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XXXII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

  No fue hasta que en un momento que Frizzy se ausentó porque necesitaba ir al servicio higiénico. Que Louis decidió dirigirle la palabra.

    —Te quedaste mirando la comida de repente ¿Algo está mal? —Dijo la voz del ojiazul.

    Lauren reaccionó levantando la mirada. Y decidió negar. Mientras aún tenía la cuchara en su mano. Porque no terminaba de comer aún.

    —Pues no estás comiendo todo y estas distraída. Por eso preguntaba—Dijo de nuevo el muchacho algo preocupado.

    —Ah no, solo...—Intentó explicarse, pero claramente su desánimo era notorio. Y no le permitió hacerlo.

    —¿Te duele algo? —Preguntó de nuevo su amigo preocupado. De alguna manera pensaba que Lauren estaba enferma.

    La muchacha volvió a negar. —Solo. —Decidió continuar con sus explicaciones, buscando que decir. —No estoy muy animada. —Dijo.

    Louis asintió comprendiendo —¿Hay algo que pueda hacer por ti? Para ayudarte. —Dijo amablemente.

    La muchacha volvió a negar. —No te preocupes. Gracias de todas formas. —Dijo tratando de sonar más animada aunque no lo logró.

[•••]

    Los días siguientes se sintieron extrañamente peores.

    Estaban libres de muchas cosas que les hacía la Reina, es cierto. Pero aún quedaban cosas que ella veía, además era la Reina, siempre quedaría como la buena del juego.

    Ni Lauren ni Frizzy salían a ningún tipo de servicio. Algo en Lauren se había apagado. Y la gente que salía de la cocina, solía murmurar que jamás el príncipe había estado tan extraño.

    Mucho se habló de que si la señorita Lea no se le despegaba antes, ahora era mucho peor. Lo acompañaba al jardín, al establo, se auto invitaba a ver sus clases de esgrima. En todo.

    Y claramente en un ambiente de tristeza. Cuanto deseaba Lauren poder ser ella. La señorita Lea no era de su agrado, no precisamente por una rivalidad amorosa, porque una vez más los sentimientos de una persona no eran nada para competir, sino porque sus formas de pensar y actitudes chocaban.

    Fuera de eso, quisiera su cabello, su altura, su cuerpo, sus ojos. Era una mujer hermosa y tenía todas las oportunidades que Lauren añorara.

    Durante todas las habladurías, un Louis que no sabía disimular se incomodaba al pensar como se habría de sentir Lauren. Ya que cada uno sabía el amor secreto del otro.

    Lauren no había conocido amor romántico, no había conocido el dolor que también provocaba. Su cuerpo jamás lo había vivido jamás lo había deseado jamás lo había sentido y jamás lo había descifrado.

    Sentir eso era fuerte, indescriptible. Pero algo que todo mundo experimentaba en algún momento. O eso quería pensar. Algo de consuelo, al menos.

    Si nunca había gustado de que la toquen, si lo único que había hecho er soportar un contacto físico al que recién estaba entendiendo. Uno que seguía sin gustarle. Pero que podía soportar por más tiempo que antes.

    ¿Cómo entonces imaginarse entre sus brazos no le causaba disgusto? ¿Tan profundo había caído entonces?

    Posiblemente sí. Y eso no era un amor platónico simplemente como se había querido engañar hace meses.

    ¿Cómo iba a dejar de quererlo? ¿Podría hacerlo? ¿Sería tan fuerte como para verlo casarse con otra persona?

    Ella también quería que él sea feliz, daría su propia felicidad por la de él y por la de cualquiera que amase. Pero también sabía que era capaz de cometer cualquier tontería en aquella especie de hipnosis que no tenía intenciones de desaparecer de su corazón.

[•••]

    Para varios días después, llegó el 23 de Mayo. Día antes del cumpleaños de Lauren, día supuesto donde aquel encuentro se hubiera dado casi a media noche.

    De cierto modo eso afectó más a Lauren. Y la siguió desanimando. Aún así Frizzy siempre estuvo de su lado, tratando al menos de que se olvide de esas cosas unos segundos, de no precisamente hacerla sentir mejor, pero sí elevarle los ánimos para poder afrontar la situación.

    Aunque no fue lo único que afectó a Lauren ese día. Porque durante todo ese año que había pasado. Su vida había cambiado en todos sentidos. Y volviendo a repetirlo, había pasado más de un año ya desde eso. Y a penas se sentía como un abrir y cerrar de ojos.

