
XIV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Después de eso, no volvió a salir de la casa durante todo ese día. Intentó concentrarse en las cosas por separado, para no tener todo hecho un remolino en la cabeza.
Preparar el desayuno, comparado con todas las cosas que hacía en la casa, era lo más fácil.
Aquella mañana, las mujeres parecieron disfrutar el desayuno más que otros días. A pesar de eso, y por pura diversión, Ivonne Dhollen dijo que no quería el desayuno, que haga otro para ella porque había cambiado de opinión en el último minuto.
Lauren estuvo a instantes de desear tirarle la bandeja al rostro. Más aún ante la sonriente expresión de la mujer. La muchacha frunció los labios, y haciendo un gran esfuerzo por no hacer una mueca, tuvo que aceptar en silencio.
Y mientras hacía lo que le mandaron, mantenía su mente concentrada en sus acciones, para alejar a la misma de todos los enredados pensamientos que inundaban la cabeza, y al menos poder distraerse de aquella sensación en el pecho, que oprimía y pasaba una corriente desagradable por cada rincón del cuerpo.
Tenía que trabajar como cualquier otro día, como si todo estuviera en orden, como si nada hubiera pasado.
[•••]
Justamente a Romina Dhollen, casualmente, la iban a venir a buscar ese día, supuestamente un hombre que la estaba pretendiendo, y a pesar de toda la vanidad de Romina Dhollen, nunca se le había conocido pretendiente, ni a ella ni a sus dos hermanas mayores.
Por eso siempre habían sido solteras toda su vida, por eso también le guardaron rencor a Emma, su hermana menor, porque ella había conseguido todo lo que ellas no habían podido. Ese rencor hizo que no les importe que Emma fuera a casarse con alguien que no quería, y la despreciaron más porque desperdició la oportunidad de vivir en un matrimonio de gran clase por irse con un simple relojero. La odiaban porque Emma había desperdiciado la oportunidad que ellas hubieran deseado tener. A eso agregándole el desprecio que siempre le habían tenido a la gente pobre, el odio que le sentían a Lauren se multiplicaba tres veces. Porque la encontraban parecida a su madre físicamente, porque su personalidad les recordaba a Sam Harris. Porque todas sus frustraciones, las cosas que no habían podido hacer porque nadie parecía quererlas, su odio, todo se lo querían pasar a la muchacha.
Pero sobretodo, y por encima de todas sus hermanas, quien más odio guardaba en su corazón era Ivonne, porque había pasado algo muy penoso en su vida.
Era estéril. Y por alguna razón toda la rabia que le causaba eso, más aún al saber que la hermana a la que despreciaba tenía una hija, simplemente endureció toda bondad que en algún tiempo, tal vez pudo tener. Romina y Gemma también quisieron hijos, y sus vientres sí eran fértiles. Pero en la edad casadera, nadie quiso pretenderlas.
Las tres ya habían perdido toda oportunidad, a sus 50, 58, y 63 respectivamente, la época de la menopausia ya había empezado hace varios años.
Les habían pasado cosas malas, y por alguna parte ellas también tenían su propia versión de la historia. Pero aquello, no era ninguna justificación para haberse vuelto malas personas. El hecho de realizar todas sus maldades en nombre de un rencor del pasado, no les reducía la culpa en ninguna circunstancia. No había incluso defensa al decir que esas mujeres estaban resentidas y por eso eran malvadas sin saberlo, porque sí lo hacían, incluso disfrutaban serlo.
Eso podía notarse, a pesar de que se pongan la máscara de mujer fina y educada. Por eso, nadie había podido amarlas, ni lo harían nunca.
[•••]
Las exigencias para vestirse de Romina Dhollen aquel día, fueron exuberantes. Incluso se la podía notar algo nerviosa, ya que el hombre que la pretendía era sumamente adinerado, dueño de bastantes tierras al sur de Escocia.
Por lo Lauren tenía entendido, el hombre era viudo, y parecía estar algo interesado en la mujer. Pero no tanto como para casarse. Aún así Romina Dhollen parecía tener algún tipo de esperanza, no pudiendo evitar pensar en tener por fin un esposo de clase alta como ella. Sus hermanas, habían de tener también algún tipo de envidia, la cual simplemente ocultaban muy bien.
Lauren hizo todo para poder vestir a la mujer según sus expectativas. Haciendo lo posible para recuperar sus fuerzas y apretar el corsé de la señora hasta dejarlo completamente ajustado.
Junto ya a todas sus ropas internas, le colocó el armazón, sintiendo un desgarrador dolor en la espalda en el momento que levantó la prenda para poder ayudar a la mujer a pasarla por su cabeza. Siguieron todas sus faldas internas y al final, el vestido.
Uno rosa palo con hermosos detalles y listones blancos por toda la falda como adorno, un escote con encajes elegantes y mangas largas y anchas que se hacían más delgadas en la muñeca cuyo puño era blanco también.
