
✦╭ᵒ❧ Capítulo XXI: Inseguridad. ✦╭ᵒ❧
Se secó la cara suavemente con la pequeña toalla entre sus manos y miró con desdichado pesar su reflejo en el espejo del baño. Desde luego que esperó encontrarse cara a cara con una imagen detestable de si, pero sus expectativas fueron superadas a lo grande y escupidas sin misericordia sobre él. Lucía tan demacrado y roto que se aterrorizó y entró en pánico, sus pupilas temblaron y su mandíbula colgó floja al apreciar lo que él mismo se había echo sin pensar de antemano en las consecuencias.
Sus pálidas manos fueron a parar a sus mejillas hinchadas por el llanto y sus dedos trazaron con el corazón apretujado el rastro de tibias y húmedas lágrimas esparcidas por su irritada piel.
Quizo soltarse a llorar otra vez, pero casi de inmediato desistió, había pasado toda la noche llorando amargamente, debatiéndose entre creer que el Alfa le odiaba o no. En su interior, él mas que cualquier otro sabía esa respuesta, así que si bien sus miedos eran infundados; la quebradiza brecha de inseguridades dentro suyo se abrió como la caja de pandora, buscando solo sacar provecho de la situación, y engatusándolo a creer lo que no era y, de paso, tratando de acabar con su estabilidad mental.
Pero, ¿qué otra cosa podía pensar cuando Xiao Zhan se reusó a escuchar sus vanas explicaciones aún a costa de prometerse que no había nada que explicar allí? Masoquista o no, su intuición le dictó severamente que cerrarse a aclarar las cosas únicamente le daría más cuerda a los problemas y, ¿porque no? También le daría más material a Xiao Zhan para desconfiar de él y tacharlo de mentiroso y poco fiel.
Bastó soltarle en medio de una crisis nerviosa que Yu Bin y él habían tenido su historia para que el Alfa girara abruptamente sobre sus pies, le mirara con una indiferencia y un hielo que congeló las líneas de su corazón, paralizándolo. Y cuando la puerta de la habitación de Xiao Zhan se cerró en su cara, se mordió la lengua para retener los sollozos que burbujeaban en su garganta, dar media vuelta e ir a encerrarse en su propia habitación con Bao Ming, porque aparentemente, Bao Yu le haría compañía esa noche a su celoso y estúpido padre.
Se lavó nuevamente la cara, frotando con cuidado y se lamentó en verdad no contar con maquillaje; en su época de estudiante gustó de maquillarse y jugar con los labiales y sombras siempre que podía, si tan solo ahora tuviese un poco podría ser capaz de cubrir su mal aspecto en un santiamén y esconder de Xiao Zhan la evidencia de su llanto.
—Respira, Yibo. Respira. Zhan es incapaz de odiar a nadie, mucho menos va a odiarte a tí, el papá de sus hijos y la persona que ama. Así que tranquilo, no va a pasar nada malo —se dijo con inestable convicción mientras se miraba en el espejo, tratando nulamente de sonreír.
Al salir del baño en un gruesa y enorme bata blanca y una toalla colgando de su cuello que usó para secarse el pelo, nada le preparó ni física ni mentalmente para encontrarlo sentado en la cama de invitados, mirando con adoración infinita a su cachorro dormilón. Se quedó tan quieto que apenas pudo respirar, el aire se le había quedado atascado en la garganta, sus ojos se escocieron, estaba mudo, sin saber que hacer o que decir para romper el hielo y aclarar de una maldita vez el asunto.
Abrió la boca, pero al instante la cerró.
—Están creciendo muy rápido —comentó de la nada Xiao Zhan sin dignarse a mirarlo, haciéndolo sentir penosamente herido y disgutado por ser ignorado—, a este paso, temo que si nos descuidamos un poco pueda ocurrir un accidente.
Indignado al intuir la evidente acusación a su persona, Yibo se mordió la lengua con tal de no soltarle un insulto y complicar más de lo que ya su relación.
Así que, tragándose su molestia, respondió amenamente—: Gracias por venir a cuidarlo, pero no era necesario.
El ceño de Xiao Zhan se frunció y finalmente fue capaz de mirarlo a los ojos, dejando de aparentar que todo estaba excelente entre ellos cuando no lo estaba.
Tragó saliva en el instante en que esos mismos ojos gélidos, se desviaron por debajo de su rostro y pretendieron desnudarle con la mirada, convirtiéndose en un fuego puro que le hizo cohibirse y excitarse de alguna rara forma. Avergonzado, con la cara hecha un tomate andante, se ajustó la bata de baño con dedos trémulos, cubriendo un trozo de su —aún— hinchado pezón, obligándose a serenarse y tomar las cosas con la cabeza fría.
