luego lo miro con lágrimas formándose en sus ojos:—Mierda Gon, ¿qué haces aquí?— se acercó a los barrotes—. ¿Tienes idea de dónde te acabas de meter?
—Eso no importa— jalo los barrotes solo para ver que tan fuertes eran—. Bisky esta abajo. Necesito que salgas de aquí y busques a Killua mientras yo la saco.
—¿Bisky?— el hombre lo miró desconcertado—. Creí que había escapado— dijo tartamudeando—. La vi escapar.
—No Leorio— concentró sus manos en la cerradura—. Espera... ¿Escapar? ¿De qué?
Y entonces la mirada del hombre fue una llena de terror, negó con la cabeza:—Tenemos que salir de aquí Gon.
El nerviosismo, como la voz temblorosa hablaba del puro terror qué su amigo tenía:—Aléjate de los barrotes— la energía concentrada explotó haciendo que la cerradura cayera, ya no había porque ocultar su poder.
Leorio lo veía estupefacto:—¿Qué acabas de hacer?
—Leorio concéntrate— cuando la puerta se abrió lo abrazo el alfa al inicio se tenso pero después de unos segundos acepto el abrazo aferrándose a su cuerpo como si fuera desaparecer—. Sal de aquí, en tu estado no me serás de ayuda, no hay tantos guardias como pensé que habría.
Dante entró de repente con movimientos rápidos:—Es hora de irse Gon— dijo sin mirar a Leorio.
Leorio lo tomó de la muñeca preocupado:—Sé rápido Gon y cuídate mucho— luego miro a Dante y aunque se sabía que ambos no se llevaban para nada bien le dirigió una mirada—. También tu Dante.
Ambos asintieron, Dante con una mueca contrariada de la que se recuperó en pocos segundos. Ambos caminaron por los pasillos hasta llegar al elevador.
El silencio era sepulcral, por su mente pasaban aún las cosas que había leído de Killua. Miró a Dante, él lo conocía bastante bien podía preguntar pero antes de hacerlo el elevador –uno bastante viejo– paró.
—¿Cómo sabes que están aquí?— le preguntó siguiéndolo.
—Los conductos de aire son increíbles como aliados— respondió caminando por el lugar, pronto llegaron a lo que parecía un coliseo enorme, podían verlo tras las grandes piedras y la madera qué funcionaban como barrera—. Ellos deben estar por aquí.
—¿Qué es este lugar Dante?— preguntó mirando maravillado la arquitectura.
—Un hoyo oscuro— se alzó de hombros— miró la enorme entrada que de hecho estaba cerrada con una enorme puerta de palanca se sentía como si estuviera en el pasado, dentro se podían ver las gradas al rededor del escenario de batalla era bastante parecido al de Slunce. Solo que escondido a diferencia del de Yamatai qué estaba al aire libre.
—¿Por qué te fuiste?— volteó para enfrentarlo pero al hacerlo el chico ya no estaba. Frunció el ceño, y comenzó a examinar el lugar—. ¿¡Dante!?— gritó levemente, ¿dónde estaban los soldados? Al menos tres deberían estar aquí.
Miro una de las puertas del coliseo abierta, si pasaba por en medio lo llevaría a otra parte del lugar donde seguramente estaba Bisky. Gruñó frustrado, el imbécil de Dante nunca esperaba.
Con los nervios de nuevo en su garganta rodeo el lugar hasta llegar a la entrada. El círculo estaba alumbrado por luz amarilla muy tenue mientras que adentro no había ningún tipo de luz, solo la leve luz del otro lado. Su meta. Pero estratégicamente caminar por ese lugar totalmente abierto sería una muy mala idea, era sumamente enorme con demasiados puntos ciegos.
Diviso unas escaleras de piedra, estaban más cerca que la otra entrada podían servir si las cosas se ponían feas. Dando un suspiro entró, en medio del lugar había un rayo de luz blanca de la luna de hecho. Alzó la mirada y vio el círculo bien formado. Dio apenas unos cortos pasos cuando los engranajes de la puerta se escucharon y con ellos cayó en un estruendo, corrió hace ella pero era demasiado pesado para alzarla aun con la bendición sería difícil:—Mierda— golpeó la madera con frustración.
Esto no era coincidencia, esto era un emboscada.
—¡Si van a atacar háganlo ahora!— gritó parado en medio del escenario. Justo como lo pensó las luces se encendieron haciendo que se tapara los ojos por la repentina luz, en las gradas habían hombres armados apuntándole y frente a él en la cima, donde estaba el balcón principal un hombre lo veía con un semblante tranquilo casi encantado.