La mujer también se puso sus finos guantes de tela blanca, y ordenó a Lauren hacerle un tipo específico de peinado. Un moño bastante elegante, en el medio de la cabeza, que la muchacha tuvo que sostener con bastantes y pequeños ganchos para cabello, para que no se desarme. Y ya para salir, se colocó con ayuda su precioso sombrero blanco de ala ancha, adornado con un listón y flores de tela de diversos colores a un lado del mismo, finalmente tomando su sombrilla blanca también, haciendo juego con el sombrero, terminó con todo el rimbombante atuendo de aquel día.
Todavía tenía la sombrilla cerrada, y le servía como una especie de apoyo al pararse elegantemente mientras se admiraba detalladamente en el espejo.
[•••]
Justo al terminar de ser alistada, tocaron la puerta. La mujer se desesperó y empezó a bajar las escaleras solicitando nuevamente la ayuda de Lauren, ya que con sus tacones y el largo del vestido podía terminar cayéndose por todas las escaleras.
Lauren abrió la puerta para la mujer al llegar a la primera planta de la casa. El hombre la estaba esperando con el elegante carruaje que había contratado. Le tendió una mano caballerosamente a la mujer, que sin dudarlo la tomó y salió de la casa lo más rápido posible.
La muchacha esperó unos segundos y luego cerró la puerta. Al menos por el momento, una de las hermanas se había ido.
[•••]
Justo cuando se dio la vuelta para ir a la cocina, a preparar las galletas para la hora del té, porque se había demorado mucho tiempo alistando a la hermana menor, el silencio de la casa se rompió.
El sonido del piano de Gemma Dhollen abarcó toda la casa, y al momento que empezó a cantar con su tortuosa voz, Lauren se tapó los oídos fastidiada, mientras entraba en la cocina.
[•••]
Ya a la noche, terminado todo, y con Romina Dhollen que no paró de hablar de su cita con sus hermanas desde que había llegado, por fin pudo subir al ático, y horas antes, ya había sacado su ropa del tendedor, porque ya estaba seca.
Al llegar al ático guardó su ropa seca en el armario, y antes de alistarse para dormir, o al menos intentar hacerlo, fue a cambiarse las vendas. Su espalda seguía igual, a penas había pasado un día, y era imposible que se cure tan rápido. Se puso vendas nuevas, porque las anteriores se habían manchado con la sangre que todavía salía de las heridas, sobretodo de la más grande, que iba diagonalmente por toda su espalda.
Se estresó al pensar que ahora ya también tenía que lavar las vendas usadas para sacar la sangre, pero esa vez ya no bajó nuevamente, y a pesar de que ese asunto estuvo dándole vueltas en la cabeza unos segundos, al final solo terminó por colocarla en algún lado para poder lavarla al día siguiente.
Ya con la pijama y lista para poder intentar descansar, esta vez sorprendentemente al menos pudo recostarse en la cama, soportando el dolor de alguna manera. Podía dormir entre lapsos, despertando de tanto en tanto. Despertaba irregularmente, después de algunas horas, o algunos minutos después de haber cerrado los ojos. No podía dormir de largo, y estaba teniendo pesadillas bastante reales.
A ella, volvió a llegar la imagen de Vladimir Gees, su expresión de melancolía y gran impotencia, a Gerard Minsksy y como había terminado llorando al enterarse que la habían golpeado. Su mente parecía querer torturarla y atormentarla, trayéndole muchas imágenes, escenarios, recuerdos.
Estaba en una etapa conocida como disociación, el estado en el que entra la mente después de un evento traumático. Ya lo había vivido antes, y a pesar de que la intensidad sea mucho menor comparada con como había pasado cuando era una niña, las sensaciones, los sentimientos, la melancolía, la frustración, el enojo y la impotencia siempre tenían un fantasma oscuro, capaz de llevar a cualquiera a lo más profundo de un mar donde de ahogarse no hay salvación. Pero tenía que recomponerse, por más de que sepa que no iba a poder hacerlo por completo, lo que pasó era algo que le iba a dejar una gran marca de por vida, no solamente en lo físico. Tenía que hacer hasta lo imposible por recuperarse, al menos un poco.
No podía caer en depresión de nuevo, le había costado mucho salir de ella por sí sola a través de los años como para poder volver a caer nuevamente.
Tenía que sobrellevar lo que había pasado, aprender a vivir con ello, como si fuera una nueva modificación en su vida. Aceptar, que ya su estante de libros estaba vacío, que su espalda quedaría con cicatrices permanentes para toda su vida. El odio que sentía, la estaba pudriendo, y lo sabía. Odiar era un sentimiento tan oscuro que apagaba cualquier luz de la persona que llegara a sentirlo, y eso le había pasado. Sabía que por su propio bien no debía sentir algo como ello, por más de que pueda tener todas las razones para hacerlo. Pero no podía evitarlo.
Vivir con esos sentimientos en el corazón no era sano. Y muchas veces quiso poder ser como su madre, y aprender a perdonarlas como ella lo hizo, pero con cada maldad de las mujeres, cada ofensa, se le hacía más y más difícil. Muchas veces se sentía cobarde, la hacían sentir cobarde, inútil, tonta.