—¡No digas tonterías, Wang Yibo! Por supuesto que era necesario, recuerda que también se trata de mi hijo. Si algo le llega a pasar estando a tu cuidado no se lo que haría —habló con la mandíbula fuertemente apretada, pero a juzgar por el leve temblor en sus pupilas y el ligero cambio en su aroma, Yibo pudo deducir que sus palabras no representaban una amenaza dirigida a él si no, más bien, sólo se trataba de sus propios temores.
—Comparto el sentimiento —repuso con una dura mirada—. Eres su padre, pero, si por alguna circunstancia alguno de ellos resulta herido contigo, tampoco se lo que te haría.
—¿Me estás amenazando? —preguntó Xiao Zhan, contrayendo su rostro.
Agitó la cabeza.
—En lo absoluto, Zhan. Más bien, te estoy advirtiendo. Ahora, si eres tan amable, ¿podrías salir de la habitación e ir a cuidar a Bao Yu, por favor? Gracias
Sin esperar a que le respondiera, se dirigió al closet y extrajó un par de prendas de invierno y su ropa interior de uno de los cajones, todo bajo la ardiente mirada del Alfa, rígido.
—Ella está dormida —soltó sin apartar la vista de su firme y redondo trasero, babeando sin querer.
—¿Dónde?
—La he dejado en la cama.
Yibo se volvió hacia él con los labios fruncidos y las cejas alzadas hacia la raíz de su cabello azabache, tentado a echarse a reír por semejante broma de mal gusto, pero la diversión menguó de un plomazo de sus ojos en tanto captó la veracidad de sus palabras.
Xiao Zhan era un bromista por naturaleza, pero él nunca bromeba con sus hijos.
Nunca.
Se relamió los labios e increpó, la dominante furia invadiéndole de pies a cabeza—. ¿Es enserio, Xiao Zhan?
—¿De qué rayos hablas?
—¿Me estás diciendo que dejaste a A-Yu en la habitación, sola, dormida en la cama a sabiendas de lo que puede llegar a pasar? ¡Es que jodidamente no puedo creer tanta irresponsabilidad de tu parte! — despotricó, rechinando los dientes y apretando con desmedido ímpetu las prendas en sus manos, conteniéndose a romperlas en pedazos.
¿Xiao Zhan era idiota o qué? Sinceramente, su actitud le consternaba a tal punto que no sabía que pensar, había veces en que, como esta, parecía olvidar incluso lo que decía ¿Tenía memoria a corto plazo?
Porque lo estaba creyendo.
—No soy ningún irresponsable, Wang Yibo —gruñó, indignado ante la magnitud de aquella letal acusación.
—¿Qué me acabas de decir, Zhan?
Frunció la nariz—. ¿Sobre que no soy ningún irresponsable?
—No, lo otro.
—Que dejé a nuestra hija dormida en la cama. —Yibo asintió, rechinando los dientes—. ¿Qué tiene eso de malo?
Hartó de su maldita ingenuidad, el Gamma se dirigió hasta él a grandes zanjadas y le sostuvo del cuello de su abrigo mientras le gritaba y zarandeaba con los ojos inyectados en locura auténtica.
—¡Eres un maldito amnésico, Xiao Zhan! Apenas hace unos minutos me echaste en cara que dejé a A-Ming solo, y ahora tu también dejaste a A-Yu sola ¿Qué me dices de eso? ¡Respondeme!
La realidad atravesó la cabeza del Alfa, esclareciendola.
—¡Mierda! —gritó, tan blanco como un papel que Yibo no pudo evitar sonreír, le vio ponerse en pie como si su espalda fuese un resorte y salir echo una bala en busca de su cachorra una vez sus manos le soltaron.
Con los ojos bailando de diversión, el Gamma fue hasta Bao Ming, se tendió sobre la cama y besó ruidosamente las sonrosadas, tersas y grandes mejillas entre risitas bajas.
—Tu padre es un caso perdido, bâobâo, pero no importa, así lo amamos, ¿cierto? —le preguntó confidencialmente al cachorro que ya mostraba signos de despertar.
Bao Ming frunció su naricita al ver el hermoso rostro de su papá tan cerca suyo, pero no se asustó ni se puso a lloriquear, todo lo contrario, le miró con intensa curiosidad mientras extendía sus rechonchas manitas y le acariciaba con los dedos la nariz.
—Bâo.. bâo —se carcajeó.
Yibo le apretó la nariz con los ojos brillantes de ternura y dijo rápidamente sin captar lo que había dicho:
—No, mi amor, tu padre no es un... ¡Espera! —se detuvo en seco, sus pestañas revolotearon sin creer lo que escuchó, eludiendo que estaba muy cansado y que comenzaba a imaginar cosas, pero se oyó tan real que titubeó. Controló los latidos acelerados de su corazón y le pidió con una suave y melodiosa voz—. Dilo una vez más.
Muy obediente, y orgulloso de si mismo por su logro, Bao Ming hinfló su pechito y repitió en un chillido agudo infantil—: ¡Bâo... bâo!
