
𝟏𝟒: quédate... me quedaré
Elena no lo miró, con el corazón latiendo rápidamente, como si estuviera al borde de un precipicio. El silencio en la habitación era casi palpable, como si el mundo entero hubiera dejado de girar por un momento. Todo lo que podía escuchar era la suave respiración de Klaus frente a ella.
Había algo en él que no podía comprender del todo, algo que la atraía, que la llamaba hacia él de una manera que no podía explicar. Aunque se había mantenido distante al principio, tratando de mantener su control, algo dentro de ella había cedido, algo que la había llevado hasta allí, a esa habitación que ahora parecía un santuario, un lugar donde el tiempo se desvanecía.
Klaus no había dicho nada en un largo rato. Su presencia era suficiente, y Elena lo sentía cerca, mucho más cerca de lo que esperaba. Cuando finalmente lo miró, sus ojos se encontraron, y la tensión en el aire cambió, volviéndose más suave, más íntima.
Klaus sonrió de esa manera en que solo él podía hacerlo: suave, misteriosa, como si supiera algo que ella no sabía. Sin decir palabra, levantó una mano y acarició su mejilla con la yema de los dedos, un gesto delicado que la hizo cerrar los ojos por un instante, dejándose llevar por la calidez de su toque.
─ ¿Por qué lo haces? ─ murmuró Elena, su voz apenas un susurro.
¿No era suficiente para él haber arruinado su vida desde que llegó a Mystic Falls?
Klaus no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó hacia ella, moviéndose con esa gracia de siempre, como si todo lo que hacía estuviera coreografiado por una fuerza que solo él comprendía. La besó de nuevo, primero de manera suave, tentadora, como si quisiera medir su reacción, como si estuviera invitándole a rendirse sin forzarla.
Elena no pudo evitar responder al beso. Era imposible ignorar la conexión que sentía. Cada toque de sus labios, cada movimiento de su cuerpo, la envolvía más y más. La pasión que había reprimido durante tanto tiempo comenzaba a abrirse paso, y aunque su mente le gritaba que debía resistirse, su corazón parecía clamar por lo contrario.
Klaus profundizó el beso, y ella correspondió, sin pensar, sin cuestionar. Sus brazos rodearon su cuello, tirando de él hacia ella, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la ropa que aún los separaba. Su respiración se aceleró, y la habitación, que antes parecía vacía, se llenó de una energía palpable, como si todo hubiera sido conducido hasta este momento, como si el destino los hubiera llevado justo allí.
Klaus la tumbó suavemente sobre la cama, sus manos moviéndose por su cuerpo con una suavidad que contrarrestaba la urgencia de sus besos. Elena, perdida en la intensidad del momento, se dejó llevar, sintiendo cómo cada parte de su ser se sumergía en ese encuentro. El roce de su piel contra la de él la hacía sentir viva, como si todo en ella despertará al mismo tiempo.
Aunque el miedo seguía acechando en el fondo de su mente, su cuerpo no quería rechazarlo. En ese momento, no podía pensar en las consecuencias, no podía pensar en nada más que en él y en la forma en que él la hacía sentir. Era como si todas las barreras que había levantado a su alrededor se desmoronaran en cada beso, en cada caricia.
Elena levantó una mano, tocando el rostro de Klaus, sintiendo la suavidad de su piel, la firmeza de su mandíbula. Su mirada se encontró con la de él, y en sus ojos vio algo más allá de la burla, más allá del peligro que siempre había asociado con él. Vió algo genuino, algo que la hizo dudar, algo que la hacía querer creer en lo que sus instintos le decían que no podía.
─ ¿Por qué me haces esto? ─ susurró ella, sus labios apenas rozando los de él.
Klaus sonrió suavemente, su mirada profunda y serena, como si realmente estuviera allí, en ese momento, solo para ella.
─ Porque sé que no puedes resistirlo ─ respondió con voz baja, cargada de una calidez que la desarmó por completo.
Elena sintió el peso de sus palabras, pero al mismo tiempo, no pudo negar lo que sentía. Era imposible resistirse a él, a la forma en que la hacía sentir, a la conexión que había crecido entre ellos sin que ella lo hubiera permitido. Estaba atrapada en su propia vulnerabilidad, y no sabía si quería salir.
Klaus la besó de nuevo, y está vez, Elena respondió sin reservas. No podía pensar en nada más, no podía negar lo que había crecido entre ellos, lo que había surgido de manera inesperada. En sus brazos, se sentía segura y perdida al mismo tiempo, como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo quedaran ellos dos.
