
XXXIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Inmediatamente se sintió entorpecida el resto del día. Estaba particularmente emocionada y asustada. Todo podía salir mal, pero eso no lograba importar nada esos segundos. Ni ese día.
Era la oportunidad que estaba teniendo para estar con él por última vez. Antes de que se case, antes de que le den un cierre a las cosas.
O eso pensaba ella. Porque aquel plan del que hablaba el príncipe en su nota, ella no lo sabía.
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No se lo contaría a Frizzy para no involucrarla en ningún problema por si alguno sucedía. Ya que no quería arriesgarla a las posibles consecuencias que tendría la locura a la que se iba a aventar con toda sus ganas esa noche.
Tenía miedo, claro que sí. Pero eso no la estaba bloqueando.
Trató de disimular la repentina torpeza que la invadió, o que sentía que tenía. Ya que nadie parecía notarlo, y en realidad solo era una percepción de Lauren respecto a si misma.
Lavó los trastes como lo había hecho siempre, y debido al arreglo obviamente ni Frizzy ni ella salieron de la cocina para algo que no fuera ir al servicio higiénico.
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Solo quiso que las horas pasen rápido, y solo quería que la jornada acabe, que ya sea de noche que ya sea hora.
Y si bien no se notó su torpeza. Se notó su prisa, su necesidad porque las cosas pasen rápido. Pero al la misma ser confundida muy fácilmente con el estrés de cualquier empleado porque pase el día, absolutamente a nadie le pareció raro.
Ni a la misma Frizzy, ni tampoco a Louis quien además estaba demasiado ocupado ese día en particular.
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Ya después del almuerzo, tanto de la familia Real y sus invitados como de los sirvientes. Las cosas entraban en un ritmo más pesado debido a que ahora tenían que prepararse para la cena, que los trastes se habían juntado, y que claramente la cantidad de gente que servían y atendían ahora, era más del doble que antes, considerando lo numerosa de la familia Skrlova.
Fue bueno y malo lo que pasó en esos momentos. Ya que debido al usual ajetreo de la cocina, la gente obviamente no tenía ningún tiempo para respirar. Y considerando el retraso que hubo desde la mañana por el asunto de los uniformes, tenían que agilizar las cosas para hacer que el día termine de manera eficiente.
Sin aviso, sin que nadie reaccione antes, y tomando hasta a la persona más alerta por sorpresa. Un enorme Bruno entró dispuesto a armar desparpajo y medio en la cocina. Y un pobre Finlay corria detrás de él para alcanzarlo.
Muchas sirvientas gritaron de sorpresa y susto. No sabían como había llegado hasta ahí considerando que el jardín donde estaba su casa estaba bastante lejos en el castillo.
No solo eso, porque aquel travieso perro había crecido casi irreconociblemente desde la última vez que Lauren lo había visto, y si antes ya era un cachorro grande, con todo el tiempo que había pasado, ahora era enorme.
Todos trataron de ayudar a Finlay, porque parecía que por el olor de la cocina, y por lo jugueton que era el perro había corrido ahí en un accidente que el pobre cuidador no pudo controlar.
No fue todo, porque el pobre Bruno por alguna razón se creía así mismo como un perro pequeño. Eso era gracioso, y de alguna manera hizo que el estrés de la cocina se disipe entre algunas risas que empezaron a estallar, ya que Bruno se había pasado entre las piernas de varios mayordomos que querían ayudar al cuidador intentando calmar la hiperactividad del perro. Y claramente los hizo trastabillar y hasta caer.
Y fue con eso que las risas empezaron. A la gente le gustaba burlarse, hasta que les sucedía.
Pronto aquella emergencia dejó de serlo para convertirse en una anécdota muy divertida. Era imposible no querer a un perro como aquel. Y no lo podían culpar, simplemente creía que estaban jugando con él y el olor de la comida lo había llamado hasta ahí.
Claramente el perro emocionado saludó a los empleados que conocía, entre ellos claramente a Lauren, logrando pararse en dos patas y saltar para lamerle la cara, provocando más risas en la gente, y más aún cuando le hizo lo mismo a Octavia.
La jefa de cocina pareció hacer un milagro entonces, logrando calmar la energía del perro casi en su mayoría, sorprendiendo de igual manera hasta su mismo cuidador.
Pronto Octavia como recompensa le dio un pedazo de la carne cocida. El perro más que feliz la recibió. Finlay que seguía agitado empezó a disculparse, pero todos se aseguraron de decirle que no había problema alguno. Que de hecho se habían divertido mucho.
