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Capítulo 7

La cocina se había impregnado del aroma a panqueques recién hechos.

Jungkook destacaba por ser un cocinero admirable, tenía un dote culinario nato y se le daba muy bien eso de armar platillos exquisitos con facilidad, por lo tanto, esa mañana tomó la batuta para preparar el almuerzo.

Claramente TaeHyung no se opuso, aunque él también poseía una habilidad decente en el tema de la gastronomía, prefería mil veces quedarse sentado en el desayunador mientras observaba con una sonrisa al bonito chico que meneaba las caderas al ritmo de una canción que probablemente sonaba en su cabeza.

Por un momento, fue como si viajaran en el tiempo y regresaran a esos años dónde se turnaban al cocinar.

Cuando estaban en la universidad, solían consumir sus alimentos en la cafetería y no tenían inculcado el hábito de realizar su propia comida, hasta que el bendito sistema escolar hizo una buena jugada con ellos y los juntó en una de las habitaciones compartidas.

A esas alturas, ellos ya tenían su trato especial y en definitiva les benefició que la repartición de cuartos se diera así en aquel año porque le sacaron ventaja en todo sentido.

Explotaron con sabiduría eso de llevar una dieta balanceada gracias a que Jungkook comenzó a entrenar en el gimnasio y aunque al comienzo fue difícil, se supieron adaptar conforme a la marcha.

TaeHyung consiguió una parrilla eléctrica y un frigobar en el que guardaban la pequeña despensa semanal que siempre hacían. Era magnífico ya que no sólo se limitaban a platos libres de grasa, sino que también tenían uno que otro resbalón con postres o cosas parecidas, y lo disfrutaban un montón.

Sí, estaba lleno de nostalgia por tales días en que su recámara de las residencias olía a pan francés o a pollo asado.

Y repentinamente, sintió que el corazón se le había quebrado un poquito.

La causa principal fueron los recuerdos, pero también contribuyó que Jungkook recordara que únicamente debía ponerle un poco de mantequilla y miel de maple a sus panqueques.

Tuvo que morderse el labio para reprimir un suspiro y trató de sonreír cuando su plato fue puesto sobre el mantel.

—Gracias, Kook —farfulló, apenas audible.

—No hay de qué —Le contestó, aproximándose a la cafetera—. ¿Capuchino, verdad?

Él asintió con suavidad y lo siguió con la mirada.

—Sí, por favor —Jugueteó un momento con su tenedor—. De azúcar solo-...

—Solo una, lo sé —No fue necesario que terminara la frase, el menor la complementó mientras presionaba los botones de la máquina—: También tengo jugo de naranja, no te ofrecí porque sé que no te gusta pero si ya cambiaste de preferencias, puedes tomarlo del refrigerador.

TaeHyung pestañeó con lentitud y bajó la vista a su desayuno.

—No, así estoy bien.

Le pesaba de sobremanera haber sido un estúpido que jamás se atrevió a dar un paso más largo.

Era una mierda que estuviera tomando el papel de la manzana podrida, por su egoísmo estaba interfiriendo en una relación que, aunque no era ni un poco sana desde su perspectiva, debió respetar.

Pero Jungkook era ese ser humano que todos adoraban.

No le sorprendía absolutamente nada que WooShik se derritiera por sus encantos, un simple mortal más que se había postrado a los pies de un dios.

—¿Qué tal me quedaron? —Jungkook pregunta, regresando a la mesa con dos tazas de café humeante—. ¿Te gustaron?

—No los he probado —Le agradeció con una sonrisa cuando la bebida caliente fue colocada frente a él—. Te estoy esperando.

—¡¿Tú?! —alegó, poniéndose una mano en la cintura—. ¿En serio estás esperando a que me siente para empezar a comer?

—Sí...

—Demonios, ¿quién eres y qué hiciste con mi Tae?

—¿Qué tiene de malo que haya decidido esperarte? —Le reprochó, con diversión—. Antes me reclamabas por empezar sin ti, y ahora que soy educado, ¡también te quejas!

—Es que no te compro tu postura de reformado —Infantilmente, le mostró la lengua—. Así que deja las apariencias a un lado y come.

Ambos lanzaron una leve risa, TaeHyung se encogió sobre sí mismo antes de obedecer y cortar un trozo de su esponjoso alimento.

