
LXXX
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Estaba algo aturdida, tal vez necesitaba las palabras de la señora Evelyn. Porque era la primera vez en su vida que estaba ante la sensación de no saber qué elegir entre tanto para ponerse.
Con ayuda y consejos de las muchachas que la ayudaban, estaban totalmente de acuerdo en que sea color guinda con blanco. Porque había sombrero de estilo caperuza con ala ancha que tenía ambos colores y en verdad se veía muy bonito. El sombrero en sí era blanco, pero su listón y adornos eran de aquel guinda tan bonito.
Tenía varios vestidos guinda, algunos con el color puro y otros combinados, había uno con blanco, de manga larga, ese sería pero era algo diferente ya que era a cuadros, y el color de fondo era en sí el blanco, pero hacía que la gran cantidad de guinda resalte, y se veía bien.
Así que dentro de la gran habitación del vestidor con aquel espejo de cuerpo entero, tuvo que colocarse todas las cosas internas, ella podía ponerse sola la mayoría pero no ajustarlas por si sola, para lo que sí necesitaba ayuda. Ya tenía todas las faldas internas junto a los fustes y ropas interiores además del corsé, el que se encontraba ajustando la muchacha que se llamaba Ophelia. Quedó bien ajustado, Lauren no podía quejarse porque así debía de ser.
Claramente le colocaron el armazón flexible, y otro par de faldas internas encima, con bolsillos ocultos, ya que el vestido que decidió ponerse era de dos piezas. La falda del vestido tenia más faldas abajo, para darle volumen y forma. Venía con una especie de cintas para atarla a la cintura y poner unirla a la parte de arriba, además de traer también un listón a forma de cinturón ese sí era completamente guinda. Pero se ponía al final.
La parte de arriba cruzaba entre una especie de camisa, con solapas redondas en el cuello que también tenía forma ovalada así como otra especie de solapa y cola de esa misma camisa que cubría a una parte de la falda, como un mandil o un adorno, ya que tenía cortes que caían en aquel diseño, luego se ponía el cinturón de aquella tela, se amarraba en un moño atrás, haciéndolo lucir lo más bonito posible.
Lauren se acomodó las mangas, que eran voluptuosas en los hombros y se cerraban en un puño ajustado en las muñecas, que también era guinda, los botones de la parte que parecía una camisa también eran guindas. Se veía magnífico, pero no estaba terminado.
Se tenía que poner botines, para como iba a salir tacones no iban a servir de nada. Los botines que tenía, también eran preciosos todo gracias a la señora Evelyn y como no el buen Humbert Yale, que era el encargado de los zapatos. Eran botines de punta angosta y cuadrada igual que el pequeño y necesario taco que usaban, aquella altura del taco no era molestosa, era más bien el estilo del zapato. Llegaban más arriba del tobillo y traían cordones para poder ajustarlos. Eran cómodos, ya que los calcetines que Lauren llevaba llegaba hasta sus muslos, sostenidos por la primera ropa interior, y ya encima de eso la ropa interior normal que llegaba a las rodillas.
Necesariamente vestirse en esos años era toda una ceremonia.
Pata los zapatos si necesitó ayuda debido a lo difícil que seria agacharse para amarrar los cordones con todo lo que traía encima. Quedó bastante bien de todas formas.
Antes de empezar con como arreglar su cabello y los accesorios finales como aquel sombrero, surgió una pequeña conversación más cuando Lauren se ponía aquellos guantes blancos de seda con botones en la muñeca bajo la manga del vestido.
[•••]
—Señorita no se ha puesto a pensar que tal vez con los guantes tocar a la gente sea menos molestoso, tal vez esa sea su solución. —Dijo amablemente Imelda, que obviamente formaba parte de las cuatro sirvientas que la alistaban, junto a Ophelia, Wanda y por su puesto Katherina.
Lauren arrugó la nariz un poco, no lo había pensado. —No lo sé, tal vez. Pero supongo que eso tendría más sentido si tendría algún miedo a los gérmenes o algo así. —Dijo, Katherina pareció de acuerdo. —Pero podemos probar, dame tu mano. —Dijo Lauren tendiéndole la mano a Imelda que la tomó delicadamente.
Seguía siendo incómodo, como cualquier toque, pero como ya lo podía soportar, no se notaba tanto. Y de hecho dar la mano con guantes puestos no era tan incómodo como siempre. Funcionaba, al menos un poco. Imelda tenía razón.