    Hace más de un año había firmado el supuesto contrato de posesión laboral que la condenaba con las Dhollen de por vida. Se sentía que hace muy poco había tenido aquella asquerosa pelea con Alex Douglas, que la habían golpeado terriblemente con la hebilla de una correa después de eso. Que le habían dejado cicatrices de por vida en la espalda.

    Se sentía tan reciente su salida de esa casa, aquel día lleno de emociones cuando su adorado Vladimir Gees que ahora descansaba en el cielo, había sido el iniciador de uno de los grandes milagro de su vida. Cuanto se lo agradecía infinitamente, cada noche en sus oraciones, en sus recuerdos.

    Como conoció a Frizzy, como llegó al castillo. Como fueron sus primeros días, el día que llegó el príncipe. Cuando le habló porque la reconoció de un encuentro casual en la biblioteca de 4 años atrás, como su trabajo continuó con ella totalmente callada. Pero como todo terminó estallando, la muerte de su gran amigo, la ayuda del príncipe, como este no solo le brindo el gran milagro de su libertad, sino que le dio voz, le dio validez, la ayudó y la defendió.

    Enfrentó su pesadilla, su mayor miedo, su más oscura historia. Y le ganó. Recibiendo toda la ayuda, apoyándose en gente que la apreciaba, y ella apreciaba de vuelta.

    El juicio, haber ganado a pesar de todo. La fiesta secreta después del mismo. La palabras de Karoma, como estas cobraron sentido con enterarse del mayor secreto del castillo. Los afanes de la Reina, la obligación al silencio, la repetición de una historia aparente maldita, los castigos del corte de cabello.

    El disparo hacia el príncipe, y como este desencadenó en el descubrimiento de una mafia criminal que le faltaba el respeto a Inglaterra con uno de los nombres que más aterrorizó su historia. Que más aterrorizó a Lauren, nombre que fue el que estuvo en sus pesadillas desde que perdió su niñez.

    Y ahora, el compromiso del príncipe, el hecho de que el no lo sabía. Y por otra parte saber que más valía ese sacrificio con tal de estabilizar al país de nuevo. Antes de que las cosas se agraven. Antes de que el problema de saqueos y amenazas se transforme en algo mayor, y hasta encontrar un directo responsable del disparo al príncipe, lo cual aunque no se admita era también una de las razones del Rey para hacer todo eso.

    Inglaterra tenía muchas cosas más importantes de las cuales encargarse. Cosas de las que Lauren estaba enterada, pero que no las vivía en carne propia por la especie de privilegio que implicaba vivir protegida dentro de las edificaciones del castillo.

    Y eso también le traía los pies a la tierra. Habían cosas mucho más grandes que debía comprender, aunque sus efectos duelan personalmente en ella.

    Inglaterra trataba de estar bien, pero no lo estaba por completo. Las cosas estaban más enredadas de lo que parecían. Y cortarlas a un tiempo temprano, era lo que estaban haciendo y por ende la mejor solución. Con todo, con la cortina de humo que era el compromiso para despreocupar a la gente. Con como el Rey entre errores y aciertos siempre buscaba lo mejor para su Reino.

    No podía culparlo. Tampoco perdonarlo.

    Había pasado tanto tiempo desde que las cosas habían cambiado. Y lo seguían haciendo.

    Cada vez era un reto. Con cosas a las que todos habían de enfrentarse. Lauren era más fuerte de lo que creía e incluso de lo que podía pensar en una manera exagerada.

    Y Vladimir Gees no se había equivocado cuando le dijo que estaba hecha para algo grande. Que ella no lo sabía y que probablemente no lo creería.

    Porque muy bien podría ser esta una historia de desamor. Y en muchos sentidos tal vez lo es. Pero tampoco tendría sentido contar una historia que vaya a terminar de manera decepcionante y angustiante.

    Porque aunque en esos momentos la tristeza, las ganas de no continuar y la resignación abarquen por completo a la pobre sirvienta. Pronto cambiaría, no solo porque ella misma encontraría esa fuerza que perdía a veces, como cualquier ser humano.

    Si no también porque el destino había elegido su vida para algo especial, porque Vladirmir Gees no había exagerado en sus profecías, y hasta tal vez había sido modesto.

    Lauren Harris, entre toda la turbulencia, enredo y mala suerte de esos tiempos, se convertiría en la mujer más importante de Inglaterra y de todo el Reino Unido. Probándose talvez a sí misma así, que había estado hecha para algo como eso, que todo lo que había sucedido en su vida sería parte de la historia que la convertirían en eso que estaba cerca a volverse.