—Me habían dicho que eras temerario— hablo con una voz fuerte que se escuchó por todo el salón—. Me alegro de que los rumores sean ciertos, Gon Freecss.
Los sentimientos que ahora embarcaban su corazón eran tan contradictorios. Por una parte estaba enojado porque claro Gon los traicionó –antes de conocerlos de verdad– no quería justificar sus acciones pero de alguna forma entendía que el omega estaba entre la espada y la pared en ese momento. Tal vez lo que más le enfurecía es que no pudo darle la confianza a Gon para que se abriera con él.
Que Ori este en peligro hizo que su alfa se volviera loco por un momento, ver a Gon demostrar ese poder también lo hizo entender muchas cosas del chico.
Quería ayudarlo. Pero no sabía cómo, no entendía como debía hacerlo cuando ahora el omega quería alejarse.
Su parte más egoísta, más estúpida de si mismo le decía que eso era imposible, nadie podía apartar a Gon y a Ori de su lado. Ni siquiera el mismo Gon, y esa parte, esa asquerosa parte de si mismo es gracias a su puta familia. No quería ser como su padre que sometió a su madre hasta tenerla enganchada de su brazo con una marca en su nuca, quería ser mejor.
Pero cuando Gon lo mencionó, cuando vio la terquedad en su mirada no pensó en nada más.
Vaya persona de mierda. Gon lo iba a matar un día de tantas emociones que le hacía sentir y sin embargo gracias a él supo que podía sentir más que dolor, furia o venganza. Claro que su manada había aliviado muchas de esas emociones, queriendo proteger a cada uno de ellos, pero su vida se ha basado en su mayor parte en estrés y muerte.
Gon le entregó algo que jamás había imaginado tener o siquiera poder soñarlo: una vida normal.
Una que no merecía pero que aquí estaba buscando obtener lo que sea que el omega quisiera darle. Justo cuando sus pensamientos se hacían más deprimentes los cabellos de su nuca se erizaron esquivando el golpe de un mazo enorme, escucho un alarido de guerra proveniente de una voz bastante conocida.
Era Bisky, que parecía fuera de si misma comenzando a atacarlo una y otra vez:—¡Bisky!— gritó esquivando otro golpe—. ¡Cálmate!
La mujer pareció verlo pero su rostro no era el de siempre, no era el de la mujer llena de confianza que era si no el de una persona aterrada tomando ventaja de su aturdimiento golpeó su espinilla qué la hizo jadear de dolor y luego con llave la tiró.
—¡Bisky!— gritó al ver que la mujer intentaba safarce con fuerza—. Soy Killua.
La mujer con la estúpida fuerza que tenía lo tomó de los hombros y lo alzó tirándolo el golpe se lo llevo por completo su espalda, se levantó de inmediato ignorando el dolor poniéndose en pose de pelea.
—¿Killua?— preguntó con duda—. ¿En serio?
—Vamos Bis— dijo con un tono amigable bajando los brazos—. No hagas como si no nos conociéramos.
La mujer dio un suspiro largo, cayendo sobre sus pies pasando sus manos por sus cabellos rubios sueltos:—Joder— dijo viéndolo—. ¿Cuándo llegaron? ¿Por qué tardaron tanto?
—Una muy larga historia— dijo sentándose frente a ella—. ¿Estas bien?
—Ellos me drogaron— dijo con voz entrecortada—. Alucinaciones, estaba escapando de esas cosas.
—¿Escapando?— le alzó una ceja—. ¿Qué mierda esta pasando?
Pero antes de que la rubia pudiera contestar Kurapika y los demás llegaron, el rubio más pálido qué antes:—Gon se metió en una especie de mina— dijo el omega—. Le dije que nos esperara pero creo que no nos escucho.
—¿Gon? ¿Tienen a Gon?— Bisky se levantó preocupada, los demás la vieron con una mueca aliviada.
—Bisky...
—Tenemos que sacarlo de ahí— dijo Bisky ignorando las miradas.
—No dirías eso después de lo que digamos— dijo Canary con un gruñido.
—No ahora Canary— gruñó la alfa—. Me importa una mierda tus problemas románticos o tus putas inseguridades— le gritó sin ningún tipo de filtro—. Nadie merece que...
—Bisky, ¿de qué hablas?— la tomó de los hombros—. ¡Habla!
El sonido de un auto lejano se escucho, Bisky se puso de inmediato a la defensiva, entonces la radio en su pecho sonó.
—¡¿Killua?! , ¡¿Gon?! — Basilius gritaba frustrado—. ¡Puta madre! ¡Alguien responda!
—Soy Killua, ¿qué pasa?— contestó.
—¡Se llevaron a Ori!, ¡No tenemos idea de quienes se lo llevaron!— gritó en la radio, todos se miraron con horror—. ¡Estamos llegando a la ciudad abandonada!
—Ellos...— Bisky se tambaleo—. Ellos lo tienen Killua.
—¿Quiénes?— Kurapika se veía a nada de una crisis nerviosa igual que él. Sus manos temblaron y en su pecho creció una emoción que pensó había dejado en el pasado por completo—. ¡Bisky contesta!
—El ryodan, ellos hablaban... Ellos— pero su mente parecía fracturada como si saliera de la realidad y luego volviera a esas alucinaciones—. Tenemos que sacarlos de ahí.
No tenían que decirlo dos veces. Killua asintió escuchando el motor del auto cada vez más cerca.
Ambas miradas chocaban con fuerza, en algunos momentos intentaba analizar cada ruta de escape, esperaba tal vez ingenuamente qué Dante saliera del agujero en el que se metió.
—Vamos al grano— habló con voz alta—. Si es por las cosas de Slunce ni te preocupes— puso sus manos detrás de su espalda—. Lo que sea que estas buscando ya no existe.
—Oh, claro que todo esto tiene que ver un poco con eso— extendió sus brazo para hacer énfasis en los hombres—. Pero no del todo. Esto querido es solo la punta del iceberg.
—No tengo tiempo para esto— dijo sin quitarle la mirada de encima—. Al grano.
—Sabes en toda mi vida he lidiado con omegas— dijo pensativo sus cabellos negros brillaban bajo la luz amarilla—. Todos ellos temblorosos, pero tú, no tienes miedo.
—¿Debería?— preguntó entrecerrando los ojos.
—Deberías— le dio una leve sonrisa—. Sabes este lugar después de su destrucción era un punto para cosas ilegales— explicó levantándose de su silla—. Cosas que tus amiguitos conocen muy bien— mostró sus colmillos—. Cuándo les pedí que fueran a Slunce sabía que lograrían su misión porque yo siempre trabajo con los mejores— se recargo en el cemento—. Pero jamás imagine que ellos me traerían un omega de Slunce.
—No soy un regalo— gruñó enojado.
—Se sintió así— suspiró—. Claro que jamás imagine que Killua de todas las personas se pegara a ti como un perro guardián— le dio una sonrisa divertida—. Pude haberte tenido desde hace mucho tiempo, pero vaya que sabes guardar secretos— entrelazo sus dedos mirándolo con altivez—. Nos engañaste a todos y eso querido es de respetarse.
—¿Qué mierda quieres de mi?— bramó incómodo.
—Dicen que los omegas de Slunce son— chasqueó los dedos como si buscada la palabra correcta—. Completas bestias a la hora de pelear— dijo encantando—. Quiero saber si es real, solo eso.
—Pues parece que estas en tu día de mala suerte— le sonrió con sarcasmo—. No tengo ni una sola idea de como pelear.
—Ambos sabemos que no es cierto— dijo divertido para luego ponerse totalmente serio—. Quiero que me la muestres— el alfa saboreo esas palabras—. Y tú sabes muy bien de que hablo.
—No, no tengo idea— respondió fingiendo.
—Ay Gon— dijo el hombre decepcionado—. Aunque sabía que serías terco, ese es uno de tus encantos— le sonrió casi encantador—. Por eso, decidí traerte un pequeño incentivo, ¡Dante!— gritó con una emoción casi sádica—. ¡Traélo! Pero con cuidado que es frágil.
Bajo su mirada estupefacta Dante entró a la habitación con una mueca imperturbable y con Ori en sus manos, sus sentidos se agudizaron al escuchar la voz rota de su niño gritando su nombre:—¡Eres un imbecil Dante!
—Sé que es caer muy bajo— hablo el alfa erguido—. Pero, sabía que te negarías— dio un chasquido de dedos, Dante puso una daga en el cuello de Ori—. Haz lo que te ordeno y el niño saldrá ileso— poco a poco los engranajes de otras dos puertas laterales comenzaron a abrirse—. Muéstrame a la bendición.
La furia que sentía en esos momentos al ver a Ori en esa situación sobrepasaba cualquier otra emoción. Era como si tuviera la piel en carne viva, su pecho ardía con una rabia que jamás había experimentado. Su lobo interior aullaba, una mezcla de enojo y preocupación en partes iguales. La impotencia le quemaba por dentro. Sentía como si el mundo entero se desmoronara a su alrededor, y solo quedaba la furia desbordante que lo consumía por completo.