Las Dhollen siempre habían logrado lo que habían querido a costa del sufrimiento de otros, y no les importaba. Destruyeron a Lauren, desde el primer instante que llegó a esa casa con a penas 11 años, con cada una de sus ofensas, sus maltratos, sus fuertes amenazas. Si Lauren hablaba, o hacía algo iban a cumplir sus amedrentaciones, la iban a mandar a matar y se iban a encargar de salir totalmente libres del crimen, hasta podían hacer que nadie se entere.
Se habían asegurado de quitar su niñez de ella, habían provocado que ella misma se obligue a madurar siendo solo una niña, le quisieron quitar todo, la hicieron firmar el documento que la condenaría a quedarse con ellas toda la vida. Todo por su beneficio y por su bienestar propio, no pensaban en nadie más que ellas, ni lo harían nunca.
Devastaron la vida de la muchacha a diestra y siniestra, y con lo último que había pasado la destruyeron por completo, siendo finalmente victoriosas. Al menos por ahora, parecían serlo. Porque a pesar de que incluso la misma muchacha piense y sienta que de aquella devastación no se iba a levantar, podría hacerlo. Lauren era mucho más fuerte de lo que incluso ella misma creía ser.
Algún día, teniendo esperanza, ella misma lo descubriría.
[•••]
Exactamente tres días después, lamentablemente no mucho había cambiado. Su espalda estaba empezando a mejorar pero con todas las tareas que la mandaban a hacer dentro de casa, todo aquel proceso de recuperación parecía demorar mucho más.
Seguía teniendo muchos problemas para dormir en las noches, tenía momentos de crisis donde quedaba sumergida en su mente, mientras podía sentir parte de su cuerpo temblando.
Estaba fastidiada con todo, no quería hablar con nadie, no quería que nadie le hable. Cuando salía a la calle evadía a todo el mundo, y solamente quería estar sola todo el tiempo.
Pudo volver a peinarse como usualmente lo hacía, no soportaba verse con el cabello parcialmente suelto. Se cambiaba y lavaba sus vendas todas las noches, y ahora más que nunca parecía estar molesta y frustrada todo el tiempo. Por eso, también nadie se le estaba acercando.
No había querido hablar con nadie, ni ver a nadie, estaba harta y no deseaba tratar en esas condiciones con las demás personas, porque no quería terminar diciendo algo que no era su intención decir o hacer sentir mal a alguien por encontrarse como estaba. No había visto ni a Vladimir ni a Gerard en esos tres días, de alguna manera eso estuvo bien para ella, porque no sabía como hubiera reaccionado si se los hubiera encontrado, y también había evitado encontrarse con Hope, no quería que la niña la vea estando así.
Todos parecían creer que se había vuelto mucho más amargada de lo que ya era.
A pesar de eso, en ese corto periodo de tiempo, había logrado ponerse al menos un poco más estable, recuperarse de las heridas un poco. Estar sola, le había ayudado en algo. Comparado con hace algunos días, podía mantener un poco más de serenidad. Simplemente ya estaba pudiendo dejar que su cuerpo trabaje solo, porque después de eventos tan fuertes e intensos ya tenía la mente sumamente cansada, triste, resignada, frustrada y sin absolutamente nada de ganas.
[•••]
En la tarde, después del almuerzo, se encontraba barriendo todo el suelo de la casa quitando todo polvo y dejando sin un rastro de suciedad cada rincón del piso.
Ya se encontraba terminando con la sala, el último espacio que quedaba por barrer, y justo cuando ya había finalizado tirando toda la basura y polvo acumulado del piso que estaba en el recogedor al tacho de basura, una fuerte música proveniente de trompetas sonó justo fuera de la casa, tomándola de sorpresa y haciéndola asustar un poco.
En un instante de segundo, primero pensó que había de ser el hombre que parecía pretender a Romina Dhollen, trayéndole una serenata o algo por el estilo, para luego darse cuenta inmediatamente que la melodía que provenía de aquellas trompetas no era más que la que era usada para anunciar la presencia del Gran Duque de Inglaterra. Haciéndola entrar en gran confusión porque no recordaba que las Dhollen le hayan mencionado en algún momento que recibirían tal magnífica visita.
—¡Anuncio Real del Gran Duque!—Se escuchó a través de la puerta, de una voz sumamente imponente y grave.
No se podía dejar a un miembro de la nobleza del país esperando, esa era una de las más grandes ofensas.
Fue apresuradamente a abrir la puerta, aún sumamente extrañada de todas maneras por la presencia del noble, mientras que al mismo tiempo escuchaba a las Dhollen bajar las escaleras casi tropezándose para llegar apresuradamente a la puerta totalmente sorprendidas por saber quien estaba fuera de su casa.
Ivonne Dhollen la alcanzó antes de que Lauren abra la puerta, y con un gran gesto de desdén la empujó mandándola a meterse en la cocina, ya que ella no podía tener el honor de abrir la puerta para semejante miembro de la nobleza Inglesa.
Sin decir nada, solamente obedeció, dirigiéndose a la cocina para meterse ahí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro