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Capítulo 12

La muñeca... ¿había desaparecido? ¿Cómo? 

«¿Conoces todas esas películas de terror? ¿De asesinos, monstruos y criaturas? Pues todos ellos existen»

A mi cabeza llegaron las palabras que Chuck me había dicho. Entonces alguien debió habersela llevado, uno de ellos tal vez. O quizás algún otro ente demoníaco. 

—____, ¿sigues ahí? –me pregunto Bev y reaccione. 

—¿Ah? Si, si, lo que pasa es que me impresionó la noticia –le dije volviendo a reaccionar. 

—Increíble ¿no? ¿Cómo es posible que alguien se haya robado a la muñeca sin despertar a nadie? 

—¿Magia, supongo yo? –respondí. 

—¿Y como te sientes? –cambió de tema. 

—¿Mejor...? –dije algo insegura–. Ok no, aún me duele. 

—Oh. ¿Te gustaría algo de compañía? –me pregunto. 

Me quedé un rato pensando. Esto era como la menstruación, y en menstruación siempre me gusta estar acompañada de gente que me dé ánimos y que me trate como a una niña pequeña. Además, dudaba en el hecho de que él volvería. 

—Si, me encantaría –respondí sonriente. 

—OK, espera a que salgamos de la escuela e iré a verte ¿te gustaría que alguien más viniera? 

—Invita a los que puedan venir –le animé. 

Ella me colgó y yo descanse un rato. Seguí poniéndole atención a la cápsula informativa sobre la desaparición de Annabelle. 

—Annabelle, la adquisición más famosa de los mundialmente reconocidos Edd y Lorraine Warren, desapareció sin dejar algún indicio de que o quién pudo haberla robado –informaba la reportera y yo le puse más atención. 

—¿Cree usted que pudo haber sido algún coleccionista o magnate? –le preguntaban a Judy Warren. 

—No, no pasa por mi cabeza a quien se le ocurriría robar a una muñeca como Annabelle sabiendo quien es y de lo que es capaz –hablaba preocupada y nerviosa. 

—Y cómo se sabe, Annabelle no es el único caso famoso de un muñeco poseído. Después de ella esta el muñeco Robert, aquel muñeco del siglo XIX que sus propietarios decían cobraba vida y personalidad, guardado en un vitral del museo de Florida; y se sospecha que podría ser el próximo objetivo de aquel ladrón. 

La foto de un muñeco de trapo, se veía antiguo, con un traje de marinerito, dos botones como ojos y lo que parecía... ¿cabello humano? ¿Quién le pondría cabello humano a un muñeco? 

Me quedé un momento en seco. ¿Acaso dijo cobrar vida y personalidad? Como... ¿Chucky? Osea que, ¿era igual que el? 

Un escarmiento frío y macabro recorrió mi cuerpo, si apenas y puedo soportar a un Chucky, no me imagino que pasaría con dos. Probablemente moriría del miedo, mi cuerpo sufriría un paro cardíaco y moriría, porque no podría soportarlo. 

La noticia terminó y decidí levantarme del sofá, para acomodar todo cuando Beverly y los demás llegaran; además de ocultar y maquillar las mordidas que él me dejó, si no, serían capaz de descubrir mi mentira. 

—Además. Varios creen que este robo puede estar enlazado a los últimos asesinatos que han pasado en todo el estado. Y déjenme confesar que los asesinatos parecen de película de terror. 

Aquellas palabras llamaron mi atención. Me volví a sentar y le preste atención preocupada. 

De repente, comenzaron a aparecer imágenes de asesinatos, cadáveres, sangre y cuerpos mutilados; podía ver los cuerpos expuestos, con sus vísceras saliendo y la sangre era lo más destacado. Hice una mueca de desagrado, era más que horroroso y me dejaba asqueada, pero me contuve. Si mi conocimiento en películas de terror no me fallaba, esas eran las maneras de matar de varios slashers. Reconocía a varios ellos, soy una amante de las películas de terror. 