El menor volvió en cuestión de minutos con su plato que lucía como de restaurante, porque había coronado sus panqueques con fresas, arándanos y kiwi.

—Nunca entenderé tu lógica de ponerle todo eso a algo que es exquisito por si solo —respingó, después de pasar el bocado—. ¿Cuál es tu lógica?

—Ya te he dicho muchas veces que son complementos —Le rodó los ojos y arrastró la silla al frente suyo—. ¿Vas a estarme juzgando?

—No, ya lo he hecho y sigues igual.

Jungkook bufó en contra, no añadió nada extra y después de revisar que nada les hiciera falta en la mesa, tomó asiento cuidosamente.

Parecía un anciano que tenía jodidas las articulaciones, pero no podía omitir el dolor que le punzaba en la parte inferior del cuerpo cuando trataba de sentarse. Su cadera estaba casi lesionada, sentía las piernas como vil gelatina y el cuello lo traía a punto de una contractura.

Estaba acabado y el castaño solo se burlaba de él.

—Borra tu sonrisa, por Dios —recriminó, en cuanto su trasero descanso en la silla.

—¿Cuál sonrisa? No comprendo —Curvó aún más las comisuras, con el tenedor entre los dientes—. ¿Te duele algo?

—Como si no lo supieras, bestia sin cerebro —Entrecerró acusadoramente los ojos al observarlo—. Creo que me rompiste.

—No es para tanto.

—¿Disculpa? Mi cuerpo no resiste cuatro rondas, pero como tú estás demente...

—Yo vi que lo disfrutaste —parloteó jocoso y le sopló a su café para minimizar la temperatura—. Y he de decirte que me hubiera gustado usar algún juguete, pero lo podemos dejar para después.

Luego de masticar una fresa, el rizado asintió.

—¿Cumplirás eso de llevarme a mi sex shop favorita?

—¿Piensas que no? —Ladeó la cara, con una mueca inquisitiva—. Podemos tomar un baño e ir, ¿qué dices?

—¡Digo que acepto!

TaeHyung le guiñó el ojo y se limpió los bordes de la boca con una servilleta.

—Bien, que así sea.

La estipulación fue hecha y el par de chicos continuó degustando su almuerzo, permaneciendo en un cómodo silencio en el que sólo se oía el choque de los cubiertos o los pequeños sorbos a las bebidas.

Después de muchos meses, Jungkook se sentía completo nuevamente.

Estaba ahí, comiendo una exquisita ración de panqueques con su persona favorita en el mundo y no podía pedir más.

Supo que eso era lo que quería vivir hasta que sus días en el plano terrenal terminaran, sin importar las condiciones, él solamente anhelaba estar con el individuo que le robó el corazón desde que lo conoció.

Recordaba perfectamente la mañana en que lo vio entrar al salón de clases, fue el evento más cliché de su vida porque el alma se le fue cuando TaeHyung se asomó por la puerta, asegurándose de estar en el aula correcta y luego ingresó, sujetando las correas de su mochila mientras buscaba con la vista un espacio desocupado.

Para colmo, él había sido un obvio desde el segundo uno ya que velozmente quitó sus pertenencias de la silla a su lado y le rezó a todos los santos en el cielo que aquel joven atractivo decidiera sentarse a su lado.

Sí, jugó por el todo y triunfó, ya que el mayor si se apoderó del asiento, dejando su mochila en la mesa compartida y acabó saludándolo con una sonrisa que lo terminó de flechar.

Y joder, a pesar de estar pasando un momento tan lindo, las circunstancias con WooShik lo tenían un poco mortificado.

¿Debería sentirse culpable por no sentirse pésimo de estar fallándole a su compromiso? La respuesta era un rotundo sí.

Sin embargo, no se sentía mal por hacerlo.

Cuando WooShik apareció en su vida y empezó a cortejarle, creyó que tenía el derecho de darse la oportunidad, como cualquiera, deseó experimentar lo que era tener una pareja estable y entender más acerca del amor.

Pero mierda, lo que ellos tenían nunca supo si calificarlo como un cariño mutuo, porque era consciente de que sus celos eran enfermizos y justificarlo le hacía sentir menos miserable.

Quizá se había precipitado demasiado al aceptar casarse.

Ahora, tenía el problema encima y debía encontrar la forma de solucionarlo, porque aunque TaeHyung desapareciera al día siguiente, él ya se había dado cuenta de que no valía la pena seguir con algo basado en una ilusión.