—Funciona. —Dijo Lauren soltando la mano de Imelda que rió. —Gracias. Pero sinceramente no creo que pase lo mismo con un abrazo, no no. Abrazos no. —Se revolvió un poco, y daba gracia.
—Solo abrazos del príncipe, por lo que sé. —Bromeó Imelda, haciendo que inevitablemente sus tres colegas se quieran reír.
Lauren se avergonzó. Porque a pesar de la broma, Imelda no mentía. —Ah Imelda, que molestosa eres. —Se quejó en broma para disimular su vergüenza, haciendo que las cuatro sirvientas al fin suelten sus suaves risas.
[•••]
Salieron del vestidor para poder acomodar el cabello de Lauren. De eso se encargaba Wanda. Debido a que usaría un sombrero, no era necesario hacer una maravilla, además el cabello de Lauren no había crecido lo suficiente.
Pero a pesar de que su cabello ya era ondulado, pusieron grandes rizadores para poder darle volumen a su cabello junto a varios tipos de cepillos. Le recordó a la época donde a Romina Dhollen le gustaba hacer copetes en sus moños y poner listones en los mismos. No se veía mal, pero cuando su cabello crezca no creía que vaya ser su peinado favorito.
De todas formas, para el tamaño que tenía su cabello en esos momentos, mal no se veía. También acomodaron su flequillo, esta vez para el costado junto a aquel rizador para darle forma, y tener el flequillo al costado en vez de cubrirle la frente le dio otra apariencia, tal vez se había acostumbrado a verlo en su frente. Pero se veía bien, cuando su cabello ganó el volumen que se quería lo peinaron ordenadamente para atrás sin quitarle el volumen, y sin que se desordene con un poco de gel.
Mientras tanto, ponían un poco de rubor en su rostro y rizaban sus pestañas. Algo muy sencillo. Lo más sencillo posible. Porque si tanto demoraba alistarla para salir, imaginarse como sería eso para un baile o un evento debía ser caótico.
Para terminar con esos arreglos, colocaron un perfume que venía con todos aquellos accesorios, uno que olía a rosas de manera sutil.
[•••]
Al final se puso el sombrero estilo caperuza de ala ancha, el listón quinta del mismo llegaba a su espalda, y los otros pequeños listones a cada lado de su cabeza los amarro por debajo del mentón para fijar el gorro.
No se puso ninguna joya, no era necesario, el cuello del vestido era bastante cubierto y el sombrero le cubría las orejas, aunque si se pusiese algo igual no se vería porque hasta llevaba guantes.
Pero como no era suficiente aún, aquel atuendo no podía estar completo sin una capa. Una capa con caperuza de tela por sí el estilo duró del sombrero no fuera suficiente. De todas formas la caperuza de tela estaba abajo, y solo la traería sobre su cabeza si llovía o algo parecido. Tenía un botón para colocar al rededor del cuello y delante el pecho coincidiendo perfecto con el cuello del vestido sin dejar ningún espacio hueco o descubierto.
Era mucha ropa, a pesar de que era sencilla, era ropa muy bonita. Era increíble imaginar que para otros eventos futuros usaría cosas maravillosas, que lo que tenía puesto no era la gran cosa. Pero que lo veía así, tan magnífico y todo tan bonito.
Katherina insistió en llevar una sombrilla, y Lauren accedió. No fue difícil encontrar una que combine, si literalmente la señora Evelyn se había asegurado de traerle de todo. Y como si de verdad aquel atuendo lo hubiera elegido una fuerza divina, el vestido ya venía con una sombrilla, como un conjunto, también a cuadros con el listón guinda que la permanecía cerrada.
Ya estaba lista. Y se veía espléndida.
Se miró en el tocador y luego regresaron al vestidor para revisar todo una última vez en el gran espejo. Ya con todo completo.
Confirmando así que todo estaba perfecto. Las cuatro sirvientas se pudieron retirar tranquilamente después de que Lauren amablemente abra la puerta para ellas, para salir detrás y al final cerrando así la puerta.