Sus ojos no podían dejar de ver como el imbécil de Dante ejercía más presión en su garganta haciendo que una gota de sangre saliera del cuello de Ori.
Una vez que las puertas quedaron totalmente abiertas, lo primero que se escuchó fueron gruñidos de alguna clase de animal. De ambas puertas salieron bestias qué corrían en dos patas, eran una especie de lobos con ojos rojos y garras filosas manchadas de sangre.
De sus manos surgió una lanza dorada que utilizó para golpear a la primera criatura que se le lanzó. Hizo un derrape hacia la derecha cuando vio que una de esas cosas saltaba hacia él. Con fuerza, golpeó a una de ellas en la cabeza, haciendo que el cuerpo inerte cayera al suelo. Por un segundo, pudo ver que en el lomo de la bestia había jeringas clavadas con un líquido amarillo.
Debido a su falta de atención, una de esas criaturas le rasguñó la espalda, haciéndolo caer. Se volteó enseguida, justo cuando el mismo monstruo se lanzó hacia él con el hocico abierto. Con rapidez, sacó un látigo y logró ponerlo en el hocico del animal, que soltó un alarido de dolor cuando lo intentó morder. Se levantó rápidamente, creando otro látigo para su otra mano.
—Es cierto, ellos no han comido— escuchó la voz divertida del hombre—. Pero tranquilo no dejaré que te devoren.
Pronto se vio rodeado de tantas bestias que el miedo surcó su pecho. Con un movimiento de mano, el látigo giró a su alrededor, partiendo a la mitad a esas criaturas. Una de ellas corrió hacia él desde atrás, pero la esquivó y transformó el látigo en una lanza, que clavó en su pecho, haciéndolo gruñir.
Respiraba con dificultad, cambiando de arma cada vez que podía e incluso prendiendo fuego a algunos. Por fin estaba usando la bendición como Palm le había enseñado. Pero eso solo le preocupaba más; estaba usándola demasiado y su núcleo aún estaba inestable. Dio un grito de dolor cuando sintió que unas garras se clavaban en uno de sus brazos.
El hombre lo veía con una emoción enfermiza, saltó encima de uno de ellos clavando una daga en su cabeza, al moverse sintió un pinchazo en su brazo era un dardo:—Toma esto como un experimento Gon— habló el hombre—. ¿Pelearas igual con un celo a su punto máximo?— de repente el aire comenzó a faltarle y su cuerpo se sintió muy caliente, como pudo esquivo el hocico de una de esas cosas—. Después de todo soy un hombre de ciencia, Gon.
—¡Déjalo! ¡Por favor! ¡Haz que lo dejen!— escuchó la voz llorosa de Ori.
Grito de dolor cuando sintió nuevos rasguños en su espalda, las heridas que antes no se habían curado se abrieron de nuevo. Su mente se fragmentó en dos; su cuerpo se sentía de una manera que nunca había experimentado. Nunca antes había sentido un celo así, donde su cuerpo pedía a gritos un alfa, pero su otra parte estaba completamente pendiente de Ori.
Sentía las piernas temblar, la sangre correr por su espalda y el lubricante caer por sus muslos. Aún así le hizo frente al idiota que lo veía, tomó con fuerza los latigos levantándose, al apretarlos con tanta fuerza sus manos sangraron.
Se paró con el cabello suelto cayendo por sus hombros, su mirada furiosa estaba totalmente enfocada en el hombre que lo veía con una sonrisa sorprendida:—Eres sorprendente— dijo con júbilo.
Nuevas bestias aparecieron, pero sus piernas y su cuerpo en extremo caliente y tembloroso no lo dejaba pensar correctamente.
—¡Por favor!— escuchó otra súplica—. ¡No me lo quites, por favor!— dio un grito formando otra lanza y clavandola en el pecho de esa bestia que le rasguño—. Es lo único que me queda.
Pronto en el salón un poder sumamente grande se hizo presente, volteo horrorizado con las lágrimas en sus ojos esperando salir cuando vio el dorado en los ojos de Ori.
—¡Ori no!— gritó, las armas desaparecieron corrió para intentar llegar al niño, cuando una de esas cosas se abalanzo cerró los ojos esperando el golpe cuando escuchó el sonido de un disparo y el cuerpo tirado frente a él, sin esperar corrió para ver como Ori lanzaba la luz blanca con tintes negros a ese hombre que llevaba una sonrisa aún más grande—. ¡Ori, no lo hagas!