[•••]

    Y todo empezaba el mismo día 23 también.

    Esa mañana, debido a un retraso debido a problemas con varias de las planchas de ropa, entregaron la ropa limpia en la mañana. Lo que implicaba que también al recibirla con ese retraso, todo también se retrasaría.

    Karoma, una vez más con todo su estrés se encargaría de resolverlo.

    Lo que pasó fue extraño, ya que después de entregarle los uniformes limpios a Lauren y Frizzy mientras al mismo tiempo entregaban los ahora sucios que usaron el día anterior. El uniforme que le entregaron a Lauren no estaba bien doblado.

    Y eso no fue problema, era el apuro. Aún así hizo un poco de ruido en Lauren por ser alguien tan pegado al orden. Más bien no sucedió nada incluso al terminar de cambiarse de la manera más rápido posible.

    El problema fue al salir de la habitación Frizzy salio primero, y Lauren saldría cerrando la puerta después. A pesar de que de todas formas todos los empleados iban tarde, necesitaban apurarse, al menos ahorrando un par de minutos. Algo era algo.

    Lauren puso las llaves de su habitación en el bolsillo de su delantal mientras cerraba la puerta detrás suyo al salir. Y colocando la llave en el bolsillo derecho como si fuera un simple azar del destino. Sintió un papel metido en el mismo.

    Se extrañó y eso la obligó a parar el paso en medio pasillo, ella no guardaba ningún papel o pergamino en su bolsillo, además el uniforme era uno recientemente lavado. Y era aún más extraño porque siempre revisaba su uniforme antes de mandarlo a lavar.

    Sacó el papel, era una nota doblada. Eso la sacó más de onda.

    Muchas sirvientas pasaban por su lado corriendo por el apuro, pero ella había quedado pasmada al medio por haber encontrado tan extraño papel.

    La abrió con un poco de miedo, ya que pensó que era de la sirvienta lavandera que la dejó ahí por error. Y no quería meterse en privacidades de la gente.

    Pero al abrirla, todo era tan increíble. Que hasta creer que estaba soñando era lo más lógico de pensar.

[•••]

Tú   ya    sabes  quién   soy,
Todo es un plan, he estado
fingiendo un buen  par  de
cosas.

Si  no has cambiado de  opinión,
te espero esta noche ya lo sabes.

No hay  ningún peligro,   ya  me
encargué.  No te preocupes  por
eso.

[•••]

    Tan rápido como leyó la nota, la guardo asustada, no por su contenido sino porque en su distracción por leerla algún curioso haya extendido el cuello hasta leer un par de palabras mientras pasaban.

    No se la creyó por varios segundos ¿Cómo lo había hecho? ¿Era un mago o algo así?

    ¿Cómo que un plan? ¿Cómo que ningún riesgo? ¿Que había hecho? ¿Eso de verdad estaba pasando?

    Avanzó para disimular pero claramente la especie de susto que tuvo no la abandonó. Sintió su cuerpo frío, y sus manos aún más todavía. Estaba nerviosa y desconcertada.

    Su mente le respondió que toda duda o inseguridad se la iban a responder. Y ahí una parte más racional se preguntó si en verdad iba a hacer semejante locura, y semejante estupidez después de saber que ese encuentro había quedado prácticamente imposible.

    Se lo habían dicho, lo sabía. Era imposible, los podían vigilar, ver castigar y cosas mucho peores ¿Cómo decía que no había riesgo entonces, cómo se había encargado?

    No creía que estuviera mintiendo, claro que no. Una explicación muy buena debía haber, la gente subestimaba demasiado la inteligencia del príncipe.

    Bajó las escaleras de manera rápida, y dio la gran coincidencia que a lo lejos mientras ella ya tomaba un camino diferente, chocó miradas con la sirvienta que le entregó el uniforme, misma que se empezaba a retirar a la lavandería.

    La misma miró su delantal.

    Y ahí Lauren entendió, ella había ayudado. Y posiblemente fue una cadena con más personas. El príncipe estaba haciendo algo, y eso lo confirmaba.

    No pudo evitar hacerle una reverencia a la distancia. Mientras cada una disimulaba dirigiéndose apresuradamente a su lugar de trabajo en aquel inmenso lugar.

[•••]

    ¿Iba a cometer aquella estupidez de arriesgarse tanto? De que posiblemente  todo no sea una buena decision. De que el corazón los lleve a los dos ¿Había caído tan profundo sin darse cuenta?

    Sí, lo había hecho. Y también iba a cometer esa estupidez. No lo dudó. Ni lo dudaría.


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