De lo que uno se entera cuando va a otros países. 

—Y no sólo son aquí, en el estado; si no también en el estado de Texas, en campamentos del estado de Wisconsin, y la desaparición de varios ciudadanos se les suman a este tipo de hechos. ¿Será que algún grupo de terroristas está haciendo réplicas de asesinatos de las clásicas películas de terror? ¿Se darán a conocer alguna vez? 

¿En donde me he metido? O más bien, ¿en qué me he metido? 

Apague rápidamente la televisión, al diablo todo. 

Decidí olvidar rápidamente lo de el asunto. Me di pequeños golpes en mi cabeza y me levanté del sillón. 

Antes de hacer cualquier cosa mire mi departamento. Algo sucio, si, pero no era tanto como para hacer una limpieza intensiva; de esas que hacían mi mamá y mis tías en la casa por culpa de que mis primos manchaban y ensuciaban con comida y demás cosas, algunas veces veíamos manchas de dudosa procedencia. 

Olvide el asunto y decidí comenzar a limpiarlo, mientras lo hacía aún sentía el dolor de las caderas por anoche, pequeños pinchos que me hacían decir "uy uy uy" y hacer gestos repetidas veces. Polvo, alguna que otra mancha y lodo. Y eso me hacía sentir feliz, y mientras trapeaba recordaba aquellos momentos de la pubertad en las que yo misma sabría que cuando fuera el momento de vivir sola mi apartamento no sería un desastre como en mi casa; me sentía feliz y una serie de rápidos recuerdos pasaban por mi cabeza, recordándome cuando me imaginaba aquí y ahora. 

Finalmente terminé, como no me tarde tanto decidí arreglar mi cocina y mi sala, ahora entendía a mí mamá cuando me regañaba y me decía ordenara para visitas, ahora vivo en primera persona la vergüenza que se siente cuando alguien ve tu desorden. 

Finalmente acabe y me decidí a desnudarme y con corrector o alguno que otro truco que me aconsejaba Madie cuando amanecía con alguien, esconder los chupetones y las salvajes mordidas que él me hizo. 

Frente al espejo de mi cuarto me quite mi camisa y lo pantalones, y ya en ropa interior, vi perfectamente y a todo detalle todo lo que ocasionó la noche anterior. 

Mordidas en mi cuello, vientre, clavícula, de las rodilla para arriba y los codos para arriba, había una en especial en mi clavícula, donde se notaban las marcas de dientes, esa iba a dejar cicatriz, estaba segura; la sangre haciéndose costra y remarcando lo rojo casi morado. 

Pasé mis dedos por todas aquellas zonas marcadas y al tocarlas de más, soltaba un quejido. Mire algo tímida e insegura mi cuerpo y me abrace a mi misma. 

—Mmm~ ese rojo se ve encantador en tu piel –oí la voz ronca y chillona de alguien, y al reconocerla me puse alerta de inmediato. 

Me abrace más fuerte y cubrí mi cuerpo. 

—¿Qué mierda quieres conmigo? Además, ¿quién te crees? ¿Algún tipo de acosador enfermo? –pregunté hostil mientras ocultaba mis pechos y cruzaba las piernas para ocultar mi parte íntima. 

—No –su voz se paseaba por toda la habitación–, pero eso es lo que te gusta –su rostro apareció en el televisor de mi cuarto– ¿o no _____? 

Mire su cínica sonrisa de conejo y sus ojos de fuego mirarme directamente de una manera diabólica. Mordí mi labio y fruncí el ceño. 

—¿Y a ti que putas te interesa? Tu no te alimentas de gustos o sentimientos positivos ¿o si? –le reclame gritándole a la televisión. 