—Excelente. Excelente, bâobâo —le felicitó con un nudo en la garganta y maremoto de diferentes emociones, un velo cristalino de lágrimas se deslizaba por sus mejillas. No le importó si su rostro se hinchaba todavía más, la felicidad que su hijo le había obsequiado le maravilló tanto que no podía dejar de llorar y reír—. Serás un cachorrito muy inteligente, ¿no es así?
—¡Bâobâo! —volvió a gritar, radiante y sonriente.
Yibo hipó y asintió, una enorme sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro y, sin importar si mojaba su ropita con sus lágrimas, lo tomó en brazos y lo abrazó con infinita adoración, perfumandolo con su aroma.
—Sí, lo serás.
Miró con ilusión los sutiles movimientos del Alfa al servirle el café y depositar su desayuno sobre la mesa, reteniendo en su lengua el fuerte impulso de sacar a colación el tema de Yu Bin.
—Gracias. Y siento en verdad no estar siendo de mucha ayuda en la casa, te prometo que a partir de ahora no seré más una carga para tí y me aplicaré.
Xiao Zhan, sentado tranquilamente, bajó la taza de café que sostenía en su mano antes de que llegara a su boca y suspiró con pesadez, centrando sus duros ojos en el Gamma sentado rígidamente al otro extremo del pequeño desayunador.
—¿Porqué piensas que eres una carga para mí? —quiso saber, cruzando los brazos sobre la mesa.
Se mordió el labio inferior, dubitativo, sientiéndose de pronto muy débil para sostener su mirada. En cambio, bajó los ojos y prefirió clavarlos en el exquisito desayuno que le preparó el Alfa. No deseaba hablar y explicarle, pero al final, se preparó mentalmente para hacerlo.
—Es solo que no he estado ayudándote lo suficiente y me hace sentir muy mal —inició, flaqueando un poco, se irgió sobre la silla y carraspeó, aún sin atreverse a enfrentarlo—. Aparte de cubrir nuestros gastos, también preparas las tres comidas, incluyendo las papillas de los cachorros y sus biberones, inclusive cuidas de ellos. Y eso no es todo, cada que puedes limpias la casa mucho antes que siquiera note que está sucia a pesar de que estás más agotado que yo.
—No hay razón para que te sientas así.
Alzó la cabeza, desconcertado debido a sus cortantes palabras, pero con una nota de dulzura en su tono que entibió su pecho.
—¿Qué?
—Que no hay razón para que te sientas así —repitió perezosamente y tomó un sorbo de su café, quitándole los ojos de encima. Bajó la taza y tragó el líquido caliente—. Yibo, no tienes porque sentirte desplazado o insuficiente. Durante mucho tiempo fuiste todo para los niños, ha llegado el momento en que yo también tome el rol que me corresponde y el cual te viste en obligación de asumir por necesidad.
Su corazón dio un vuelco y un sentimiento de paz y tranquilidad le inundó producto de la seguridad que representaban ser sus palabras.
Frías pero sinceras.
—Gracias, Zhan —esbozó una agradecida sonrisa, deseando que rompiera esa muralla invisible entre los dos de una buena vez o, al menos, le devolviera la sonrisa.
Xiao Zhan no hizo eso, y su corazón se hundió por el rechazo.
—De nada.
Un tenso silencio se instaló entre los dos, poniéndolo inquieto. Pasó saliva y se concentró en comer su desayuno, robándole miradas furtivas de vez en cuando al Alfa y a los eufóricos mellizos en la sala desde la cocina; estrenaban maravillados las andaderas que su padre les había comprado la tarde anterior... la tarde en que su relación se fracturó por culpa de los malentendidos
Los nuevos juguetes se hallaban siendo mordisqueados y babeados por un par de traviesos que se negaban a mover sus piernas y dar unos pasos, perezosos, y más concentrados en acabar con el juguete. Exhaló hondo, estaban a un mes de cumplir el año y ellos aún no gateaban, se propuso que lo hicieran antes de eso.
Masticó y tragó con desgana.
—Permiso —dijo con el pecho apretujado ante tanta frialdad, empujó la silla hacia atrás queriendo desesperadamente salir de esa atmósfera tensa o iba a sollozar delante de él.
Tomó lo que había ensuciado y se puso de pie sin importar quedar como un infantil maleducado.
Y un cobarde, añadió con creciente dolor.
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Hola queridos lectores, aquí les traigo un capítulo nuevo. No me convenció pero cuando termine la historia o me habra un tiempito, iré editando los capítulos y quedarán mucho mejor, lo prometo 😊
Gracias por los buenos deseos, les cuento que mi primo poco a poco va recuperando la razón, al menos, ya nos reconoce. Esperemos que su enfermedad se trate muy pronto y Dios lo curé 🙏🏻🙏🏻
Besos.
Y recuerden «No a la lectura fantasma».
Pd: El Domingo habrá otro capítulo, esperenlo 😉.
🌙Yessie.
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