Ya había dejado todo ordenado en su habitación. Porque si algo no le gustaba era el desorden. Y darle trabajo de más a la gente que se dedicaba a limpiar era un abuso que jamás en su vida cometería. Hasta donde ella pueda, ordenaría sus cosas, su ropa y su habitación como tenía que ser. Que ahora las cosas sean al revés y ahora gente trabaje para ella en vez de que ella lo haga para otros, no significaba no hacer nada como si todo en ella fuera inútil.
[•••]
Al tener el tiempo justo, y haber salido de la habitación a tiempo exacto antes del medio día, tanto Dylan como Thomas ya estaban afuera, chocando y saludándose todos mientras las cuatro sirvientas se despedían de la presencia de las tres personas para llegar a sus labores normales.
Thomas parecía muy emocionado, y Dylan venía comiendo un pastelillos de ojaldre en forma de flor con una cereza glaseada adentro.
—No le digas a Octavia. —Habló Dylan con la boca llena ganándose un codazo por parte de su amigo. —Te ves bonita. —Se corrigió Dylan pasando su bocado. Mirando a Thomas después como preguntando si lo había hecho bien. A Thomas no le quedo remedio que no decir nada. Así era su amigo.
—Gracias, joven Dylan. —Agradeció Lauren por el cumplido.
—Nah, joven Dylan dices. —Se medio burló. —Amigo Dylan o Dylan a secas, somos amigos Laurencita. —Habló con confianza y gracia. Extendiendo la mano para chocar los cinco, Lauren miró a Thomas algo confundida y con gracia y este solo se rió, Lauren chocó los cinco con Dylan, aprovechando que como había visto antes tener los guantes puestos hacía los contactos más soportables.
—Frizzy está abajo esperando y vigilando que estén llevando todo. —Dijo Thomas amablemente para traer el tema a lo que era. —Está haciendo un poco de frío. Pero creo que soleará un poco más tarde.
—Sí sí ya, ahora vamos. —Dijo Dylan. —No andes molestando a Lauren con tus melosidades. Que uno de estos días vas a escupir miel en vez de saliva—Bromeó. —Es que te cuento. —Volvió a hablar con Lauren. —Te ha traído un poema, sus palabritas y esas sus inspiraciones romanticas, ya sabes, toda esa historia. —Suspiró molestando a su amigo a propósito. —Pero mejor vamos avanzando, que el tiempo es oro.
Thomas claramente se avergonzó graciosamente mientras veía a Dylan avanzar e invitaba a Lauren a sostenerse de su brazo para también avanzar juntos en ese tramo. Para disimular las cosas un poco.
Pero durante su tierna vergüenza sacó un papel del bolsillo interno de su saco, uno bien doblado y se lo dio a Lauren avergonzado, lo que decía Dylan era verdad. Y ya no perdía nada si lo confesaba.
[•••]
Mientras seguían caminando detrás de Dylan Lauren se animó a leer el pequeño papel.
De nadie seré, solo de ti.
Hasta que mis huesos se
vuelvan cenizas y mi
corazón deje de latir.
Sintió que se aferró un poco más al brazo de Thomas y al mismo tiempo se acordó de las bromas de Imelda. Pero no podía evitarlo, sus palabras siempre eran hermosas, Pero por otro lado el joven se había avergonzado bastante. Sea broma lo de Dylan, si sentía que a veces se pasaba de azúcar, y no quería incomodar a Lauren en ningún sentido.
—No te avergüences, siempre me gusta lo que escribes. —Dijo, honestamente. Thomas enmudeció mientras una sonrisa inundaba su rostro junto a aquel color carmesí de siempre.
Pero Dylan adelante no se había cansado de bromear. Así se llevaba con Thomas, no serían ambos si no se paraban molestando el uno al otro siempre.
[•••]
—No sé cómo te conquistó de verdad. —Se dirigió a Lauren. —Una chica tan bonita y de un carácter tan notable. Y este muchacho que de todo se sonroja, y al que sí yo le digo que se tire de un puente me insulta como no te imaginas pero si se lo dices tú se tira y con mucho gusto. —Se rio.
Thomas siguió muy avergonzado.
—Ya no lo molestes. —Dijo Lauren mientras guardaba aquella nota en esos bolsillos secretos de la falda de su vestido. —Dylan. —Terminó en un tono algo gracioso, llamándolo por su nombre como había pedido.
—Sí mamá. —Respondió Dylan que dejó de molestar y burlarse de Thomas. Caminando de repente más erguido y más ordenado aún delante de la pareja.
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