—O vamos –ahora estaba en mi espejo–, ¿no te gustaría verme convertido... –su cuerpo desapareció, y volvió a aparecer a la velocidad de la luz convertido en Chucky– en él? –su voz cambió por un momento en la de él, y desde ese momento, su cuerpo repetidamente cambiaba y regresaba a su estado normal. 

La primera vez que lo vi hacer eso y escuche su voz, mi cuerpo reaccionó, como si fuera el verdadero; como un perro reaccionaria a alguien que fuera exactamente igual a su amo, pero no era él, sin embargo, el perro no sabría eso, y correría hacia él, saltando a su alrededor y pidiéndole acariciarlo y jugar con él. 

Interiormente me dije "contrólate", e intentaba convencerme de que no era él. 

Pero de repente, un coraje y valentía me invadió totalmente, y con mi rostro mostrando enojo le grité. 

—Escúchame bien Ronald McDonald, ¡mis fetiches sexuales no son cosas que puedas usar como miedo! ¡O al menos no te darán el resultado que quieres de mi! 

Paro en seco por un momento y me miro con una mirada que yo no creí que aparecería en su rostro. Frente a mí, sus ojos cambiaron a unos verdes, tan humanos y naturales como el bosque. 

¿Qué mierda? Pensé. 

—¿... Sexuales? –preguntó con una voz casi infantil e inocente al igual que su mirada, todo su puto rostro parecía no reaccionar o tener idea de esa palabra. 

¿Cómo carajos alguien como él no sabía el significado de sexual? 

Y de repente, mi collar y mi brazalete comenzaron a brillar, haciendo reaccionar al payaso y obligándolo a ocultarse de aquel brillo cual vampiro con el sol. 

Aquel brillo lo hizo desaparecer y no dejó ni un solo rastro de él. Mire asombrada mi brazalete y mi collar intensamente, decidido, nunca saldré sin ellos, me dormiría e incluso me bañaría con ellos puestos. 

Mi teléfono sonó, recordé que lo había dejado en mi cama, lo tomé y conteste. 

—¿Hola? –pregunté. 

—____ –era la voz de Beverly-, acabamos de salir de la universidad y ya vamos para allá, solo estamos esperando a Madie y a un par más. 

—¿No puedes decirme quiénes son? –pregunte sonriendo. 

—No, es una sorpresa –dijo y me colgó. 

Sonreí, pero al mismo tiempo de dije "apúrate". Así que saque las cremas, y junto con los trucos que me enseñó Madie, oculte tan bien como pude las marcas de mi cuello, clavícula y brazos. Dejé por un momento que se secaran y me comencé a poner mi ropa. 
Justo cuando me estaba poniendo mi camisa, escuche el timbre sonar. 

—¡Ya voy! –grite poniéndome mis amadas botas. 

Corrí como pude hacia la puerta y fingiendo mi mejor cara de dolor, la abrí. 

—Hola chicos 

Salude al ver a Bev, Madie, Ben, Bill, y a Richie y a Eddie con un par de bolsas. 

—Mi madre –Madie apartó a todos y se acercó a mí como si fuera mi mamá–. Solo mírate, te ves acabada, menuda caída te diste. 

—Ah, no fue para tanto, creo. Cuando era niña me caía de árboles y rodaba de las escaleras –bromé.

—¿Alguien te ayudo en tu caída ____? –me preguntó Eddie. 

—Ah, si. Un vecino que odia los elevadores pasó por ahí, me ayudó y me dejó en mi apartamento –me excuse–. Pero mejor entren de una vez.

Entramos a mi departamento y por un momento, sentí que tenía a mi tía Rosa de vuelta conmigo, pues mi mamá no se preocupaba mucho por mi en ese aspecto. 

—Recuéstate en el sofá, te debe doler todo tras esa caída –me ordenó Bev. 

—No te muevas y quédate en una posición cómoda, así te vas a rehabilitar más rápido –me pidió Bill. 

—Te traje una pomada que usábamos en el campamento militar cuando alguien se hería los huesos –me dijo Ben dejándomela en la mesa de centro. 