—¡Tienes un alfa con poderes!— escuchó el grito euforico del hombre.
Miro como las venas de Ori se empezaban a remarcar con ese tinte negro, pero aún cuando gritaba el niño parecía estar en completo trance lanzando flechas negras al hombre.
—¡Detente!— cayó cuando sus piernas sintieron temblores, un aroma conocido llegó a sus narices buscándolo entre todo el desorden, lo encontró disparando contra los otros mercenarios que ya no le prestaban atención.
Su lobo de inmediato lo llamó, después de todo era suyo. Killua lo busco con una mirada preocupada, se levantó como pudo tomando una arma y disparando al hombre que llevaba un arma cuerpo a cuerpo.
—¡Ori! ¡Para!— usó la voz el niño volteo de inmediato sus ojos poco a poco volvían a la normalidad, pero de pronto cayó de rodillas luchando por respirar.
—¡Tomen al niño y vámonos!— escuchó hablar al hombre que ahora disparaba.
Como pudo corrió para tomar a Ori en sus brazos, el niño no podía respirar y las marcas se acentuaban más en su cuerpo, las emociones se estaban desbordando en su corazón, ellos hicieron esto. La rabia lo estaba segando por completo.
No podía ver nada más que rojo, de sus manos salieron llamas que lanzó sin misericordia a los hombres que se acercaban quemándolos vivos escuchando sus gritos de agonía. Abrazó el cuerpo de Ori, el niño mantenía los ojos cerrados, su pecho dolía al verlo así, miró a los mercenarios qué se acercaban así cómo también las pocas bestias que quedaban.
Busco a Killua entre la multitud, las lágrimas empapaban sus mejillas cuando decidió expulsar toda su energía, beso la frente de Ori y colocó una mano en su pecho. Sin dejar de mirarlo, soltó toda la energía.
Hubo una explosión; una en medio de todo el lugar, por suerte se cubrió. Su cabeza le dolía y en su oído derecho podía escuchar un pitido, que poco a poco desapareció, cuando el sonido regreso de golpe lo único que se lograba escuchar eran los aullidos de esos monstruos y algunos gritos de dolor de los mercenarios. En medio de todo el cuerpo de Gon protegía al de Ori, no solo eso pues también el aroma empalagoso lo golpeó con fuerza. Se mareo pero lo resistió lo mejor que pudo, bajó las gradas corriendo con el corazón en la garganta.
Con cuidado movió a Gon, busco su pulso encontrándolo bastante débil, luego tomó el pequeño cuerpo de Ori con los dedos temblorosos, Kurapika se acercó para tomar a Gon.
Vio las marcas en el rostro de Ori, mismas que no se iban. Acerco su oído a su pecho escuchando el palpitar débil:—Esta...
—Tenemos que sacarlos de aquí— dijo Basilius con los ojos rojos, con cuidado el hombre cargó a Gon mientras él llevaba a Ori.
El aroma que Gon aún dejaba salir lo estaba mareando de más, decidió alejarse un poco de Basilius pero sin despegar un ojo en el omega al verlo así las ganas de gritar, de golpear algo hasta que esté sentimiento de esfumara eran casi inhumanas. No podía ver a Ori de esta forma, tan quieto. Era la segunda vez que veía a Gon sin conocimiento y como aquella vez su lobo se sentía como si estuviera apunto de morir.
Tomaron dos camiones, no tenían a donde ir después de que la granja había sido quemada. Y necesitaban irse antes de que el imbecil de Chrollo regresará y quisiera llevarse a cualquiera de los dos.
Acarició los cabellos castaños del niño, Retz le sonrió con tristeza poniendo una mano en el pecho del niño y diciendo algunas runas en voz muy baja.
En el otro camión iba Gon con su hermana que también había resultado herida. La luz del día comenzaba a salir, ¿qué mierda harían ahora?
Holaaaaa.
Estoy emocionada. Este capítulo lo termine la semana pasada y estuve en serio tentada en subirlo el domingo después de leer tan lindos comentarios que dejaron en el capítulo anterior.
Pero me aguante ajjsjajsjs.
¿La espera valió la pena? Sinceramente para mi si, y espero que para ustedes también.
Se puede decir que entramos a un segundo arco que con el tiempo se descubrirá cuáles son los planes.
Estoy muy emocionada.
Espero que tengan una excelente semana. Cuídense mucho. ❤️
Bye bye.
-Annie ☾-
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