—Oye, Tae —pronunció, al bajarse de su largo tren de pensamientos—. ¿Me respondes algo?

—Sí, ¿qué cosa? —respondió, con la boca llena.

El menor dibujó una diminuta sonrisa y le tendió otra servilleta. Tenía mantequilla en el labio superior.

—Ayer... bueno, ayer follamos.

—¿De verdad? —Se jactó—: Qué observador.

—Cállate —Resolló y nervioso, se rascó una ceja—. Lo que quiero decir, es que ayer tuvimos algo que ver y no fue un simple acostón de una noche, ¿cierto?

TaeHyung chasqueó la lengua.

—Para mí fue más que eso —confesó, sin miedo a expresarse—: Te pedí que no te casaras, y no solo por el hecho de ser un celoso de mierda, sino porque esta vez me gustaría hacer las cosas bien.

—Uhm... definamos bien —Levantó los dedos para contabilizar—. Yo fui un infiel que le faltó a su prometido, tú te metiste en una relación y ninguno tiene remordimiento por eso, ¿eso es hacer las cosas bien?

—No, yo sé que no —resopló—, pero te juro que no me arrepiento de nada.

—Yo tampoco.

—Y créeme que si todavía se puede hacer algo por nosotros, estaré dispuesto a tomar el riesgo.

Dudoso, Jungkook se frotó la punta de la nariz con el índice.

—Tú jamás quisiste nada serio conmigo —musitó, armándose de valor—. Y no te lo reprocho, pero tu siempre marcaste la línea y llevaste el ritmo de nuestra amistad en la universidad. Jamás permitiste que yo rebasara el límite y tú tampoco me diste señales para saber que era lo que sentías.

—Lo sé, y te prometo que lo estuve pensando estos últimos días —Con el tenedor, picoteó sus alimentos a medio comer—. Creo que tenía miedo.

—¿Miedo a qué?

—A intentarlo y que no funcionara.

—¿Eh?

—No es tan difícil —TaeHyung bufó con desanimo—. Eras mi mejor amigo, mi cómplice, la persona con la siempre quería estar. Si nos hubiéramos hecho novios en ese entonces, corríamos el riesgo de perderlo todo.

Jungkook pestañeó al pasmarse temporalmente.

—O sea que... —Apretó la agarradera de su taza cerámica—. Yo sí te gustaba.

—Ya te lo dije, y no solo eso, me tenías babeando —Se rio con una pizca de tristeza—. Pero éramos muy jóvenes, yo no quería nada formal porque sabía que lo podía arruinar y terminar peleado a muerte contigo no estaba en mis planes.

—Oh... —murmuró, procesando lo escuchado—. Ahora todo tiene más sentido.

—Creí que como amigos con beneficios iba a funcionar mejor para ambos, aunque por lo visto solo pensé en mí.

—No, la realidad es que yo hice lo mismo —Lo miró con un gesto simpático—. Tampoco fui sincero con lo que yo quería y preferí tenerte por lo menos así.

La mirada de TaeHyung se cubrió de pesadumbre.

—Prohibiste los celos para no involucrar más los sentimientos, ¿verdad?

El otro subió y bajó los hombros.

—Sí tu empezabas a celarme, yo iba a romper mis propias reglas —murmuró y su labio inferior sobresalió—. Estaba enamorado de ti y no quería echarlo a perder por mezclar las cosas, así que esa fue una de mis redes protectoras.

—Joder, fui tan idiota —Se presionó la sien derecha—. Discúlpame por ser un egoísta, por favor.

—No hay nada que disculpar, guapo —Exhaló con languidez—. No era nuestro momento.

Y se observaron.

Casi tragaron a la par.

—¿Y qué tal ahora? —TaeHyung lo cuestionó—: ¿No es demasiado tarde?

—No lo sé... —Levantó la mano en la que resplandecía su anillo de matrimonio—. ¿Ves esto?

—Sí.

Jungkook sonrió y con tranquilidad, se retiró la sortija para depositarla sobre el mantel.

—No me voy a casar —informó, al inflar el pecho—. ¿Y sabes algo? No lo haré solo porque quiera estar contigo, sino porque entiendo que WooShik está enfermo y que no puedo permitir que me siga manipulando.

—Jungkook...

—No me importa si no me garantizas un futuro contigo, pero creo que ya lo comprendí —Agachó levemente la cabeza—. Si casarme significa que no podré verte, salir con mis amigos o siquiera trabajar, evidentemente no lo quiero.

TaeHyung dejó de respirar por un instante.

Y cuando estuvo al borde de hincarse con veneración ante su hermoso príncipe, el ruido de unos zapatos transitando por el piso de mármol, lo distrajo.

De repente, el reloj comenzó a marcar los segundos con más rapidez.

O eso percibieron los dos, porque al dirigir sus ojos a la entrada de la cocina, encontraron a un muchacho trajeado que no lucía nada afectado con la divina escena que se desarrollaba.

WooShik los miraba con una sonrisa mordaz, se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta.

—¿De verdad esperaste a que me fuera de viaje para traer a este? —Enarcó una ceja—. ¿No crees que es poco apropiado?

Jungkook inhaló al ponerse de pie, con el ritmo cardíaco alterado y levantó la barbilla.

—Es mí casa, tengo derecho de invitar a quién se me pegue la gana —dijo, sin que le temblara la voz.

—Yo te compré este lugar, que no se te olvide.

—Pero está a mi nombre y yo puedo disponer de el a mi antojo.

La risa que WooShik emitió, hizo que el aire se volviera pesado.

TaeHyung también se había levantado y ya estaba tomando posición a un costado del menor.

—Que gusto me da verte, TaeHyung —El de ojos avellana comentó—. ¿Qué te trae por aquí?

—Vine a ver a Jungkook —resolvió, con transparencia—. Tenía mucho que no convivía con él.

—Eso lo sé, ya no lo frecuentabas como antes —Se perfiló el mentón con dos dedos—. Y sinceramente, creí que ya me había deshecho de ti.

—¿Por qué creíste eso? —Lo retó, al devolverle la sonrisa irónica—. Fue tonto que lo pensaras y de todo corazón, lamento decepcionarte.

WooShik apretó los molares y despegó su cuerpo del marco.

Dio algunos pasos al interior de la cocina, acechando al menor con la vista y se detuvo al otro extremo del desayunador.

—No, yo siento interrumpirlos, por lo visto llegué en mal momento —Divisó con repudio lo que había en la mesa—. Estaban almorzando, que inoportuno soy.

Y aunque el dúo hubiese querido escupir un "sí", eligieron callar.

—Mira esto, panqueques recién hechos, café y fruta... —Retomó, con una amabilidad tenebrosa—. ¿Tú cocinaste, amor?

Jungkook carraspeó.

—Ehm, sí —No tuvo lío con decir la verdad—. Yo lo hice.

—Fantástico, regresé justo a tiempo —barboteó, al robarse un arándano de su plato—. Dime, ¿no te sorprendió mi llegada?

—Algo —siseó—: ¿No se supone que volverías en la siguiente semana?

—Ese era el plan, pero tuve que regresar de emergencia, tengo unos asuntos que arreglar aquí.

—Ya veo. ¿Problemas en la obra del centro?

—No, eso va de maravilla —canturreó, aflojándose el nudo de la corbata—. Son otro tipo de temas que incluso te conciernen a ti.

—¿A mí? —Su semblante se tornó gélido—. Siempre dices que no me entrometa en tu trabajo, ¿qué es lo que podría ser de mi incumbencia?

En el rostro de WooShik, se trazó una mueca soberbia y de inmediato, metió una mano al bolsillo del pantalón para sacar su móvil. Se enfrascó en su celular, deslizando el pulgar sin bajar las esquinas de su boca.

—Es que no es nada relacionado con mi empleo —De nueva cuenta, los escrutó con vacilación—. Dime algo, mi amor, ¿tú me crees un estúpido?

—¿Perdón?

—Dije que si me creías un estúpido —repitió, rigidizando las facciones—. ¿Tú piensas que no me doy cuenta de lo que haces cuando no estoy?

Jungkook arrugó el entrecejo, los músculos de su espalda se tensaron y dejó de inhalar cuando la pantalla del celular le fue mostrada.

Ninguno supo como reaccionar.

Porque ahí, en el teléfono de su prometido, se reproducía un video de lo que había sucedido la noche anterior en la recámara de ese apartamento, en tomas bastante claras que permitían distinguir a los protagonistas del acto.

A TaeHyung se le atoró la saliva, había separado los labios por la impresión.

Las consecuencias de sus acciones habían caído más rápido de lo que imaginó.

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