—Y yo te traje un par de medicamentos para que te cures más rápido –Eddie saco un frasco y puso su liquido en un cuchara–. Abre grande... 

—Oigan ya –les detuve–. Ni que estuviera resfriada o que estuviera en la regla –les dije algo enojada–. No soy un bebé, en mi hogar solo me dejaban ahí y a veces me preguntaban si ya se me pasó o no. 

Ellos se miraron entre sí algo apenados, o parecía más bien preocupados. 

—____, tal vez en tu hogar sea diferente, pero aquí, realmente nos preocupamos por tu bienestar, deja que te ayudemos –me pidió Bill con una carta de ángel que no me pude resistir. 

—De acuerdo, pero no exageren tanto –hable refiriéndome a Eddie. 

—Bien –respondió él–. Al menos deja que haga una sola de pollo para todos –pidió y yo asentí–. Richie, ayúdame –más que petición pareció una desinteresada orden. 

—¿Qué? ¿Y yo por qué? –sé quejo. 

—Porque estás aquí de colado y metiche –le respondió Eddie. 

—¿Y qué? ¿Me vas a mandar a dormir al sofá o con el perro? –dijo el bocazas como juego. 

Eddie volteo la cabeza y le lanzó una mirada amenazadora, alzando la ceja. Richie se quedó un buen rato observando esa mirada, trago saliva y comenzó a actuar nervioso. 

—S-Sólo bromeaba, por favor no lo hagas, allí hace frío –pidió casi con tartamudez. 

Aquella conversación nos sorprendió a todos los presentes. ¿Acaso esos dos salían sin que nosotros lo supiéramos? 

Ignorando eso, le indique a Richie donde estaban todas las cosas que él buscaba para preparar la sopa. Y mientras el la hacía y todos estaban a gusto, Madie me tomó de la mano y me encerró con ella en mi cuarto. 

—¿Y? –me pregunto mientras nos sentamos en mi colchón.

—¿Y que? –pregunté sin entender. 

—¿Cómo te fue anoche? En la mañana sonabas terrible, ya me imagino el ruido que armaron –me dijo nuevamente sin perder la emoción. 

Comencé a sentirme nerviosa y me sobresalte por su comentario. Oculte llena de vergüenza mi rostro con mis manos y evite mirarla. 

—Mi madre actúas como una adolescente –me dijo quitando mis manos de mi rostro. 

—E-Es que es algo que... tu sabes... es raro, platicarlo –le respondí avergonzada. 

—Cuando despertaste, ¿seguía aquí? –preguntó más calmada. 

Asentí tímidamente. 

—Incluso me cargó y me preparo el baño –respondí. 

—Awww, eso es tan tierno e increíble, eso significa que le preocupas –me halago ella. 

Sonreí, probablemente sí le importe como Madie dice. 

—Pero ahora algo muy importante –me tomó de los hombros y me miró–. ¿Usaron protección? –me pregunto ahora tornándose seria. 

Mi mente dio un sobresalto, ¿acaso si lo hizo? Me obligue a mí misma a hacer memoria. 

Recuerdo que cuando me levante de la cama, tirada al lado de sus pantalones, estaba un pequeño empaque plateado y rosado. 

—Creo... que si –respondí. 

—Por si las dudas toma una pastilla del día siguiente ¿tienes? Si quieres puedo darte unas, siempre llevo conmigo –comenzó a buscar entre su bolso. 

—No no no –le detuve de inmediato–, descuida, yo tengo en mi baño. ¿Michael y Carly no pudieron venir? –pregunte intentando cambiar de tema. 

—No los vi en todo el día –me respondio–. Además, aunque los invitara, no querrían venir si los perdedores venían. 

Asentí y lo recordé inmediatamente, por alguna razón, los perdedores y ellos no se llevan, si se encuentran se hacen una guerra de miradas intensa. Además de que no confían entre ellos, no tenía caso intentar que se llevarán bien. 

