Siempre que a él y Kanroji les toca hacer alguna misión juntos, a Sanemi suspiraba aliviado. Pues Mitsuri es de las pocas personas con las que puede hablar sin irritarse.

Sí, puede hacer que pierda un poco la paciencia, pero no llega a enfadarle.

De camino, ambos suelen charlar de cosas triviales, anécdotas, etc. En las posadas, se hospedan en habitaciones separadas, pero continuas, y usualmente comen y cenan juntos, yendo a algún restaurante cercano o siendo la comida preparada por alguno de los dos.

Parecían casi una pareja casada.

Un día que le tocaba a Shinazugawa cocinar, Mitsuri estaba sentada en la mesa, viendo como el hombre cortaba con precisión unas verduras. Y embelesada por la imagen, soltó:

-Serías un maravilloso esposo, Shinazugawa-san.

Ante lo dicho, Sanemi casi se corta un dedo, y la mujer se sonrojó violentamente al darse cuenta de que lo dijo en alto.

-¿De verdad lo crees, Kanroji-san?

Se giró para verla directamente. Su rostro parecía igual de serio que siempre, pero ella pudo notar un pequeño brillo de emoción en sus bonitos ojos morados. Le sonrió en respuesta.

-¡Por supuesto!, ¡eres un gran partido, Shinazugawa-san!

Sanemi se sonrojó y volvió a darse la vuelta, pues no quería que ella viera lo Rojas que estaban sus mejillas.

-Gracias...y tú igual. Pienso que serías una buena esposa.

No recibió respuesta, y así estaba mejor, pues ambos ya habían dicho lo suficiente como para saber que se encontraban bien junto al otro.