La noche continuó, y Elena se dejó llevar, sin querer pensar en lo que significaba estar allí, en lo que podría significar para su futuro. Solo sabía que, por una vez, estaba siendo completamente honesta consigo misma, permitiendo que el amor, el deseo y el miedo coexistieran en el mismo lugar.
[...]
Elena despertó poco después, sintiendo el suave roce de las sábanas contra su piel. El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor suave que la hizo entrecerrar los ojos. El silencio era casi absoluto, solo interrumpido por la respiración tranquila de Klaus a su lado.
Se giró lentamente, mirándolo. Él estaba recostado de espaldas, con una mano descansando sobre su almohada, tan sereno y relajado. El brillo de su cabello caía desordenado sobre su frente, y su rostro, normalmente cargado de tensión y confianza, ahora estaba libre de esa fachada que siempre mostraba al mundo. Era como si en ese momento, solo existieran ellos dos.
Elena se quedó allí, observando su rostro, sin poder evitar la sensación de vulnerabilidad que le invadía. En cierto modo, estar con Klaus, en su cercanía, la hacía sentir como si estuviera flotando en un espacio entre lo que deseaba y lo que temía. Pero no quería huir. No ahora.
Todo había cambiado anoche, en esos momentos en los que sus cuerpos se habían encontrado, y las barreras entre ellos se desvanecieron. Había algo en la forma en que Klaus la miraba, algo en su toque, que le hacía olvidar el mundo exterior, hacerla sentir como si realmente importara.
Elena sintió su respiración hacerse más lenta mientras su mente repasaba todo lo que había sucedido. Aquella sensación de pertenecer a algo más grande, algo que no se limitaba solo a la atracción física, sino que parecía ser una conexión más profunda. Klaus, con todos sus defectos, sus sombras, había logrado algo en ella que ni siquiera ella misma entendía del todo.
Se inclinó hacia él, cuidadosamente, sin querer despertarlo de golpe. Pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo un momento, respirando en su cercanía, saboreando el momento. Entonces, con una suavidad que casi le pareció un suspiro, lo tocó en el pecho.
Klaus abrió los ojos lentamente, y al verla ahí, a su lado, una sonrisa tranquila se dibujó en su rostro. No era la sonrisa arrogante y desafiante que normalmente le dedicaba al mundo, sino una más íntima, más... real. Como si, por un breve momento, estuviera dispuesto a mostrarse tal y como era.
─ ¿Te estás arrepintiendo? ─ preguntó él en un susurro, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y algo más que Elena no sabía cómo nombrar.
Elena lo miró fijamente, con la mente aún llena de pensamientos y sentimientos contradictorios. Pero no, no se arrepentía. Por más que su cabeza intentará racionalizar lo sucedido, por más que quisiera mantener la distancia, había algo en su interior que no podía negar. Era como si hubiera dado un paso importante, uno del que no podía retroceder.
─ No ─ murmuró, sorprendida por lo firme que sonaba su voz.
Klaus la observó por un momento, estudiándola con una intensidad que la hizo sentirse expuesta, pero de una forma extraña, reconociendo la vulnerabilidad de ambos en ese instante. Entonces, sin decir una palabra más, se acercó, acercando su rostro al de ella.
─ Entonces, quédate ─ dijo suavemente, y aunque las palabras fueron sencillas, el significado detrás de ellas era mucho más profundo. Había algo en ese "quédate" que no solo hablaba de estar en esa habitación, sino de un compromiso silencioso, de una entrega a lo que fuera que estuvieran construyendo entre ellos.
Elena sintió su corazón latir más rápido, pero está vez no era por miedo, sino por algo diferente. Algo más cercano a la esperanza. Con un suspiro, asintió, sintiendo que, por fin, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.
─ Me quedaré ─ dijo, su voz suave, pero llena de determinación.
Klaus sonrió, y está vez no había burla en su expresión, solo una satisfacción tranquila. Como si él también hubiera esperado escuchar esas palabras, como si, de alguna forma, lo que compartían entre ellos fuera una promesa tácita, aunque incierta.
Se quedó allí, abrazándola, sin necesidad de más palabras. El mundo seguía girando afuera, y ellos aún tenían muchas preguntas que responderse, muchas barreras que derribar. Pero por esa noche, por ese momento, todo lo demás dejó de importar. Estaban allí, juntos, bajo las mismas sábanas, compartiendo algo que ni ellos sabían cómo definir.
Y aunque el futuro seguía siendo incierto, Elena se dio cuenta de que no importaba. Porque por primera vez, sentía que quizás valía la pena arriesgarse a lo desconocido. Para estar con Klaus. Para ver hasta dónde los llevaría ese camino que apenas comenzaba.
¡ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟒 !
Han llegado rápido a la meta, así que aquí tienen un nuevo capítulo para que lo disfruten.
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