Nos levantamos y salimos de mi habitación, donde todos ya nos esperaban. 

—La sopa está lista, vengan –nos dijo Bev sirviéndolo en platos. 

Asentí pero antes avise que iría al baño. Fui hacia el y entre la estantería que había en mi baño, encontré las pastillas anticonceptivas, tomé la de el día siguiente rápidamente y salí del baño. 

Pasamos un buen rato juntos todos en mi departamento, olvidando por un momento que yo me había caído. Richie bocazas diciendo bromas de doble sentido y Eddie regañándolo. 

Y cuando ya se hacía tarde, me ayudaron a limpiar y después comenzaron a irse. 

—Entonces ¿quieres quedarte con la pomada? –me pregunto Ben. 

—Si por favor, me hará mucha falta –respondí. 

—De acuerdo, hasta pronto ____ –se despidió Ben y yo respondí con un ademán.

—Hasta mañana ____ y recupérate –se despidió Madie.

—Adiós ____ –se despidieron Richie y Eddie yéndose juntos. 

—Adiós, y cuídate ¿si? –me pidió Bev. 

—¿Lo dices por el payaso? –pregunté. 

—Ahora eres una perdedora, eres su objetivo oficialmente –adhirió Bill. 

—Tranquilos, si algo pasa, los llamaré de inmediato –les dije confiada. 

Ambos se fueron y después de cerrar la puerta me recargue en ella. Suspiré pesado. 

Cierto, prometí llamarle a mamá, si no se enojaría, pensé. 

Tomé mi teléfono y rápidamente llame a mi mamá. 

—¿Bueno? –habló en español mi madre. 

—Mami –hablé de la misma manera. 

—¡Hola hija! ¿Cómo estas? –me saludo y luego escuche la voz de mis primos por detrás. 

—Muy bien, me va bien, estoy bien –respondí sonriente al teléfono. 

–¡Prima! –oí a mis primos gritar y solté una risita. 

—Hola enanos ¿cómo están? ¿Se portan bien? Mas les vale porque si no, no les traigo nada de aquí –les amenace. 

—¡Claro que no! ¡Desde que tu no estas son muy traviesos y ahora se desquitan conmigo! –oí gritar a mi prima Verónica. 

—Chamacos 

—¡Nunca nos atraparan con vida! –gritaron y yo reí. 

—¿Y papá? 

—Aún no llega de trabajar pero seguro pronto llega. Ya lo conoces –me respondió. 

—Si, supongo que si –respondí en un tono melancolico. 

—Yyy, ¿no has encontrado a alguien? –Verónica solto esa pregunta y yo me ruborice. 

—N-no, no –respondí con algo de nervios–. Pero conozco a un chico que es atento, caballeroso y protector conmigo. 

Oi a Verónica soltar un gritillo. 

—Bueno mija ya duérmete, mañana tienes clases –me ordenó mi madre. 

—Si mamá buenas noches –colgué. 

Me dirigí a mi cama y me quedé ahí un rato, pensando en lo lejos que llegue. Finalmente, mi apartamento para mi sola, solo tengo que preocuparme por mi y por subsistir. 

Mi teléfono sonó y conteste. 

—¿Hola? –pregunté. 

—Hey ____ –reconocí a Carly–. Nos enteramos de que te lastimaste, ¿no te paso nada grave? 

—Ya paso lo grave, y creo que podré volver a la facultad mañana –respondí-. ¿Y que hay de ti y Michael? 

—Yo fui a ver a mi familia, Michael, no lo sé, pero estuvo muy frío hoy –respondió.

—Ya veo –respondí y solté un bostezo–. Bueno, me iré a dormir. Hasta mañana. 

—Descansa –le oí decir y colgó. 

Me coloque mi pijama y me acomodé para dormir. 

 

Ronda de preguntas:

¿Cuál es su Slasher que les asusta pero les gusta?

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