003; 𝐂𝐈𝐍𝐄𝐌𝐀
ADOLESCENCE — Ashtray
003; CINEMA!
YA ERA POR LA NOCHE, cuando Mills ya lo tenía preparado para su primer día de instituto después del verano. Este lo había pasado mayoritariamente en su casa o bailando en el polideportivo; ignorando todos los problemas que sucedían a su alrededor, incluyendo la marcha de un pilar fundamental en su vida; pero que gracias a Dios, había vuelto a ella, ¿quién fue?
Consumiéndose en aquellos pensamientos, pronto logró quedarse dormida profundamente. Sin embargo, una cerradura se escuchó siendo forcejeada suavemente, intentando hacer el menor ruido posible; y de lo contrario, haciendo que Mills se despertase y bajara a ver qué ocurría.
Se deslizó hasta la puerta andando en calcetines y en pijama para mirar a través de la mirilla de la puerta, logrando alcanzar a ver la parte trasera de un coche que se alejaba rápidamente; pero que apenas logró identificarlo por la nieblina que había. Ignorando la situación que acababa de pasar, subió las escaleras en dirección a su cuarto, pasando antes por la habitación de su madre y echando un vistazo rápido. Esta se encontraba mirando el móvil y chateando a la vez. Una sensación de pena recorrió todo el cuerpo de la joven, al ver a aquella mujer con dos hijos estar chateando con Dios sabe quién a las dos de la madrugada, ¿cómo podía ser posible aquello?
A la mañana siguiente, sobre las 6, Mills estaba decidiendo qué ropa ponerse para ir al instituto; no quería ir muy cantosa, ni muy simple tampoco. De repente, una vibración en su móvil la asustó, era un mensaje de... ¿Ashtray? Habían quedado para que este la recogiera en la moto para llevarla al instituto, y así no tenía que hacerlo su madre.
Una hora más tarde, el pelinegro se encontraba tumbado en la cama de la rubia; mientras que ella estaba sentada en su tocador terminándose el maquillaje y algunos accesorios.
Pronto, notó que el pelinegro se quedó mirándola fijamente como si estuviera tratando de descifrar algo.
—¿Qué pasa, Ash? —preguntó tranquila mientras acababa de ponerse el eyeliner—. Te veo... ¿preocupado?
—¿Por qué te arreglas tanto? —se atrevió a preguntar incorporándose.
—Debo de verme bien, ya sabes, bonita —contestó con una sonrisa un tanto triste.
—Pero, si ya lo eres, no comprendo el esfuerzo —afirmó este mirándola de arriba a abajo, haciendo sentir algo a la joven.
Sin embargo, una tristeza inundó a la rubia, y varios pensamientos y momentos vividos anteriormente y que no había contado a nadie vinieron a ella.
—Jamás lo entenderías, Ash. No sé cómo explicártelo —suspiró ella girándose a mirarlo y dándole una floja sonrisa, tratando de apartar aquellos pensamientos.
—Está bien —comentó—. Por cierto, debemos marcharnos ya, si no vamos a llegar tarde
—Sí, voy.
Ambos se montaron en la moto y fueron en dirección al instituto. Casi todas miradas recayeron sobre ellos: ya fuera por ella, que era una de las populares; o por él, que le robaba el aliento a cualquiera que pasase, aunque él ni caso les hiciera.
Al entrar, nada había cambiado, la gente seguía igual de amargada y loca que siempre. Felicidad inundó el cuerpo de Mills al divisar una figura pelinegra.
—¡Maddy, mi amor! —exclamó la rubia riendo mientras aplaudía y se aproximaba a ella rápidamente.
—¡Mills! —exclamó Maddy abrazando fuertemente a la rubia mientras sonreía eufórica.
—Dios, que bien te veo. Estás guapísima, ¡qué envidia! —exclamaba Mills mientras le echaba un vistazo rápido a su amiga.
— Oh, no seas tonta, ¿acaso no te has visto? Yo sí que te tengo envidia —respondió haciendo un puchero falso.
Hubo unos segundos de silencio entre ambas. Tenían mucho que contarse a pesar de que no sabían que decir en esos momentos.
—Oye, te he echado muchísimo de menos este verano —comentó Maddy agarrándole un mechón de pelo a la rubia.
—Sí, yo a ti también. Podríamos quedar con las demás hoy y hablar de todo —propuso la rubia—. Como en los viejos tiempos.
—Sí, no sería mala idea. ¿Te parece en el cine, y antes en tu casa a prepararnos? —sugirió la pelinegra encogiendo sus hombros.
—Sí, fantástico.
Luego del primer día de instituto, el cual fue maravilloso realmente, Millie se pasó por la tienda de Fez y Ash antes de que sus amigas llegaran a su casa. Ella volvía a llevar a su hermano enganchado a su torso gracias a un pañuelo.
—¿Qué pasa, peña? —exclamó la rubia animada levantando los brazos mientras bailaba disimuladamente; Michael intentaba hacer lo mismo riendo.
—¡Ey, Mills! ¿Qué tal el primer día? —preguntó un pelirrojo.
—Me fue súper bien. Gracias por preguntarme Fez, eres la primera persona que lo hace —dijo la rubia sonriendo, ganándose una sonrisa por parte del adulto.
—¡Michael! —exclamó una figura que se aproximaba a los dos hermanos rápidamente.
Michael empezó a moverse muy emocionado y nervioso al verlo, y levantó sus bracitos en señal de que lo cargase. Mills riéndose, sacó al pequeño del pañuelo y se lo entregó a Ash.
—Qué de tiempo, tío —bromeó el joven, ya que lo había visto hace el día anterior.
—Oye, Fez. ¿Me puedes poner una bolsa mediana de chuches? ¿Y por casualidad tenéis un bol para meterlas? —preguntó ella.
A Ash le llamó la atención el pedido; pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando notó algo frío en su mejilla. Michael había pegado su cara a la de él, ya que se le había ido un poco la cabeza hacia adelante, y le esparció gran parte de sus babas.
—¡Michael! ¿No podías hacérselo a tu hermana —susurró para que solo se pudiera enterar el pequeño—. Joder, qué asco, tío.
—Veréis lo que voy a hacer —anunció la rubia ganándose la atención de sus amigas en su cuarto—. Siempre tenemos problemas cuando intentamos meter chuches al cine, ¿verdad?
Todas asintieron atentas a lo que hacía. Primero, echó los caramelos que había comprado anteriormente en aquel gran bol
—¿Qué vas a hacer, Mills? —preguntó Kat mirándola.
- Bueno, Kat. Como sabréis, siempre nos revisan hasta los bolsos por lo de las chuches. Maddy, ve enrollándome la cinta adhesiva por alrededor mía, por favor.— pidió y Maddy accedió sin responder.
Cuando ya se la había colocado, la rubia bajó su camiseta haciéndola parecer bastante realista como si estuviera embarazada. Las restantes sólo se quedaron impactadas.
—Entonces, pensé, ¿cómo podríamos meter chuches en el cine sin que nos pillaran? ¡Claro, fingir que estoy embarazada! Así, el tío no me va a decir, señorita levántese la camiseta —explicó imitando al guardia y mirándose en el espejo. A decir verdad, le había quedado muy realista.
—¡Dios, eres una genia! —exclamó Maddy aplaudiendo, mientras las otras también aclamaban a la rubia—. ¿¡Cómo no se nos había ocurrido antes!?
Ya en el cine, acabaron eligiendo una película de miedo, algo inusual en ellas. Todas estaban en la fila de la cartelera por fuera; mientras que Mills estaba apartada de ellas ya que estaba pagando. Se encontraba con su móvil viendo Instagram.
—Señorita, no es recomendable que usted vea películas de miedo en su estado —exclamó una mujer mayor llamando la atención de todos, mirándola.
Algunas de las miradas eran de desaprobación o incluso de burlas, algo que le hizo sentirse extremadamente mal; a pesar de que no fuese verdad.
—Sí, no se preocupe, yo no la veré. Gracias igualmente —respondió tranquila.
Una vez que la mujer le sonrió a la rubia y se dio la vuelta, la joven cambió su expresión a una seria entrecerrando los ojos mientras la miraba.
—Puta vieja, métase en sus asuntos —susurró poniéndose una mano en el estómago duro que tenía mientras entrecerraba los ojos.
Una voz grave y cercana a ella la asustó—. No te ha dicho nada la pobre mujer. Relájate, rubia.
—¡Ashtray! Joder, qué susto. Eh... ¿qué haces aquí? —preguntó ella tapándose como podía lo del estómago por vergüenza; y para su suerte, Ash no miraba hacia abajo, solo lo hacía a sus ojos, y por ello no se daba cuenta.
—Ya sabes... por aquí hay gente que compra —dijo tranquilo, haciendo que la rubia soltara sus brazos dejándolos caer a sus lados fastidiada.
¿Aún seguía vendiendo droga? En serio, ¿después de lo que ocurrió?
—Oh, eso es estupendo. Entonces te dejo para que puedas trabajar bien —respondió molesta y rodando los ojos al darse la vuelta sarcásticamente, negando con su cabeza.
Mientras avanzaba con los brazos cruzados, notó como uno de sus brazos era agarrado suavemente haciendo que se girara para quedar cara a cara con él otra vez.
—Eh, ¿qué es lo que te pasa? —preguntó este confundido.
—¿A mí? Nada, me alegra ver que nada ha cambiado —sonrió a pesar enfadada volviendo a cruzar los brazos sobre su pecho.
—Millie, aquello... ocurrió hace mucho tiempo. Supéralo de una vez por todas, esta es mi vida —respondió girando la cabeza para mirar a su lado.
La rubia sintió algo romperse en su corazón, haciendo que este se encogiera y le doliera, y así también creando un nudo en su garganta.
—Debes de estar de joda, Ashtray. Eres un imbécil —escupió la rubia fríamente mientras suspiraba y pasaba su mano por la cara.
Allí fue donde el joven se dio cuenta de lo que ella portaba.
—¿Qué llevas ahí? —preguntó curioso.
—Nada —dijo de mala gana volviendo a mirarle a los ojos.
—Oh, está bien— respondió este dando una sonrisa mientras bufaba; y sin embargo, la rubia notó una ligera tristeza en su rostro, lo que hizo que su corazón se ablandara.
—Son las chuches en el bol que hoy os compré —contestó haciendo que el pelinegro la mirase.
—Y, ¿era necesario ponértelas ahí? —preguntó carcajeando mientras observaba el bol.
—Sí, porque si no, no me dejaban entrar con ellas.
—Oh, entiendo —finalizó asintiendo.
Mills no lo podía negar, le entristeció el hecho de que Ashtray siguiera vendiendo droga como si nada. Y también rezaba porque no volviera a ocurrir lo que tuvo lugar un año atrás.
¿Qué fue lo que ocurrió?
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