Y así, Bruno se tiró al piso, para que Octavia le rasque la panza. Haciendo que muchos también se vuelvan a reír. No había nada que perdonarle.
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—Creo que hasta te ha a acomodado el flequillo con la lamida que te ha dado. —Le dijo Frizzy a Lauren casi sin respirar debido a que era una de las personas que más se había reído.
Lauren solo negó ante las ocurrencias de su amiga mientras otras personas riendo le brindaban un pañuelo a ella y a Octavia para limpiarse la baba del perro.
Le dieron comida Bruno, le invitaron varias cosas, carne sobretodo. Ya que no era seguro que otras cosas que quisieran invitarle fueran seguras para un perro. Feliz por la comida Bruno sentía que era el mejor día de su vida.
Nuevamente Finlay se volvió a disculpar mientras veía al perro por fin tranquilo. Y una vez más le aclararon que problema no había. Así cuando Bruno ya no estaba corriendo por todos lados y que Octavia lo había tranquilizado con comida, Finlay aprovechó para ponerle su correa, teniendo el control de nuevo.
—Es que en su paseo de la tarde, me confié de más y lo solté sin esperar que vaya a seguir el olor de la cocina tan pronto ni mucho menos correr así, esta en su entrenamiento. Ya aprenderá, lo prometo. —Volvió a decir el cuidador todavía preocupado, necesitando justificarse.
—Ya, no pasa nada, no se ha roto nada y si algo se hubiera roto también lo arreglabamos, no te estreses por eso. Has visto que todos nos hemos pasado un muy buen rato y que otros por fin han conocido a nuestro otro miembro de la familia real. —Habló Octavia dulcemente mirando a Bruno de repente, que ahora meneaba su cola orgulloso.
El ambiente se había animado mucho. El estrés había desaparecido, al menos por unos segundos.
—Gracias Octavia. De todas formas no puedo evitar sentirlo, y me preocupa también que la Reina se termine enterando. Podrían despedirme por este error del cual soy responsable o hacer que Bruno simplemente esté encerrado en el jardín. —Se lamentó el joven.
Ser consciente de eso, y la mención de aquella mujer, trajo a todos de nuevo con pies en tierra. El joven tenía razón.
—Ay no digas esas cosas—Interrumpió Frizzy de repente llamando la atención de todos. —Si hablas cosas malas, traes mala suerte. —Bromeó. —Tranquilo no pasará nada. Su majestad ha de estar ocupada en otras cosas, en sus invitados y eso. Si te estresas es peor.
Los que estaban cerca asintieron. Haciendo que el joven se tranquilice también.
—No pasa nada muchacho. Y en el peor de los casos nosotros te cubrimos—hablo una cocinera desde el fondo.
El cuidador agradeció encarecidamente a todos los presentes, y claramente avergonzado aún, se despidió cordialmente. Llevándose a Bruno esta vez ya controlado con su correa, pero claramente igual de juguetón que siempre.
Al irse, hubo un corto silencio en la cocina antes de volver a lo mismo. Y regresar a su agitada realidad que significaba el trabajo. Después de aquella anécdota, las cosas volvieron a su normalidad.
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Aquello había sido una especie de respiro, y había servido bastante para recordar que aunque las cosas estén mal, que aunque uno esté sumamente triste o desanimado, habían momentos que recordaban que no todo en la vida se había vuelto malo también.
Habían cosas graciosas, detalles de la vida por los que la misma valía la pena.
Le sirvió muchísimo a Lauren para distraerse y despejarse. Para no recordar al menos por unos minutos sus angustias y sus preocupaciones, sus miedos y ese apuro que tenía porque ya se acabe todo.
Frizzy estaba contenta por por fin haber conocido a aquel perro, que ya no era un cachorro efectivamente. Y también se distrajo, de sus propias preocupaciones, de como ella también estaba afectada por toda esa situación que se movía secretamente entre solo las personas que lo sabían. Además en su caso, aunque haya sido por un par de minutos y ni siquiera se haya podido entablar conversación directa, había podido ver al muchacho que le gustaba, Finlay obviamente.
La situación de Frizzy con él no era extraordinaria. A la morena le gustaba, pero eso no la alteraba demasiado. De todas formas claro que se emocionaba con su presencia en los almuerzos, al hablar o cuando tenían cualquier tipo de interacción. Le era suficiente con eso, además no le gustaba tanto como para sufrir por él, era más un tipo de ilusión, o de distracción. Y también estaba bien.
Ambas, en todo ese tiempo malo que estaban afrontando. Se habían despejado, al menos por un par de horas, o el tiempo que dure ese efecto.
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Después de un día que pareció algo largo. Por fin terminó la jornada. Y ahí terminó esa especie de efecto en Lauren, porque al estar la hora relativamente cerca, al ser totalmente de noche ya. Esa ansiedad la volvió a atacar nuevamente.
El encuentro era a las 11:30 de la noche. Duraría hasta más de media noche posiblemente. Si cualquiera despertaba a esa hora, corrían el riesgo de ser vistos. Todo podía salir mal, y al mismo tiempo podía salir bien.
No sabía a que se refería el príncipe con decir aquello sobre el plan que tenía, no sabía que iba a pasar. Nuevamente todo quedaba con gran incertidumbre.
Y eso no la detenía, estaba empeñada con la ilusión de ir a verlo, su cerebro bloqueaba muchas cosas racionales que debería de pensar, y las transformaba simplemente en una cantidad de nervios que no sabía como medir porque jamás había experimentado algo como eso antes.
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En el regreso a la habitación, ambas sirvientas repitieron su rutina, con una Lauren que como se había mencionado antes no le contaría aquella tontería que haría por prevenir cualquier consecuencia para su amiga. Ya que si cualquier cosa mala pasaba, Lauren sabía que era su responsabilidad asumirla, porque era ella quien se estaba aventando a esa situación con voluntad y con ganas de hacerlo.
No sabía como disimular que iba a salir. Pero confiaba en el sueño profundo de Frizzy para que la misma no se de cuenta.
Estaba nerviosa por todo, y bastante apresurada también. Ese sentimiento había vuelto. Desde que se dio cuenta que cada vez la hora avanzaba más.
Y entró en un pequeño dilema, tenía que cambiarse pero no quería ir a verlo con su ropa de dormir. Le daba vergüenza. Ya la había visto así esa noche que se encontraron en el jardín el año pasado, por alguna razón esa presentación no le daba confianza en si misma.
Pero también sería más difícil y casi imposible de inventar una excusa si se quedaba con el uniforme. Por lo que optó por cambiarse con la ropa normal que tenía esa que no usaba hace tanto también, porque simplemente cambiaba entre ropa de dormir y el uniforme.
Sabía que por lo oscuro que estaría. Ni se notaría, y que al príncipe no le importaba mucho la ropa que Lauren tuviese. Que no era alguien que se fijase en el exterior todo el tiempo. Pero de todas formas quería sentirse lo suficientemente bonita.
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Así, decidió que para disimular se cambiaría con la ropa de dormir y pretendería dormir hasta las 11, así se cambiaría otra vez lo más rápido que pudiese.
Sentía que debía presentarse de manera decente frente a él, y precisamente la ropa de dormir no era eso. Por eso también se había empeñado en la decisión de cambiarse efectivamente.
Y eso hizo, y todo también pareció salir en los parámetros del plan que había hecho para no despertar a Frizzy y hacer que no se entere.
Pretendió dormir hasta que en poco tiempo escuchó los ronquidos de su amiga, confirmando que efectivamente había caído en un sueño profundo.
Se levantó de su cama en silencio, en la oscuridad. Y fue a su armario a buscar su ropa. Sacó todas sus faldas internas por el frío, los largos y delgados calcetines que le llegaban al muslo, todo lo que pueda brindarle calor. Saco nuevamente todas las ropas interiores que se había sacado, el vestido azul con manga que tenía, y su suéter abierto de botones.
Necesariamente tenía que sacar toda esa ropa, porque era todo lo que tenía que usar, por la época, por el frío.
Se cambió ahí mismo y se puso todo encima de la ropa de dormir para ahorrar más tiempo, todas las capas de ropa, harían que no tenga frío y que hasta pueda sentir calor, pero era preferible a lo otro.
Se acomodó y amarró los botines de trabajo porque eran los que estaban más cerca y tenía que apresurarse.
No tuvo tiempo de entrar al baño, porque eso implicaría prender alguna de las lámparas de cera y eso podía despertar a Frizzy.
Por eso se aseguró de no hacer bulla, de permanecer lo más silenciosa posible.
Volvió a recoger la llave de su habitación. Su vestido no tenía bolsillos porque obviamente no llevaba delantal, no tenía por que, no estaba trabajando, pero su suéter sí tenía, unos bastante pequeños, pero suficiente como para transportar una llave.
En toda esa oscuridad vio el reloj de la pared, porque el suyo era muy pequeño, y en la oscuridad peor. Aún así, solo adivino la hora por lo oscuro que estaba todo. Dándose cuenta que se le estaba haciendo tarde.
Salió rápido y en silencio, mientras con los dedos acomodaba rápida y torpemente su corto cabello, para intentar peinarlo de alguna manera.
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